DICEN QUE SOY BRUJA Ojalá fuera broma, pero lamentablemente en Cuernavaca algunas personas actúan como si estuviéramos en la Edad Media. Sé que estoy en riesgo, lo mismo que mi familia, pero quiero pensar que, mientras más gente conozca los hechos, estaremos menos desprotegidas. El 30 de agosto en la madrugada, “alguien” grafiteó los portones de mi casa (fue la única afectada en toda la colonia) y al otro día, “alguien” me siguió hasta la colonia Atlacomulco. Mientras estaba en la reunión a la que fui, llegó una camioneta Toyota RAV4 placas RCC644 de la cual se bajó un encapuchado y se fue contra mi auto para navajear una llanta. Dicho vehículo está a nombre del Centro Educativo de Clase Mundial (¡vaya “Clase”!). Esto último ocurrió el día 1 de septiembre de este año 2023 y fue la razón por la cual decidimos cancelar el Coloquio que cada año organizamos en CEPCIS. Hay video de cámaras de seguridad de un Hospital que se sitúa frente al lugar de los hechos, hay declaración de testigo, hay pruebas suficientes para que algo pase pero los dueños y responsables de la camioneta simplemente no responden y no pasa nada .... Como la mayoría sabemos, actualmente se pueden construir escuelas, gimnasios, casinos, etcétera en cualquier lugar de Cuernavaca sin importar el uso de suelo ni los requisitos siempre y cuando se cuente con dinero y “relaciones”. Algo así fue lo que ocurrió con el Centro Educativo de Clase Mundial (también conocido como Tehatsi) cuando decidieron poner primero una secundaria y posteriormente una preparatoria. Puse quejas y denuncié el hecho tanto en el Ayuntamiento como en el IEBEM pero simplemente no me respondieron y me dieron largas por años. A la fecha, continúan funcionando con un “permiso” de uso de suelo en donde se estipulan condiciones que no cumplen, pero además sin importar que tampoco cumplen con requisitos del reglamento que rige a las escuelas en materia de seguridad estructural, seguridad vial, numero de cajones para su plantilla de personal, bahía de estacionamiento, por mencionar algunos. No conformes con esto, la ambición parece no tener límites así que, dentro del mismo predio, decidieron poner un gimnasio como negocio INDEPENDIENTE de la comunidad escolar. Volví a quejarme y poner denuncia tanto en el Ayuntamiento como en el IEBEM, “casualmente” esto fue a finales de agosto, un poco antes de los actos delictivos cometidos en mi contra. En el Ayuntamiento me han hecho ir y venir, me dijeron que la solicitud de verificación normativa se había cancelado, luego que siempre no, después que yo tenía que “demostrar” si tenían o no licencia de funcionamiento y uso de suelo. Me ha llevado tres meses y ya entregué un documento oficial que demuestra que el gimnasio llamado Fitness Lab ubicado en calle 2 número 200 (mismo predio de las escuelas) NO CUENTA NI CON USO DE SUELO NI CON LICENCIA DE FUNCIONAMIENTO ... Hasta el día de hoy continúa funcionando como si no pasará nada. Lo que si ha ocurrido, es que se empezaron a difundir rumores sobre mi persona. Dicen que soy bruja, muy peligrosa, por cierto. Que tengo amedrentados a los dueños de las escuelas y el gimnasio, que les he pintado las puertas de su casa (¿proyección?) y que hasta gallinas muertas dicen que les he aventado a su casa. Cuando me lo dijeron la primera vez, reímos mucho, pero cuando se lo conté a otras personas riéndome, muy serias me confirmaron que sí estaban difundiendo esos rumores diciendo peores cosas y me dijeron “cuídate mucho”. La gente tiene miedo, yo tengo miedo, pero justo por eso escribo esta carta. No quiero vivir con miedo, pero si así hemos aprendido a tener que vivir, al menos no lo haré en silencio. Esta es la razón por la que decidí hacerlo público, con la esperanza de que apalabrar, desenmascarar y denunciar sirva de escudo protector frente a la corrupción y la impunidad de la que algunos personajes hacen gala y también porque si algo sucede, a mí o a mi familia, puedan tener una idea muy cercana de quiénes podrían ser los responsables. GUADALUPE ROCHA GUZMÁN.
BLOG de JULIO ORTEGA B. SUEÑOS, ASOCIACIONES LIBRES, INVESTIGACIONES Y CONFESIONES DE UN ANALISTA EN LA WEB.
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lunes, 27 de noviembre de 2023
La impunidad ante quienes verdaderamente trabajan.
Estimados amigos y colegas, gente interesada en el psicoanálisis:
Mi amiga la Dra. Gudalupe Rocha Guzmán directora de CEPCIS Sociedad civil, miembro del Consejo editorial de CARTA PSICOANALÍTICA (una persona trabajadora, con iniciativas y ética) que conozco hace más de 25 años, esposa de Luis Valverde Garces (hoy fallecido) ha tenido una serie de graves problemas que quiero compartirles y que nos transmite a través de una carta que ella misma escribió:
viernes, 24 de noviembre de 2023
El psicoanálisis hoy.
El Psicoanálisis cuyo inventor fue Sigmund Freud es:
– Una teoría sobre el funcionamiento psíquico humano que resalta la importancia de una parte desconocida de nuestro ser y que le nombra como Inconsciente.
– Un método que investiga los aspectos inconscientes de la vida psíquica humana a través de sus manifestaciones como la libre asociación de ideas, los sueños, chistes, fantasías y los actos fallidos e involuntarios.
– Una forma de psicoterapia, que devela las raíces inconscientes de las emociones y los actos de la persona. Para ello, el analista invita al paciente a decir cuanto le venga a la mente (asociar libremente) haciendo a un lado cualquier juicio sobre el valor o la pertinencia de sus propias ideas. Poco a poco, se vuelven evidentes ciertos patrones repetitivos, característicos de cada paciente, en esas comunicaciones al analista, quien puede, por medio de interpretaciones, construcciones y reconstrucciones, llevar al paciente a descubrir por sí mismo el origen de sus dificultades y confrontarlas en la situación analítica.
¿Quién es un Psicoanalista? El título de "Psicoanalista" es usado sin hasta ahora incurrir en sanciones legales, por personas con muy diverso grado de capacitación y experiencia. Define a un analista su pertenencia a un grupo reconocido, alguna asociación psicoanalítica, su experiencia clínica, su análisis personal sobre todo, el reconocimiento social por parte de la comunidad analítica que se traduce en publicaciones, asistencia a congresos, etc.
En otras palabras, el reconocimiento del otro, se ha malinterpretado y difundido mucho la frase de Lacan: “El analista sólo se autoriza a sí mismo…” cortándola del contexto, pues también refiere a: “entre otros…” haciendo patente la cuestión de que se necesita el reconocimiento de otros iguales… pero en todo caso eso no deja de ser problemático, pues muchas veces refiere a cofradías, círculos semicerrados y diría hasta dogmáticos, que basan su trabajo en una sola línea de trabajo como los lacanianos, algunos de ellos no han leído completaente a Freud ni a otros autores importantes y se dedican a sólo repetir frases del maestro, pero el psicoanálisis, hay que subrayarlo, no es una religión. Comentaba antes de la pandemia, con dos de mis invitados en la ciudad en que vivo, y que vinieron a una de las actividades que realizo en mi ciudad a través de Carta Psicoanalítica y la Universidad Veracruzana, Luis Tamayo y Rose Marie Mariacca Fellman que vinieron a presentar el libro que sobre Bataille ella escribió, que hoy día hay muchísimos analistas jóvenes que son producto de la enseñanza no sólo a través de grupos no afiliados a la IPA, sino que francamente no sabemos del todo de dónde han salido… había un tiempo en que todos aquellos que teníamos cierta trayectoria en el psicoanálisis nos conocíamos… o por lo menos habíamos oído hablar del vecino… pero eso no es así ya. Por un lado, que bueno que no sea así, porque significa que el psicoanálisis se está extendiendo en este país independientemente de los canales oficiales y fuera de las familias dominantes, dejando de ser endogámico… Por otro lado, eso da lugar a que muchos analistas mal formados o sin formación alguna, atiendan a los pacientes con el único objetivo de obtener dinero. Estamos en la época de la mentira frente a los interesados en formarse como psicoanalistas.
Han pasado más de 100 años de la Traumdeutung, fecha que debía marcar un parteaguas histórico en la historia de la Humanidad, y permanecemos al margen de extraer las conclusiones que sitúan la actividad del sujeto en un terreno que va más allá de los ideales de la Ilustración de las que nuestra civilización, hija de la modernidad, es deudora: libertad, fraternidad, igualdad. A pesar de las dificultades que implica reconocer y estudiar este nuevo período histórico denominado posmodernidad impregnado de un cierto nihilismo y una voluntad de comprensión más allá de un fiel que anteponga la Razón como causa de los complejos fenómenos sociales que vivimos, los estudiosos desechan, muchas veces, las aportaciones del psicoanálisis a favor de otros horizontes hermenéuticos.
No es casual que ignoremos la invención de Freud y desdeñemos las verdades implícitas en su obra. Preferimos, como el muñequito de jengibre de la fábula infantil, solazarnos en la rectificación de nuestra autoconfianza, el poder imaginario y omnipotencia de nuestro Ego. Hasta que un día, un lobo listo como el del cuento, nos revela la triste realidad de la miseria de nuestro ser. Freud, acostumbraba decir que el hombre había recibido a lo largo de su historia tres golpes narcisistas. El primero fue el de Copérnico, quien afirmó contra el espíritu obscurantista de la época, que la tierra no era el centro del Universo; el segundo el de Charles Darwin quien descubrió que el hombre no sólo no es el rey de la creación, sino una especie animal entre otras y finalmente el tercero, que hace al descubrimiento del Inconsciente y que afirma que nuestra conducta no sólo obedece a la Razón, sino que ésta se sujeta a hechos relacionados con una historia predeterminada antes de la voluntad corresponde al psicoanálisis.
Esto nos remite sin duda a concebir un espíritu humano ambivalente, angustiado por relaciones de amor y odio hacia una misma persona, atormentado también, por deseos insatisfechos, inadmisibles para la sociedad y en consecuencia para quien los sueña. No deja de sorprendernos el destino que se concede hoy en día a los sueños en Psicología, se les trata como un deshecho, como un hecho biológico simple sin consecuencias, cuando antes el sueño era la base de la toma de decisiones en el mundo antiguo, como predicción de hechos, enigma a descifrar, en todo caso una vía que entregaba al sujeto una guía para su qué hacer en el mundo real.
El otrora Yo, sinónimo de razón y protagonista de la libertad, supuesto arquitecto de nuestra historia, aparecerá después de Freud, como un producto de identificaciones con imágenes de nuestra infancia, como una representación idealizada de lo que en verdad somos, en el mejor de los casos, una mentira bien contada. En otras palabras, como un espejismo que servirá para justificar nuestro proceder, circunstancia y aquello que en suma llamamos destino. Y si hay alguna práctica o pensamiento que se oponga a la noción de destino es precisamente el psicoanálisis, pues cuestiona precisamente aquello que aparece como un mundo preestablecido y que no podemos sino asumir con conformismo, plegándonos al deseo del Otro.
La realidad, muy diferente a lo que quisiéramos, es que siempre tras de nuestros actos y deseos se encuentra oculto el deseo de alguien más, llámese padre, madre o hermano; el deseo de un Otro que nos hace médicos, filósofos, psicólogos o psicoanalistas, abogados, filósofos, buscapleitos, alcohólicos o todas estas cosas juntas. Un experimento interesante consiste en reflexionar detenidamente en el origen del propio nombre, siempre asignado por un Otro a nosotros con una intención que quiérase o no determinará nuestros futuros pasos para bien o para mal. Muchos de nosotros, y les confieso que es mi caso, llevamos el nombre de nuestro padre, evidentemente eso impondrá un sello particular a nuestra vida, por lo menos al arranque de nuestra vida, y no debemos olvidar la importancia relevante que a los primeros cinco años de nuestra existencia concedía Freud, años en que se establecerán como tatuaje las rutas de placer de nuestro cuerpo a través de las marcas de la satisfacción de nuestras pulsiones, oral, anal, fálica, escópica, etc.
El nombre es un significante particular - para usar la expresión de la lingüística de Ferdinand de Saussure -, que nos marca a fuego. Hemos visto a padres que ponen a sus hijos su nombre, para no soportar después la presencia de su sucesor ante sus ojos, pues presentifica su propia muerte. Tratan así con desprecio, burla y hasta odio a su propio vástago, causándole innumerables problemas en la asunción de su identidad. Se crea una paradoja, en la cual, al hijo al que se ha distinguido con el propio nombre se le humilla para que no ocupe el sitio del padre.
Esto es la esencia, por otro lado, del deseo: una mezcla de amor y odio hacia partes de nosotros mismos y de los demás. No es fácil entendérselas con todos estos hechos. A Freud le valió la censura de su época, el bocado amargo de la soledad de quien llega a tocar una verdad dura de roer. Más tarde, vino el reconocimiento y la candidatura para el premio Nóbel estorbada finalmente por quienes consideran al psicoanálisis una pseudociencia. A cambio, se le concedió el premio Goethe de Literatura por su prosa magnifica, pero el camino fue largo y difícil para él y lo sigue siendo para algunos de sus sucesores.
