BLOG de JULIO ORTEGA B. SUEÑOS, ASOCIACIONES LIBRES, INVESTIGACIONES Y CONFESIONES DE UN ANALISTA EN LA WEB.
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viernes, 24 de noviembre de 2023
El psicoanálisis hoy.
El Psicoanálisis cuyo inventor fue Sigmund Freud es:
– Una teoría sobre el funcionamiento psíquico humano que resalta la importancia de una parte desconocida de nuestro ser y que le nombra como Inconsciente.
– Un método que investiga los aspectos inconscientes de la vida psíquica humana a través de sus manifestaciones como la libre asociación de ideas, los sueños, chistes, fantasías y los actos fallidos e involuntarios.
– Una forma de psicoterapia, que devela las raíces inconscientes de las emociones y los actos de la persona. Para ello, el analista invita al paciente a decir cuanto le venga a la mente (asociar libremente) haciendo a un lado cualquier juicio sobre el valor o la pertinencia de sus propias ideas. Poco a poco, se vuelven evidentes ciertos patrones repetitivos, característicos de cada paciente, en esas comunicaciones al analista, quien puede, por medio de interpretaciones, construcciones y reconstrucciones, llevar al paciente a descubrir por sí mismo el origen de sus dificultades y confrontarlas en la situación analítica.
¿Quién es un Psicoanalista? El título de "Psicoanalista" es usado sin hasta ahora incurrir en sanciones legales, por personas con muy diverso grado de capacitación y experiencia. Define a un analista su pertenencia a un grupo reconocido, alguna asociación psicoanalítica, su experiencia clínica, su análisis personal sobre todo, el reconocimiento social por parte de la comunidad analítica que se traduce en publicaciones, asistencia a congresos, etc.
En otras palabras, el reconocimiento del otro, se ha malinterpretado y difundido mucho la frase de Lacan: “El analista sólo se autoriza a sí mismo…” cortándola del contexto, pues también refiere a: “entre otros…” haciendo patente la cuestión de que se necesita el reconocimiento de otros iguales… pero en todo caso eso no deja de ser problemático, pues muchas veces refiere a cofradías, círculos semicerrados y diría hasta dogmáticos, que basan su trabajo en una sola línea de trabajo como los lacanianos, algunos de ellos no han leído completaente a Freud ni a otros autores importantes y se dedican a sólo repetir frases del maestro, pero el psicoanálisis, hay que subrayarlo, no es una religión. Comentaba antes de la pandemia, con dos de mis invitados en la ciudad en que vivo, y que vinieron a una de las actividades que realizo en mi ciudad a través de Carta Psicoanalítica y la Universidad Veracruzana, Luis Tamayo y Rose Marie Mariacca Fellman que vinieron a presentar el libro que sobre Bataille ella escribió, que hoy día hay muchísimos analistas jóvenes que son producto de la enseñanza no sólo a través de grupos no afiliados a la IPA, sino que francamente no sabemos del todo de dónde han salido… había un tiempo en que todos aquellos que teníamos cierta trayectoria en el psicoanálisis nos conocíamos… o por lo menos habíamos oído hablar del vecino… pero eso no es así ya. Por un lado, que bueno que no sea así, porque significa que el psicoanálisis se está extendiendo en este país independientemente de los canales oficiales y fuera de las familias dominantes, dejando de ser endogámico… Por otro lado, eso da lugar a que muchos analistas mal formados o sin formación alguna, atiendan a los pacientes con el único objetivo de obtener dinero. Estamos en la época de la mentira frente a los interesados en formarse como psicoanalistas.
Han pasado más de 100 años de la Traumdeutung, fecha que debía marcar un parteaguas histórico en la historia de la Humanidad, y permanecemos al margen de extraer las conclusiones que sitúan la actividad del sujeto en un terreno que va más allá de los ideales de la Ilustración de las que nuestra civilización, hija de la modernidad, es deudora: libertad, fraternidad, igualdad. A pesar de las dificultades que implica reconocer y estudiar este nuevo período histórico denominado posmodernidad impregnado de un cierto nihilismo y una voluntad de comprensión más allá de un fiel que anteponga la Razón como causa de los complejos fenómenos sociales que vivimos, los estudiosos desechan, muchas veces, las aportaciones del psicoanálisis a favor de otros horizontes hermenéuticos.
