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domingo, 14 de mayo de 2023

Jazz y psicoanálisis. Julio Ortega B.

Judith Butler, se plantea en su trabajo: Fundamentos contingentes: el feminismo, la cuestión del “Postmodernismo” , si hay acaso una época que pueda denominarse como tal. Se pregunta qué significaría exactamente este término, para la teoría social, o el feminismo. También se pregunta si no es un término adoptado para comodidad de quienes hacen crítica al sujeto o al análisis discursivo, que estarían aplicando un concepto estético a otras categorías no compatibles. Más aún, Bruno Latour escribió también, en 1991 un libro llamado Nunca fuimos Modernos. Ensayo de una antropología simétrica , dónde platea que para los modernos era importante definirse como humanistas, pero este ideal nunca llegó a alcanzarse, llegándose a constituir instrumentos operativos y máquinas sociales que actúan en pro de la performatividad de ideales que dejan al bienestar del sujeto de lado, cuando no lo desaparecen. Este asunto ya lo había previsto Tolstoy quien afirmaba: Vivimos en una época en que el arreglo de la sociedad es malo y un pequeño número de gentes ejerce el poder sobre la mayoría, oprimiéndola, y cada victoria que se logre sobre la Naturaleza inevitablemente incrementará el poder de esa opresión. La cita se encuentra en un libro de Aldous Huxley intitulado: Ciencia, libertad y paz, escrito en 1947 . Allí reflexiona sobre la evolución de la tecnología y su legado para el desarrollo humano, advirtiéndonos que el dominio de la naturaleza no necesariamente trabaja a favor de nosotros. Que el hombre tenga la capacidad de viajar más lejos, le ha compelido a hacerlo; los adelantos de la medicina han propiciado la sobrepoblación; la mayor abundancia de bienes físicos (bañeras, automóviles, computadoras, televisores, etc.) ha expandido el hambre de posesión de dichos bienes. Se ha idealizado el materialismo vulgar y han cambiado los ideales hacia deseos sin freno de éxito personal y de acumulación de bienes, que raya en la venta de exprimidores de limones que llegan a costar 5 mil pesos por Amazon, o en el deseo de cambiar de auto cada 4 años cuando los motores siguen siendo los mismos en un modelo determinado hasta por 30 años, eso sí, siendo programados para ser descartados con el tiempo, por los fabricantes de las grandes compañías automovilísticas. Y además otro absurdo, para qué fabricar automóviles que llegan a correr los 200 kms o más, cuando en las calles de nuestras ciudades no puede caminarse a más de 40 kilómetros. En un libro anterior, El fin y los medios escrito diez años antes, hace una crítica a nuestro mundo capitalista diciéndonos que: En Occidente, a la mayor parte de la gente se le ha hecho indispensable leer sin objeto, escuchar sin objeto, ir a ver films sin objeto, oir música sin objeto, el cerebro de los jóvenes se ha embrutecido gracias al reggetóon y las redes sociales, transformándose todo esto en inclinaciones equivalentes al alcoholismo y a la morfinomanía. Las cosas han llegado a un punto que existen varios millones de hombres y mujeres que sufren angustias verdaderas si se les impide durante algunos días, y aun durante algunas horas, leer los diarios, escuchar la música de las radios, o entrar a los cinematógrafos. Como los que toman droga, tienen que satisfacer su vicio, no porque satisfacerlo les signifique un placer activo, sino porque de no satisfacerlo se sienten dolorosamente subnormales e incompletos. Estos comentarios los hizo en una época muy lejana de los Smartphones, el Internet y los juegos de video de esta tiempo, bautizado como Posmodernidad por Arnold Toynbee y popularizado el término por Lyotard hace unos 35 años, dónde también hacía una crítica hacia la Modernidad no alcanzada, de hecho, y definía la Posmodernidad como el fracaso del humanismo y la invasión de nuestra cotideaneidad por la máquina, al grado que nos es indispensable, nos seduce y nos aplasta. La posmodernidad difícil de definir, es un término que invocó el historiador Arnold Toynbee para oponerlo a la modernidad que aún sostenía los ideales de la Ilustración como, verdad, objetividad, racionalismo, pragmatismo, antropocentrismo, y la noción de progreso como valores universales. Para la postmodernidad no hay metarelatos. Jameson por otro lado, indica también que la posmodernidad no es un estilo sino un modo de producción capitalista específicamente que sostiene la arrogancia de la superación del proyecto modernista. Es un producto híbrido, polimorfo, dónde la forma priva sobre el fondo, caracterizado un individualismo insolidario y narcisista. La investigación científica se usó para contestar preguntas que habitualmente se respondían desde la religión. Frederic Jameson nos dice que la Modernidad empezó en el siglo XVI con el Concilio de Trento y que el Barroco es el primer período secular. Dufour liga el arranque de esta etapa al descubrimiento y conquista de América. Habría que preguntarse si el inconsciente existía entonces, seguramente no, su invención es posterior y cómo un efecto de protesta contra el control de estado, dónde su existencia aseguraba la permanencia de un espacio íntimo, intocable. El mérito de Freud ha sido revitalizar el gnothi seauton (conocerse a sí mismo) y vincularlo a la epimeleia heautou (cuidado de sí mismo) que habían sido olvidadas desde los griegos, reviendo la mayéutica socrática. Según Dufour , lo propio del pensamiento de la modernidad, es ser crítico, acometer contra todo, incluso contra sí mismo. El jazz surge como una protesta a la cadena del blanco en América. Se trata de una decadencia de la figura paterna, pero también de los símbolos asociados a ella. Ya Lacan había dicho del capitalismo: “El discurso capitalista es locamente astuto marcha sobre ruedas no puede ir mejor. Pero, precisamente, va demasiado rápido; se consuma. Se consuma tan bien que se consume”. El blues nació de una rica cultura afroamericana del sur en la que casi todos los aspectos de la vida iban acompañados de música: las dulces nanas, las canciones de trabajo, los gritos del campo, los cantos de los presos encadenados, los cantos religiosos, las canciones de funeral y los evocadores gritos de llamada, no verbales en forma de lamentos y gemidos tan evocadores que siempre han