El descubrimiento de Freud es el Inconsciente, que podría ilustrarse plásticamente de la manera siguiente: Un Icberg se compone siempre de dos partes, la que se ve en la superficie flotando y aquella que subyace oculta a la mirada y que siempre es la mayor masa del conjunto. Pues bien, esa parte que flotaría debajo del nivel del agua, serían nuestras fantasías, sueños, deseos, obsesiones y delirios que condicionan nuestra conducta. A ese monstruo misceláneo del que no queremos saber nada, le llamamos los psicoanalistas El Inconsciente. Esta construcción formidable es la que define la práctica psicoanalítica y la aleja de todas las otras concepciones psicoterapéuticas y prácticas en torno a la psicología. Así el susodicho YO se muda de un estado de autoconciencia en una ficción, a veces bella y otras ingrata. Para el psicoanálisis es un ente esencialmente narcisista, el mito de el personaje griego Narciso es más que elocuente en este sentido. Tiresias ese agorero ciego y vidente- en el ejemplo, ambas cualidades parecen implicarse -, de la antigua Grecia, dice de ese ser tan bello cuando nace, que vivirá eternamente siempre y cuando nunca se llegue a conocer. El término freudiano narcisismo designa, una conducta en la cual un individuo da a su propio cuerpo el trato parecido al de un objeto de elección sexual. Lo verdaderamente original de la apuesta freudiana es el afirmar que no es un estado de excepción, enfermizo o extraordinario, tampoco una perversión, sino la condición normal de todo ser humano. El maestro vienés, ha sido acusado en más de una ocasión de ser un viejo erotomaníaco, un desenfrenado. Hay quienes llegan a decir que toda su obra, no es sino una intelectualización pobre del espíritu literario, oscuro y gozoso, que fue el Marqués de Sade. Otros, consideran al psicoanálisis a lo sumo una escritura imaginativa postromántica que habría exagerado la importancia de la sexualidad en el desarrollo del hombre, alentando con su jerga sedicente la separación entre la "función primaria de la procreación" y el placer consecuente de la cópula. Se dice también que el profesor - apócope con el que le gustaba de ser nombrado -, es el responsable de los tiempos de desorientación mental que hoy viven nuestros jóvenes, al haber promovido la libre actividad sexual, que es una práctica de ocio de la burguesía, un embuste de judíos... esto último lo repetían bastante, por cierto, los nazis. Se afirma, en suma, que Freud y los psicoanalistas son pansexualistas, es decir, todo lo reducen a la sexualidad. Según esta crítica, casi cualquier fenómeno de carácter humano ya sea psicológico y/o sociológico tendrían una última explicación en la motivación instintiva sexual. Así creaciones del espíritu humano como la ciencia y el arte no serían otra cosa más que transformaciones (sublimaciones), del instinto sexual. Freud reaccionaba con energía frente a estos ataques, aunque la respuesta que daba es aún más incómoda para sus detractores por lo que ésta supone. Cito textualmente: "La sexualidad no es lo único; jamás hemos dicho tal cosa. El conflicto, la noción misma de conflicto, nos impone el hecho de que hay dos fuerzas enfrentadas. Siempre hemos sido dualistas, es decir, siempre hemos dicho que existe la sexualidad y, además, otra cosa que se opone a ella, se trate del Yo, la autoconservación o, en otro momento, la Pulsión de Muerte". Pulsión de Muerte, que supone la existencia de una tendencia agresiva, autodestructiva en el hombre y que trasciende los márgenes de lo aprendido. Se cuestionan así las ideas de que honestidad y buena voluntad son primarias en el hombre, que el buen salvaje sólo se hace lobo de su misma especie en contacto con situaciones sociales adversas. Este es un punto de discusión no acabado de la teoría, pero, aceptada como innata o adquirida, la agresión juega un papel fundamental en la actividad humana. Debemos entonces, colegir que la sexualidad no es la única determinante del comportamiento, pero esto, no disminuye el papel fundamental que juega en la vida de todo ser humano. No se trata tampoco de una energía inespecífica como lo quisiera el fascista ario-suizo Jung. La sexualidad es libido, energía específica que se dedica a buscar un objeto sexual y su satisfacción por medio de la descarga, cumpliendo una meta precisa. La sexualidad es entonces la búsqueda de placer, basada en principio en las necesidades del cuerpo, pero que a medida que el sujeto humano se desarrolla trasciende éstas separándose del nivel estrictamente fisiológico e integrando el nivel del deseo y de la Demanda, esta última siempre de amor. De esta manera la sexualidad no la entendemos como natural al hombre, sino que aparece como un enigma, en otras palabras, el psicoanálisis es una NO-Sexología, en tanto que los sexólogos son aquellos que se proponen como quienes saben del sexo porque hay un saber posible sobre éste. Si ellos tuviesen razón, el psicoanálisis no hubiese jamás existido, la gente no enferma porque desconozca las reglas biológicas, sino porque reprime eso que hay en el sexo particular de cada uno y que exige ser reconocido, a veces de la manera más dolorosa. En cierto sentido, mantenemos casi la misma posición de Platón cuando reivindicaba como la fuerza que movía al mundo al Eros. Por supuesto que en diferentes etapas de su vida el ser humano satisface el impulso sexual a diferentes niveles. El niño, por ejemplo, tiene una sexualidad que aflora a través de la satisfacción de sus necesidades orales, convirtiendo así a la Madre en el objeto sexual lógico de esa etapa. Lacan, dice al respecto que: "El niño tiene necesidad de leche, deseo de madre y Demanda de Amor". Nos indica, de esta manera, que la importancia de la demanda se refiere a satisfacciones muy diferentes de lo que la necesidad reclamaría. La Demanda, por otro lado, puede ser de presencia o ausencia. El niño, por ejemplo, para crecer necesita de independencia, no de una presencia aplastante que le defina todo lo que tenga que hacer. También necesita no sólo de una madre, sino de un padre o un sujeto que ocupe - aunque sea parcialmente - ese lugar, para darse cuenta de que él no puede colmar y llenar(se) con la madre. Esto es precisamente lo que denominamos Complejo de Edipo. Esta denominación del proceso de sexuación y de construcción de la subjetividad recibe el mismo nombre, no importando se trate de hombres o mujeres. El camino en la niña es más complicado, pues si en el varón el desplazamiento en la elección de objeto sexual camina un trecho corto y en la misma dirección, en la mujer se realiza un giro respecto a la madre, que lleva al padre como objeto sexual, merced a un desencanto que tiene efecto por la relación de primacía del significante fálico en una estructura organizada patrilinealmente. Correlativo al Edipo es el proceso que Freud denominó Complejo de Castración. No abundaremos en este concepto que desde su designación puede entenderse, mucho más, si se asume que la primacía del falo no tiene una relación vertical con el estatuto biológico o la morfología del varón, sino con condiciones de producción del deseo que están ligadas a continuidades y discontinuidades de la historia de esta atormentada raza de Caín. Precisemos, como en los tiempos de Freud, sigue siendo nítido a los psicoanalistas que el varón termina su Edipo con la Castración y que la mujer inicia su viaje con el proceso de Castración que precede al Edipo. Vicisitudes en el desarrollo normal de este complejo de Edipo y el de Castración, darán lugar a diferentes formas de estructuración de las personas. Así, el no desistirse de ese deseo por la Madre o el Padre, llevará a posiciones subjetivas diferenciadas marcadas por el síntoma y consecuentemente, el sufrimiento, el dolor diferenciado del displacer en el metapsicología freudiana que nos ofrece desde el Proyecto de una Psicología para Neurólogos .
¿Es el psicoanálisis un método terapéutico que hoy tenga sentido en el mundo que vivimos? Se le acusa de ser una terapia demasiado larga, demasiado cara, sostenida por una teoría compleja, fantasiosa, llena de mentiras y mitos, esa es la visión que nos transmite, por ejemplo, el profesor Mikkel Borch – Jacobsen, el autor entre otros del Libro Negro del Psicoanálisis, quien en una entrevista ante el Diario La Nación en Buenos Aires, afirmó:
"...que el psicoanálisis Freudiano cure por la palabra, es incomprobable, poco científico, y está sostenido su método por relatos clínicos de sus pacientes que deformó..." ..."Lacan es un ejemplo de camaleonalismo. Tenía una audacia a toda prueba, decía cosas sorprendentes, era cínico y manipulador”. Al final de la entrevista decía: "...Yo creo que la desaparición del psicoanálisis es inevitable. Las jóvenes generaciones de especialistas tienen otras exigencias, ... el avance extraordinario de las neurociencias demuestra cada día que en el terreno de la psiquis, es posible lograr resultados sorprendentes, y a muy corto plazo, con otras terapias. En estas condiciones, Freud y Lacan, con sus teorías inverosímiles y mentirosas tienen los días contados...".
Este hombre es un intelectual sueco, formado como en Francia. Actualmente jefe de las
carreras de filosofía e historia de la Universidad de Harvard. Es filósofo, trabaja asesorado por historiadores, sociólogos, etc. Y ha escrito varios libros sobre historia del psicoanálisis, la psiquiatría e incluso uno sobre el Sujeto Freudiano, y otro sobre Lacan que ha intitulado: Lacan, el maestro absoluto.
En una crítica a su libro sobre Freud, expresaba la paradoja de que este hombre se presenta como historiador de una ciencia que niega, algo a lo que le concede nula o nefasta importancia. No deja de ser gracioso que alguien dedique tanto tiempo a algo que dice no tiene valor o trascendencia. Lo más grave es que su crítica ha sido valorada incluso por algunos analistas que dicen que sus opiniones son muy valiosas, cuando gran parte de sus ataques al psicoanálisis son un argumentum ad hominen.
Muy diferente de la posición de Gombrich, el historiador del arte que decía que el siglo XX había sufrido tres revoluciones del pensamiento producto de tres acontecimientos: 1ª Guerra Mundial, 2ª Guerra Mundial y el psicoanálisis.
Pero sí vale la pena pensar:
¿Qué tiene hoy para ofrecer el psicoanálisis?, ¿qué puede aportar al sufrimiento humano del siglo XXI? Vale decir, ¿hasta qué punto nuestro pensamiento, nuestras teorías, nuestras maneras de encarar el sufrimiento, nos permite enfrentar los problemas que aborda la subjetividad del siglo XXI?
La clínica nos hace vivir de manera práctica la teoría que frente a la realidad siempre se quedará atrás. Los esquemas clásicos de las estructuras según la supuesta tríada neurosis, psicosis y perversión, de orientación lacaniana se evidencian como un rompecabezas simple que frente a la realidad compleja no acaban de embonar ni de explicar plenamente los hechos que se nos presentan en el consultorio. No mejora el panorama clínico con esquemas como el que nos presentan Romanowicz and Moncayo que simplemente agregan las categorías autismo y borderline al bosquejo psicopatológico, y que toman como base de su propuesta un modelo que en el fondo sólo es conductual. La patología clínica es un difícil universo, hoy día, el Instituto de Salud Mental Norteamericano acaba de abandonar la clasificación del DSM 5 por considerarlo carente de utilidad y validez científica.
Conviene posicionarnos y subrayar las diferencias entre psicoanálisis y medicina. El síntoma que produce dolor en medicina, debe ser suprimido a la brevedad posible, porque el dolor es sinónimo de enfermedad. En psicoanálisis nosotros no pensamos así, porque el dolor es una posición subjetiva que no necesariamente es sinónimo de enfermedad sino de una relación histórico familiar. Si a mí me sucede que me peleó con mi pareja y tengo que separarme de ella, resulta que me voy a deprimir y seré un hombre lastimado dolido, sufriente… y eso es lógico… si mi padre se muere, me voy a deprimir… la separación, el duelo, son procesos derivados de ciertos hechos, no son sinónimo de anormalidad… no voy a curarme tomando Prozac…. A decir: “Sí mi mujer se fue y me dejó por otro hombre… pero yo me siento muy bien gracias a la medicina”. Suena absurdo, pero ese es el método clínico que ocupa el psiquiatra, atacar el síntoma. Y en el caso de la psicosis, máximo nivel de sufrimiento, lo que hace es con frecuencia dar un cóctel de medicamentos a la paciente, resultado de su ignorancia de cuál va a pegar y hacerle efecto. Hartan a sus pacientes de químicos a ver qué sucede…
Conviene decir más acerca de este tema. EL síntoma analítico no es el síntoma médico. El síntoma médico tiene un origen orgánico-funcional, es producto de un desarreglo orgánico que efectivamente lo causa, revelando, a su vez, la enfermedad. Por el contrario el síntoma analítico deviene metáfora, manifestación de lo reprimido, formación del inconsciente que está estructurado como un lenguaje, al decir de Jacques Lacan.
El síntoma médico es tratado mediante fármacos o medidas más expeditivas como la quirúrgica para que el órgano y su función sea restablecida. El psicoanálisis no considera el síntoma ligado al daño del órgano o la funcionalidad anómala del mismo. En psicoanálisis el síntoma surge como metáfora portadora de un sentido reprimido y es una formación del inconsciente. El síntoma médico, -a pesar de su entrada subjetiva, puesto que el paciente va a decir lo que le pasa y relatar su sufrimiento-, pasa a ser objetivado, medido y registrado para, finalmente, facilitar su tratamiento. Otro tanto se pretende de toda práctica “psi”, incluido el psicoanálisis, es decir, que funcione con los mismos parámetros regulados, con un protocolo estricto de actuación y una evaluación de contenidos a través de la cifra y el dato.
La atención a los números es apenas del siglo XX porque en principio la aproximación siempre fue moral.
Michel Foucault en su curso dictado en el Colegio de Francia entre 1973 y 1974, cita a Françoise Fodéré (1764 – 1835) que imagina que esos hospicios deben construirse en lugares remotos y difícilmente accesibles, a los que el recién llegado bajara se introdujese por medio de máquinas que atravesaran lugares novedosos y sorprendentes dónde los ministros oficiantes usasen vestimenta particular dónde reine el orden, la Ley y el poder.
Foucault compara dichos lugares con el castillo de Las 120 jornadas de de Sade, dónde a diferencia de éste, las jornadas no tienen término para los supliciados, ya que algunos estarán ahí de por vida e incluso cuando una institución cierra, ellos pasaran a otra para proseguir su encierro, de lo que se trata no es de curarlos sino de que no contaminen a la sociedad.