No es casual que ignoremos la invención de Freud y desdeñemos las verdades implícitas en su obra. Preferimos, como el muñequito de jengibre de la fábula infantil, solazarnos en la rectificación de nuestra autoconfianza, el poder imaginario y omnipotencia de nuestro Ego. Hasta que un día, un lobo listo como el del cuento, nos revela la triste realidad de la miseria de nuestro ser. Freud, acostumbraba decir que el hombre había recibido a lo largo de su historia tres golpes narcisistas. El primero fue el de Copérnico, quien afirmó contra el espíritu obscurantista de la época, que la tierra no era el centro del Universo; el segundo el de Charles Darwin quien descubrió que el hombre no sólo no es el rey de la creación, sino una especie animal entre otras y finalmente el tercero, que hace al descubrimiento del Inconsciente y que afirma que nuestra conducta no sólo obedece a la Razón, sino que ésta se sujeta a hechos relacionados con una historia predeterminada antes de la voluntad corresponde al psicoanálisis.
Esto nos remite sin duda a concebir un espíritu humano ambivalente, angustiado por relaciones de amor y odio hacia una misma persona, atormentado también, por deseos insatisfechos, inadmisibles para la sociedad y en consecuencia para quien los sueña. No deja de sorprendernos el destino que se concede hoy en día a los sueños en Psicología, se les trata como un deshecho, como un hecho biológico simple sin consecuencias, cuando antes el sueño era la base de la toma de decisiones en el mundo antiguo, como predicción de hechos, enigma a descifrar, en todo caso una vía que entregaba al sujeto una guía para su qué hacer en el mundo real.
El otrora Yo, sinónimo de razón y protagonista de la libertad, supuesto arquitecto de nuestra historia, aparecerá después de Freud, como un producto de identificaciones con imágenes de nuestra infancia, como una representación idealizada de lo que en verdad somos, en el mejor de los casos, una mentira bien contada. En otras palabras, como un espejismo que servirá para justificar nuestro proceder, circunstancia y aquello que en suma llamamos destino. Y si hay alguna práctica o pensamiento que se oponga a la noción de destino es precisamente el psicoanálisis, pues cuestiona precisamente aquello que aparece como un mundo preestablecido y que no podemos sino asumir con conformismo, plegándonos al deseo del Otro.
La realidad, muy diferente a lo que quisiéramos, es que siempre tras de nuestros actos y deseos se encuentra oculto el deseo de alguien más, llámese padre, madre o hermano; el deseo de un Otro que nos hace médicos, filósofos, psicólogos o psicoanalistas, abogados, filósofos, buscapleitos, alcohólicos o todas estas cosas juntas. Un experimento interesante consiste en reflexionar detenidamente en el origen del propio nombre, siempre asignado por un Otro a nosotros con una intención que quiérase o no determinará nuestros futuros pasos para bien o para mal. Muchos de nosotros, y les confieso que es mi caso, llevamos el nombre de nuestro padre, evidentemente eso impondrá un sello particular a nuestra vida, por lo menos al arranque de nuestra vida, y no debemos olvidar la importancia relevante que a los primeros cinco años de nuestra existencia concedía Freud, años en que se establecerán como tatuaje las rutas de placer de nuestro cuerpo a través de las marcas de la satisfacción de nuestras pulsiones, oral, anal, fálica, escópica, etc.
El nombre es un significante particular - para usar la expresión de la lingüística de Ferdinand de Saussure -, que nos marca a fuego. Hemos visto a padres que ponen a sus hijos su nombre, para no soportar después la presencia de su sucesor ante sus ojos, pues presentifica su propia muerte. Tratan así con desprecio, burla y hasta odio a su propio vástago, causándole innumerables problemas en la asunción de su identidad. Se crea una paradoja, en la cual, al hijo al que se ha distinguido con el propio nombre se le humilla para que no ocupe el sitio del padre.
Esto es la esencia, por otro lado, del deseo: una mezcla de amor y odio hacia partes de nosotros mismos y de los demás. No es fácil entendérselas con todos estos hechos. A Freud le valió la censura de su época, el bocado amargo de la soledad de quien llega a tocar una verdad dura de roer. Más tarde, vino el reconocimiento y la candidatura para el premio Nóbel estorbada finalmente por quienes consideran al psicoanálisis una pseudociencia. A cambio, se le concedió el premio Goethe de Literatura por su prosa magnifica, pero el camino fue largo y difícil para él y lo sigue siendo para algunos de sus sucesores.
