Thomas S. Khun ocupa un lugar único en la reflexión epistemológica moderna. Su trabajo más conocido y sin duda, el que ha dado con su brillantez, la dimensión y estatura merecidas al autor, es el que versa, como su título bien lo indica sobre: “La estructura de las revoluciones científicas” publicado en 1961 y que en comparación con la epistemología ingenua de otros autores como Bunge, inicia una reflexión nueva que trasciende la filosofía de la ciencia.
Sus propuestas son originales y reflexivas. Khun nos expone en el prefacio, cómo los historiadores de la ciencia corren hoy más peligro de dañar su reputación al hacer afirmaciones innovadoras sobre la naturaleza del progreso científico, que guardando una actitud de simple recuento histórico y conservación de los prejuicios correspondientes a una determinada interpretación aceptada por la comunidad filosófica y científica. Khun decidió arriesgarse y los servicios que prestó a la historiografía, la teoría del conocimiento y la filosofía han sido incuestionables.
Kuhn ha sido profesor en las universidades de Harvard, California (Berkeley) y Chicago; actualmente es profesor de historia de la ciencia en la Universidad de Princeton. Su enorme y muy merecido prestigio se debe a su mencionado libro, en donde su contribución fundamental a la filosofía de la ciencia es la introducción de la historia como un elemento indispensable para su comprensión integral. Desde luego Kuhn no fue el primero en utilizar la historia de esa manera.
La tesis de Khun es que el avance científico no se desarrolla a través de una acumulación lineal de conocimientos sino a saltos que bien pueden calificarse de cualitativos. Su tesis se basa en la creación de un concepto fundamental que no es otro que el de la postulación de la existencia de “una ciencia normal”.
Este concepto de nuevo cuño, apunta a la dirección de considerar que una determinada época, cualesquiera que ésta sea, produce una serie de referentes e ideas en un campo epistemológico que se extienden a la comunidad científica, a modo de marcar una cosmovisión definida de un espectro de fenómenos estudiados por una disciplina, que se deriva en la constitución de un conjunto de saberes y supuestos, una epistéme (término más bien foucaltiano), que marcará los límites del conocimiento posible sobre un objeto.
La Ciencia Normal trabaja en base a paradigmas, modelos o constructos de conocimiento que dan cuenta de un objeto y sus relaciones con otros. Un paradigma tiene una serie de requisitos que cumplir que harán que su alcance sea mayor y trascienda en el tiempo y espacio. La primera de las propiedades necesarias para que un paradigma funcione, es su exactitud y el alcance explicativo de un determinado número de relaciones fenoménicas. El segundo requisito para calificar de adecuado un paradigma es su capacidad predictiva. La tercera de las cuestiones que harán más consistente un paradigma será la capacidad empírica para articular la teoría y resolver los problemas, así como las ambigüedades residuales de un campo, de tal manera que, se puedan resolver más y más problemas, incluso problemas aún sin plantearse en un momento dado.
Diversos paradigmas se articulan y trascienden para reformular paradigmas de distintos campos del Saber. La articulación de dichos paradigmas, supone un trabajo teórico y experimental que tiene como consecuencia siempre el refinamiento de una teoría.
La problemática de la validez de un determinado paradigma, gira entonces alrededor de la determinación de un hecho significativo, el acoplamiento de los hechos con la teoría y la articulación posible de la teoría. Estos tres campos agotan la llamada ciencia normal y afortunadamente, no así toda la literatura científica, que muchas veces se ocupa de problemas especiales que detonan el progreso de la empresa del saber científico.
La deserción de un determinado paradigma, tiene como consecuencia siempre una redefinición de la ciencia que se practica.
El período anterior a un paradigma está siempre marcado por debates en torno al método de estudio, los problemas y las normas de solución aceptables.
La sucesión de un paradigma por otro, es precisamente lo que define a una revolución científica. Una revolución científica puede ser grande o pequeña, dependiendo de si sólo afecta a los miembros de una subespecialidad profesional o a una comunidad más amplia de investigadores.