En el informe presentado al ministro del Interior en 1818, Pinel afirma, que en la tarea de cuidar locos, es conveniente:
Un hermoso físico, es decir, un físico noble y varonil, es acaso, en general, una de las primeras condiciones para tener éxito en nuestra profesión; es indispensable, sobre todo, frente a los locos, para imponérseles. Cabellos castaños o encanecidos por la edad, ojos vivaces, un continente orgulloso, miembros y pecho demostrativos de fuerza y salud, rasgos destacados, una voz fuerte y expresiva: tales son las formas que en general surten efecto sobre los individuos que se creen por encima de todos los demás.
La psiquiatría, nacida a finales del siglo XVIII o a principios del siglo XIX, tratará en un segundo momento de conciliar la aparente falta de lógica del proceso de la enfermedad mental, con la teoría evolucionista del progreso.
Se aleja de esta manera, del camino abierto por Berkeley (Ursom 1982) que se enfocaría a crear una psicología sensualista y subjetiva, insisto para tomar un camino moral. Según la tesis de Morel (1857) ( Bastide Op. Cit.), la locura es un fenómeno de regresión hacia formas inferiores de organización física y mental y esa regresión obedece a una intoxicación del sistema nervioso. No se trata ya del problema de un alma enferma o poseída, tampoco el de la pérdida de la razón, sino el decaimiento de una sustancia corporal. Factores como el paludismo o la parasitosis - más tarde la sífilis -, la apresurada vida de la civilización y los efectos de la industrialización (hoy se dice: la agitada vida moderna), serán identificados como causas etiológicas que otorgan significado a la locura, afirmándose que atacan el sistema nervioso central, produciendo degeneración o regresión.
Paradójicamente, la hipótesis de la regresión (no olvidemos que la teoría del progreso que anima ésta tiene mucho de espíritu romántico), no sólo exalta la pérdida de la razón sino hace hasta lo que pudiera considerarse un elogio, una exaltación de las pasiones implícitas en ciertos tipos de locura. La tesis de Esquirol Sobre las pasiones presentada en 1805 hace una crítica a los tratamientos de metafísicos y moralistas que sólo se han llenado de especulaciones:
Los unos y los otros han perdido de vista el verdadero punto de partida; han descuidado el hombre físico y se han lanzado a vanas teorías. Por otro lado, ¡Cuántos trabajos sobre la anatomía del cerebro, sin otro fruto que una descripción más exacta de este órgano, y la desesperante certeza de no poder asignar jamás a sus partes usos de lo que poder sacar conocimientos aplicables al libre ejercicio de las facultades del entendimiento, o a sus desórdenes!
Pinel su maestro, encontrará en las pasiones el origen de la alienación mental. Bouchez hará culminar la neurología en una moral social basada en un espiritualismo cristiano. Esquirol duda finalmente, en atribuir finalmente la enfermedad a las alteraciones del sistema cerebral y curable por medios físicos, tal y cómo ya se mostraba el asunto en el cuadro del Bosco La extracción de la piedra de la locura (circa 1475), o un acercamiento más espiritual que no convierta en máquina al hombre cómo parecería haberlo concebido Descartes. No hemos avanzado tanto desde ese titubeo en la psicología o la psiquiatría y curiosamente en el tratamiento de la locura, los psicólogos se apartan, cediendo el camino a los psiquiatras, concediendo que la enfermedad mental es un hecho biológico que será mejor estudiado y domado por el médico. La depresión − lo escupen las voces de los especialistas en la radio y la televisión − es una enfermedad, producto de un desbalance bioquímico del cerebro. La falta de oportunidades de empleo, de realización personal, el extremo celo de los padres sobre los hijos o su desinterés total de ellos, el miedo que nos causa la violencia creciente en nuestro país, y el individualismo egoísta de nuestra sociedad, son sólo eventualidades sin importancia.
Sin embargo, el poder psiquiátrico − lo ha mostrado Michel Foucault − se presenta como una práctica en la cual la verdad no se pone en juego, más bien, se trata de articular un poder disciplinario a través de un dispositivo aplicado. No se trata de curar al enfermo, sino de controlarlo, aislarlo y hacerlo dócil a un régimen dietético en el sentido más amplio, se le restringe para probar de la vida a su manera. Se le normaliza en lo que es factible, porque siempre seguirá siendo una fuerza rebelde, o se le aparta de la sociedad para no volverlo a dejar entrar.
Audiffred, discípulo de Comte, ve en el individualismo, característico de los períodos de crisis (opuestos a los orgánicos, dónde impera la paz social y la salud mental) la última causa de los desórdenes mentales. También, insistirá en que la subjetividad, la diferencia — ¿Y su contraparte la locura? —, deberá ser eliminada según los preceptos del espíritu positivo:
(...) la felicidad resulta sobretodo de una inteligente actividad, debe, pues, depender principalmente de la afinidad de los instintos afines, por más que nuestra organización no les conceda una fuerza preponderante; puesto que los sentimientos benévolos son los únicos que pueden desarrollarse libremente en un estado social (...)
Ahora bien, entre esa época, que llamaremos período inicial etiológico y la nuestra se puede distinguir una etapa intermedia. Se trata de un período nosológico, con una fuerte inspiración en las ciencias naturales y concretamente en la biología. La preocupación central ya no es tanto el filosofar acerca del origen, sino describir y clasificar enfermedades mentales con el mismo criterio que el botánico o el zoólogo, se trata de un esfuerzo del que Buffon de seguro se sentiría satisfecho. Se ha terminado con la búsqueda de un significado para la locura; en adelante, la estrategia de definición operará por el acento en el negativo de la norma. La taxonomía establecida, permite la instrumentación de estrategias de rechazo social que segregan a los alienados del resto de la población en hospitales. El paso es paulatino, y, como también demuestra Foucault por razones que detalla en su formidable estudio bien conocido Historia de la locura en la época clásica (1964), la enfermedad mental viene a ocupar un lugar dejado por la lepra ante el advenimiento de un acercamiento higiénico médico moderno.
Puede considerarse a Kraepelein el más célebre representante de cierto período intermedio. Discípulo de Wundt, asistente de Flechsig y admirador de Bismark formó la escuela organicista y neuropatológica alemana del siglo XIX cuyo espíritu formalista correspondía a un carácter lógico y riguroso. Lo esencial de su obra se halla contenido en las ocho ediciones del Tratado de psiquiatría que fueron apareciendo de 1883 a 1915 y en el cual, separándose de los criterios esencialmente sintomáticos de sus predecesores, propuso clasificaciones sucesivas y sin cesar completadas de las enfermedades mentales, fundadas en las nociones de evolución y de estado terminal.
A Kraepelin debemos el concepto de demencia precoz, al que confirió unidad y extensión particulares al agrupar tres tipos clínicos principales, la catatonia, aislada entre 1863 y 1874 por Kahlbaum; la hebefrenia, descrita por Hecker en 1871, y una forma delirante, a la que calificó de paranoide. Esta entidad nueva, muy claramente definida desde la sexta edición del Tratado (1899), tuvo rápidamente amplísimo éxito en el mundo psiquiátrico y preparó el camino para la esquizofrenia de Bleuler. La noción de delirio paranoide lo condujo, así pues, a limitar definitivamente el vasto concepto de paranoia a un sistema delirante restringida "durable e imposible de romper, que se instaura con conservación completa de la claridad y el orden en el pensamiento, en la voluntad y la acción".
Fue también él quien dio carta de ciudadanía a la psicosis maniaco-depresiva hasta entonces fragmentada en cierto número de formas clínicas independientes, pero en ningún momento se preocupó por las hipótesis psicopatológicas y se contentó con consideraciones descriptivas y clasificatorias, pensando que estas afecciones eran psicosis de causa "endógena", cuyo origen debía buscarse en la organización interna predisponente de la personalidad.
La marca de diferencia entre este período y el actual se debe al nacimiento del psicoanálisis y a las repercusiones de este discurso en el campo de la clínica. Uno de los aspectos fundamentales de esta nueva aproximación a la locura es la consideración de que no existen enfermedades mentales en los términos descriptivos inútiles del manual DSM IV que se acercan más a la botánica que a la comprensión del hombre, sino posiciones subjetivas vinculadas a mecanismos de relación con el Otro. También, debemos al genio de Freud (Tres ensayos para una teoría sexual, 1905) el descartar el término: degeneración, tan en boga en su época en función de una penetración de los mecanismos subjetivos que conforman las llamadas patologías.
Con el psicoanálisis se descarta, por fortuna, el determinismo biológico hereditario del siglo XIX y se señala el pasaje a nuestra actualidad. Sin duda, han quedado restos de cada una de las etapas anteriores y se puede incluso observar en ciertos sectores de la Psiquiatría una vuelta a modelos biologicistas. Por lo que hace a la Psicología, el fenómeno de la locura es hoy en día abordado desde modelos conductuales, comunicativos, lógicos y discursos antipsiquiátricos que no interesan al presente trabajo.
Si nos importa hacer notar, que la nosología psiquiátrica, fue enfrentada por Freud desde sus primeros abordajes de la locura. La clasificación de acuerdo a síndromes y síntomas, las recomendaciones morales y las terapias constrictivas o de simple contención, no llenaron sus expectativas de tratamiento hacia sus enfermos. La etiología pareció ser siempre la marca que significó la intención en su obra desde los primeros momentos. Parecía importarle más, el encontrar un mecanismo específico por el cual se crea una vivencia delirante. En su escrito intitulado La Neuropsicosis de Defensa (Freud 1894), leemos, por ejemplo:
La defensa contra la representación intolerable tenía efecto por medio de la disociación de su afecto concomitante. La representación permanecía en la consciencia, si bien aislada y debilitada. Pero hay aún otra forma de la defensa mucho más enérgica y eficaz, consistente en que el yo rechaza la representación intolerable conjuntamente con su afecto y se conduce como si la representación no hubiese jamás llegado a él. En el momento en que esto queda conseguido sucumbe el sujeto a una psicosis que hemos de calificar de locura alucinatoria.
Destaca de manera por demás curiosa en este párrafo, que sea precisamente el Yo el agente de la locura, cualquier semejanza con las posteriores concepciones lacanianas, no debe tomarse como producto del simple azar. También es importante en estas líneas, la concepción de que en la locura existe una falta de inscripción de algo esencial, rechazado.
Por otro lado, el antagonismo: esquizofrenia - paranoia, síntesis de una contraposición: desorganización vs. delirio estructurado, tan cara a la psiquiatría alemana, no aparece como esencial al vienés. En la correspondencia de Freud - Fliess, germen de toda concepción psicoanalítica posterior, vemos incluso emerger un concepto más amplio que el de paranoia, retomado de la psiquiatría clásica alemana: dementia precoz.
Lacan por su parte, en el seminario de Las Psicosis (1955-56), cuestiona la denominación de esquizofrenia, de hecho, el término no forma parte del vocabulario lacaniano. Más aún, la mención al término es con motivo de hablar del "dicho esquizofrénico", manierismo común en Lacan que apunta al sarcasmo. Para los lectores no familiarizados con el estilo de este autor es conveniente aclarar que usualmente cuando antepone a categorías y términos establecidos expresiones como: "el supuesto", "el dicho", en realidad pone en suspenso la validez de la expresión a la que se refiere.
Pero, volvamos un poco atrás. El término paranoia tiene un uso muy circunscripto en Kraepelin (Kraepelin 1899), y ocupa un lugar de disimetría con respecto al de esquizofrenia. Podemos ubicar el nacimiento del término paranoia al inicio del siglo XIX. Lo debemos a Griesinger y data de 1845. Es el nombre de una afección llamada primitiva y que como tal no depende de una enfermedad anterior. De ahí será retomado por Kalbaum en 1863 y en un marco de referencia kantiano, en el cual se distinguen, aquellas perturbaciones que involucran a los afectos, de otras que implican los quehaceres del entendimiento y el juicio (Miller 1982 Loc. Cit.). La paranoia en esta división, se encontrará como una afección de estas dos últimas funciones.
Posteriormente, comienzan a multiplicarse las indicaciones sobre las formas secundarias de la paranoia; se hablará de paranoia aguda y la clínica francesa la bautizará con el término de bouffée delirante. Kraepelin en su tratado de 1899 distinguirá de entre los procesos de degradación psíquica: la demencia precoz, la catatonia y las demencias paranoides. A partir de la cuarta edición habrá una rectificación y el término dementia precoz, será la síntesis global de un debilitamiento intelectual general, progresivo e irreversible. Doce años después - 1911 -, Bleuler se refiere a esta enfermedad con el término de esquizofrenia.
Así pues, la definición del término dementia precoz en un período de aproximadamente 15 años, quedará desplazado por el concepto de esquizofrenia. Miller (1982), ha opinado que se trata de una reformulación, en el que la influencia del psicoanálisis, es el estímulo que hará surgir una corriente de respuesta opositora que finalmente se impone. El hecho no nos extrañaría en absoluto, la historia podría ser similar a la del establecimiento del término autismo, que habría devenido de autoerotismo. En este último caso, la nueva denominación evade las consecuencias teóricas y clínicas del asunto .
El debate entre los términos paranoia, esquizofrenia y dementia precoz no se cierra, sin embargo, tan fácilmente. La amplia discusión de esos términos, es una polémica de fondo que será el inicio de un reposicionamiento respecto a la locura. La esquizofrenia bleuleriana impuesta ya totalmente después de la 2ª Guerra Mundial se generaliza - no por azar - con la diáspora freudiana. Sin embargo, los franceses conservaran la división entre la dementia precoz y la esquizofrenia. El mismísimo jefe de Lacan en el internado, su maestro Claude, conservaba la idea de que la primera era una denominación más general y llamaba a las esquizofrenias: esquizoidías. Las aproximaciones de terapéutica psiquiátrica ligadas a estos fenómenos tomaron con el tiempo diversas formas, se intentaron los choques eléctricos, soluciones extremas como la lobotomía y recientemente, merced a una nueva generación de neurolépticos, se ha reducido el delirio y las manifestaciones de depresión y suicidio. Desgraciadamente, es común encontrar entre el mundo médico, cierta certeza de que estos padecimientos son irremisibles en la mayoría de los casos y que lo único que habría de esperarse del tratamiento es, un control no siempre eficaz.