El descubrimiento de Freud es el Inconsciente, que podría ilustrarse plásticamente de la manera siguiente: Un Icberg se compone siempre de dos partes, la que se ve en la superficie flotando y aquella que subyace oculta a la mirada y que siempre es la mayor masa del conjunto. Pues bien, esa parte que flotaría debajo del nivel del agua, serían nuestras fantasías, sueños, deseos, obsesiones y delirios que condicionan nuestra conducta. A ese monstruo misceláneo del que no queremos saber nada, le llamamos los psicoanalistas El Inconsciente. Esta construcción formidable es la que define la práctica psicoanalítica y la aleja de todas las otras concepciones psicoterapéuticas y prácticas en torno a la psicología. Así el susodicho YO se muda de un estado de autoconciencia en una ficción, a veces bella y otras ingrata. Para el psicoanálisis es un ente esencialmente narcisista, el mito de el personaje griego Narciso es más que elocuente en este sentido. Tiresias ese agorero ciego y vidente- en el ejemplo, ambas cualidades parecen implicarse -, de la antigua Grecia, dice de ese ser tan bello cuando nace, que vivirá eternamente siempre y cuando nunca se llegue a conocer. El término freudiano narcisismo designa, una conducta en la cual un individuo da a su propio cuerpo el trato parecido al de un objeto de elección sexual. Lo verdaderamente original de la apuesta freudiana es el afirmar que no es un estado de excepción, enfermizo o extraordinario, tampoco una perversión, sino la condición normal de todo ser humano. El maestro vienés, ha sido acusado en más de una ocasión de ser un viejo erotomaníaco, un desenfrenado. Hay quienes llegan a decir que toda su obra, no es sino una intelectualización pobre del espíritu literario, oscuro y gozoso, que fue el Marqués de Sade. Otros, consideran al psicoanálisis a lo sumo una escritura imaginativa postromántica que habría exagerado la importancia de la sexualidad en el desarrollo del hombre, alentando con su jerga sedicente la separación entre la "función primaria de la procreación" y el placer consecuente de la cópula. Se dice también que el profesor - apócope con el que le gustaba de ser nombrado -, es el responsable de los tiempos de desorientación mental que hoy viven nuestros jóvenes, al haber promovido la libre actividad sexual, que es una práctica de ocio de la burguesía, un embuste de judíos... esto último lo repetían bastante, por cierto, los nazis. Se afirma, en suma, que Freud y los psicoanalistas son pansexualistas, es decir, todo lo reducen a la sexualidad. Según esta crítica, casi cualquier fenómeno de carácter humano ya sea psicológico y/o sociológico tendrían una última explicación en la motivación instintiva sexual. Así creaciones del espíritu humano como la ciencia y el arte no serían otra cosa más que transformaciones (sublimaciones), del instinto sexual. Freud reaccionaba con energía frente a estos ataques, aunque la respuesta que daba es aún más incómoda para sus detractores por lo que ésta supone. Cito textualmente: "La sexualidad no es lo único; jamás hemos dicho tal cosa. El conflicto, la noción misma de conflicto, nos impone el hecho de que hay dos fuerzas enfrentadas. Siempre hemos sido dualistas, es decir, siempre hemos dicho que existe la sexualidad y, además, otra cosa que se opone a ella, se trate del Yo, la autoconservación o, en otro momento, la Pulsión de Muerte". Pulsión de Muerte, que supone la existencia de una tendencia agresiva, autodestructiva en el hombre y que trasciende los márgenes de lo aprendido. Se cuestionan así las ideas de que honestidad y buena voluntad son primarias en el hombre, que el buen salvaje sólo se hace lobo de su misma especie en contacto con situaciones sociales adversas. Este es un punto de discusión no acabado de la teoría, pero, aceptada como innata o adquirida, la agresión juega un papel fundamental en la actividad humana. Debemos entonces, colegir que la sexualidad no es la única determinante del comportamiento, pero esto, no disminuye el papel fundamental que juega en la vida de todo ser humano. No se trata tampoco de una energía inespecífica como lo quisiera el fascista ario-suizo Jung. La sexualidad es libido, energía específica que se dedica a buscar un objeto sexual y su satisfacción por medio de la descarga, cumpliendo una meta precisa. La sexualidad es entonces la búsqueda de placer, basada en principio en las necesidades del cuerpo, pero que a medida que el sujeto humano se desarrolla trasciende éstas separándose del nivel estrictamente fisiológico e integrando el nivel del deseo y de la Demanda, esta última siempre de amor. De esta manera la sexualidad no la entendemos como natural al hombre, sino que aparece como un enigma, en otras palabras, el psicoanálisis es una NO-Sexología, en tanto que los sexólogos son aquellos que se proponen como quienes saben del sexo porque hay un saber posible sobre éste. Si ellos tuviesen razón, el psicoanálisis no hubiese jamás existido, la gente no enferma porque