constituido el nuleo de la expresion musical africana. En suma lo que se buscaba es un movimiento de liberación y de poesía. En los últimos cincuenta años, los cambios tecnológicos se aceleraron exponencialmente hasta situarnos en una nueva época que no tiene paralelo con la tradición histórica hasta ahora vivida y que plantea nuevos problemas que hablan de un replanteamiento de nuestra concepción del hombre que le hace despertar en una realidad diferente que incluso cuestiona lo humano mismo. Asistimos a una nueva forma de entender el trabajo, el ocio y el papel del individuo en la sociedad. En términos generales, las personas se dividen en dos grupos: quienes aman el jazz y quienes no soportan escuchar esa música. El jazz es un reto a nuestras convenciones, a la simetría, a todo lo que es fijo, a las emociones y a los sentimientos. Esa música lo transmuta a uno, lo descompone en mil pedazos y lo recompone. Se puede decir que lo más fijo y constante que tiene el jazz es que cambia todo el tiempo. Todo esto que estoy diciendo me recuerda mucho la práctica psicoanálitica que busca la liberación de los sentimientos más sumergidos del sujeto para que a través de ese flujo poético se realice una sublimación y una comprensión profunda de nuestra historia. Científicos que investigan los efectos del jazz en el cerebro y buscan el origen neurológico de la creatividad de los músicos de jazz confirman lo que los amantes de esa música saben desde hace tiempo: que tiene un efecto poderoso en el cerebro, tanto en el que escucha como en quien –por supuesto– lo toca. El jazz agudiza la concentración, aumenta la creatividad y refuerza rasgos como la valentía, el liderazgo, la innovación y la adaptación a situaciones nuevas. El hecho de escuchar los ritmos sincopados del jazz estimula la zona de creatividad del cerebro, que busca nuevas ideas y conocimientos, así como soluciones a viejos problemas. Dicho de otro modo, lo que sucede en el cerebro cuando se escucha y cuando se toca jazz tiene efectos positivos en la forma en que afrontamos la vida. El jazz actual, en especial el llamado “jazz nórdico y el jazz escandinavo”, es más masculino y decir esto así es arriesgado, en esta época inclinada a la ideología de género. La idea generalizada es que los músicos que tocan jazz, sean mujeres o hombres, son personas más inteligentes y con una mayor capacidad de estudio, que les permite combinar un pensamiento creativo y un intelecto rápido que cambia todo el tiempo. “Jazz” es una breve palabra para muchos estilos. Desde el “blues” negro de Misisipi al “ragtime” de Scott Joplin, orquestas de “dixie” de Nueva Orleans, Louis Armstrong, Duke Ellington y hasta orquestas de swing de los años de la gran depresión en Estados Unidos. Entre ellos, Count Basie, Benny Goodman, Glenn Miller. El jazz sigue con el complejo bebop de Dizzie Gillespie y de Charlie Parker. Y pasa por las grandes cantantes como la diosa Billy Holyday, Ella Fitzgerald y Sara Vaughan. Los “oldies” de Ella y de Armstrong, Sinatra, el jazz sereno de Dave Brubeck, el siempre avantgard Miles Davies y el intenso Bill Evans. La bosa-nova de Carlos Jobim y de Stan Getz. Hasta los nuevos artistas como Eberhard Weber, Keith Jarrett, Tore Brunborg, Lars Danielson, Rainer Brüningaus o el místico Terje Rypdal. Yo tuve la experiencia de presenciar a Bill Evans, Oregon y Chick Corea entre otros. En síntesis, muchísimos y muy diferentes todos. Pregunta: ¿Entonces, por qué a veces el jazz suena como a gritos estridentes? Respuesta: Hay quienes dicen que es un arte adquirido. Hay que entrar en ello, profundizar en los diferentes estilos del género y ver qué nos llega al corazón. Peter Sloterdijk, en su libro La herencia del Dios perdido ha realizado una investigación curiosa sobre el espíritu humano en nuestra era en la que Dios habría muerto, pero se conserva desde el otro lado de la barda, en la obscuridad, mirándonos con recelo. Porque su tesis es que el hombre vive hoy en una sociedad excéntrica sin lugar para la individualidad, en la que queremos mostrar a nuestros semejantes a quien amamos en el Facebook, nos relacionamos sexualmente de una manera fácil a través de las redes sociales e intentamos matar la soledad con el espejo de la apariencia. No hemos matado a Dios, sino que lo mantenemos oculto como un Superyó exigente, gozoso. Hubo un momento en que teníamos la religión y nuestra vida era concéntrica, conforme con el cosmos, el Nirvana, pero a partir de cierto punto, el hombre se experimentó como un ser que no tenía relación con lo no proporcional y se individualizó. Un día los hombres, dejaron de colocar a Dios por encima de todas las cosas, y los hombres para seguir el ejemplo de Satán y se eligieron a sí mismos como objeto de amor. Esta idea es también la que atraviesa, en parte el argumento de la conocida novela de Neil Gaiman : American Gods, dónde los dioses antiguos luchan contra los nuevos dioses mecánicos, para al final se descubra que unos y otros dioses son personificaciones de los mismos mitos. La marcha tecnoindustrial agudiza las diferencias materiales y oscurece nuestro futuro barbarizando cada día más nuestra cotidianidad. Cada día hay más ricos y mucho pero mucho más pobres, la sociedad se ha ido volviendo una máquina loca de ingeniería en la que el ser humano no cuenta ya y la naturaleza está siendo devastada, siendo amenazado nuestro planeta tal y cómo lo conocemos, modificando su clima, sus recursos, y provocando la extinción de las especies naturales. Stéphane Hessel al final de su vida, en su libro testamento Indignez-vous , se encolerizaba porque hoy el Estado dice que no puede hacerse cargo de la salud y la educación de todos sus ciudadanos. Señalaba que los progresos conseguidos por la libertad, la competición, la carrera por el “siempre más” pueden constituirse también en un huracán destructor. Decía que no es claro que nuestras democracias estén operando a favor de los derechos de los ciudadanos, que no hemos sabido qué hacer para cuidar nuestro medio ambiente, y que la amenaza de los sistemas dictatoriales no está completamente erradicada. Subraya que la indiferencia es la peor de las actitudes posibles y que el egoísmo que dice “yo no puedo hacer nada, yo me las arreglo”, no puede llevarnos sino a una catástrofe y a otra. Con más entusiasmo