Pero el asunto esencial para nosotros los psicoanalistas es dejar de lado cualquier intención moral y diría hasta correctiva, lo que importa es tocar la verdad del sujeto, aquello que está oculto tras el síntoma. Esa acción que encauza prácticamente toda la psiquiatría biologicista va en la misma dirección que todo el movimiento social capitalista de nuestro tiempo, el sujeto debe trabajar, no salirse de la norma y ser igual a los otros, si no hace esto es una criatura heterogénea, disfuncional, anormal, y si no se le puede corregir, mejor que esté muerto, importa que se una a esa lógica de producción de bienes y plusvalía. Ese término que descubrió Marx y que habla de cómo entre el coste de producción y la venta al público se produce una diferencia que deviene diferencia de clases sociales, pues los propietarios de los medios de producción se quedan con ese plus. En las mismas universidades, hoy en día el sujeto y su relación con el saber… los programas de estudio se justifican en torno a la obtención de competencias. En el caso de la psicología en nuestro país se busca que ésta se lleve a cabo, desde un punto de vista objetivo y frío, que pretende hacer ciencia, a los conocimientos obtenidos de la estadística y el laboratorio. Que se ocupa de la llamada Educación sexual muchas veces, pretendiendo que es algo que debe aprenderse de un libro, o a través de la pedagogía, cuando el asunto pasa – más bien – por intercambio de sudores y revolcones, pasiones y el loco amor. El Logos en este tiempo substituye al mito, y pretende negar el inconsciente, es un movimiento muy grave que no dejará de tener consecuencias.
Si el modernismo y el progreso de la técnica puede ser representado metafóricamente como una cultura del ojo que privilegia la mirada y la búsqueda de la representación objetiva sobre la subjetividad, puede decirse que ninguna figura expresó mejor el trauma y el éxtasis de la liberación de esa racionalidad positivista con tanta fuerza en el siglo XX como Georges Bataille. Sin duda nadie trabajó más por el destronamiento de la filosofía del ojo como él, en demostrarnos que esa es sólo la superficie y en el fondo somos politeístas, paganos y perversos.
Voy a darles dos ejemplos, sin embargo, de que detrás de esta lógica se mantiene un movimiento muy diferente.
que quizá les sorprendan porque casualmente parecen estar muy alejados de lo que hoy es la clínica.
Habitualmente se considera a la psicosis un fenómeno de excepción. Pensamos que no es así, quienes sostienen el criterio de que la normalidad se acerca más bien a la estructura neurótica, pasan por alto la más elemental lectura de los acontecimientos históricos que podría ser refutado con la simple lectura de Suetonio.
Podemos mencionar más específicamente el delirio de Nerón o de Calígula, las atrocidades de Vlad Tepes, Alfonso IV de Portugal, Pedro el Cruel de Castilla, Catalina de Rusia, en tiempos más modernos el acontecimiento del Holocausto y los siniestros personajes que lo animaron, la voracidad y crueldad de Stalin quien en nombre de una causa trascendente, cazó a sus adversarios, aplastó la ciencia y la cultura de un pueblo, la guerra norteamericana del Golfo Pérsico, y los actuales signos de terrorismo islámico originalmente propiciados por los EUA, son signos de que la locura ha corrido sin trabas. Incluso el neoliberalismo y el impulso ecocida de nuestro hipercapitalismo, son parte de una misma enajenación que compromete el futuro de las próximas generaciones y que no se considera locura cuando habría mil motivos para que si fuese considerada así.
Todos estos son sólo algunos ejemplos llamativos e irrefutables de un tiempo que vive las consecuencias del final de la historia que ya nos había adelantado Dostoievski y en el que el sujeto no tiene ideales, no tiene patria, ni vive para el mañana, sino que sólo está en pos de la satisfacción de sus más elementales necesidades sin pensar en el futuro, viviendo un presente infeliz y de resentimiento que sólo es tolerable en nuestros tiempos con la televisión, y el vómito río de información del internet que impone sus objetos y formas de deseo o la religión que busca sancionar como justo el orden de las cosas en la Naturaleza y promover una moral de sacrificio.
Estos ejemplos, por demás llamativos, hablan también, de que bajo ciertas condiciones ⎯ ¿sociales? ⎯, dicha locura puede ser sancionada como justa, normal o al menos tolerable, por el grueso de la población.
Voy a ofrecerles otros ejemplos de locura socialmente aceptada. La teoría jafética marrista tuvo cierta popularidad como una concepción verdadera del origen del lenguaje en la Unión Soviética. En ella se establecía que todas las lenguas del mundo tenían un origen común y se basaban en el sostenimiento de que el origen jafético había derivado en las lenguas caucásica, sumérica y vascuence (hoy se discute que el origen verdadero del etarro sería africano). Esta concepción evolucionista del lenguaje se presentó a sí misma como la primera teoría lingüística marxista y por tanto científica en su momento.
También en la misma Unión Soviética tuvo lugar el caso Lysenko en el que un agrónomo marxista afirmó haber hecho descubrimientos agrícolas que podrían mejorar el rendimiento de las cosechas. Sus teorías, en ocasiones confusas, se basaban en la noción de una falsa de "herencia de caracteres adquiridos" (lamarckismo) combinada con diversas formas de darwinismo. Con un procedimiento que mezclaba la vernalización y la hibridación, recomendaba "instrucciones prácticas" para mejorar la producción agrícola, por ejemplo enfriar el grano antes de sembrarlo. En líneas generales, Lysenko afirmaba que las plantas podían ser modificadas únicamente por el ambiente, sin tener en cuenta su herencia genética. Dado lo erróneo de sus teorías, los resultados negativos de estas prácticas que llevaron a inmensas pérdidas económicas agrícolas no eran los ampliamente publicitados o no se mantenían en el tiempo. Stalin respaldó y promocionó las ideas de Lysenko como una prueba científica de la infalibilidad de la teoría marxista. A nivel ideológico, el lysenkoísmo venía a "apoyar" los postulados marxistas acerca de la moldeabilidad de la naturaleza humana más allá de lo que impusiese la herencia genética.
Se confiaba en que la aplicación práctica de estas teorías, solucionaría el problema de desabastecimiento alimentario que sufría el pueblo soviético y lo único que se logró es un desplome en la producción agrícola y un retroceso en la investigación científica en el campo biológico.
La identificación de las teorías lysenkoístas con el régimen soviético fue total: se convirtió, de algún modo, en la "ciencia soviética". Lysenko publicaba sus "descubrimientos" no en publicaciones científicas, sino en medios genéricos de alcance popular. Llegó a convertirse, durante más de treinta años (entre finales de los años 20 y mediados de los 60) en la única voz autorizada de la ciencia agrícola en la URSS, influyendo directamente en las decisiones políticas.
Su poder era tal, y su personalidad tan extrema, que convirtió en prisioneros políticos a numerosos científicos opuestos a sus teorías, algunos de los cuales murieron en los gulags y en las cárceles. La genética se convirtió, de algún modo, en "enemiga" del mundo obrero, y el ADN (cuando fue descubierto) fue tomado como una superstición ideológica de los medios occidentales. El lysenkismo tuvo acogida en muchos países del Bloque del Este, China y algunos países orientales hasta la muerte de Stalin y un poco más de eso, y ha sido identificado por algunos como parte de las razones del quiebre económico de la Unión Soviética.
Un ejemplo más contemporáneo llamativo por su inmensa popularidad, es el de la Iglesia de la Cienciología de Ronald L. Hubbard que en un momento dado llegó a tener 4 millones de seguidores entre los que se encontraban hasta hace poco: Tom Cruise, Dustin Hoffman, Oliver Stone, Chick Corea, Larry King, Mario Puzo, Aaron Spelling, Gore Vidal y que en la cúspide de la pirámide inmensa de creyentes propagó la existencia de un contacto extraterrestre y contacto con un dictador universal de nombre Xenú.
Otro ejemplo quizá más cercano a nosotros, también en EUA se cuenta que ha habido un número de 5 a 6 millones de abducidos por OVNIS que tienen testimonios de sus contactos con aliens que los secuestraron, estudiaron, operaron y hasta implantaron dispositivos en sus cuerpos antes de devolverlos a la Tierra.
¿A qué se deben estos casos de lo que podríamos llamar una locura, un delirio colectivo? Ya desde los tiempos de Whilhelm Reich, luego con Marcusse y hasta llegar a Zizek, podríamos culpar al capitalismo tardío de estos fenómenos, sin embargo parece más justo decir que la locura corre desde hace mucho más tiempo en la civilización. La psicosis no depende de un determinado modo de producción económica, aunque habría que reconocer también que nuestro tiempo mueve a la deshumanización y al descuido del bienestar colectivo a favor del desarrollo de los intereses de las grandes empresas ¿Pero entonces las psicosis son o no parte de un determinado estadio económico o social? Volveré sobre el tema.
Y otro más:
Cómo menciona Mickelman en el mundo médico y psicológico, el nombre de “histeria” ha ido dejando de aparecer como un padecimiento con derecho propio, aún y cuándo ha sido una aflicción de la que se tiene noticia desde el antiguo Egipto. El mundo médico contemporáneo ha establecido dudas sobre el hecho de que sea una unidad que conforme una enfermedad. Incluso el universo psicológico ha tomado estos parámetros empíricos para negar y rechazar la existencia de la histeria Y hasta Thomas Szasz ha afirmado que no es más que una superchería, un mito construido.
¿O puede ser que la histeria es un mal suprimido como en el caso de la viruela que fue anunciada como erradicada por la OMS en 1988? El término histeria en el DSM V no aparece, no tiene lugar, sí existe la clasificación trastorno de síntomas somáticos, y se concede atención a la clasificación china Shenjing shuairuo que podría traducirse como neurastenia en occidente, y también se menciona el termino hindú ashaktapanna, o el japonés shinkei-suijaku. También entre las clasificación más cercanas a los síntomas de la llamada histeria, encontraríamos: Trastorno de stress agudo, con ansiedadmixta y estado de ánimo deprimido. O bien el: Trastorno relacionado con traumas y factores de stress no especificado. Como señala Scull el término histeria adquirió una connotación desagradable de cierto desprecio hacia el paciente y de cierta irrealidad de sus síntomas. Todo esto reforzado por el hecho de que en países como EUA, en 1970 la mayor parte de los psiquiatras que trabajaban en los hospitales habían tenido entrenamiento psicoanalítico, pero 15 años después el panorama había cambiado completamente al ocupar esos puestos psiquiatras adheridos a las neurociencias y que también estaban tocados por los enfoques cognitivos y conductuales .