desconozca las reglas biológicas, sino porque reprime eso que hay en el sexo particular de cada uno y que exige ser reconocido, a veces de la manera más dolorosa. En cierto sentido, mantenemos casi la misma posición de Platón cuando reivindicaba como la fuerza que movía al mundo al Eros. Por supuesto que en diferentes etapas de su vida el ser humano satisface el impulso sexual a diferentes niveles. El niño, por ejemplo, tiene una sexualidad que aflora a través de la satisfacción de sus necesidades orales, convirtiendo así a la Madre en el objeto sexual lógico de esa etapa. Lacan, dice al respecto que: "El niño tiene necesidad de leche, deseo de madre y Demanda de Amor". Nos indica, de esta manera, que la importancia de la demanda se refiere a satisfacciones muy diferentes de lo que la necesidad reclamaría. La Demanda, por otro lado, puede ser de presencia o ausencia. El niño, por ejemplo, para crecer necesita de independencia, no de una presencia aplastante que le defina todo lo que tenga que hacer. También necesita no sólo de una madre, sino de un padre o un sujeto que ocupe - aunque sea parcialmente - ese lugar, para darse cuenta de que él no puede colmar y llenar(se) con la madre. Esto es precisamente lo que denominamos Complejo de Edipo. Esta denominación del proceso de sexuación y de construcción de la subjetividad recibe el mismo nombre, no importando se trate de hombres o mujeres. El camino en la niña es más complicado, pues si en el varón el desplazamiento en la elección de objeto sexual camina un trecho corto y en la misma dirección, en la mujer se realiza un giro respecto a la madre, que lleva al padre como objeto sexual, merced a un desencanto que tiene efecto por la relación de primacía del significante fálico en una estructura organizada patrilinealmente. Correlativo al Edipo es el proceso que Freud denominó Complejo de Castración. No abundaremos en este concepto que desde su designación puede entenderse, mucho más, si se asume que la primacía del falo no tiene una relación vertical con el estatuto biológico o la morfología del varón, sino con condiciones de producción del deseo que están ligadas a continuidades y discontinuidades de la historia de esta atormentada raza de Caín. Precisemos, como en los tiempos de Freud, sigue siendo nítido a los psicoanalistas que el varón termina su Edipo con la Castración y que la mujer inicia su viaje con el proceso de Castración que precede al Edipo. Vicisitudes en el desarrollo normal de este complejo de Edipo y el de Castración, darán lugar a diferentes formas de estructuración de las personas. Así, el no desistirse de ese deseo por la Madre o el Padre, llevará a posiciones subjetivas diferenciadas marcadas por el síntoma y consecuentemente, el sufrimiento, el dolor diferenciado del displacer en el metapsicología freudiana que nos ofrece desde el Proyecto de una Psicología para Neurólogos .
¿Es el psicoanálisis un método terapéutico que hoy tenga sentido en el mundo que vivimos? Se le acusa de ser una terapia demasiado larga, demasiado cara, sostenida por una teoría compleja, fantasiosa, llena de mentiras y mitos, esa es la visión que nos transmite, por ejemplo, el profesor Mikkel Borch – Jacobsen, el autor entre otros del Libro Negro del Psicoanálisis, quien en una entrevista ante el Diario La Nación en Buenos Aires, afirmó:
"...que el psicoanálisis Freudiano cure por la palabra, es incomprobable, poco científico, y está sostenido su método por relatos clínicos de sus pacientes que deformó..." ..."Lacan es un ejemplo de camaleonalismo. Tenía una audacia a toda prueba, decía cosas sorprendentes, era cínico y manipulador”. Al final de la entrevista decía: "...Yo creo que la desaparición del psicoanálisis es inevitable. Las jóvenes generaciones de especialistas tienen otras exigencias, ... el avance extraordinario de las neurociencias demuestra cada día que en el terreno de la psiquis, es posible lograr resultados sorprendentes, y a muy corto plazo, con otras terapias. En estas condiciones, Freud y Lacan, con sus teorías inverosímiles y mentirosas tienen los días contados...".
Este hombre es un intelectual sueco, formado como en Francia. Actualmente jefe de las
carreras de filosofía e historia de la Universidad de Harvard. Es filósofo, trabaja asesorado por historiadores, sociólogos, etc. Y ha escrito varios libros sobre historia del psicoanálisis, la psiquiatría e incluso uno sobre el Sujeto Freudiano, y otro sobre Lacan que ha intitulado: Lacan, el maestro absoluto.
En una crítica a su libro sobre Freud, expresaba la paradoja de que este hombre se presenta como historiador de una ciencia que niega, algo a lo que le concede nula o nefasta importancia. No deja de ser gracioso que alguien dedique tanto tiempo a algo que dice no tiene valor o trascendencia. Lo más grave es que su crítica ha sido valorada incluso por algunos analistas que dicen que sus opiniones son muy valiosas, cuando gran parte de sus ataques al psicoanálisis son un argumentum ad hominen.