La emergencia de un descubrimiento es un suceso complejo y su asimilación conceptual a la teoría es paulatino. Los paralelismos en distintos campos de saber y la comparación de paradigmas juegan un papel importante en la construcción del conocimiento. Las anomalías que un nuevo descubrimiento produce en una teoría son, por otra parte, fundamentales para la evolución de una paradigma y finalmente la sustitución de éste por un nuevo paradigma. La anomalía, siempre resaltará teniendo como fondo un paradigma específico. La resistencia a aceptar una anomalía en la teoría es natural y funciona para no distraer al científico de su campo problemático.
La destrucción de un paradigma trae como consecuencia una inseguridad profunda, en tanto no se establezca un nuevo paradigma y se resitúe sobre nuevas bases la ciencia normal. Los científicos se comportan cautos ante las crisis de su campo de estudio y prefieren, muchas veces, ignorar pequeñas anomalías y proseguir con sus investigaciones en otras extensiones de sus campos de trabajo no tocadas aún por esos eventos. En la posdata Khun nos advierte que muchas veces un paradigma no es sino un compromiso de grupo. Sin embargo, una vez aceptada como inevitable, la anomalía cumple su papel de redefinición de los paradigmas existentes y reorienta la investigación.
Un cambio de paradigma es entonces lo que hace a una revolución científica como tal. Siguiendo el paralelismo con la política, Khun afirma que una revolución de este tipo, topa con resistencias y aunque su valor de cambio es indubitable, causa conmoción y descontento en tanto que no sea convenientemente aceptada por la opinión pública.
Una nueva teoría se construye a partir de: 1) comprender los fenómenos existentes y explicados por anteriores paradigmas. 2) la comprensión de fenómenos cuya naturaleza ha sido señalada por los antiguos paradigmas pero que son mejor explicados y comprendidos por una concepción paradigmática posterior. 3) la resolución de las anomalías existentes en la teoría vigente.
La enunciación de una nueva teoría trae como consecuencia el cambio de concepción de una determinada cosmovisión y finalmente el desarrollo del trabajo científico en un nuevo mundo de problemas.
Debido a la naturaleza misma de la ciencia normal, las revoluciones científicas no son siempre evidentes y se puede incluso hablar de una cierta invisibilidad de ellas. Los libros de texto se encargan de engañar y proporcionar a las nuevas generaciones datos que ignoran deliberadamente las revoluciones en curso. Poco a poco el cambio mina a la sociedad científica y viaja hacia la constitución de nuevos saberes sobre un objeto de estudio que finalmente serán retomados por la sociedad en su conjunto. Es entonces, cuando se escriben nuevos libros de texto que fundan las bases para una nueva ciencia normal.
Un paradigma cae sólo después de repetidos y sonados fracasos por resolver anomalías. La verificación juega un papel importante pero quizás no trascendental, pues la falsación o sea la prueba del resultado negativo de una teoría establecida es fundamental. Sin embargo, una prueba anómala no es del todo una falsación. Ninguna teoría resuelve en un momento dado todos los problemas a los que se enfrenta.
Para terminar, Khun plantea una interesante reflexión sobre la noción de progreso y cómo éste corresponde plenamente al saber científico más que a otros campos del conocimiento y la actividad humana.
Se trata de un libro importante con tesis difíciles y elaboradas que a mí me parece fundamental para la reflexión en la investigación de cualquier tipo, llámese científica, filosófica o artística y que cuestiona bastante tanto a la noción de objetividad que algunos científicos sin formación epistemológica le atribuyen a al quehacer científico, como a los valores universales y perdurables, en el caso de la filosofía, pone en evidencia la imposibilidad de una filosofía perenne... y la dependencia del objeto de la percepción subjetiva, tal y cómo nos la muestra el psicoanálisis.
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