El personaje de Don Juan, podemos tomar la versión que el lector guste (sea: Tirso de Molina; Zorrilla, Dumas, Pushkin o Kierkegaard), revela dramáticamente este hecho. Tras de la inmolación estética y ¿por qué no?... sacrificial, de sus amantes, en él no hay una saciedad de la crueldad, sino desdicha e insatisfacción. Lo que persiste es una cierta circulación económica sin satisfacción de la pulsión sexual, que da cuenta de la insuficiencia de uno, otro y cualquiera objeto para satisfacer al protagonista. Uno podría preguntarse, ¿comparadas sus víctimas, con quién? ¿qué profundo dolor aqueja a este hombre que el amor de todas estas mujeres no le alivia? ¿ante quién tiene que demostrar la fuerza de sus conjuros, su poder de seducción?. Un discurso siempre se sostiene en relación con un interlocutor. En el caso de Don Juan, detrás de la pirotecnia de su encanto, podríamos decir que – suponiendo al personaje como objeto de análisis – se encuentra petrificado en el deseo de la Madre. Una y otra mujer no hacen sino ratificarle que ninguna de ellas es como su progenitora, el hueco de su ausencia aparece ante él como un cráter descomunal y vacío. El descubrimiento fundamental del psicoanálisis, expresémoslo de otra manera, es que nada en el hombre es "natural", el lenguaje específicamente humano, ambiguo, fuera de lógica, metafórico y a la vez refulgente lo demuestra y la sexualidad no queda a salvo de la regla. En los seres humanos, no hay períodos de celo como en los animales, también hay una falta de liga natural con el objeto sexual que excede los ideales de cualquier moda. Así pues, la esencia de la sexualidad en el hombre es perversa, esto no es un juicio moral, nos atenemos a la raíz latina: per - alrededor; ves - vereda - camino. en este sentido puede comprenderse la frase que tanto horrorizó a los contemporáneos de Freud: el niño es un perverso polimorfo. Digamos un pequeño animal ávido de experimentar múltiples formas de satisfacción, ya sea oral, anal, fálica, etc. Pero más allá... quizá sigamos en algún punto siendo siempre niños, siempre perversos. Este camino del psicoanálisis largo y difícil, pero el único posible para algunos, lleva al encuentro con la propia historia, a la oportunidad de reconstruir el presente comprendiendo las lecciones del pasado; a suprimir la deriva de inmolación, de autodestrucción que fue llamada por el creador del psicoanálisis: compulsión a la repetición. El psicoanálisis, desde sus comienzos, ha estado destinado a cambiar la perspectiva de comprensión de todo aquello que es humano. La lectura de una obra literaria, por poner sólo un ejemplo, alcanza nuevas significaciones, algunas de proyecciones sorprendentes, que incluso pudiesen considerarse ajenas a la intención original del autor. Es ineludible que el lector psicoanalista, psicoanalizado, se pregunte ante una obra: ¿Pero: qué me quiere decir el escritor? Se adquiere una relación de intimidad, de asunción de la subjetividad de una obra, hasta antes desconocida. El producto estético, se transforma en: documento que trasciende la buena forma, que rompe las reglas del buen observar y del leer bien (¿leer el bien?), tan propia del crítico de arte. El psicoanalista irreverente, se atreve a decir del texto con audacia, a tocarlo, a interpretar, que es lo mismo que decir: transformar. El análisis literario que éste realiza, supone que más allá de un autor, se encuentra el discurso por el que éste es hablado y no me refiero aquí al discurso social o histórico, sino al discurso del Inconsciente, uno que como hemos visto, no es del todo social. En resumidas cuentas, el inconsciente pide ser escuchado de mil maneras y hay que oírlo. Una lectura psicoanalítica supone que hay una argamasa común de la que estarían hechos los seres humanos y que estaría formada por la angustia, no cualquiera, la angustia ante su propio deseo. Es esto, quizá, lo más intragable para los críticos del psicoanálisis. Agreguemos de pasada que, más allá de la terapia, el psicoanálisis ha demostrado ser útil para problematizar asuntos pedagógicos, psicológicos, y es aplicable como método de estudio e interpretación de mitos, hechos biográficos e históricos. Finalmente es también una reflexión filosófica a fin de cuentas sobre el hombre y su quehacer que va al fondo de su esencia, que es la de ser siempre otro. En este último rubro se inscriben las llamadas obras de pensamiento social en Freud, mala denominación para trabajos como "Tótem y Tabú", "Psicología de las masas y análisis del Yo" y "El malestar en la cultura". Y digo que es una manera errónea de nombrarlas, pues el hombre nunca es un individuo inmerso en su soledad y en contraposición con lo social. Esas antinomias son restos execrables de un pensamiento que ve como opuestos lo psicológico y lo social, extimidad e intimidad, pensamiento y acción, ustedes y yo. El poeta Rimbaud lo expresaba poéticamente: Yo soy Otro. Es bastante común, entre la gente que se acerca a la terapia, la pregunta por las diferencias entre un psicólogo, un psiquiatra y un psicoanalista. A mí particularmente, esa pregunta me habla de que la proyección nacional de la imagen del psicoanálisis y los psicoanalistas es difusa y pobre. Les ahorraré al lector, el recuento de nombres y de posiciones diversas de los psicoanalistas. Tampoco hablaré de las vicisitudes del psicoanálisis en México que se inició bajo la formación de un reconocido maestro como Erich Fromm y que en su camino decidió cambiar aspectos fundamentales de la teoría, hasta el punto de sostener otra teoría que no conserva ya la marca freudiana y, sin embargo, se ha erguido al público con el nombre de psicoanálisis. Queda también pendiente para una futura historia del psicoanálisis en México, la descripción del giro que el psicoanálisis ha dado, en función de la enseñanza de un maestro como Jacques Lacan que para algunos es quien ha sido el artífice de una nueva fundación del psicoanálisis. Me parece del todo exagerado (y más bien sostengo la tesis contraria), decir que la obra de Lacan, es una teoría nueva al punto de abolir las ideas del fundador. Considero que - desde mi particular punto de vista-, efectivamente, nos brinda una nueva dimensión y punto de vista sobre el dispositivo analítico en el contexto de los nuevos planteamientos de disciplinas tales como: la antropología, la filosofía, la lingüística, la investigación literaria y las matemáticas. Si queremos señalar aquí, el problema de la formación de un analista y de la autorización de un clínico como psicoanalista. Estas complicaciones sobre la llamada autorización de un analista, están a debate. Existen en México más de cinco grupos de analistas (Mencionemos sólo: La Asociación Psicoanalítica Mexicana, La Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, El Círculo Psicoanalítico Mexicano y Sociedad Mexicana de Psicoanálisis) que se han asociado e incluso establecido reglas para sus miembros que regulan la pertenencia al grupo, sus líneas y formas de trabajo. También hay otros psicoanalistas que se llaman a sí mismos analistas sin pertenecer a un determinado grupo y que incluso, muestran cierto orgullo de no formar parte de algún lazo institucional. Por otro lado, hay charlatanes e impostores que han aprovechado este panorama confuso para validar su práctica y nombrarla analítica. Todos estos problemas, historias que valen una y mil novelas, pueden proporcionar al estudioso de la historia del psicoanálisis, más de un dolor de cabeza. Es perfectamente posible que un estudiante de psicoanálisis se enganche a hablar en una jerga psicoanalítica, obtenga un título universitario y se crea psicoanalista. Hemos visto a alumnos de maestrías, especialidades y cursos superiores, o viajeros formados en Argentina, terminar sus estudios de teoría y empezar a publicar, dar clases, pero quizá lo más grave, empezar a ver y tratar pacientes sin hacer una práctica de un análisis formal. No es una situación que sólo encontramos en el contexto nacional. Con dinero, una beca o los ánimos de trabajar duro, se puede ir a Inglaterra, París o España, jamás pasar por un análisis en forma o hacerlo como un simple trámite para ostentar el título universitario como una licencia que autorice a trabajar en la clínica... no por sabido debe callarse y creo pertinente recalcarlo: el analista se hace analista solamente por el paso por el propio análisis. El análisis sólo se aprende en la pasaje por la propia experiencia. No podemos más que lamentar que se piense en el psicoanálisis como un oficio que puede adquirirse solamente a través del estudio o la vinculación con la teoría. No se dedica uno a este "oficio delirante", como a cualquier otra vocación. Nos lleva al psicoanálisis nuestra propia chifladura, nuestras pasiones, el deseo de dejar de sufrir y comprender. Decía mi maestra Marie Langer que el psicoanálisis sirve para comprender y dejar de mentirnos, o por lo menos no mentirnos tanto.
¿Sólo acuden adultos a consulta? No. Es aplicable a niños y jóvenes con problemas emocionales con algunas variantes técnicas que aseguran su eficiencia. No se necesita saber nada de teoría para entrar en un proceso analítico.
El Psicoanálisis puede ser de gran ayuda:
A quienes sufren de estados de ansiedad o tristeza.
A quienes luchan contra obsesiones o temores irracionales.
A quienes padecen de inhibiciones en el terreno sexual, laboral o social.
A quienes presentan conductas adictivas (alcoholismo, farmacodependencia, etc.)
A quienes padecen las llamadas enfermedades psicosomáticas (Neurodermatitis, úlcera péptica, colon irritable, asma, anorexia y bulimia, hipertensión arterial, etc.)
A aquellas personas que no logran sentirse satisfechas por sus logros, fracasan repetidamente en su proyecto de vida, o se ven atrapadas en relaciones destructivas.
A quienes han sufrido una crisis vital que les replantea su mundo (un matrimonio, un divorcio, una separación, cambio de profesión, la muerte de un ser querido, etc.)
jueves, 31 de agosto de 2023
domingo, 11 de junio de 2023
domingo, 14 de mayo de 2023
Jazz y psicoanálisis. Julio Ortega B.
Judith Butler, se plantea en su trabajo: Fundamentos contingentes: el feminismo, la cuestión del “Postmodernismo” , si hay acaso una época que pueda denominarse como tal. Se pregunta qué significaría exactamente este término, para la teoría social, o el feminismo. También se pregunta si no es un término adoptado para comodidad de quienes hacen crítica al sujeto o al análisis discursivo, que estarían aplicando un concepto estético a otras categorías no compatibles.
Más aún, Bruno Latour escribió también, en 1991 un libro llamado Nunca fuimos Modernos. Ensayo de una antropología simétrica , dónde platea que para los modernos era importante definirse como humanistas, pero este ideal nunca llegó a alcanzarse, llegándose a constituir instrumentos operativos y máquinas sociales que actúan en pro de la performatividad de ideales que dejan al bienestar del sujeto de lado, cuando no lo desaparecen.
Este asunto ya lo había previsto Tolstoy quien afirmaba: Vivimos en una época en que el arreglo de la sociedad es malo y un pequeño número de gentes ejerce el poder sobre la mayoría, oprimiéndola, y cada victoria que se logre sobre la Naturaleza inevitablemente incrementará el poder de esa opresión. La cita se encuentra en un libro de Aldous Huxley intitulado: Ciencia, libertad y paz, escrito en 1947 . Allí reflexiona sobre la evolución de la tecnología y su legado para el desarrollo humano, advirtiéndonos que el dominio de la naturaleza no necesariamente trabaja a favor de nosotros. Que el hombre tenga la capacidad de viajar más lejos, le ha compelido a hacerlo; los adelantos de la medicina han propiciado la sobrepoblación; la mayor abundancia de bienes físicos (bañeras, automóviles, computadoras, televisores, etc.) ha expandido el hambre de posesión de dichos bienes.
Se ha idealizado el materialismo vulgar y han cambiado los ideales hacia deseos sin freno de éxito personal y de acumulación de bienes, que raya en la venta de exprimidores de limones que llegan a costar 5 mil pesos por Amazon, o en el deseo de cambiar de auto cada 4 años cuando los motores siguen siendo los mismos en un modelo determinado hasta por 30 años, eso sí, siendo programados para ser descartados con el tiempo, por los fabricantes de las grandes compañías automovilísticas. Y además otro absurdo, para qué fabricar automóviles que llegan a correr los 200 kms o más, cuando en las calles de nuestras ciudades no puede caminarse a más de 40 kilómetros.
En un libro anterior, El fin y los medios escrito diez años antes, hace una crítica a nuestro mundo capitalista diciéndonos que: En Occidente, a la mayor parte de la gente se le ha hecho indispensable leer sin objeto, escuchar sin objeto, ir a ver films sin objeto, oir música sin objeto, el cerebro de los jóvenes se ha embrutecido gracias al reggetóon y las redes sociales, transformándose todo esto en inclinaciones equivalentes al alcoholismo y a la morfinomanía. Las cosas han llegado a un punto que existen varios millones de hombres y mujeres que sufren angustias verdaderas si se les impide durante algunos días, y aun durante algunas horas, leer los diarios, escuchar la música de las radios, o entrar a los cinematógrafos. Como los que toman droga, tienen que satisfacer su vicio, no porque satisfacerlo les signifique un placer activo, sino porque de no satisfacerlo se sienten dolorosamente subnormales e incompletos.
Estos comentarios los hizo en una época muy lejana de los Smartphones, el Internet y los juegos de video de esta tiempo, bautizado como Posmodernidad por Arnold Toynbee y popularizado el término por Lyotard hace unos 35 años, dónde también hacía una crítica hacia la Modernidad no alcanzada, de hecho, y definía la Posmodernidad como el fracaso del humanismo y la invasión de nuestra cotideaneidad por la máquina, al grado que nos es indispensable, nos seduce y nos aplasta.
La posmodernidad difícil de definir, es un término que invocó el historiador Arnold Toynbee para oponerlo a la modernidad que aún sostenía los ideales de la Ilustración como, verdad, objetividad, racionalismo, pragmatismo, antropocentrismo, y la noción de progreso como valores universales.
Para la postmodernidad no hay metarelatos. Jameson por otro lado, indica también que la posmodernidad no es un estilo sino un modo de producción capitalista específicamente que sostiene la arrogancia de la superación del proyecto modernista. Es un producto híbrido, polimorfo, dónde la forma priva sobre el fondo, caracterizado un individualismo insolidario y narcisista.
La investigación científica se usó para contestar preguntas que habitualmente se respondían desde la religión. Frederic Jameson nos dice que la Modernidad empezó en el siglo XVI con el Concilio de Trento y que el Barroco es el primer período secular. Dufour liga el arranque de esta etapa al descubrimiento y conquista de América. Habría que preguntarse si el inconsciente existía entonces, seguramente no, su invención es posterior y cómo un efecto de protesta contra el control de estado, dónde su existencia aseguraba la permanencia de un espacio íntimo, intocable. El mérito de Freud ha sido revitalizar el gnothi seauton (conocerse a sí mismo) y vincularlo a la epimeleia heautou (cuidado de sí mismo) que habían sido olvidadas desde los griegos, reviendo la mayéutica socrática.
Según Dufour , lo propio del pensamiento de la modernidad, es ser crítico, acometer contra todo, incluso contra sí mismo. El jazz surge como una protesta a la cadena del blanco en América.
Se trata de una decadencia de la figura paterna, pero también de los símbolos asociados a ella. Ya Lacan había dicho del capitalismo: “El discurso capitalista es locamente astuto marcha sobre ruedas no puede ir mejor. Pero, precisamente, va demasiado rápido; se consuma. Se consuma tan bien que se consume”.
El blues nació de una rica cultura afroamericana del sur en la que casi todos los aspectos de la vida iban acompañados de música: las dulces nanas, las canciones de trabajo, los gritos del campo, los cantos de los presos encadenados, los cantos religiosos, las canciones de funeral y los evocadores gritos de llamada, no verbales en forma de lamentos y gemidos tan evocadores que siempre han constituido el nuleo de la expresion musical africana. En suma lo que se buscaba es un movimiento de liberación y de poesía.
En los últimos cincuenta años, los cambios tecnológicos se aceleraron exponencialmente hasta situarnos en una nueva época que no tiene paralelo con la tradición histórica hasta ahora vivida y que plantea nuevos problemas que hablan de un replanteamiento de nuestra concepción del hombre que le hace despertar en una realidad diferente que incluso cuestiona lo humano mismo. Asistimos a una nueva forma de entender el trabajo, el ocio y el papel del individuo en la sociedad.
En términos generales, las personas se dividen en dos grupos: quienes aman el jazz y quienes no soportan escuchar esa música. El jazz es un reto a nuestras convenciones, a la simetría, a todo lo que es fijo, a las emociones y a los sentimientos. Esa música lo transmuta a uno, lo descompone en mil pedazos y lo recompone. Se puede decir que lo más fijo y constante que tiene el jazz es que cambia todo el tiempo. Todo esto que estoy diciendo me recuerda mucho la práctica psicoanálitica que busca la liberación de los sentimientos más sumergidos del sujeto para que a través de ese flujo poético se realice una sublimación y una comprensión profunda de nuestra historia.
Científicos que investigan los efectos del jazz en el cerebro y buscan el origen neurológico de la creatividad de los músicos de jazz confirman lo que los amantes de esa música saben desde hace tiempo: que tiene un efecto poderoso en el cerebro, tanto en el que escucha como en quien –por supuesto– lo toca. El jazz agudiza la concentración, aumenta la creatividad y refuerza rasgos como la valentía, el liderazgo, la innovación y la adaptación a situaciones nuevas. El hecho de escuchar los ritmos sincopados del jazz estimula la zona de creatividad del cerebro, que busca nuevas ideas y conocimientos, así como soluciones a viejos problemas. Dicho de otro modo, lo que sucede en el cerebro cuando se escucha y cuando se toca jazz tiene efectos positivos en la forma en que afrontamos la vida.