Muy diferente de la posición de Gombrich, el historiador del arte que decía que el siglo XX había sufrido tres revoluciones del pensamiento producto de tres acontecimientos: 1ª Guerra Mundial, 2ª Guerra Mundial y el psicoanálisis.
Pero sí vale la pena pensar:
¿Qué tiene hoy para ofrecer el psicoanálisis?, ¿qué puede aportar al sufrimiento humano del siglo XXI? Vale decir, ¿hasta qué punto nuestro pensamiento, nuestras teorías, nuestras maneras de encarar el sufrimiento, nos permite enfrentar los problemas que aborda la subjetividad del siglo XXI?
La clínica nos hace vivir de manera práctica la teoría que frente a la realidad siempre se quedará atrás. Los esquemas clásicos de las estructuras según la supuesta tríada neurosis, psicosis y perversión, de orientación lacaniana se evidencian como un rompecabezas simple que frente a la realidad compleja no acaban de embonar ni de explicar plenamente los hechos que se nos presentan en el consultorio. No mejora el panorama clínico con esquemas como el que nos presentan Romanowicz and Moncayo que simplemente agregan las categorías autismo y borderline al bosquejo psicopatológico, y que toman como base de su propuesta un modelo que en el fondo sólo es conductual. La patología clínica es un difícil universo, hoy día, el Instituto de Salud Mental Norteamericano acaba de abandonar la clasificación del DSM 5 por considerarlo carente de utilidad y validez científica.
Conviene posicionarnos y subrayar las diferencias entre psicoanálisis y medicina. El síntoma que produce dolor en medicina, debe ser suprimido a la brevedad posible, porque el dolor es sinónimo de enfermedad. En psicoanálisis nosotros no pensamos así, porque el dolor es una posición subjetiva que no necesariamente es sinónimo de enfermedad sino de una relación histórico familiar. Si a mí me sucede que me peleó con mi pareja y tengo que separarme de ella, resulta que me voy a deprimir y seré un hombre lastimado dolido, sufriente… y eso es lógico… si mi padre se muere, me voy a deprimir… la separación, el duelo, son procesos derivados de ciertos hechos, no son sinónimo de anormalidad… no voy a curarme tomando Prozac…. A decir: “Sí mi mujer se fue y me dejó por otro hombre… pero yo me siento muy bien gracias a la medicina”. Suena absurdo, pero ese es el método clínico que ocupa el psiquiatra, atacar el síntoma. Y en el caso de la psicosis, máximo nivel de sufrimiento, lo que hace es con frecuencia dar un cóctel de medicamentos a la paciente, resultado de su ignorancia de cuál va a pegar y hacerle efecto. Hartan a sus pacientes de químicos a ver qué sucede…
Conviene decir más acerca de este tema. EL síntoma analítico no es el síntoma médico. El síntoma médico tiene un origen orgánico-funcional, es producto de un desarreglo orgánico que efectivamente lo causa, revelando, a su vez, la enfermedad. Por el contrario el síntoma analítico deviene metáfora, manifestación de lo reprimido, formación del inconsciente que está estructurado como un lenguaje, al decir de Jacques Lacan.
El síntoma médico es tratado mediante fármacos o medidas más expeditivas como la quirúrgica para que el órgano y su función sea restablecida. El psicoanálisis no considera el síntoma ligado al daño del órgano o la funcionalidad anómala del mismo. En psicoanálisis el síntoma surge como metáfora portadora de un sentido reprimido y es una formación del inconsciente. El síntoma médico, -a pesar de su entrada subjetiva, puesto que el paciente va a decir lo que le pasa y relatar su sufrimiento-, pasa a ser objetivado, medido y registrado para, finalmente, facilitar su tratamiento. Otro tanto se pretende de toda práctica “psi”, incluido el psicoanálisis, es decir, que funcione con los mismos parámetros regulados, con un protocolo estricto de actuación y una evaluación de contenidos a través de la cifra y el dato.
La atención a los números es apenas del siglo XX porque en principio la aproximación siempre fue moral.
Michel Foucault en su curso dictado en el Colegio de Francia entre 1973 y 1974, cita a Françoise Fodéré (1764 – 1835) que imagina que esos hospicios deben construirse en lugares remotos y difícilmente accesibles, a los que el recién llegado bajara se introdujese por medio de máquinas que atravesaran lugares novedosos y sorprendentes dónde los ministros oficiantes usasen vestimenta particular dónde reine el orden, la Ley y el poder.
Foucault compara dichos lugares con el castillo de Las 120 jornadas de de Sade, dónde a diferencia de éste, las jornadas no tienen término para los supliciados, ya que algunos estarán ahí de por vida e incluso cuando una institución cierra, ellos pasaran a otra para proseguir su encierro, de lo que se trata no es de curarlos sino de que no contaminen a la sociedad.
