Crisis de Fe, último libro de Fernando González narra la experiencia psicoanalítica llevada a cabo en un Monasterio en el estado de Morelos por el padre Gregorio Lemercier.
El prior toma el camino subversivo: los monjes sufrientes podrían recurrir a psicoanálisis. Erich Fromm vive en Cuernavaca. La experiencia con uno de sus discípulos no funciona. 1960: Lemercier es víctima de alucinaciones. “Temí volverme loco, entré al psicoanálisis. La larga ascesis del psicoanálisis me ha llevado a una vida espiritual que no habría podido alcanzar en 30 años de vida monástica”.
Se analiza con Quevedo, quien le sugiere empezar un psicoanálisis de grupo en la comunidad. “A pesar de que me advirtió que tal vez ninguno de los monjes preservaría en la vida monástica”. El prior acepta. Que cada monje depure sus razones para permanecer y analice sus pasiones amorosas y sexuales. “Recibir como monjes sólo a quienes se han vuelto castos voluntariamente por el reino de los cielos”.
Lemercier temía el choque de trenes entre la vivencia religiosa y el ateísmo. Eligió dos psicoanalistas ateos, priorizando “la calidad de la técnica”, por sobre “ideologías”. Apunta Fernando que si bien los “creyentes” estuvieron dispuestos a indagar los caminos de su fe. Los psicoanalistas no estuvieron tan prestos a intentar aprehender el llamado místico, como algo más que “la vuelta al vientre materno”.
El poeta Ernesto Cardenal pasó por el monasterio. Padecía gastritis. Lemercier lo envió con el discípulo de Fromm. El analista dijo:“Si estuviera feliz con mi vocación, sin conflicto espiritual y con paz interior, acudiría a un gastroenterólogo”. Cardenal fue a un psicoanalista en México. Enfrentó a un científico que no entendía la vida religiosa. “Mi entrada ... era masoquismo. Lemercier decía que mejor un buen psicoanalista no creyente, que un mal psicoanalista católico”.
Lemercier instauró La paternidad espiritual: “Esta dirección espiritual puede separarse de la confesión sacramental, otorgándole toda su fuerza al quinto grado de humildad, que invita a la confesión de los sentimientos íntimos, incluso fuera de la confesión”. Parecida al psicoanálisis. ¿Qué comparte cada monje con quién? ¿Cuáles intimidades corresponden al césar/psicoanálisis y cuáles al prior/Dios?
Los psicoanalistas trabajaban Melanie Klein y el psiquismo fetal de Raskovsky. Con una concepción de la religión muy elemental y deshistorizada. Según citas de Fernando: “Parteros psíquicos” que ayudarían a extraer del “útero convento” a los monjes. Sin respetar singularidades. Y crearon para analizar a “un monje colectivo y transhistórico”.
Un monje en análisis: “La naturaleza humana gasta una parte de sus fuerzas en luchar contra ella misma en pura pérdida. Haber escogido el celibato por amor a Dios, pero también por miedo a la mujer, o por deseo de permanecer fiel a su madre. Se puede desear la obediencia porque evita el tener que decidir por uno mismo. Se puede soñar la pobreza evangélica por odio a los ricos o por masoquismo. Si usted cree que un medio humano puede hacerle perder la fe, usted cree que la fe es una cosa humana”.
Al contrario, Benito Verber, quien se negó a psicoanalizarse, “¿Creó problemas el psicoanálisis?”. “La destrucción de la casa”. Conflicto de autoridad entre prior y psicoanalistas. Dificultad de manejar un análisis grupal con personas que realizan juntos la mayor parte de sus actividades. Avatares de la cohabitación terapéutica desbordándose sobre la cohabitación. Conflicto entre psicoanálisis y misticismo. Lemercier expresó que lo mejor hubiera sido elegir terapias individuales, como lo soñó en el principio de su aventura hacia el inconsciente.
Santo Oficio. Querella del Vaticano contra los monjes psicoanalizados, 1961. En 1967 la Sagrada Rota prohíbe la práctica del psicoanálisis en el convento. Confrontados a una renuncia impuesta desde el poder eclesiástico, los monjes disuelven el convento. Sergio Méndez Arceo se ve obligado a anunciar un cierre que no deseaba. “Los monjes, a excepción de tres, han considerado en fidelidad a su vocación personal renunciar a su vida religiosa benedictina, pidiendo una dispensa de sus votos”.
El convento se convierte en Centro Psicoanalítico Emaús. “Abierto, cualquiera que sea su religión. Ateos, drogadictos, personas sin casa, dispuestas a trabajar y financiar su análisis”. Fernando entrevista a José Luis González, psicoanalista del CPE: “¿Desde qué marco interpretaban la creencia?” “Desde el psicoanálisis. No había ninguna piedad por lo religioso. No le teníamos ninguno”. El CPE resistió un año. Quizá los hermanos desprovistos de los rituales de un misticismo colectivo no encontraron mayores razones para sostenerse juntos.
Información tomada de la nota en El Universal (06/08/11) de María Teresa Priego.
La verdad es que la mayor prueba de que el psicoanàlisis no es ni una religión ni una corriente política o filosófica es que yo entré con una religiosidad a la que yo había castrado, tuve una infancia normalmente católica y creí que tomando las riendas de mi vida Dios desaparecería de ella, o su idea, hoy leo a Sartre y veo en él restos y fundamentos de mi fe: La esencia precede a la existencia, por ejemplo o leo a Lacan y con su real me doy cuenta de que el inconsciente es Dios, me he dado cuenta de que en un segmento el de la paradoja de Zenón está todo el misterio de lo no-todo y lo todo que junto al amor forma mi nueva espiritualidad católica renovada y surgida de las cenizas de mi Edad de la Razón.
ResponderEliminarEn fin que no se impone en un análisis más que nuestro deseo tal y cual este sea.
Un abrazo
Vicent.