El jazz actual, en especial el llamado “jazz nórdico y el jazz escandinavo”, es más masculino y decir esto así es arriesgado, en esta época inclinada a la ideología de género. La idea generalizada es que los músicos que tocan jazz, sean mujeres o hombres, son personas más inteligentes y con una mayor capacidad de estudio, que les permite combinar un pensamiento creativo y un intelecto rápido que cambia todo el tiempo.
“Jazz” es una breve palabra para muchos estilos. Desde el “blues” negro de Misisipi al “ragtime” de Scott Joplin, orquestas de “dixie” de Nueva Orleans, Louis Armstrong, Duke Ellington y hasta orquestas de swing de los años de la gran depresión en Estados Unidos. Entre ellos, Count Basie, Benny Goodman, Glenn Miller. El jazz sigue con el complejo bebop de Dizzie Gillespie y de Charlie Parker. Y pasa por las grandes cantantes como la diosa Billy Holyday, Ella Fitzgerald y Sara Vaughan. Los “oldies” de Ella y de Armstrong, Sinatra, el jazz sereno de Dave Brubeck, el siempre avantgard Miles Davies y el intenso Bill Evans. La bosa-nova de Carlos Jobim y de Stan Getz. Hasta los nuevos artistas como Eberhard Weber, Keith Jarrett, Tore Brunborg, Lars Danielson, Rainer Brüningaus o el místico Terje Rypdal. Yo tuve la experiencia de presenciar a Bill Evans, Oregon y Chick Corea entre otros. En síntesis, muchísimos y muy diferentes todos.
Pregunta: ¿Entonces, por qué a veces el jazz suena como a gritos estridentes?
Respuesta: Hay quienes dicen que es un arte adquirido. Hay que entrar en ello, profundizar en los diferentes estilos del género y ver qué nos llega al corazón.
Peter Sloterdijk, en su libro La herencia del Dios perdido ha realizado una investigación curiosa sobre el espíritu humano en nuestra era en la que Dios habría muerto, pero se conserva desde el otro lado de la barda, en la obscuridad, mirándonos con recelo. Porque su tesis es que el hombre vive hoy en una sociedad excéntrica sin lugar para la individualidad, en la que queremos mostrar a nuestros semejantes a quien amamos en el Facebook, nos relacionamos sexualmente de una manera fácil a través de las redes sociales e intentamos matar la soledad con el espejo de la apariencia. No hemos matado a Dios, sino que lo mantenemos oculto como un Superyó exigente, gozoso.
Hubo un momento en que teníamos la religión y nuestra vida era concéntrica, conforme con el cosmos, el Nirvana, pero a partir de cierto punto, el hombre se experimentó como un ser que no tenía relación con lo no proporcional y se individualizó. Un día los hombres, dejaron de colocar a Dios por encima de todas las cosas, y los hombres para seguir el ejemplo de Satán y se eligieron a sí mismos como objeto de amor. Esta idea es también la que atraviesa, en parte el argumento de la conocida novela de Neil Gaiman : American Gods, dónde los dioses antiguos luchan contra los nuevos dioses mecánicos, para al final se descubra que unos y otros dioses son personificaciones de los mismos mitos.
La marcha tecnoindustrial agudiza las diferencias materiales y oscurece nuestro futuro barbarizando cada día más nuestra cotidianidad. Cada día hay más ricos y mucho pero mucho más pobres, la sociedad se ha ido volviendo una máquina loca de ingeniería en la que el ser humano no cuenta ya y la naturaleza está siendo devastada, siendo amenazado nuestro planeta tal y cómo lo conocemos, modificando su clima, sus recursos, y provocando la extinción de las especies naturales.
Stéphane Hessel al final de su vida, en su libro testamento Indignez-vous , se encolerizaba porque hoy el Estado dice que no puede hacerse cargo de la salud y la educación de todos sus ciudadanos. Señalaba que los progresos conseguidos por la libertad, la competición, la carrera por el “siempre más” pueden constituirse también en un huracán destructor. Decía que no es claro que nuestras democracias estén operando a favor de los derechos de los ciudadanos, que no hemos sabido qué hacer para cuidar nuestro medio ambiente, y que la amenaza de los sistemas dictatoriales no está completamente erradicada. Subraya que la indiferencia es la peor de las actitudes posibles y que el egoísmo que dice “yo no puedo hacer nada, yo me las arreglo”, no puede llevarnos sino a una catástrofe y a otra.
Con más entusiasmo cada día se habla de la Inteligencia artificial, comparándola a la inteligencia humana. Se habla una y otra vez de la integración de la máquina con el hombre en el siglo XXI y la resolución de los problemas de salud, hambre y sociales merced a la tecnología de la información, la robótica y la nanotecnología.
Para los fanáticos del avance tecnológico, habría que recordarles que la reproducción de las máquinas no es sexual sino tecnológica, mecánica. La sexualidad es el medio por el cual el hombre se reproduce y se vincula, todo lo demás es una consecuencia de esto. Pero también, la sexualidad en el hombre es lo que marca la discontinuidad del ser, la necesidad del prójimo, con el corolario del fenómeno del placer que no es necesariamente un aliciente para la reproducción de la especie, sino un inefable que marca a los sujetos humanos y les induce a la repetición de lo incomprensible del sagrado goce sexual. El fantasma de la máquina sustituyendo al hombre es muy antiguo, y tiene muchos antecedentes, entre ellos, el mito medieval y judío del Golem, pero una máquina jamás podrá pensar como un humano porque no tiene inconsciente, no puede asociar libremente y sobre todo porque su existencia no está marcada por los significantes: vida, muerte, sexualidad y deseo.
Inteligencia es para los tecnócratas, acumulación de información y toma de decisiones según una cierta lógica positivista. En un artículo publicado por Nicholas Carr intitulado: ¿Qué le está haciendo internet a nuestros cerebros? ¿Está Google estupidizándonos? , sintetiza algunas de sus ideas publicadas en su libro: Superficiales .
Retoma las ideas del una vez polémico y hoy casi olvidado Marshall MacLuhan respecto a que los nuevos canales de comunicación no son simplemente medios pasivos sino activos que van conformando y modificando nuestro método de pensamiento. Según este académico, que fue un crítico acérrimo de los medios electrónicos y que enfocaba sus argumentos en la televisión, sin imaginar lo que vendría después, “el medio es el mensaje”. Esto implicaba que la información no era simplemente transmitida a través de un medio más efectivo que haría más fácil su transmisión sino que esta tecnología tendría como destino adormecer nuestros sentidos y convertirnos en sonámbulos. La tecnología no es sólo una herramienta inerte sino un medio que socaba cualquier capacidad de reflexión.
McLuhan imputaba a los medios electrónicos su carácter no lineal, repetitivo, que obran más por argumentación analógica que secuencial. Merced a esos medios “nos convertimos en lo que contemplamos”, en otras palabras: “modelamos nuestras herramientas y luego éstas nos modelan a nosotros”.
Gran parte de lo que McLuhan tenía que decir, cobra mucho más sentido ahora del que tenía en 1964 y, mientras sus obras han permanecido en la sombra, la verificación de sus profecías y análisis empezó a manifestarse en MTV, el Internet, las empresas de compras por televisión, las televisones multichannels y la propaganda que llevó a Trump a la presidencia de EUA, tecnologías que había intuido pero que no vivió para verlas.
Nos dice Carr que el internet es una mesa en la que se sirve un banquete tras otro, en los que cada plato es más apetecible que el anterior, sin apenas recuperar el aliento para entre bocado y bocado.
Nos dice Robert Dany Dufour que si en la sociedad moderna la patología prevaleciente era la neurosis producida por la represión, las patologías que hoy se difunden epidérmicamente tienen un carácter tipo psicótico-pánico. La hiperestimulación de la atención reduce la capacidad de interpretación secuencial crítica, pero reduce también el tiempo disponible para la elaboración emocional del otro, del cuerpo del otro y del discurso del otro, que busca ser comprendido sin lograrlo.
Los modelos informáticos, no toman en cuenta para nada a Freud. Se piensa hoy que el cerebro es una computadora, cómo ya antes desde el siglo XIV se pensaba que el cuerpo y la mente eran un preciso reloj matemático. Los seres humanos operando bajo dicha lógica están condenados a la rutina, al sacrificio de su salud y su felicidad. Se ha ponderado el hecho de que la máquina podrá liberar al hombre del trabajo inútil y le proporcionará más tiempo para su solaz y descanso. Pero el hecho es que en las grandes ciudades, el hombre sujeto a las reglas industriales y a la eficiencia, tiene muy poco tiempo para dedicarlo a su familia, y señalaba Mumford, a las relaciones sexuales.
Quisiéramos siempre ser otros, transformarnos a nosotros y al mundo, pero los ideales se nos han ido esfumando en la Posmodernidad, para dejar nuestra imaginación estancada en manifestarse a través de sueños prefabricados como los “reality shows”, los juegos de roles, la moda y los disfraces del Instagram. No pudimos transformar al mundo como quería el Che Guevara, pero ahora usamos la camiseta con su imagen y nos llenamos el cuerpo de tatuajes y piercings que prueban nuestra rebeldía ante la sociedad.
El capitalismo/industrialismo/instrumentalismo ha condenado a los habitantes de las sociedades del siglo XXI a una vida infeliz e infame, atravesada por la violencia en diferentes formas. Se toma como una consecuencia inevitable del desarrollo: los sistemas represivos de poder, el privilegio a las instituciones sobre los individuos, las relaciones estratégicas sobre los deseos individuales, la reglamentación de las relaciones personales al punto de regular la vida personal en las decisiones más particulares e íntimas y en nuestro país, la potencia de las instituciones criminales sobre el Estado.
La tekhné nos ha vuelto zombies o autómatas. Sociedad y cultura, han sido afectados por ese fenómeno que es llamado por los especialistas posmodernidad y cuyas consecuencias son las de transformar, consciente o inconscientemente, las formas anteriores de relación, de convivencia y anudamiento del lazo libidinal que antes existían, reemplazándolas por una razón soberbia, egoísta, cínica producto de un narcisismo atravesado por la pulsión de muerte. El Superyó es un demonio mezquino que exige el sacrificio del otro, esto es lo que subyace a la competencia y la mercadotecnia. Por eso es tan importante dar su lugar al Jazz, que es poesía, inteligencia humana e improvisación liberadora.
Psicoanálisis y psicosomática. Julio Ortega B.
El término psicosomática, que fue revalorizado después de la Segunda Guerra Mundial por aquellos practicantes de la medicina que vieron múltiples trastornos en los soldados en el campo de batalla, y que fue establecido como un tema de interés para el mundo médico, una nueva aproximación al arte de curar, no es sin embargo, nuevo… sino casi tan viejo, como el mismo ejercicio de la medicina.
Tratando de rastrear la definición del término psicosomática, uno puede darse cuenta de que ha sido, fuente de confusión desde el inicio mismo de su enunciación.
Al parecer es un concepto, que trata de relacionar aquello que sucede entre el soma (el cuerpo) y la psique (el alma), que intenta unir aquello que responde al fenómeno del cuerpo y lo emocional.
En los orígenes de la historia de la medicina, se perfilan varias ideas fundamentales, que van a incidir sobre su misma práctica. Aparecen ya dos líneas diferentes de conceptualización.
Una de ellas, parte de la Escuela Hipocrática del cuerpo, la de Cos, con su concepción dinámica, humoral y espiritual que establece qué el paciente, es el que en su conjunto se encuentra enfermo y que nos dice que no existen enfermedades sino enfermos.
Otra corriente, representada por la Escuela Cnidos, de orientación materialista y organicista, piensa que el paciente tiene una enfermedad. Esta escuela se centraba más en la enfermedad como entidad independiente, y dicha concepción se continuó en el tiempo con Galeno y de ahí hasta nuestro días. Esta orientación, con su trabajo, presta poca atención al estado general de los pacientes, y la patología prevalece sobre la persona enferma, como motivo de estudio e interés.
Pero tratar una afección y atender un paciente consiste en algo más que clasificar o conocer una enfermedad, esto es algo que los médicos con experiencia llegan a valorar como cierto después de muchos años de clínica.
Los médicos han sabido desde siempre, que la llamada vida emocional, tiene íntima relación con los padecimientos del enfermo, y sin embargo, los conceptos estructurales introducidos por Virchow, llevaron a una separación de la psyqué del soma, y a la consideración de que la enfermedad era simplemente una cuestión que involucraba órganos y células. Él estableció las bases para el moderno avance científico de la medicina, y se debe a él mucho de la práctica médica actual que ha salvado muchas vidas.
Pero en esta concepción hay una confusión entre el orden pedagógico y el orden heurístico. La enseñanza de la medicina comienza justamente por la anatomía y la fisiología del hombre normal a partir de las cuales se puede deducir a veces con bastante facilidad, admitiendo ciertas analogías mecánicas, la causa de ciertos estados patológicos, por ejemplo, en el dominio circulatorio. Sin embargo, todo parece indicar que el orden de adquisición de tales correspondencias anatomo – fisiológicas ha sido el inverso.
El enfermo es quien primero experimenta que "algo no anda", ha observado ciertas modificaciones sorprendentes o dolorosas de la estructura morfológica o del comportamiento. Equivocadamente o no, ha atraído hacia ellas la atención del médico. Alertado por el enfermo, éste ha procedido a la exploración metódica de los síntomas patentes y más aún de los síntomas latentes.
Nos dice Canguilhem, se produce aquí un olvido profesional, susceptible de ser explicado por la teoría freudiana de los lapsus y actos fallidos. El médico tiende a olvidar que son los enfermos quienes llaman al médico, el olvido del sujeto aquí, es no sólo un error estúpido de la medicina, sino la pervivencia de una negación del ser humano sufriente.
