lunes, 17 de noviembre de 2014

Comentario a la entrevista de Jean Allouch en Calí, Colombia realizada por Johnny Orejuela (17 de abril de 2009).

¿Quién puede dudar de la calidad de algunos de los trabajos de Jean Allouch?
Él viene cada año o cada dos a México a impartir seminarios que versan sobre temas diferentes, pero cuyo recuento por amigos no me ofrece la curiosidad por volverme a inscribir en sus exposiciones, y eso sería motivo para otro artículo que excede los propósitos del tema que hoy trataré. Recuerdo haber tenido 25 años  (eso hace tiempo), y descubrirlo a través de un brillantísimo artículo publicado en 1977 por la APU en su revista, intitulado: Una terna freudiana: acto, acting out y acción, que me sirvió para aclarar mis ideas, acerca de un tema sobre el que hice mi tesis de licenciatura y que con el paso del tiempo he seguido trabajando (una muestra de eso, es el artículo aparecido hace años en Acheronta 11 sobre el tema) y por el que me empeño en construir un libro (explicito que estas letras, las escribo a simple título personal sin representar a nadie y por mi propia inquietud).
También leí algunos de sus libros con verdadero entusiasmo, las 213 ocurrencias con Jacques Lacan, que me introdujeron a la clínica lacaniana de primera mano y que resultan un documento invaluable para relacionarse con la práctica de su maestro y con un estilo de trabajo que resulta – hoy así lo pienso – induplicable, lo que eso quiera decir, para quien lo quiera entender. Así llegaron a  mis manos otros de sus libros Letra por letra. Traducir, transcribir y transliterar (1984), El doble crimen de las hermanas Papin (1984), en colaboración con Erik Porge y Mayette Viltard. Luego vinieron Marguerite, Lacan la llamaba Aimée, (1994), Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca, (1995). En los últimos tiempos, revisé para un libro que ya publiqué, el menos afortunado El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual?: Respuesta a Michel Foucault (2007), y no obstante la admiración que me causa su trabajo, no me puedo  considerar un lector de Allouch y menos un seguidor puntual de sus ideas.
Asistí a un par de sus seminarios en la Ciudad de México, y me pareció un hombre difícil con el qué discutir o charlar, escoltado por la transferencia sin límite de sus seguidores, y sin ser miembro de su escuela y no haber tenido antes ningún contacto con él, a pesar de tener amigos en común. En uno de sus seminarios, se cruzó conmigo en el pasillo, y pronunció mi nombre mirándome de frente, lo tomé como una deferencia que demostraba que se había tomado la molestia de preguntar quién le había hecho algunos cuestionamientos. En realidad, no me interesa tener contacto con él, y me siento contento con algunas de las relaciones y amigos que tengo en el medio psicoanalítico nacional e internacional para ambicionar su amistad.
Recientemente en la Red me encontré una 
entrevista realizada por Johnny Orejuela y Vanessa Salazar al conocido analista en  Colombia (publicada por la revista científica Guillermo de Okham en su volumen 7, número 2. julio - diciembre 2009) que de hecho aparece en su propia página personal http://www.jeanallouch.com/pdf/104 , por lo que supongo que son palabras de las que estará orgulloso o que piensa que representan fielmente su pensamiento. Les pido que las lean antes de que tomen contacto con mi artículo, pues es importante que sean puntuales en el seguimiento de sus afirmaciones, cómo yo lo he tratado de ser.  
Siendo un escritor menos prolífico, un analista mexicano más modesto en sus alcances, soy muy cuidadoso en lo que digo y lo que publico, me gusta que cuando alguien toma contacto con lo que escribo o lo que digo, no caiga – en lo posible – en confusiones o equívoco, aún así se producen deslices, es imposible que no fuese así. Por eso me sorprendió la entrevista que quiero comentar en detalle, porque me parece que nadie lo ha hecho y porque es importante hacerlo.