cada día se habla de la Inteligencia artificial, comparándola a la inteligencia humana. Se habla una y otra vez de la integración de la máquina con el hombre en el siglo XXI y la resolución de los problemas de salud, hambre y sociales merced a la tecnología de la información, la robótica y la nanotecnología. Para los fanáticos del avance tecnológico, habría que recordarles que la reproducción de las máquinas no es sexual sino tecnológica, mecánica. La sexualidad es el medio por el cual el hombre se reproduce y se vincula, todo lo demás es una consecuencia de esto. Pero también, la sexualidad en el hombre es lo que marca la discontinuidad del ser, la necesidad del prójimo, con el corolario del fenómeno del placer que no es necesariamente un aliciente para la reproducción de la especie, sino un inefable que marca a los sujetos humanos y les induce a la repetición de lo incomprensible del sagrado goce sexual. El fantasma de la máquina sustituyendo al hombre es muy antiguo, y tiene muchos antecedentes, entre ellos, el mito medieval y judío del Golem, pero una máquina jamás podrá pensar como un humano porque no tiene inconsciente, no puede asociar libremente y sobre todo porque su existencia no está marcada por los significantes: vida, muerte, sexualidad y deseo. Inteligencia es para los tecnócratas, acumulación de información y toma de decisiones según una cierta lógica positivista. En un artículo publicado por Nicholas Carr intitulado: ¿Qué le está haciendo internet a nuestros cerebros? ¿Está Google estupidizándonos? , sintetiza algunas de sus ideas publicadas en su libro: Superficiales . Retoma las ideas del una vez polémico y hoy casi olvidado Marshall MacLuhan respecto a que los nuevos canales de comunicación no son simplemente medios pasivos sino activos que van conformando y modificando nuestro método de pensamiento. Según este académico, que fue un crítico acérrimo de los medios electrónicos y que enfocaba sus argumentos en la televisión, sin imaginar lo que vendría después, “el medio es el mensaje”. Esto implicaba que la información no era simplemente transmitida a través de un medio más efectivo que haría más fácil su transmisión sino que esta tecnología tendría como destino adormecer nuestros sentidos y convertirnos en sonámbulos. La tecnología no es sólo una herramienta inerte sino un medio que socaba cualquier capacidad de reflexión. McLuhan imputaba a los medios electrónicos su carácter no lineal, repetitivo, que obran más por argumentación analógica que secuencial. Merced a esos medios “nos convertimos en lo que contemplamos”, en otras palabras: “modelamos nuestras herramientas y luego éstas nos modelan a nosotros”. Gran parte de lo que McLuhan tenía que decir, cobra mucho más sentido ahora del que tenía en 1964 y, mientras sus obras han permanecido en la sombra, la verificación de sus profecías y análisis empezó a manifestarse en MTV, el Internet, las empresas de compras por televisión, las televisones multichannels y la propaganda que llevó a Trump a la presidencia de EUA, tecnologías que había intuido pero que no vivió para verlas. Nos dice Carr que el internet es una mesa en la que se sirve un banquete tras otro, en los que cada plato es más apetecible que el anterior, sin apenas recuperar el aliento para entre bocado y bocado. Nos dice Robert Dany Dufour que si en la sociedad moderna la patología prevaleciente era la neurosis producida por la represión, las patologías que hoy se difunden epidérmicamente tienen un carácter tipo psicótico-pánico. La hiperestimulación de la atención reduce la capacidad de interpretación secuencial crítica, pero reduce también el tiempo disponible para la elaboración emocional del otro, del cuerpo del otro y del discurso del otro, que busca ser comprendido sin lograrlo. Los modelos informáticos, no toman en cuenta para nada a Freud. Se piensa hoy que el cerebro es una computadora, cómo ya antes desde el siglo XIV se pensaba que el cuerpo y la mente eran un preciso reloj matemático. Los seres humanos operando bajo dicha lógica están condenados a la rutina, al sacrificio de su salud y su felicidad. Se ha ponderado el hecho de que la máquina podrá liberar al hombre del trabajo inútil y le proporcionará más tiempo para su solaz y descanso. Pero el hecho es que en las grandes ciudades, el hombre sujeto a las reglas industriales y a la eficiencia, tiene muy poco tiempo para dedicarlo a su familia, y señalaba Mumford, a las relaciones sexuales. Quisiéramos siempre ser otros, transformarnos a nosotros y al mundo, pero los ideales se nos han ido esfumando en la Posmodernidad, para dejar nuestra imaginación estancada en manifestarse a través de sueños prefabricados como los “reality shows”, los juegos de roles, la moda y los disfraces del Instagram. No pudimos transformar al mundo como quería el Che Guevara, pero ahora usamos la camiseta con su imagen y nos llenamos el cuerpo de tatuajes y piercings que prueban nuestra rebeldía ante la sociedad. El capitalismo/industrialismo/instrumentalismo ha condenado a los habitantes de las sociedades del siglo XXI a una vida infeliz e infame, atravesada por la violencia en diferentes formas. Se toma como una consecuencia inevitable del desarrollo: los sistemas represivos de poder, el privilegio a las instituciones sobre los individuos, las relaciones estratégicas sobre los deseos individuales, la reglamentación de las relaciones personales al punto de regular la vida personal en las decisiones más particulares e íntimas y en nuestro país, la potencia de las instituciones criminales sobre el Estado. La tekhné nos ha vuelto zombies o autómatas. Sociedad y cultura, han sido afectados por ese fenómeno que es llamado por los especialistas posmodernidad y cuyas consecuencias son las de transformar, consciente o inconscientemente, las formas anteriores de relación, de convivencia y anudamiento del lazo libidinal que antes existían, reemplazándolas por una razón soberbia, egoísta, cínica producto de un narcisismo atravesado por la pulsión de muerte. El Superyó es un demonio mezquino que exige el sacrificio del otro, esto es lo que subyace a la competencia y la mercadotecnia. Por eso es tan importante dar su lugar al Jazz, que es poesía, inteligencia humana e improvisación liberadora.

Psicoanálisis y psicosomática. Julio Ortega B.