El fisiólogo tiende a olvidar que la medicina clínica y terapéutica, no siempre tan absurda como se la quisiera declarar, ha precedido a la fisiología.
El pathos es quien condiciona al logos, porque lo requiere. Lo anormal es lo que suscita el interés teórico por lo normal. Las normas sólo son reconocidas como tales en las infracciones. Las funciones sólo se relevan por sus fallas. La vida sólo se eleva a la conciencia y a la ciencia de sí misma, por la inadaptación, el fracaso y el dolor.
Con la introducción de nuevos métodos examen, producto del desarrollo tecnológico, de instrumentos de precisión, la aplicación de la ingeniería de la medicina se volvió inobjetable y en términos generales benéfica.
Pero, ésta disciplina se contentó a sí misma con el estudio del enfermo y su organismo, cómo si fuese una simple máquina. Los estudios de laboratorio se volvieron entonces, el único método de investigación y los médicos dejaron de escuchar a sus pacientes, empezando lo que hasta nuestros días vivimos, y que podría denominarse la era de la mecanización de la medicina.
Pioneros de la psicosomática como Edward Weiss (alumno directo de Freud) e English (Weiss e English, 1949), afirmaban que la tercera parte de los pacientes que consultan al doctor, tienen síntomas que son producto de su fantasía, lo cual no quiere decir que no debemos tomar en serio sus males o procedamos a responder con indiferencia ante ellos, sino valorar sus dolencias en el contexto adecuado, estos problemas que se han llamado funcionales, comprenden dolencias en el plano del aparato músculo esquelético, las vías respiratorias, el sistema urogenital, etc. También migraña, hipersensibilidad, otros signos y síndromes aparecen, y a veces varían, en el curso de un tratamiento en este tipo de pacientes .
Otra tercera parte, tienen síntomas orgánicos que en parte dependen de factores emocionales, verbigracia: a) Úlcera péptica b) Colitis ulcerosa c) Asma bronquial d) Neurodermatitis e) Artritis rematoidea f) Hipertensión esencial g) Tireotoxicosis (Bekei, 1992) y nuestra lista puede extenderse a muchos otros padecimientos.
Por caso, el término de neurosis histérica desapareció del DSM III en 1980. Los signos y síntomas característicos de esta patología se englobaron en otras entidades nosológicas, en estricto sentido de la palabra con razón ya que se desvinculan los síntomas de lo que supuestamente provocaba la enfermedad, que era la migración del útero, descartándose que pudiera presentarse en hombres, cosa que Charcot y Freud rebatieron.
Pero, en 1976 se empezó a utilizar el término de fibromialgia para definir una enfermedad que se caracteriza por fatiga extrema, dolor corporal persistente, difuso y generalizado, con predominio en la región lumbar, cuello, tórax y muslos, calambres o espasmos dolorosos y localizados, rigidez de intensidad variable de músculos, tendones y tejido blando circundante, dificultad para dormir, sueño no reparador, ligero e inestable, con pesadillas, y gran cantidad de descargas dolorosas en los músculos durante la noche, lo que acentúa el cansancio y la fatiga, rigidez matutina, dolores de cabeza, problemas con el pensamiento y la memoria, síntomas que impiden el funcionamiento cotidiano; se presenta aproximadamente entre el 3 y el 6% de la población general, siendo más frecuente en mujeres, comúnmente entre los 20 y los 50 años de edad.
Podemos decir, junto a nuestra colega Sánchez Valis (2012) ser que la fibromialgia ha venido a ser la heredera de la neurosis histérica en la medicina postmoderna.
No se ha encontrado un origen o lesión específica al igual que a la histeria, como ya lo mencionó Freud (1888) en los primeros escritos sobre la misma. Este autor no encontró alteración anatómica del sistema nervioso, y decía que ni en el futuro con las técnicas refinadas se podría comprobar alteración anatómica alguna, ya que sólo se encuentran modificaciones fisiológicas del sistema nervioso.
Dada la naturaleza de la fibromialgia, no existen pruebas de laboratorio disponibles para realizar el diagnóstico, y de hecho, los resultados de radiografías, análisis de sangre y biopsias musculares son normales en estos pacientes. Se han realizado estudios inmunológicos que han presentado ciertas alteraciones pero no han sido concluyentes. El diagnóstico es clínico y se establece por exclusión de otras patologías.
El tratamiento propuesto para la fibromialgia es multidisciplinario: ejercicio, psicoterapia y fármacos. Dentro de los fármacos utilizados se encuentran los antidepresivos, relajantes musculares y analgésicos. De las psicoterapias propuestas no se incluye nunca la psicoanalítica.
Volvamos atrás:
¿Cómo reacciona el médico habitualmente frente a los pacientes del primer grupo? Se les maltrata en muchos casos, se les dice que no tienen ningún padecimiento, lo que ocasiona que, busquen médicos deshonestos que realicen operaciones innecesarias, lleguen a prácticas de charlatanes o chamanes que -- por lo menos -- mermen su economía, y aterricen incluso, en experiencias iatrogénicas que acaban por quebrar su salud. Al paciente, no le basta que el médico le diga: “Está todo en su mente, olvídelo, piense en otra cosa”.
Para Freud (El Yo y el Ello,1923) era claro que el Yo era no otra cosa que un Yo – piel. Esta afirmación, que no fue del todo desarrollada por el creador del psicoanálisis. Implica, sin embargo, que la piel no es sólo una envoltura o un ente orgánico sino que el cuerpo tiene un doble apoyo que es biológico y social.
El médico tradicional tiende a menospreciar el aspecto emocional y busca siempre una causa física para encontrar una explicación al malestar del paciente. Piensa que si no aparece la causa enseguida, debe buscársele con más calma hasta que emerja y que las causas infecciosas, alérgicas, endocrinas, y metabólicas, responsables aflorarán tarde o temprano.
En el segundo caso, los médicos tienden a dar muchas vueltas o se comportan de manera temerosa para hablar con el paciente y explicarle en términos entendibles y sencillos que la causa de su padecimiento es psicogénica, por miedo a ser menospreciados como doctores o quizá ofender a su paciente. Mucho ganarían en su aproximación al paciente si pudiesen permitirse ser más francos con él, y poder preguntar: ¿Hay algo en este momento que le inquiete particularmente? Produciría, sin ninguna duda, material de mucha importancia. También el hecho de que les dedicasen algo más que 15 minutos a los pacientes, se traduciría en mejoras indudables en su estado de salud, eso desgraciadamente, contradice los criterios de las instituciones de salud pública, por lo menos en nuestro país, dónde los números cuentan más que las personas.
En un estudio en la Clínica Mayo, Macy y Allen (Op cit. Weiss, English, 1949), se examinaron los expedientes de 235 pacientes que después de seis años de haber sido diagnosticados como enfermos nerviosos crónicos, habían seguido siendo tratados con la idea de que un mal no reconocido de origen físico aparecería en algún momento. El diagnóstico final, probó que el 94 % de los pacientes no tenían ningún mal, sino de origen psicogénico. Pero es sumamente interesante, saber que en ese grupo, se habían realizado 289 cirugías sobre 200 pacientes.
Pero en general, e infortunadamente, el criterio médico es que los factores físicos son suficientes para proporcionar una explicación de lo que es una enfermedad. Definir las dificultades funcionales es hoy el reto para la medicina. Se trata de una combinación variable de síntomas crónicos o recurrentes que no pueden ser explicados por anormalidades estructurales o bioquímicas. Ningún sistema del cuerpo parece estar exento de estos problemas.
El psiquiatra orientado únicamente de manera neurológica y que no escucha a su paciente, se comporta como un técnico o un mecánico, opera con la simplicidad de un expendedor de refrescos, al que se le depositan monedas, proporcionando neurolépticos, antidepresivos, benzodiacepinas, y sedantes hipnóticos, atendiendo sólo a la demanda inmediata de la desaparición inmediata de los síntomas del paciente. Su respuesta al malestar, es habitualmente sedar al paciente, lo que satisface, muchas veces, una demanda del núcleo familiar que ya no soporta al enfermo (a). Hoy está por demás probado, que medicamentos estabilizadores del ánimo pueden causar problemas de nacimiento. La exposición de la madre, hasta 32 días antes del nacimiento, a este tipo de substancias, puede afectar el desarrollo del tubo neural, y la exposición entre los días 42 – 63 puede afectar el labio y el paladar (Yonkers et al 2004. Op. Cit. Wise y Rundell, 2005).
El problema en esta aproximación, es la pésima comprensión del enfermo y la falta de conceptualización de los factores psicosomáticos y su importancia. Algunas veces, la existencia misma de los síndromes, es puesta a debate, pues algunos llegan a pensar que estas aflicciones fueron inventadas por la industria farmacéutica para conveniencia de sus intereses, favoreciendo la introducción de nuevos productos.
La verdad es que los clínicos, muchas veces, carecen de las bases teóricas para entender a sus pacientes y no poseen lo que los antropólogos llaman, convincentes Modelos Explicativos. Trabajan sin un conjunto estandarizado de conceptos, prácticas y criterios para enfocar un tipo de problemática particular que sirva como referencia, para enfrentar y resolver nuevos problemas de índole similar. Su negación de los factores inconscientes, y de las aportaciones prácticas del psicoanálisis, les hace caer, en la necedad de operar en la obscuridad, en su clínica cotidiana. Por descabellado e increíble que parezca, el difundido Manual Clínico de Medicina Psicosomática de Wise y Rundell publicado en 2005, por la American Psychiatric Publishing, Inc. no tiene una sola mención a Freud, al psicoanálisis o al inconsciente.
La medicina psicosomática, debería ser, nada más y nada menos, que una aproximación mulitidimensional. Peter Novak (En: Christodoulou, 2005) nos dice que es una manera comprensiva de mirar a la salud y a la enfermedad, sin caer en sobre/simplificaciones, dogmatismos cientificistas, y soluciones simples a problemas complejos. Los métodos de investigación han progresado y se han vuelto más sofisticados pero la moderna psicosomática se basa en dos conceptos antiguos: el concepto de holística, y el de psicogénesis.
El punto de vista de Aristóteles sobre la práctica médica en la Ética a Nicómaco (Aristóteles, 2012) es aquí relevante.
Mencionaré, sólo algunos puntos esenciales para integrar la aproximación holística de la medicina que Aristóteles nos legó, a la medicina moderna. Así, tendríamos que:
1) La medicina funcional somática debería basarse en un conocimiento integral y sistemático del cuerpo. Un buen otorrinolaringólogo debe saber también como trabaja el sistema circulatorio, el nervioso y el músculo esquelético.
2) La actuación sobre el cuerpo debe ser complementada por un conocimiento de la esfera mental. Y el descubrimiento de Freud de que hay una parte consciente y otra inconsciente no debería ser desechado fácilmente. Agregaría, el inconsciente es sexual, y no en términos urogenitales, sino en la comprensión de que es fundamentalmente empujado por el principio del Placer y su contraparte, la Pulsión de muerte.
3) La individualidad de cada caso particular debe siempre ser resaltada sobre el conocimiento general de la patología. Cada persona es única y se encuentra en un período irrepetible de su vida, reducir la práctica médica a la de simple ciencia aplicada, es empobrecerla y volver al médico, un similar al mecánico automotriz.
4) En toda intervención médica debería haber una reflexión cuidadosa sobre la relación entre método y fin. Tiene que imponerse una relación jerárquica del fin sobre el método, éste último siempre debe estar subordinado al fin.
5) Como en ninguna otra disciplina de las ciencias naturales o sociales, verbigracia, la biología o la política, la medicina debe seguir la racionalidad de la razón práctica. Esto no se excluye, sino se complementa, con el uso de los instrumentos que proporciona la ciencia, y la racionalidad de la investigación científica, pero la racionalidad de la medicina debe estar basada en un beneficio práctico para el paciente.
6) La práctica de la medicina no produce salud. La salud no es algo que pueda ser producido. Lo mejor que puede realizar la medicina es ayudar, auxiliar a que la salud se produzca por sí misma, la salud del paciente debe estar siempre por encima de cualquier consideración.
7) La razón práctica consiste en encontrar los métodos adecuados para tratar al paciente y significa también, que el derecho de las metas a alcanzar, sea subordinado a la ética y conocimientos del médico, que debe plantearse las distintas posibilidades y consecuencias, distinguiendo los fines correctos de los incorrectos.
8) La medicina sólo encuentra su justificación y su comprensión práctica en conexión con otras formas de conocimiento humano, que permitan en su conjunto que los seres humanos vivan en sociedad y felices. Vivir juntos en mutua tolerancia es el fin principal del bien común. Este fin se alcanza a través de cualidades y capacidades diversas. Debemos tener siempre presente la crítica de Nietzsche a la búsqueda de ideales: Los que más han amado al hombre le han hecho siempre el máximo daño, han exigido de él siempre lo imposible, como todos los amantes.
9) El énfasis en la racionalidad científica, el abandono y la subestimación de la razón práctica y la capacidad ética, es decir, el abandono de conceptos holísticos de la investigación médica, y la delegación del paciente a un segundo término, cobre otros criterios no hacen sino empobrecer la práctica médica, habitualmente reduciéndola a una sirvienta de los administradores y de los políticos.
El diagnóstico de una enfermedad psicosomática debe depender no sólo del examen físico sino de un cuidadoso aprecio de la historia del paciente. No se trata sólo del historial de exámenes que se han realizado en él, sino de una entrevista cuidadosa que vaya más allá de consideraciones de laboratorio.
Cuando una persona está enferma, se encuentra enferma por completo. Los otorrinolaringólogos pueden realizar un cuidadoso examen de las capacidades auditivas de su paciente que dice no oír del lado izquierdo bien, y llegar a la conclusión de que no es así, de que él no tiene disminuida su capacidad auditiva de ese lado. Pero si él insiste en que no oye bien de ese lado, tienen que prestar atención a lo que él pueda decir al respecto, encontrarán útil hacerlo.