Johnny Orejuela, a quien no tengo el gusto de conocer, se toma la molestia de hacer una entrevista comprometida y su actitud me parece muy abierta, de curiosidad e inquietud ante los temas que le plantea a Allouch y de verdadero aprecio por lo que puedan ser sus palabras. La primera pregunta versa sobre las diferencias entre el psicoanálisis en América Latina y París, a lo que el interpelado responde de una manera curiosa para ser un hombre que ha viajado en primera clase mcuhas veces a diferentes lugares de nuestra América, para impartir su enseñanza. Nos dice que no puede hablar del asunto, a pesar de que la elp se fundó prácticamente en México (fui casi testigo del asunto) y él ha venido muchas veces a mi país, para presentarse ante auditorios de casi mil personas cada vez, dónde siempre se le acoge con respeto, diría reverencia y en algunos casos hasta veneración. Sin embargo, él no puede opinar, su casa es París que parece ser el centro del mundo para el psicoanálisis e incluso el lugar dónde llega a citar con cierta laxitud dos veces al año a algunos de sus pacientes del resto del mundo. Lo demás es lo de menos, él así lo establece y subraya. Por otro lado, creo que eso de ser el centro del mundo en materia del psicoanálisis, lo deben pensar por igual en NY, Houston, Buenos Aires, Londres, y no sé dónde más.
Frente a la pregunta sobre la relación entre el psicoanálisis y la universidad, responde con desparpajo a una cuestión que para muchos de nosotros es una interrogante vital con un: no hay ninguna relación. El discurso universitario, se opone al discurso analítico y no puede dictarse un curso sobre Lacan porque sus conceptos y planteos parecen intransmitibles. La respuesta no me parece nada convincente, si se dice que no hay transmisión posible de esos conceptos, pues el psicoanálisis se convierte en una especie de culto ocultista que sólo es transmisible a través de sociedades secretas o el análisis mismo. Esto es cierto a medias, un conocimiento profundo de nuestra teoría y método sólo puede obtenerse a través de un análisis personal, pero el panorama de discusión del psicoanálisis con otras disciplinas es algo que viene sucediendo desde su nacimiento. Y si el psicoanálisis quiere o pretende ser una disciplina o un saber no religioso, debe estar dispuesto a discutir su práctica y validez frente a otros discursos, además de aportar sus propios conocimientos hacia el análisis de fenómenos y prácticas humanas.
Por otro lado, me parece que en vida de Lacan mismo, él estuvo bastante contento, cuando se abrió un espacio en la Universidad por allá de 1968, y a invitación de Foucault, dictó varias conferencias en espacios universitarios, que desembocaron al tiempo en la creación de departamentos en la Sorbona en Paris VII y Paris VIII.
Probablemente coincidiríamos con él, si dijese que la Universidad no es el espacio ideal para la transmisión del psicoanálisis. La institución universitaria (por lo menos en México), no pide a quienes dan clases sobre psicoanálisis que sean analistas y hayan pasado por el largo proceso formativo que representa situarse en este lugar. Lo que pide son licenciados, maestros y mejor doctores (lo que hoy parece una licencia para cometer distintos abusos) y cualquiera de ellos puede decir que es psicoanalista, neurolingüista o conductista, vamos, lo que sea sin tener que probarlo, erróneamente con el título universitario se valida una posición analítica  a partir de una práctica que no lo es, que solamente es académica. De hecho, vivimos en mi país, el fenómeno de que muchos hoy se digan psicoanalistas sin que nada sólido avale sus palabras.
Pero aún si negásemos la idoneidad de la Universidad como medio de transmisión del psicoanálisis, no podríamos desdeñar la presencia en la universidad de innumerables colegas que han realizado un trabajo de análisis en extensión, que ha acercado a gran cantidad de alumnos sin brújula y con el camino perdido, al estudio de nuestra disciplina para volverlos psicoanalistas.
Allí tenemos como muestra gente tan distinta que ha hecho presencia en las universidades como Serge Cottet, Francois Regnault, Elizabeth Roudinesco, Didier Anzieu en París; Juan Carlos Cosentino, Diana Ravinovich, Sara Vasallo, Michel Sauval, Guillermo Pietra y Alfredo Eidelztein en Buenos Aires. Y en México, han estado otros como Erich Fromm, Armando Suárez, Marie Langer, Santiago Ramírez y Bertha Blum Grynberg; yo mismo he estado involucrado con otros  – en escenarios diversos – como Luis Tamayo, Griselda Sánchez, Rodolfo Álvarez del Castillo, Susana Rodríguez, Ana María Fabre, María del Carmen Pardo, Fernando González, Juan Diego Castillo o Luis Fernando Macías (no puedo mencionar a todos los amigos y me disculpo), en hacer una labor de difusión, información y hasta formación (¿por qué no?) dentro de las universidades. Lo digo, porque no creo que su opinión o trabajo tenga que valer más que el de los demás, se acostumbra ser muy diplómatico y no citar nombres, pues lo siento por mis amigos, pero es una forma de recalcar el valor de un trabajo que me parece precioso. 