En el informe presentado al ministro del Interior en 1818, Pinel afirma, que en la tarea de cuidar locos, es conveniente:
Un hermoso físico, es decir, un físico noble y varonil, es acaso, en general, una de las primeras condiciones para tener éxito en nuestra profesión; es indispensable, sobre todo, frente a los locos, para imponérseles. Cabellos castaños o encanecidos por la edad, ojos vivaces, un continente orgulloso, miembros y pecho demostrativos de fuerza y salud, rasgos destacados, una voz fuerte y expresiva: tales son las formas que en general surten efecto sobre los individuos que se creen por encima de todos los demás.
La psiquiatría, nacida a finales del siglo XVIII o a principios del siglo XIX, tratará en un segundo momento de conciliar la aparente falta de lógica del proceso de la enfermedad mental, con la teoría evolucionista del progreso.
Se aleja de esta manera, del camino abierto por Berkeley (Ursom 1982) que se enfocaría a crear una psicología sensualista y subjetiva, insisto para tomar un camino moral. Según la tesis de Morel (1857) ( Bastide Op. Cit.), la locura es un fenómeno de regresión hacia formas inferiores de organización física y mental y esa regresión obedece a una intoxicación del sistema nervioso. No se trata ya del problema de un alma enferma o poseída, tampoco el de la pérdida de la razón, sino el decaimiento de una sustancia corporal. Factores como el paludismo o la parasitosis - más tarde la sífilis -, la apresurada vida de la civilización y los efectos de la industrialización (hoy se dice: la agitada vida moderna), serán identificados como causas etiológicas que otorgan significado a la locura, afirmándose que atacan el sistema nervioso central, produciendo degeneración o regresión.
Paradójicamente, la hipótesis de la regresión (no olvidemos que la teoría del progreso que anima ésta tiene mucho de espíritu romántico), no sólo exalta la pérdida de la razón sino hace hasta lo que pudiera considerarse un elogio, una exaltación de las pasiones implícitas en ciertos tipos de locura. La tesis de Esquirol Sobre las pasiones presentada en 1805 hace una crítica a los tratamientos de metafísicos y moralistas que sólo se han llenado de especulaciones:
Los unos y los otros han perdido de vista el verdadero punto de partida; han descuidado el hombre físico y se han lanzado a vanas teorías. Por otro lado, ¡Cuántos trabajos sobre la anatomía del cerebro, sin otro fruto que una descripción más exacta de este órgano, y la desesperante certeza de no poder asignar jamás a sus partes usos de lo que poder sacar conocimientos aplicables al libre ejercicio de las facultades del entendimiento, o a sus desórdenes!
Pinel su maestro, encontrará en las pasiones el origen de la alienación mental. Bouchez hará culminar la neurología en una moral social basada en un espiritualismo cristiano. Esquirol duda finalmente, en atribuir finalmente la enfermedad a las alteraciones del sistema cerebral y curable por medios físicos, tal y cómo ya se mostraba el asunto en el cuadro del Bosco La extracción de la piedra de la locura (circa 1475), o un acercamiento más espiritual que no convierta en máquina al hombre cómo parecería haberlo concebido Descartes. No hemos avanzado tanto desde ese titubeo en la psicología o la psiquiatría y curiosamente en el tratamiento de la locura, los psicólogos se apartan, cediendo el camino a los psiquiatras, concediendo que la enfermedad mental es un hecho biológico que será mejor estudiado y domado por el médico. La depresión − lo escupen las voces de los especialistas en la radio y la televisión − es una enfermedad, producto de un desbalance bioquímico del cerebro. La falta de oportunidades de empleo, de realización personal, el extremo celo de los padres sobre los hijos o su desinterés total de ellos, el miedo que nos causa la violencia creciente en nuestro país, y el individualismo egoísta de nuestra sociedad, son sólo eventualidades sin importancia.
Sin embargo, el poder psiquiátrico − lo ha mostrado Michel Foucault − se presenta como una práctica en la cual la verdad no se pone en juego, más bien, se trata de articular un poder disciplinario a través de un dispositivo aplicado. No se trata de curar al enfermo, sino de controlarlo, aislarlo y hacerlo dócil a un régimen dietético en el sentido más amplio, se le restringe para probar de la vida a su manera. Se le normaliza en lo que es factible, porque siempre seguirá siendo una fuerza rebelde, o se le aparta de la sociedad para no volverlo a dejar entrar.
