El puente de fin de semana correspondiente a las tradicionales fechas de celebración de los muertos en México estuve en el Distrito Federal, paseando por las calles de la ciudad, reuniéndome con los colegas del comité editorial de la revista Carta Psicoanalítica (que ahora tiene Twiteer), y recorriendo museos.
Una visita obligada fue la del Museo de la Fotografía que cómo había anunciado en un post anterior, dedicó una exposición al Manicomio de La Castañeda. Se trata de imágenes del archivo Casasola que muestran escenas tristes y a la vez sublimes del dolor humano. En esas figuras esquizofrénicas vemos el terror, la repulsión y el miedo del hombre normal a la locura, el descuido y abandono que allí sufrieron esos enfermos parece calcado del texto sobre la Historia de la locura de Michel Foucault.
El gobierno de Porfirio Díaz que construyó este hospital a principios del siglo XX, buscaba simbolizar la entrada a la modernidad del país con la inauguración de un maricomio que igualara los estándares de instituciones psiquiátricas europeas, en especial los del manicomio Charenton de París, donde vivió sus últimos años el famoso Marqués de Sade.
La construcción del manicomio mexicano, diseñado por el ingeniero militar Salvador Echegaray, fue encargada al ingeniero Porfirio Díaz hijo, quien contó con el apoyo de Luis León de la Barra para inspeccionar la obra.
El complejo fue planeado para funcionar como un hospital que propiciara un ejercicio profesional de la psiquiatría.
En esa concepción del hospital influyó de manera determinante el doctor Eduardo Liceaga, precursor de la psiquiatría moderna en México.
El manicomio La Castañeda, inspirado en los principios de Jean-Étiene Dominique Esquirol (1772-1840), quien reformó a la llamada arquitectura psiquiátrica en Francia, fue inaugurado por el presidente Porfirio Díaz, el 1 de septiembre de 1910.
La construcción de este hospital psiquiátrico tuvo un costo de un millón 783 mil 337 pesos y se edificó en los terrenos de una Hacienda Pulquera, posteriormente Centro Recreativo Campestre, en Mixcoac, que actualmente es la colonia Lomas de Plateros.
Mixcoac, hace 100 años, era todavía campo y el río que corría por ahí era natural y no estaba entubado.
En ese hermoso paisaje resaltaba, como una amenaza a la que todos temían, el manicomio de La Castañeda, que de acuerdo con el historiador Andrés Ríos Molina, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue el establecimiento psiquiátrico más importante del siglo pasado en nuestro país.
La Castañeda cumplió 100 años este 1 de septiembre. Si bien es cierto que fue derrumbado hace cuatro décadas y en su lugar fueron construidas las Torres de Mixcoac y una tienda departamental, la leyenda del manicomio sigue viva en historias fantásticas, algunas reales otras inventadas.
Según una nota del Universal (30/08/10), fue derruido en 1968 por orden presidencial. Pero no todo desapareció de aquel hospital que para miles de personas significó una vida en el infierno; sobrevivió la fachada majestuosa de estilo francés, que piedra por piedra fue trasladada de la ciudad de México a Amecameca dónde se puede admirar la fachada original del complejo arquitectónico que volvió a estar, como en su origen, en un ambiente campirano, cerca de una cascada y a lo lejos el volcán Iztaccíhuatl.
La labor de salvamento la realizó el ingeniero Arturo Quintana Arioja, quien era dueño de AQ Industrial, empresa dedicada a la construcción en la rama de la carpintería. Fue él quien compró, en 1968, la fachada del manicomio y, con un ejército de hombres, se hizo a la tarea de numerar cada piedra para después hacer la reconstrucción del frontispicio en un terreno al pie de los volcanes.
Arturo Quintana Arioja murió en 1986. Su viuda, Mercedes Peñafiel de Quintana, decidió donar la propiedad a Los legionarios de Cristo. “No es que la familia tuviera una cercanía muy intensa con los religiosos, pero los conocíamos bien porque nosotros asistimos a colegios de legionarios”, dijo Ana Paula, quien es hija de Paz Quintana Peñafiel.
En la actualidad, la fachada es parte de “la casa grande”, como le dicen los lugareños a la hoy mansión conventual de Los Legionarios de Cristo y el acceso está restringido.
Las imágenes no son muy buenas, están tomadas con un celular, pero quiero compartirlas con ustedes, porque sé que les interesarán. Al parecer no existe un catálogo completo de ésta exposición.