El término psicosomática, que fue revalorizado después de la Segunda Guerra Mundial por aquellos practicantes de la medicina que vieron múltiples trastornos en los soldados en el campo de batalla, y que fue establecido como un tema de interés para el mundo médico, una nueva aproximación al arte de curar, no es sin embargo, nuevo… sino casi tan viejo, como el mismo ejercicio de la medicina. Tratando de rastrear la definición del término psicosomática, uno puede darse cuenta de que ha sido, fuente de confusión desde el inicio mismo de su enunciación. Al parecer es un concepto, que trata de relacionar aquello que sucede entre el soma (el cuerpo) y la psique (el alma), que intenta unir aquello que responde al fenómeno del cuerpo y lo emocional. En los orígenes de la historia de la medicina, se perfilan varias ideas fundamentales, que van a incidir sobre su misma práctica. Aparecen ya dos líneas diferentes de conceptualización. Una de ellas, parte de la Escuela Hipocrática del cuerpo, la de Cos, con su concepción dinámica, humoral y espiritual que establece qué el paciente, es el que en su conjunto se encuentra enfermo y que nos dice que no existen enfermedades sino enfermos. Otra corriente, representada por la Escuela Cnidos, de orientación materialista y organicista, piensa que el paciente tiene una enfermedad. Esta escuela se centraba más en la enfermedad como entidad independiente, y dicha concepción se continuó en el tiempo con Galeno y de ahí hasta nuestro días. Esta orientación, con su trabajo, presta poca atención al estado general de los pacientes, y la patología prevalece sobre la persona enferma, como motivo de estudio e interés. Pero tratar una afección y atender un paciente consiste en algo más que clasificar o conocer una enfermedad, esto es algo que los médicos con experiencia llegan a valorar como cierto después de muchos años de clínica. Los médicos han sabido desde siempre, que la llamada vida emocional, tiene íntima relación con los padecimientos del enfermo, y sin embargo, los conceptos estructurales introducidos por Virchow, llevaron a una separación de la psyqué del soma, y a la consideración de que la enfermedad era simplemente una cuestión que involucraba órganos y células. Él estableció las bases para el moderno avance científico de la medicina, y se debe a él mucho de la práctica médica actual que ha salvado muchas vidas. Pero en esta concepción hay una confusión entre el orden pedagógico y el orden heurístico. La enseñanza de la medicina comienza justamente por la anatomía y la fisiología del hombre normal a partir de las cuales se puede deducir a veces con bastante facilidad, admitiendo ciertas analogías mecánicas, la causa de ciertos estados patológicos, por ejemplo, en el dominio circulatorio. Sin embargo, todo parece indicar que el orden de adquisición de tales correspondencias anatomo – fisiológicas ha sido el inverso. El enfermo es quien primero experimenta que "algo no anda", ha observado ciertas modificaciones sorprendentes o dolorosas de la estructura morfológica o del comportamiento. Equivocadamente o no, ha atraído hacia ellas la atención del médico. Alertado por el enfermo, éste ha procedido a la exploración metódica de los síntomas patentes y más aún de los síntomas latentes. Nos dice Canguilhem, se produce aquí un olvido profesional, susceptible de ser explicado por la teoría freudiana de los lapsus y actos fallidos. El médico tiende a olvidar que son los enfermos quienes llaman al médico, el olvido del sujeto aquí, es no sólo un error estúpido de la medicina, sino la pervivencia de una negación del ser humano sufriente. El fisiólogo tiende a olvidar que la medicina clínica y terapéutica, no siempre tan absurda como se la quisiera declarar, ha precedido a la fisiología. El pathos es quien condiciona al logos, porque lo requiere. Lo anormal es lo que suscita el interés teórico por lo normal. Las normas sólo son reconocidas como tales en las infracciones. Las funciones sólo se relevan por sus fallas. La vida sólo se eleva a la conciencia y a la ciencia de sí misma, por la inadaptación, el fracaso y el dolor. Con la introducción de nuevos métodos examen, producto del desarrollo tecnológico, de instrumentos de precisión, la aplicación de la ingeniería de la medicina se volvió inobjetable y en términos generales benéfica. Pero, ésta disciplina se contentó a sí misma con el estudio del enfermo y su organismo, cómo si fuese una simple máquina. Los estudios de laboratorio se volvieron entonces, el único método de investigación y los médicos dejaron de escuchar a sus pacientes, empezando lo que hasta nuestros días vivimos, y que podría denominarse la era de la mecanización de la medicina. Pioneros de la psicosomática como Edward Weiss (alumno directo de Freud) e English (Weiss e English, 1949), afirmaban que la tercera parte de los pacientes que consultan al doctor, tienen síntomas que son producto de su fantasía, lo cual no quiere decir que no debemos tomar en serio sus males o procedamos a responder con indiferencia ante ellos, sino valorar sus dolencias en el contexto adecuado, estos problemas que se han llamado funcionales, comprenden dolencias en el plano del aparato músculo esquelético, las vías respiratorias, el sistema urogenital, etc. También migraña, hipersensibilidad, otros signos y síndromes aparecen, y a veces varían, en el curso de un tratamiento en este tipo de pacientes . Otra tercera parte, tienen síntomas orgánicos que en parte dependen de factores emocionales, verbigracia: a) Úlcera péptica b) Colitis ulcerosa c) Asma bronquial d) Neurodermatitis e) Artritis rematoidea f) Hipertensión esencial g) Tireotoxicosis (Bekei, 1992) y nuestra lista puede extenderse a muchos otros padecimientos. Por caso, el término de neurosis histérica desapareció del DSM III en 1980. Los signos y síntomas característicos de esta patología se englobaron en otras entidades nosológicas, en estricto sentido de la palabra con razón ya que se desvinculan los síntomas de lo que supuestamente provocaba la enfermedad, que era la migración del útero, descartándose que pudiera presentarse en hombres, cosa que Charcot y Freud rebatieron. Pero, en 1976 se empezó a utilizar el término de fibromialgia para definir una enfermedad que se caracteriza por fatiga extrema, dolor corporal persistente, difuso y generalizado, con predominio en la región lumbar, cuello, tórax y muslos, calambres o espasmos dolorosos y localizados, rigidez de intensidad variable de músculos, tendones y tejido blando circundante, dificultad para dormir, sueño no reparador, ligero e inestable, con pesadillas, y gran cantidad de descargas dolorosas en los músculos durante la noche, lo que acentúa el cansancio y la fatiga, rigidez matutina, dolores de cabeza, problemas con el pensamiento y la memoria, síntomas que impiden el funcionamiento