Audiffred, discípulo de Comte, ve en el individualismo, característico de los períodos de crisis (opuestos a los orgánicos, dónde impera la paz social y la salud mental) la última causa de los desórdenes mentales. También, insistirá en que la subjetividad, la diferencia — ¿Y su contraparte la locura? —, deberá ser eliminada según los preceptos del espíritu positivo:
(...) la felicidad resulta sobretodo de una inteligente actividad, debe, pues, depender principalmente de la afinidad de los instintos afines, por más que nuestra organización no les conceda una fuerza preponderante; puesto que los sentimientos benévolos son los únicos que pueden desarrollarse libremente en un estado social (...)
Ahora bien, entre esa época, que llamaremos período inicial etiológico y la nuestra se puede distinguir una etapa intermedia. Se trata de un período nosológico, con una fuerte inspiración en las ciencias naturales y concretamente en la biología. La preocupación central ya no es tanto el filosofar acerca del origen, sino describir y clasificar enfermedades mentales con el mismo criterio que el botánico o el zoólogo, se trata de un esfuerzo del que Buffon de seguro se sentiría satisfecho. Se ha terminado con la búsqueda de un significado para la locura; en adelante, la estrategia de definición operará por el acento en el negativo de la norma. La taxonomía establecida, permite la instrumentación de estrategias de rechazo social que segregan a los alienados del resto de la población en hospitales. El paso es paulatino, y, como también demuestra Foucault por razones que detalla en su formidable estudio bien conocido Historia de la locura en la época clásica (1964), la enfermedad mental viene a ocupar un lugar dejado por la lepra ante el advenimiento de un acercamiento higiénico médico moderno.
Puede considerarse a Kraepelein el más célebre representante de cierto período intermedio. Discípulo de Wundt, asistente de Flechsig y admirador de Bismark formó la escuela organicista y neuropatológica alemana del siglo XIX cuyo espíritu formalista correspondía a un carácter lógico y riguroso. Lo esencial de su obra se halla contenido en las ocho ediciones del Tratado de psiquiatría que fueron apareciendo de 1883 a 1915 y en el cual, separándose de los criterios esencialmente sintomáticos de sus predecesores, propuso clasificaciones sucesivas y sin cesar completadas de las enfermedades mentales, fundadas en las nociones de evolución y de estado terminal.
A Kraepelin debemos el concepto de demencia precoz, al que confirió unidad y extensión particulares al agrupar tres tipos clínicos principales, la catatonia, aislada entre 1863 y 1874 por Kahlbaum; la hebefrenia, descrita por Hecker en 1871, y una forma delirante, a la que calificó de paranoide. Esta entidad nueva, muy claramente definida desde la sexta edición del Tratado (1899), tuvo rápidamente amplísimo éxito en el mundo psiquiátrico y preparó el camino para la esquizofrenia de Bleuler. La noción de delirio paranoide lo condujo, así pues, a limitar definitivamente el vasto concepto de paranoia a un sistema delirante restringida "durable e imposible de romper, que se instaura con conservación completa de la claridad y el orden en el pensamiento, en la voluntad y la acción".
Fue también él quien dio carta de ciudadanía a la psicosis maniaco-depresiva hasta entonces fragmentada en cierto número de formas clínicas independientes, pero en ningún momento se preocupó por las hipótesis psicopatológicas y se contentó con consideraciones descriptivas y clasificatorias, pensando que estas afecciones eran psicosis de causa "endógena", cuyo origen debía buscarse en la organización interna predisponente de la personalidad.
La marca de diferencia entre este período y el actual se debe al nacimiento del psicoanálisis y a las repercusiones de este discurso en el campo de la clínica. Uno de los aspectos fundamentales de esta nueva aproximación a la locura es la consideración de que no existen enfermedades mentales en los términos descriptivos inútiles del manual DSM IV que se acercan más a la botánica que a la comprensión del hombre, sino posiciones subjetivas vinculadas a mecanismos de relación con el Otro. También, debemos al genio de Freud (Tres ensayos para una teoría sexual, 1905) el descartar el término: degeneración, tan en boga en su época en función de una penetración de los mecanismos subjetivos que conforman las llamadas patologías.
Con el psicoanálisis se descarta, por fortuna, el determinismo biológico hereditario del siglo XIX y se señala el pasaje a nuestra actualidad. Sin duda, han quedado restos de cada una de las etapas anteriores y se puede incluso observar en ciertos sectores de la Psiquiatría una vuelta a modelos biologicistas. Por lo que hace a la Psicología, el fenómeno de la locura es hoy en día abordado desde modelos conductuales, comunicativos, lógicos y discursos antipsiquiátricos que no interesan al presente trabajo.