Una visita obligada fue la del Museo de la Fotografía que cómo había anunciado en un post anterior, dedicó una exposición al Manicomio de La Castañeda. Se trata de imágenes del archivo Casasola que muestran escenas tristes y a la vez sublimes del dolor humano. En esas figuras esquizofrénicas vemos el terror, la repulsión y el miedo del hombre normal a la locura, el descuido y abandono que allí sufrieron esos enfermos parece calcado del texto sobre la Historia de la locura de Michel Foucault.
El gobierno de Porfirio Díaz que construyó este hospital a principios del siglo XX, buscaba simbolizar la entrada a la modernidad del país con la inauguración de un maricomio que igualara los estándares de instituciones psiquiátricas europeas, en especial los del manicomio Charenton de París, donde vivió sus últimos años el famoso Marqués de Sade.
La construcción del manicomio mexicano, diseñado por el ingeniero militar Salvador Echegaray, fue encargada al ingeniero Porfirio Díaz hijo, quien contó con el apoyo de Luis León de la Barra para inspeccionar la obra.
El complejo fue planeado para funcionar como un hospital que propiciara un ejercicio profesional de la psiquiatría.
En esa concepción del hospital influyó de manera determinante el doctor Eduardo Liceaga, precursor de la psiquiatría moderna en México.
El manicomio La Castañeda, inspirado en los principios de Jean-Étiene Dominique Esquirol (1772-1840), quien reformó a la llamada arquitectura psiquiátrica en Francia, fue inaugurado por el presidente Porfirio Díaz, el 1 de septiembre de 1910.
La construcción de este hospital psiquiátrico tuvo un costo de un millón 783 mil 337 pesos y se edificó en los terrenos de una Hacienda Pulquera, posteriormente Centro Recreativo Campestre, en Mixcoac, que actualmente es la colonia Lomas de Plateros.
Mixcoac, hace 100 años, era todavía campo y el río que corría por ahí era natural y no estaba entubado.
En ese hermoso paisaje resaltaba, como una amenaza a la que todos temían, el manicomio de La Castañeda, que de acuerdo con el historiador Andrés Ríos Molina, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue el establecimiento psiquiátrico más importante del siglo pasado en nuestro país.
La Castañeda cumplió 100 años este 1 de septiembre. Si bien es cierto que fue derrumbado hace cuatro décadas y en su lugar fueron construidas las Torres de Mixcoac y una tienda departamental, la leyenda del manicomio sigue viva en historias fantásticas, algunas reales otras inventadas.
Según una nota del Universal (30/08/10), fue derruido en 1968 por orden presidencial. Pero no todo desapareció de aquel hospital que para miles de personas significó una vida en el infierno; sobrevivió la fachada majestuosa de estilo francés, que piedra por piedra fue trasladada de la ciudad de México a Amecameca dónde se puede admirar la fachada original del complejo arquitectónico que volvió a estar, como en su origen, en un ambiente campirano, cerca de una cascada y a lo lejos el volcán Iztaccíhuatl.
La labor de salvamento la realizó el ingeniero Arturo Quintana Arioja, quien era dueño de AQ Industrial, empresa dedicada a la construcción en la rama de la carpintería. Fue él quien compró, en 1968, la fachada del manicomio y, con un ejército de hombres, se hizo a la tarea de numerar cada piedra para después hacer la reconstrucción del frontispicio en un terreno al pie de los volcanes.
Arturo Quintana Arioja murió en 1986. Su viuda, Mercedes Peñafiel de Quintana, decidió donar la propiedad a Los legionarios de Cristo. “No es que la familia tuviera una cercanía muy intensa con los religiosos, pero los conocíamos bien porque nosotros asistimos a colegios de legionarios”, dijo Ana Paula, quien es hija de Paz Quintana Peñafiel.
En la actualidad, la fachada es parte de “la casa grande”, como le dicen los lugareños a la hoy mansión conventual de Los Legionarios de Cristo y el acceso está restringido.
Las imágenes no son muy buenas, están tomadas con un celular, pero quiero compartirlas con ustedes, porque sé que les interesarán. Al parecer no existe un catálogo completo de ésta exposición.
2 comentarios:
hOla sabrá cual es el autor de esta exposicion y cual fué el proposito por el cuál tomó estas fotografias?
Agustín Víctor Casasola y Miguel Casasola son los pioneros del fotorreportaje en la fotografía latinoamericana. Gracias a sus fotos de la Revolución mexicana nació el archivo. De principios de siglo pasando por la década de 1930 ellos se hicieron cargo y posteriormente sus hijos continúan la labor hasta la década de 1970.
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