cotidiano; se presenta aproximadamente entre el 3 y el 6% de la población general, siendo más frecuente en mujeres, comúnmente entre los 20 y los 50 años de edad. Podemos decir, junto a nuestra colega Sánchez Valis (2012) ser que la fibromialgia ha venido a ser la heredera de la neurosis histérica en la medicina postmoderna. No se ha encontrado un origen o lesión específica al igual que a la histeria, como ya lo mencionó Freud (1888) en los primeros escritos sobre la misma. Este autor no encontró alteración anatómica del sistema nervioso, y decía que ni en el futuro con las técnicas refinadas se podría comprobar alteración anatómica alguna, ya que sólo se encuentran modificaciones fisiológicas del sistema nervioso. Dada la naturaleza de la fibromialgia, no existen pruebas de laboratorio disponibles para realizar el diagnóstico, y de hecho, los resultados de radiografías, análisis de sangre y biopsias musculares son normales en estos pacientes. Se han realizado estudios inmunológicos que han presentado ciertas alteraciones pero no han sido concluyentes. El diagnóstico es clínico y se establece por exclusión de otras patologías. El tratamiento propuesto para la fibromialgia es multidisciplinario: ejercicio, psicoterapia y fármacos. Dentro de los fármacos utilizados se encuentran los antidepresivos, relajantes musculares y analgésicos. De las psicoterapias propuestas no se incluye nunca la psicoanalítica. Volvamos atrás: ¿Cómo reacciona el médico habitualmente frente a los pacientes del primer grupo? Se les maltrata en muchos casos, se les dice que no tienen ningún padecimiento, lo que ocasiona que, busquen médicos deshonestos que realicen operaciones innecesarias, lleguen a prácticas de charlatanes o chamanes que -- por lo menos -- mermen su economía, y aterricen incluso, en experiencias iatrogénicas que acaban por quebrar su salud. Al paciente, no le basta que el médico le diga: “Está todo en su mente, olvídelo, piense en otra cosa”. Para Freud (El Yo y el Ello,1923) era claro que el Yo era no otra cosa que un Yo – piel. Esta afirmación, que no fue del todo desarrollada por el creador del psicoanálisis. Implica, sin embargo, que la piel no es sólo una envoltura o un ente orgánico sino que el cuerpo tiene un doble apoyo que es biológico y social. El médico tradicional tiende a menospreciar el aspecto emocional y busca siempre una causa física para encontrar una explicación al malestar del paciente. Piensa que si no aparece la causa enseguida, debe buscársele con más calma hasta que emerja y que las causas infecciosas, alérgicas, endocrinas, y metabólicas, responsables aflorarán tarde o temprano. En el segundo caso, los médicos tienden a dar muchas vueltas o se comportan de manera temerosa para hablar con el paciente y explicarle en términos entendibles y sencillos que la causa de su padecimiento es psicogénica, por miedo a ser menospreciados como doctores o quizá ofender a su paciente. Mucho ganarían en su aproximación al paciente si pudiesen permitirse ser más francos con él, y poder preguntar: ¿Hay algo en este momento que le inquiete particularmente? Produciría, sin ninguna duda, material de mucha importancia. También el hecho de que les dedicasen algo más que 15 minutos a los pacientes, se traduciría en mejoras indudables en su estado de salud, eso desgraciadamente, contradice los criterios de las instituciones de salud pública, por lo menos en nuestro país, dónde los números cuentan más que las personas. En un estudio en la Clínica Mayo, Macy y Allen (Op cit. Weiss, English, 1949), se examinaron los expedientes de 235 pacientes que después de seis años de haber sido diagnosticados como enfermos nerviosos crónicos, habían seguido siendo tratados con la idea de que un mal no reconocido de origen físico aparecería en algún momento. El diagnóstico final, probó que el 94 % de los pacientes no tenían ningún mal, sino de origen psicogénico. Pero es sumamente interesante, saber que en ese grupo, se habían realizado 289 cirugías sobre 200 pacientes. Pero en general, e infortunadamente, el criterio médico es que los factores físicos son suficientes para proporcionar una explicación de lo que es una enfermedad. Definir las dificultades funcionales es hoy el reto para la medicina. Se trata de una combinación variable de síntomas crónicos o recurrentes que no pueden ser explicados por anormalidades estructurales o bioquímicas. Ningún sistema del cuerpo parece estar exento de estos problemas. El psiquiatra orientado únicamente de manera neurológica y que no escucha a su paciente, se comporta como un técnico o un mecánico, opera con la simplicidad de un expendedor de refrescos, al que se le depositan monedas, proporcionando neurolépticos, antidepresivos, benzodiacepinas, y sedantes hipnóticos, atendiendo sólo a la demanda inmediata de la desaparición inmediata de los síntomas del paciente. Su respuesta al malestar, es habitualmente sedar al paciente, lo que satisface, muchas veces, una demanda del núcleo familiar que ya no soporta al enfermo (a). Hoy está por demás probado, que medicamentos estabilizadores del ánimo pueden causar problemas de nacimiento. La exposición de la madre, hasta 32 días antes del nacimiento, a este tipo de substancias, puede afectar el desarrollo del tubo neural, y la exposición entre los días 42 – 63 puede afectar el labio y el paladar (Yonkers et al 2004. Op. Cit. Wise y Rundell, 2005). El problema en esta aproximación, es la pésima comprensión del enfermo y la falta de conceptualización de los factores psicosomáticos y su importancia. Algunas veces, la existencia misma de los síndromes, es puesta a debate, pues algunos llegan a pensar que estas aflicciones fueron inventadas por la industria farmacéutica para conveniencia de sus intereses, favoreciendo la introducción de nuevos productos. La verdad es que los clínicos, muchas veces, carecen de las bases teóricas para entender a sus pacientes y no poseen lo que los antropólogos llaman, convincentes Modelos Explicativos. Trabajan sin un conjunto estandarizado de conceptos, prácticas y criterios para enfocar un tipo de problemática particular que sirva como referencia, para enfrentar y resolver nuevos problemas de índole similar. Su negación de los factores inconscientes, y de las aportaciones prácticas del psicoanálisis, les hace caer, en la necedad de operar en la obscuridad, en su clínica cotidiana. Por descabellado e increíble que parezca, el difundido Manual Clínico de Medicina Psicosomática de Wise y Rundell publicado en 2005, por la American Psychiatric Publishing, Inc. no tiene una sola mención a Freud, al psicoanálisis o al inconsciente. La medicina psicosomática, debería ser, nada más y nada menos, que una aproximación mulitidimensional. Peter Novak (En: Christodoulou, 2005) nos dice que es una manera comprensiva de mirar a la salud y a la enfermedad, sin caer en sobre/simplificaciones, dogmatismos cientificistas, y soluciones simples a problemas complejos. Los métodos de investigación han progresado y se han vuelto más sofisticados pero la moderna psicosomática se basa en dos conceptos antiguos: el concepto de holística, y el de psicogénesis. El punto de vista de Aristóteles sobre la práctica médica en la Ética a Nicómaco (Aristóteles, 2012) es aquí relevante. Mencionaré, sólo algunos puntos esenciales para integrar la aproximación holística de la medicina que Aristóteles nos legó, a la medicina moderna. Así, tendríamos que: 1) La medicina funcional somática debería basarse en un conocimiento integral y sistemático del cuerpo. Un buen otorrinolaringólogo debe saber también como trabaja el sistema circulatorio, el nervioso y el músculo esquelético. 