Habitualmente no se considera así, pero Freud desde sus primeros trabajos psicoanalíticos trabajó para fundar lo que hoy conocemos como: medicina psicosomática (England y Straind, 2006). De hecho, su formación médica como neurólogo y su posterior relación con los departamentos psiquiátricos de los médicos suizos, hizo posible que se trataran a pacientes renuentes a tratamientos médicos tradicionales en los departamentos psiquiátricos de diversos hospitales en Europa de principio, y con la diáspora freudiana, en América.
Georges Parcheminey (Op. Cit. Mijolla de Alain, 2005), afirmaba ya en La Problématique du Psycho-Somatique, que data de 1948, que contrariamente a cómo se piensa, el término Psicosomática no fue una invención norteamericana, sino un desarrollo lógico a partir de la teoría de las Neurosis freudiana y su particular estudio de la histeria. La medicina psicosomática no existe por sí misma, sino es un desarrollo aislado de una concepción más antropológica de la medicina, una visión más sintética de toda la existencia humana.
Muchos autores (Bick, Winnicott, Marty, etc) se han interesado por la función psíquica de lo táctil y lo corporal, su papel en el desarrollo y en la psicopatología de los individuos. Para Didier Anzieu (1994) la piel constituye no sólo un órgano de contacto y percepción con el mundo. El primer Yo es corporal, sensorial, y so-bre él se estructurará un Yo psíquico que permita acceder a la identidad, al sentido de si mismo y a la realidad. La piel, será el órgano que dará lugar al primer bosquejo del Yo, a los cimientos y la estructura de la mente.
A través de los cuidados que se proporcionan al bebé: estrecharlo entre los brazos, acariciarlo, bañarlo, frotarlo, moverlo, masajearlo… se establece ese primer vínculo con la madre que inicialmente es perceptual y y corporal. Éste yo corporal es el paso previo necesario para la organización posterior del pensamiento y la palabra.
Todas las experiencias del Yo-piel tanto placenteras como dolorosas son estructurantes, en sí mismas, son oportunidades para iniciar representaciones mentales, y ligar pulsiones internas a dichas representaciones. La representación de la piel nos permite acceder a la primera distinción entre dentro y fuera. El límite entre el Yo y el exterior desencadena el paso de un narcisismo primario –universal, omnipotente, fusional – a un narcisismo secundario y establece la primera separación entre el Yo y el objeto, aunque sea parcial.
Winnicott también reconoce una entidad que sería el equivalente al Yo-piel de Anzieu y que llamará el psique-soma. Piensa que inicialmente el Yo del bebé se fundamenta en experiencias físicas, sólo con el tiempo, a esas experiencias se les atribuirá una característica emocional, psicológica o social. Este psique-soma se refiere “a la elaboración imaginativa de las partes, sentimientos y funciones somáticas, es decir, al hecho de estar físicamente vivo”. Si este psique-soma o yo corporal atraviesa adecuadamente las etapas más tempranas del desarrollo, comenzará a derivar en el desarrollo normal de la “mente” o yo psíquico.
La relación de la madre y el hijo, es siempre muy intensa (Bekei, 1974). El contacto de la madre con su hijo, le exige la máxima empatía con éste, para poder responder a sus necesidades a través de los signos y movimientos de su cuerpo (hociqueo, estremecimientos, pataleos y retortijones) o sonidos no verbales del todo (llanto y balbuceo). Una madre narcisista que no escucha, y administra cuidados a éste… sólo tomando en cuenta sus propias necesidades, ejerce violencia sobre su bebé.
Si al bebé se le alimenta cuando no tiene hambre, se crea una resistencia que puede ser pasiva (inapetencia, dificultad para tragar) o activa (vómito o regurgitaciones). Esto también puede provocar hiperexitación, insomnio, autosatisfacción en forma de narcisismo, y reacciones de protesta ante la madre. Éstas últimas, se manifiestan en forma de ataques imaginarios a la madre, debilitan al niño, pues lo agotan y llenan de culpa, producen síntomas y frenan su desarrollo.
Por otro lado, no permitir, bloquear los intentos de autoafirmación del bebé por necesidades narcisísticas patológicas propias, rechazarlo cuando se aleja y sólo darle muestras de afecto si manifiesta su dependencia, se traduce en un temor creciente del niño a perder el amor de su madre. En este caso, la madre no puede renunciar a su narcisismo, y no acepta la capacidad creativa del niño.
Ambas situaciones, se traducen en trastornos en el desarrollo y dificultades en la construcción de su Yo y la vinculación con su cuerpo, que son fuente de futuros trastornos psicosomáticos. Crean resentimiento y rabia, al mismo tiempo que una sensación de desamparo, de falta de amor. Amor y odio entran en conflicto, y finalmente puede negarse el odio, pero la agresión originalmente dirigida hacia la madre no desaparece sino que se vuelve contra el sí mismo.
El cuerpo psicosomático nos dice Mc Dougall “no habla sino que obra”. Su pensamiento es deficitario y sólo parcialmente se relaciona con el otro, estableciendo con dificultad verdaderas relaciones de amor. Su pensamiento se centra en detalles teniendo dificultad para ver el conjunto y tiende a la actuación de sus conflictos de manera impulsiva.
El funcionamiento mental en el caso de lo psicosomático, tiende a centrarse en el propio sujeto, aislándolo paulatinamente del resto de quienes le rodean. El paciente psicosomático crea sus propios símbolos y preocupaciones, en una especie de locura particular, que se autoalimenta a sí misma y que va a provocar diferentes tipos de actuación del conflicto. El afectado por lo psicosomático tiende a sobrecargar su aparato mental, llegando a producir en ocasiones, sintomatología que va desde la esfera hipocondriaca a presentaciones delirantes, por ejemplo, supuestas infestaciones al estilo de la parasitosis, y hasta la invención de órganos.
Padecimiento psicosomático significa: formas deficientes de inclusión simbólica, acuse de experiencias traumáticas, malos cuidados maternales, e incluso maltrato infantil.
Freud ubica ese goce en el más allá del principio del placer, lo llama "el placer del displacer". En éstos casos, la conducta de las personas, no busca una satisfacción simple, por curioso que parezca, lo que se busca es sufrir, ya sea por expiar una culpa o por deformaciones en el establecimiento de metas regulares para la satisfacción instintiva.
Todos conocemos cómo se puede disfrutar del dolor, por ejemplo en el sado-masoquismo, y cómo en algunos pacientes sus enfermedades no remiten, pues representan la pérdida de beneficios añadidos por la enfermedad.
También a este campo de estudio, se agregan nuevas problemáticas: existe, una entidad definida por primera vez por Hubbard (2001) (Op. Cit. Döll, Gálvez) que no está incluida en las clasificaciones DSM IV o CIE 10, la “esquizofrenia cenestésica” que se refiere precisamente a un subgrupo de pacientes esquizofrénicos que principalmente presentan sintomatología centrada en la aparición de sensaciones corporales anormales o fenómenos de control corporales. Esta variante de esquizofrenia, sin embargo, aparece frecuentemente en la literatura fenomenológica rusa e incluso en Japón se reconoce este subgrupo. La sintomatología cenestésica se presenta con características extrañas y bizarras: sensaciones térmicas y eléctricas, dolor, debilidad, sensaciones de movimiento, cambio o distorsión de partes del cuerpo, e incluso en su consistencia, hasta sensaciones cognitivas y perceptivamente más elaboradas (pacientes se sienten atravesados por agujas, espadas, o que sienten que les desnudan...). Estas sensaciones aparecen por fases o de forma paroxística, como oleadas que bloquean el funcionamiento mental de su aparato psíquico.
Preguntas importantes serían: ¿Es posible articular el paso de un Yo-piel, a un yo psíquico que permita el pensamiento? y : ¿Qué podemos hacer con pacientes con un Yo-piel insuficiente (en todas sus variantes) y que por tanto, tendrá dificultades de poder acceder a un yo pensante y a la palabra del mundo simbólico? ¿Es posible reparar fallas que tienen que ver más con lo corporal y lo sensoriomotriz sólo con la palabra?
Es cierto que el psicoanálisis clásico, no está diseñado para ayudar a pacientes con una neurosis mal mentalizada (Freud ya los consideraba pacientes no analizables), así que es perfectamente válido plantearnos qué tipo de tratamiento puede ser útil en estos pacientes. Numerosos autores Frosch, Masterson, Kernberg, Greenson, Marty, Fonagy, Bateman, han valorado y recomendado la necesidad de modificar los parámetros técnicos del psicoanálisis clásico, y entonces queda la cuestión de preguntarnos qué condiciones mantener y cuáles modificar.
Si hemos dedicado espacio para hablar de la piel y lo táctil, parece lógico comenzar analizando una de las condiciones más fundamentales del psicoanálisis: ¨la prohibición de tocar”. Desde el comienzo del psicoanálisis la prohibición de tocar es una norma indispensable en la terapia como modo de acceder al pensamiento. El cuestionamiento de esta prohibición parece evidente inicialmente, si las fallas de este tipo de pacientes se pueden deber a carencias en el vínculo a nivel sensoriomotriz, ¿Es posible compensarlas a través de la relación terapéutica, sería lícito romper dicha prohibición? Hay varias psicoterapias de tipo humanista que consideran los contactos corporales como un medio para ayudar a estos pacientes, lo cual puede implicar muchos riesgos.
Sin embargo, sí puede favorecerse o complementar la psicoterapia con los llamados mediadores relacionales que nos permitan estimular a los pacientes a realizar actividades centradas en lo sensoriomotriz, tales como la relajación, el ejercicio yoga, la danza, la pintura, diversas terapias ocupacionales.
Es interesante señalar que casi de forma universal los terapeutas recomiendan estas actividades de una forma intuitiva, pero muy a menudo, no somos conscientes de cómo estas experiencias favorecen la alineación del aparato psíquico.
Es importante señalar que el efecto contenedor y hasta organizador, que puede tener en el sujeto generar estas experiencias sensoriales, se debe a la introducción de un importante simbolismo en el que se re¬produce el vínculo materno más pri¬mitivo: la madre que nos mantiene limpios, calientes, nos alimenta… de ahí el efecto tranquilizador de estas experiencias casi de forma universal.
A través de los mediadores relacionales se puede volcar a los pacientes a vivir nuevas experiencias con los Otros. La restricción del Yo es una constante, ya que evita experiencias que puedan ex¬ponerles a herir su Yo-piel.
A través de estas actividades podemos transmitir al paciente la importancia de la relación de objeto, comenzamos a orientar su mirada hacia el Otro. Complementar la psicoterapia psicoanalítica, con estos mediadores, podría permitir refor¬zar aspectos que pertenecen a diferen¬tes estadios evolutivos del paciente, y que sólo pueden ser tolerados a través de la relación terapéutica, ya que de otra manera sería impensable.
En el psicoanálisis, la interpretación es la he¬rramienta clave, que apela al orden de la palabra, pero su valor es cuestiona¬ble en estructuras preedípicas con gra-ves distorsiones del Yo, donde prevale¬cen las representaciones más primarias y las fantasías más voraces, que dificultan un acceso al verdadero mundo simbólico.
Las interpretaciones “pro¬fundas” en estructuras fijadas en esta¬dios preverbales pueden ser experimentadas como ataques, se corre el riesgo de regresiones extremadamen¬te rápidas donde el paciente no podrá mantenerse en proceso secundario, y fácilmente se pueden desencadenar actings, actuaciones y pasajes al acto. Si invadimos ex¬cesivamente o demasiado pronto con la palabra podemos generar un daño interno, que paradójicamente será inelaborable, porque precisamente el paciente es incapaz de expresarlo.
Es fundamental en estos casos esta¬blecer un vínculo terapéutico con el paciente que apele a su misma problemática, es de¬cir, al orden de lo preverbal. Utilizare-mos la palabra (al menos inicialmente) de un modo descriptivo para discrimi¬nar, ordenar, utilizando un orden lógi¬co, incluso en ocasiones, de modo psi-coeducativo, se animará al paciente a expresarse emocionalmente ante cualquier situación que se plantee, le ayudaremos a ordenar la sucesión de acontecimientos, buscando el nexo causal y a ligarlos a estados emociona¬les. Nos interesará más la forma de la relación que los contenidos. La pala¬bra será evocadora, importa mucho la función contenedora, la for¬ma en que se acompaña con el tono de la voz, el lenguaje no verbal del terapeu¬ta, que rememora al lenguaje de la madre e incluso rectifica la relación fallida con una madre mala, retrotayendo a la experiencia de la intersensorialidad, y reforzando la función sostén del Yo-piel.
En definitiva, lo que hacemos, es reproducir la función paraexcitadora y continente del Yo-piel. Es importante respetar el encuadre dela forma más rigurosa posible: lugar, horarios, duración, puntualidad, frecuencia…
En "La conferencia de Ginebra" Lacan, decía, piensa en lo Psicosomático como "un escrito en el cuerpo" que requiere ser descifrado como un jeroglífico. El jeroglífico "es una escritura en que no se representan las palabras con signos fonéticos o alfabéticos".
En el caso del FPS (fenómeno psicosomático), hay una dificultad para que lo reprimido se pueda traducir a palabras. Se presenta la dolencia, la sensación de disconfort, como un algo que excede a las palabras.
Los pacientes con FPS sufren de dificultad para preguntarse sobre su sufrimiento, enmarcándolo en su cuerpo, aislándolo por completo de cualquier relación con lo psicológico.
Encontramos el FPS en ciertas neurosis, cuya demanda es por otros síntomas, o en psicosis, en donde pueden generarse a partir de este fenómeno cierta función estabilizadora.
Estos pacientes no se preguntan ni les cuestiona su enfermedad, que sienten como destino. Debe brindarles confianza y ser sincero sobre la pertinencia de un tratamiento psicológico y mejor aún: psicoanalítico.
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