Y es que la universidad a diferencia de lo claustros, las religiones, y las sectas masónicas, e incluso las instituciones psicoanalíticas, precisamente tiene una intención de transmisión y claridad que sin rituales ni sacrificios imposibles, reproduce las ideas de la Ilustración que hacen accesible a la mayoría de las personas la ciencia, la filosofía y las artes. Me parece por otro lado, inútil y absurdo defender este tipo de proyecto que no necesita abogados y que se sostiene por sí solo, como una necesidad de las democracias; con todos sus defectos posibles de encontrar, y que aparece amenazado hoy día, por los planificadores de competencias, los economistas del estado en busca de eficiencia y rentabilidad, y todos esos asesores de gobernantes que quisieran ver a la universidad como una simple fábrica.
Allouch, más adelante, llega a decir que Lacan no tuvo alumnos, a pesar de que parte del valor que le concedemos a su propio discurso se basa precisamente en haber estado cerca del maestro. Se burla del entrevistador, cuando habla de su propia experiencia de enseñanza en la universidad, lo que por lo menos, es descortés. Resulta – por otro lado – lógico, para quien afirma que no hay alteridad, no poder escuchar lo que el otro tiene que decir y hacer sorna. Supongo que alguno de ustedes, apasionados lectores, me puede mencionar alguna cita de Lacan al respecto, que hable de que “no hay alteridad”, cada quien toma de un autor lo que le parece y  convence, personalmente me quedo con el Lacan que escribió El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma
[1] dónde la alteridad aparece como fundamento de la lógica del deseo, idea que será desarrollada más adelante por el mismo Lacan, moviendo esa dinámica hacia la construcción del objeto @.
Al ser interrogado más tarde, después sobre la afirmación de que el psicoanálisis sería una experiencia espiritual, nuevamente en lugar de responder, decide volverse a burlarse del entrevistador: lo que dije está ahí como lo dije, no hay más. Pueden leerlo, está escrito hasta en español.
¿Por qué el estilo grosero de Lacan tiene que reproducirse así? ¿Hay que imitar al maestro hasta en el mínimo detalle? ¿Nos considera idiotas el autor? Lo hemos leído y no tenemos por qué estar de acuerdo con él. Es más, la afirmación de que está en español, es una burla a nuestro interés y a la promoción de la traducción por una editorial como Cuenco de Plata: Se las pongo fácil y hasta está en su idioma… Señor Allouch, precisamente es el idioma de Cervantes, no nos hace ningún favor al brindarnos una traducción de su obra, es usted por otro lado, quien debiese sentirse agradecido de las múltiples invitaciones a Latinoamérica que ha recibido, dónde viaja siempre en primera clase por su propia exigencia. Por otro lado: ¡Triste posición de un autor que no tiene nada que decir o aclarar sobre su obra! Me parece una actitud por demás antifreudiana, porque cómo sabemos, la generosidad del profesor, está consignada en su amplísima correspondencia con sus alumnos y gente fuera del medio analítico, que le escribió haciéndole preguntas, en la que observamos cómo accede a intercambiar ideas y platicar sus inquietudes con la gran calidez que siempre le caracterizó.