2) La actuación sobre el cuerpo debe ser complementada por un conocimiento de la esfera mental. Y el descubrimiento de Freud de que hay una parte consciente y otra inconsciente no debería ser desechado fácilmente. Agregaría, el inconsciente es sexual, y no en términos urogenitales, sino en la comprensión de que es fundamentalmente empujado por el principio del Placer y su contraparte, la Pulsión de muerte. 3) La individualidad de cada caso particular debe siempre ser resaltada sobre el conocimiento general de la patología. Cada persona es única y se encuentra en un período irrepetible de su vida, reducir la práctica médica a la de simple ciencia aplicada, es empobrecerla y volver al médico, un similar al mecánico automotriz. 4) En toda intervención médica debería haber una reflexión cuidadosa sobre la relación entre método y fin. Tiene que imponerse una relación jerárquica del fin sobre el método, éste último siempre debe estar subordinado al fin. 5) Como en ninguna otra disciplina de las ciencias naturales o sociales, verbigracia, la biología o la política, la medicina debe seguir la racionalidad de la razón práctica. Esto no se excluye, sino se complementa, con el uso de los instrumentos que proporciona la ciencia, y la racionalidad de la investigación científica, pero la racionalidad de la medicina debe estar basada en un beneficio práctico para el paciente. 6) La práctica de la medicina no produce salud. La salud no es algo que pueda ser producido. Lo mejor que puede realizar la medicina es ayudar, auxiliar a que la salud se produzca por sí misma, la salud del paciente debe estar siempre por encima de cualquier consideración. 7) La razón práctica consiste en encontrar los métodos adecuados para tratar al paciente y significa también, que el derecho de las metas a alcanzar, sea subordinado a la ética y conocimientos del médico, que debe plantearse las distintas posibilidades y consecuencias, distinguiendo los fines correctos de los incorrectos. 8) La medicina sólo encuentra su justificación y su comprensión práctica en conexión con otras formas de conocimiento humano, que permitan en su conjunto que los seres humanos vivan en sociedad y felices. Vivir juntos en mutua tolerancia es el fin principal del bien común. Este fin se alcanza a través de cualidades y capacidades diversas. Debemos tener siempre presente la crítica de Nietzsche a la búsqueda de ideales: Los que más han amado al hombre le han hecho siempre el máximo daño, han exigido de él siempre lo imposible, como todos los amantes. 9) El énfasis en la racionalidad científica, el abandono y la subestimación de la razón práctica y la capacidad ética, es decir, el abandono de conceptos holísticos de la investigación médica, y la delegación del paciente a un segundo término, cobre otros criterios no hacen sino empobrecer la práctica médica, habitualmente reduciéndola a una sirvienta de los administradores y de los políticos. El diagnóstico de una enfermedad psicosomática debe depender no sólo del examen físico sino de un cuidadoso aprecio de la historia del paciente. No se trata sólo del historial de exámenes que se han realizado en él, sino de una entrevista cuidadosa que vaya más allá de consideraciones de laboratorio. Cuando una persona está enferma, se encuentra enferma por completo. Los otorrinolaringólogos pueden realizar un cuidadoso examen de las capacidades auditivas de su paciente que dice no oír del lado izquierdo bien, y llegar a la conclusión de que no es así, de que él no tiene disminuida su capacidad auditiva de ese lado. Pero si él insiste en que no oye bien de ese lado, tienen que prestar atención a lo que él pueda decir al respecto, encontrarán útil hacerlo. Habitualmente no se considera así, pero Freud desde sus primeros trabajos psicoanalíticos trabajó para fundar lo que hoy conocemos como: medicina psicosomática (England y Straind, 2006). De hecho, su formación médica como neurólogo y su posterior relación con los departamentos psiquiátricos de los médicos suizos, hizo posible que se trataran a pacientes renuentes a tratamientos médicos tradicionales en los departamentos psiquiátricos de diversos hospitales en Europa de principio, y con la diáspora freudiana, en América. Georges Parcheminey (Op. Cit. Mijolla de Alain, 2005), afirmaba ya en La Problématique du Psycho-Somatique, que data de 1948, que contrariamente a cómo se piensa, el término Psicosomática no fue una invención norteamericana, sino un desarrollo lógico a partir de la teoría de las Neurosis freudiana y su particular estudio de la histeria. La medicina psicosomática no existe por sí misma, sino es un desarrollo aislado de una concepción más antropológica de la medicina, una visión más sintética de toda la existencia humana. Muchos autores (Bick, Winnicott, Marty, etc) se han interesado por la función psíquica de lo táctil y lo corporal, su papel en el desarrollo y en la psicopatología de los individuos. Para Didier Anzieu (1994) la piel constituye no sólo un órgano de contacto y percepción con el mundo. El primer Yo es corporal, sensorial, y so-bre él se estructurará un Yo psíquico que permita acceder a la identidad, al sentido de si mismo y a la realidad. La piel, será el órgano que dará lugar al primer bosquejo del Yo, a los cimientos y la estructura de la mente. A través de los cuidados que se proporcionan al bebé: estrecharlo entre los brazos, acariciarlo, bañarlo, frotarlo, moverlo, masajearlo… se establece ese primer vínculo con la madre que inicialmente es perceptual y y corporal. Éste yo corporal es el paso previo necesario para la organización posterior del pensamiento y la palabra. Todas las experiencias del Yo-piel tanto placenteras como dolorosas son estructurantes, en sí mismas, son oportunidades para iniciar representaciones mentales, y ligar pulsiones internas a dichas representaciones. La representación de la piel nos permite acceder a la primera distinción entre dentro y fuera. El límite entre el Yo y el exterior desencadena el paso de un narcisismo primario –universal, omnipotente, fusional – a un narcisismo secundario y establece la primera separación entre el Yo y el objeto, aunque sea parcial. Winnicott también reconoce una entidad que sería el equivalente al Yo-piel de Anzieu y que llamará el psique-soma. Piensa que inicialmente el Yo del bebé se fundamenta en experiencias físicas, sólo con el tiempo, a esas experiencias se les atribuirá una característica emocional, psicológica o social. Este psique-soma se refiere “a la elaboración imaginativa de las partes, sentimientos y funciones somáticas, es decir, al hecho de estar físicamente vivo”. Si este psique-soma o yo corporal atraviesa adecuadamente las etapas más tempranas del desarrollo, comenzará a derivar en el desarrollo normal de la “mente” o yo psíquico. La relación de la madre y el hijo, es siempre muy intensa (Bekei, 1974). El contacto de la madre con su hijo, le exige la máxima empatía con éste, para poder responder a sus necesidades a través de los signos y movimientos de su cuerpo (hociqueo, estremecimientos, pataleos y retortijones) o sonidos no verbales del todo (llanto y balbuceo). Una madre narcisista que no escucha, y administra cuidados a éste… sólo tomando en cuenta sus propias necesidades, ejerce violencia sobre su bebé. Si al bebé se le alimenta cuando no tiene hambre, se crea una resistencia que puede ser pasiva (inapetencia, dificultad para tragar) o activa (vómito o regurgitaciones). Esto también puede provocar hiperexitación, insomnio, autosatisfacción en forma de narcisismo, y reacciones de protesta ante la madre. Éstas últimas, se manifiestan en forma de ataques imaginarios a la madre, debilitan al niño, pues lo agotan y llenan de culpa, producen síntomas y frenan su desarrollo. Por otro lado, no permitir, bloquear los intentos de autoafirmación del bebé por necesidades narcisísticas patológicas propias, rechazarlo cuando se aleja y sólo darle muestras de afecto si manifiesta su dependencia, se traduce en un temor creciente del niño a perder el amor de su madre. En este caso, la madre no puede renunciar a su narcisismo, y no acepta la capacidad creativa del niño. Ambas situaciones, se traducen en trastornos en el desarrollo y dificultades en la construcción de su Yo y la vinculación con su cuerpo, que son fuente de futuros trastornos psicosomáticos. Crean resentimiento y rabia, al mismo tiempo que una sensación de desamparo, de falta de amor. Amor y odio entran en conflicto, y finalmente puede negarse el odio, pero la agresión originalmente dirigida hacia la madre no desaparece sino que se vuelve contra el sí mismo. El cuerpo psicosomático nos dice Mc Dougall “no habla sino que obra”. Su pensamiento es deficitario y sólo parcialmente se relaciona con el otro, estableciendo con dificultad verdaderas relaciones de amor. Su pensamiento se centra en detalles teniendo dificultad para ver el conjunto y tiende a la actuación de sus conflictos de manera impulsiva. El funcionamiento mental en el caso de lo psicosomático, tiende a centrarse en el propio sujeto, aislándolo paulatinamente del resto de quienes le rodean. El paciente psicosomático crea sus propios símbolos y preocupaciones, en una especie de locura particular, que se autoalimenta a sí misma y que va a provocar diferentes tipos de actuación del conflicto. El afectado por lo psicosomático tiende a sobrecargar su aparato mental, llegando a producir en ocasiones, sintomatología que va desde la esfera hipocondriaca a presentaciones delirantes, por ejemplo, supuestas infestaciones al estilo de la parasitosis, y hasta la invención de órganos. Padecimiento psicosomático significa: formas deficientes de inclusión simbólica, acuse de experiencias traumáticas, malos cuidados maternales, e incluso maltrato infantil. Freud ubica ese goce en el más allá del principio del placer, lo llama "el placer del displacer". En éstos casos, la conducta de las personas, no busca una satisfacción simple, por curioso que parezca, lo que se busca es sufrir, ya sea por expiar una culpa o por deformaciones en el establecimiento de metas regulares para la satisfacción instintiva. Todos conocemos cómo se puede disfrutar del dolor, por ejemplo en el sado-masoquismo, y cómo en algunos pacientes sus enfermedades no remiten, pues representan la pérdida de beneficios añadidos por la enfermedad. También a este campo de estudio, se agregan nuevas problemáticas: existe, una entidad definida por primera vez por Hubbard (2001) (Op. Cit. Döll, Gálvez) que no está incluida en las clasificaciones DSM IV o CIE 10, la “esquizofrenia cenestésica” que se refiere precisamente a un subgrupo de pacientes esquizofrénicos que principalmente presentan sintomatología centrada en la aparición de sensaciones corporales anormales o fenómenos de control corporales. Esta variante de esquizofrenia, sin embargo, aparece frecuentemente en la literatura fenomenológica rusa e incluso en Japón se reconoce este subgrupo. La sintomatología cenestésica se presenta con características extrañas y bizarras: sensaciones térmicas y eléctricas, dolor, debilidad, sensaciones de movimiento, cambio o distorsión de partes del cuerpo, e incluso en su consistencia, hasta sensaciones cognitivas y perceptivamente más elaboradas (pacientes se sienten atravesados por agujas, espadas, o que sienten que les desnudan...). Estas sensaciones aparecen por fases o de forma paroxística, como oleadas que bloquean el funcionamiento mental de su aparato psíquico. Preguntas importantes serían: ¿Es posible articular el paso de un Yo-piel, a un yo psíquico que permita el pensamiento? y : ¿Qué podemos hacer con pacientes con un Yo-piel insuficiente (en todas sus variantes) y que por tanto, tendrá dificultades de poder acceder a un yo pensante y a la palabra del mundo simbólico? ¿Es posible reparar fallas que tienen que ver más con lo corporal y lo sensoriomotriz sólo con la palabra? Es cierto que el psicoanálisis clásico, no está diseñado para ayudar a pacientes con una neurosis mal mentalizada (Freud ya los consideraba pacientes no analizables), así que es perfectamente válido plantearnos qué tipo de tratamiento puede ser útil en estos pacientes. Numerosos autores Frosch, Masterson, Kernberg, Greenson, Marty, Fonagy, Bateman, han valorado y recomendado la necesidad de modificar los parámetros técnicos del psicoanálisis clásico, y entonces queda la cuestión de preguntarnos qué condiciones mantener y cuáles modificar. Si hemos dedicado espacio para hablar de la piel y lo táctil, parece lógico comenzar analizando una de las condiciones más fundamentales del psicoanálisis: ¨la prohibición de tocar”. Desde el comienzo del psicoanálisis la prohibición de tocar es una norma indispensable en la terapia como modo de acceder al pensamiento. El cuestionamiento de esta prohibición parece evidente inicialmente, si las fallas de este tipo de