Le pregunta luego el entrevistador, acerca del estilo de vida swinger. A mí particularmente el tema no me interesa, pero es una pregunta válida. El entrevistado dice: No sé de qué me está hablando. Señor Allouch, no hay que practicar esas costumbres para opinar sobre el asunto, simplemente hay que leer el periódico y estar informado, abrir el internet y ver que efectivamente las costumbres sexuales de la moral burguesa tradicional, han ido cediendo su lugar a otras más elásticas. No es algo que convenga juzgarse moralmente, pero si es pertinente que el asunto sea estudiado por aquellos que les importa la genealogía de la sexualidad.  Por otro lado, está probado que el psicoanálisis puede trascender el diván, lo hizo Freud muchas veces, allí está como botón El malestar en la cultura. Los psicoanalistas tenemos que abrir los ojos a la realidad y ver a través de las ventanas de nuestro consultorio, eso es intersubjetividad, y es lo que hace posible la lógica social. Un psicoanálisis al borde de los acontecimientos sociales, de la historia y la política, no puede sino estar destinado a convertirse en un cacharro descompuesto, una herrumbre del basurero de la historia.
Lacan no trabajó solo, allí están las fotos con sus alumnos (algunos de ellos sonrientes que después lo abandonaron por razones de sobrevivencia o desacuerdo), y los trabajos que se publican en Scilicet en los que los obliga a renunciar incluso a sus nombres al publicar, pero en los que él no deja de firmar la introducción al primer número. No venga a contarnos una historia que no sucedió M. Alouch, su seminario fue brindado a personas como Merlau – Ponty, Paul Ricoeur, etc. e incluso en los Escritos mismos hay una intervención de un extraordinario filósofo: Jean Hyppolite. También sabemos que buscó la amistad de Foucault, Derrida, etc. Para estar solo, este hombre estuvo muy rodeado, cortejado, si se produjeron desencuentros fue quizá por el lamentable carácter que tenía M. Lacan y que se ha convertido en un fetiche con el que se han identificado muchos de sus imitadores.
Nos dice usted: La primera generación de psicoanalistas que estuvo cerca de Lacan no son lectores de él, ni produjeron nada. Supongo que trata de ser provocativo en lo que dice, así puede venderse una imagen y un discurso al público, pero una mirada más crítica a su afirmación, simplemente nos decepciona de usted. Lo que usted afirma, personalmente me parece ingrato e indigno. Ahí está Françoise Dolto, a quien según sé Lacan siempre tuvo cariño y respeto. Laplanche y Pontalis, analizantes y alumnos suyos a los que les pidió mentir sobre su análisis, frente a cierta comisión de la IPA que determinaría el futuro de Lacan en la institución, y que se negaron a hacerlo, pero que a pesar de alejarse de la figura del maestro, se convirtieron indudablemente en serios analistas que encontraron su propia voz. También están Perrier y Granoff, Safouan, Castoriadis y Piera Aulagnier, además de tantos otros que sí discutieron con él y a su modo lo refutaron, desde sus posiciones particulares. Me parece a mí que también, la historia que nos cuenta respecto a su editor François Whal es falsa, es un hombre al que Lacan le debe mucho, y en gran parte – a pesar de lo difíciles que algunos aún consideran sus textos – la inteligibilidad de su discurso es gracias a este gran hombre. Whal no era para nada un mediocre filósofo, ni un sumiso secretario cómo los que buscan los profesores universitarios, sino un editor extraordinario que también fue el printer de Derrida, además de estar involucrado con la fundación de Tel Quel, y tener la amistad de personas como Roland Barthes y Philippe Sollers. A pesar de ser latinoamericanos, conocemos un poquito de la historia del movimiento intelectual francés, aunque usted de por sentado que somos ignorantes del tema y algunos tomen incuestionablemente su palabra como verdad.
Por otro lado, para alguien que ha afirmado: la posición del psicoanálisis, digo, será foucaultiana o el psicoanálisis no será más
[2] , decir que Foucault no se tomó la molestia de leer a Lacan, resulta sorprendente. Me parece que conoce usted poco la obra de Foucault, creo que si alguien se tomó el trabajo de leerlo y hasta tomó cierto entusiasmo con su trabajo hasta un poco más allá de mediados de los años 60’s (allí en Youtube hay una entrevista que lo demuestra, que le hizo Alain Badiou ), fue Foucault, quien después fue bastante crítico hacia el psicoanálisis y los psicoanalistas, sin perder el respeto por una práctica hacia la que siempre conservó ambivalencia. Por otro lado, si los psicoanalistas tenemos algo que aprender de Foucault, no es la nerviosidad de la que usted habla, la curiosidad que no le deja estar tranquilo, más bien debemos admirar su rigurosidad, su interés en la metodología, su impulso hacia producir un conocimiento abierto: universitario.