pacientes se pueden deber a carencias en el vínculo a nivel sensoriomotriz, ¿Es posible compensarlas a través de la relación terapéutica, sería lícito romper dicha prohibición? Hay varias psicoterapias de tipo humanista que consideran los contactos corporales como un medio para ayudar a estos pacientes, lo cual puede implicar muchos riesgos. Sin embargo, sí puede favorecerse o complementar la psicoterapia con los llamados mediadores relacionales que nos permitan estimular a los pacientes a realizar actividades centradas en lo sensoriomotriz, tales como la relajación, el ejercicio yoga, la danza, la pintura, diversas terapias ocupacionales. Es interesante señalar que casi de forma universal los terapeutas recomiendan estas actividades de una forma intuitiva, pero muy a menudo, no somos conscientes de cómo estas experiencias favorecen la alineación del aparato psíquico. Es importante señalar que el efecto contenedor y hasta organizador, que puede tener en el sujeto generar estas experiencias sensoriales, se debe a la introducción de un importante simbolismo en el que se re¬produce el vínculo materno más pri¬mitivo: la madre que nos mantiene limpios, calientes, nos alimenta… de ahí el efecto tranquilizador de estas experiencias casi de forma universal. A través de los mediadores relacionales se puede volcar a los pacientes a vivir nuevas experiencias con los Otros. La restricción del Yo es una constante, ya que evita experiencias que puedan ex¬ponerles a herir su Yo-piel. A través de estas actividades podemos transmitir al paciente la importancia de la relación de objeto, comenzamos a orientar su mirada hacia el Otro. Complementar la psicoterapia psicoanalítica, con estos mediadores, podría permitir refor¬zar aspectos que pertenecen a diferen¬tes estadios evolutivos del paciente, y que sólo pueden ser tolerados a través de la relación terapéutica, ya que de otra manera sería impensable. En el psicoanálisis, la interpretación es la he¬rramienta clave, que apela al orden de la palabra, pero su valor es cuestiona¬ble en estructuras preedípicas con gra-ves distorsiones del Yo, donde prevale¬cen las representaciones más primarias y las fantasías más voraces, que dificultan un acceso al verdadero mundo simbólico. Las interpretaciones “pro¬fundas” en estructuras fijadas en esta¬dios preverbales pueden ser experimentadas como ataques, se corre el riesgo de regresiones extremadamen¬te rápidas donde el paciente no podrá mantenerse en proceso secundario, y fácilmente se pueden desencadenar actings, actuaciones y pasajes al acto. Si invadimos ex¬cesivamente o demasiado pronto con la palabra podemos generar un daño interno, que paradójicamente será inelaborable, porque precisamente el paciente es incapaz de expresarlo. Es fundamental en estos casos esta¬blecer un vínculo terapéutico con el paciente que apele a su misma problemática, es de¬cir, al orden de lo preverbal. Utilizare-mos la palabra (al menos inicialmente) de un modo descriptivo para discrimi¬nar, ordenar, utilizando un orden lógi¬co, incluso en ocasiones, de modo psi-coeducativo, se animará al paciente a expresarse emocionalmente ante cualquier situación que se plantee, le ayudaremos a ordenar la sucesión de acontecimientos, buscando el nexo causal y a ligarlos a estados emociona¬les. Nos interesará más la forma de la relación que los contenidos. La pala¬bra será evocadora, importa mucho la función contenedora, la for¬ma en que se acompaña con el tono de la voz, el lenguaje no verbal del terapeu¬ta, que rememora al lenguaje de la madre e incluso rectifica la relación fallida con una madre mala, retrotayendo a la experiencia de la intersensorialidad, y reforzando la función sostén del Yo-piel. En definitiva, lo que hacemos, es reproducir la función paraexcitadora y continente del Yo-piel. Es importante respetar el encuadre dela forma más rigurosa posible: lugar, horarios, duración, puntualidad, frecuencia… En "La conferencia de Ginebra" Lacan, decía, piensa en lo Psicosomático como "un escrito en el cuerpo" que requiere ser descifrado como un jeroglífico. El jeroglífico "es una escritura en que no se representan las palabras con signos fonéticos o alfabéticos". En el caso del FPS (fenómeno psicosomático), hay una dificultad para que lo reprimido se pueda traducir a palabras. Se presenta la dolencia, la sensación de disconfort, como un algo que excede a las palabras. Los pacientes con FPS sufren de dificultad para preguntarse sobre su sufrimiento, enmarcándolo en su cuerpo, aislándolo por completo de cualquier relación con lo psicológico. Encontramos el FPS en ciertas neurosis, cuya demanda es por otros síntomas, o en psicosis, en donde pueden generarse a partir de este fenómeno cierta función estabilizadora. Estos pacientes no se preguntan ni les cuestiona su enfermedad, que sienten como destino. Debe brindarles confianza y ser sincero sobre la pertinencia de un tratamiento psicológico y mejor aún: psicoanalítico. Anzieu Didier. El Yo – Piel. Biblioteca Nueva. Madrid, 1994. Aristóteles. Ética a Nicómaco. Versión UNAM. Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana. Gómez Robledo, Antonio (Prólogo, Notas, Versión). 3ª Edición. México, 2012. Bekei Marta. Trastornos psicosomáticos en la niñez y la adolescencia. Ed. Nueva Visión. Argentina, 1992. Blumenfield, Michael; Strain, James J. Psychosomatic Medicine , 1st Edition Lippincott Williams & Wilkins. England, 2006. Canghilem Georges. Lo normal y lo patológico. Siglo XXI Editores Argentina. 1971. Döll Aurora, Gálvez Ana. La piel como camino al pensamiento. Revista Átopos. No. 14. España. Junio 2013. Freud Sigmund. El Yo y el Ello. Obras completas. Tomo XIX. Amorrortu editores. Buenos Aires, 1976 . Hungin Pali. Sufferers with functional problems – patients with nothing wrong? Medicina Universitaria. Vol. 12. Núm. 48. Julio - Septiembre 2010. Lacan Jacques. Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. (4 de octubre de 1975). en Intervenciones y textos 2, Manantial, Buenos Aires, 1989. Mijolla de Alain. International dictionary of psychoanalysis. Thomson Gale, 2005. Novak Peter. Holistic concepts of illness in ancient greece and in contemporary medicine. En: Christodoulou George, editor. Psychosomatic Medicine. Past and Future. Plenum press • New york and London. 1986. Weiss Edward, English O. Spurgeon. Psychosomatic medicine. The Clinical application of Psychopatology To General Medical Problems. 2º Edition. Saunders Company, Philadelphia and London, 1949. Winnicott D. Mind and its relation with psique-soma. Br J Med Psychol. 1954;27(4): 201-9. Wise y Rundell. Clinical manual of psychosomatic medicine : a guide to consultation-liaison psychiatry. American Psychiatric Publishing, Inc. 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Christopher Bollas: Mental pain

Conferencia de Christopher Bollas: Mental Pain.