Dice usted: En general los profesores no producen nada, la mayoría de los descubrimientos en matemáticas se hacen entre los 20 y 25 años (risas –  estúpidas e incomprensibles para mí – del auditorio transferenciado con el expositor). Y más adelante: Al profesor su estatuto le impide la producción. Déjeme recordarle, Kant, por cierto, publicó la Crítica de la Razón Pura cuando tenía 57 años, incluso ya se había jubilado. Alexander Fleming tenía 47 años cuando descubrió la penicilina. Freud escribió (por aquello de la edad) a los 66 años el Más allá del principio del Placer. Y Murray Gell-Mann se desarrolló muy a gusto siempre en las universidades, para recibir el Nobel a los 40 años por el descubrimiento de las partículas elementales y ha proseguido su enseñanza hacia nuevas generaciones a edad bien avanzada. Encuentro demasiado complaciente a su público y lo lamento, creo que aquí también en México sufrimos del mismo mal hacia la gente que cómo usted viene de Europa o habla en francés sobre cualquier tema, sin necesariamente producirnos nuevos saberes... es nuestro pasado de conquistados el que se hace presente una y otra vez.
También dice: Conozco a muchos profesores que hubieran podido ser brillantes, productivos, y que terminaron siendo profesores (más risas). Hay mucha de malicia en su decir puesto que no sé por qué me sigue pareciendo a mí - después de 30 años - que el papel de profesor es o por lo menos debía ser muy digno, y su decir muestra un poco de ingratitud a quienes le invitan a sus universidades, también una idealización de lo que es un analista, como un ser extraordinario de luz equiparable a los arcángeles divinos. Nuestro trabajo es más modesto, señor Allouch, como analistas y como profesores también (Je le pansi, Dieu le guérit). Y escoge usted muy mal a Jung para embarrárnoslo como ejemplo,  alguien poco ético en su práctica, con una teoría hermética opuesta al psicoanálisis y que tuvo un pasado negro como presidente de la Asociación de Psicología Aria, pues siempre estuvo del lado del poder, como producto de su ambición.
Sobre sus afirmaciones acerca del almor (¿Por qué la retórica mata a la creación de verdaderos conceptos?), y de su dimensión de soledad, sin la puntualidad para mencionar la tinte trágica que nos subraya Denis de Rougemont en un libro (El amor en Occidente) que le encantaba a Lacan; parcialmente he de concederle la razón, pero con cierta tranquilidad, debo confesarle que usted habla desde una posición muy subjetiva, y no tendría por que ser tomado tan en serio. Por otro lado, afirmar que las mujeres están un poco más abiertas que los hombres a la alteridad, es volver a algunos de los esquemas biologizantes, escencialistas, que Freud formuló y de los que con tanto trabajo intentó desprenderse y nos cuestan hoy a nosotros abandonar. 
Por último, lo felicito por expresar sus ideas… supongo que finalmente cree en la alteridad… si está dispuesto a enunciarlas… pero también debe estar dispuesto  a recibir críticas.







[1] Lacan Jacques. El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma  (Escrito para Les Cahiers d’art en 1945). Escritos I. Editorial Siglo XXI. 17ª  edición. México 1994.
[2] Allouch, J. El psicoanálisis, una erotología de pasaje. Litoral, Córdoba, Argentina 1998.



3 comentarios:

  1. No conozco la obra de este hombre, pero una de las cosas con las que me solidarizo con su indignación es el cierto menosprecio de la idea de profesor, de la idea de socrático, de hombre socrático, que está siempre en el lugar de chivo expiatorio, de víctima, desde la denuncia de pervertir a la juventud de este hombre hasta la persecución del profesorado autónomo en toda Europa.
    Veo también en este hombre un cierto goce ¿es que nada francés puede ser ni mejor ni peor? Y no digo de qué ni de quién.

    Vicent

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  2. Deseándole que la felicidad y sobre todo la esperanza acampe en su familia y país le deseo una feliz Navidad y un feliz también y próspero Año Nuevo desde España.

    Vicent

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  3. Gracias, Vincent, sé que siempre está pendiente de mis modestos comentarios... feliz año!

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