Si nos importa hacer notar, que la nosología psiquiátrica, fue enfrentada por Freud desde sus primeros abordajes de la locura. La clasificación de acuerdo a síndromes y síntomas, las recomendaciones morales y las terapias constrictivas o de simple contención, no llenaron sus expectativas de tratamiento hacia sus enfermos. La etiología pareció ser siempre la marca que significó la intención en su obra desde los primeros momentos. Parecía importarle más, el encontrar un mecanismo específico por el cual se crea una vivencia delirante. En su escrito intitulado La Neuropsicosis de Defensa (Freud 1894), leemos, por ejemplo:
La defensa contra la representación intolerable tenía efecto por medio de la disociación de su afecto concomitante. La representación permanecía en la consciencia, si bien aislada y debilitada. Pero hay aún otra forma de la defensa mucho más enérgica y eficaz, consistente en que el yo rechaza la representación intolerable conjuntamente con su afecto y se conduce como si la representación no hubiese jamás llegado a él. En el momento en que esto queda conseguido sucumbe el sujeto a una psicosis que hemos de calificar de locura alucinatoria.
Destaca de manera por demás curiosa en este párrafo, que sea precisamente el Yo el agente de la locura, cualquier semejanza con las posteriores concepciones lacanianas, no debe tomarse como producto del simple azar. También es importante en estas líneas, la concepción de que en la locura existe una falta de inscripción de algo esencial, rechazado.
Por otro lado, el antagonismo: esquizofrenia - paranoia, síntesis de una contraposición: desorganización vs. delirio estructurado, tan cara a la psiquiatría alemana, no aparece como esencial al vienés. En la correspondencia de Freud - Fliess, germen de toda concepción psicoanalítica posterior, vemos incluso emerger un concepto más amplio que el de paranoia, retomado de la psiquiatría clásica alemana: dementia precoz.
Lacan por su parte, en el seminario de Las Psicosis (1955-56), cuestiona la denominación de esquizofrenia, de hecho, el término no forma parte del vocabulario lacaniano. Más aún, la mención al término es con motivo de hablar del "dicho esquizofrénico", manierismo común en Lacan que apunta al sarcasmo. Para los lectores no familiarizados con el estilo de este autor es conveniente aclarar que usualmente cuando antepone a categorías y términos establecidos expresiones como: "el supuesto", "el dicho", en realidad pone en suspenso la validez de la expresión a la que se refiere.
Pero, volvamos un poco atrás. El término paranoia tiene un uso muy circunscripto en Kraepelin (Kraepelin 1899), y ocupa un lugar de disimetría con respecto al de esquizofrenia. Podemos ubicar el nacimiento del término paranoia al inicio del siglo XIX. Lo debemos a Griesinger y data de 1845. Es el nombre de una afección llamada primitiva y que como tal no depende de una enfermedad anterior. De ahí será retomado por Kalbaum en 1863 y en un marco de referencia kantiano, en el cual se distinguen, aquellas perturbaciones que involucran a los afectos, de otras que implican los quehaceres del entendimiento y el juicio (Miller 1982 Loc. Cit.). La paranoia en esta división, se encontrará como una afección de estas dos últimas funciones.
Posteriormente, comienzan a multiplicarse las indicaciones sobre las formas secundarias de la paranoia; se hablará de paranoia aguda y la clínica francesa la bautizará con el término de bouffée delirante. Kraepelin en su tratado de 1899 distinguirá de entre los procesos de degradación psíquica: la demencia precoz, la catatonia y las demencias paranoides. A partir de la cuarta edición habrá una rectificación y el término dementia precoz, será la síntesis global de un debilitamiento intelectual general, progresivo e irreversible. Doce años después - 1911 -, Bleuler se refiere a esta enfermedad con el término de esquizofrenia.
Así pues, la definición del término dementia precoz en un período de aproximadamente 15 años, quedará desplazado por el concepto de esquizofrenia. Miller (1982), ha opinado que se trata de una reformulación, en el que la influencia del psicoanálisis, es el estímulo que hará surgir una corriente de respuesta opositora que finalmente se impone. El hecho no nos extrañaría en absoluto, la historia podría ser similar a la del establecimiento del término autismo, que habría devenido de autoerotismo. En este último caso, la nueva denominación evade las consecuencias teóricas y clínicas del asunto .
El debate entre los términos paranoia, esquizofrenia y dementia precoz no se cierra, sin embargo, tan fácilmente. La amplia discusión de esos términos, es una polémica de fondo que será el inicio de un reposicionamiento respecto a la locura. La esquizofrenia bleuleriana impuesta ya totalmente después de la 2ª Guerra Mundial se generaliza - no por azar - con la diáspora freudiana. Sin embargo, los franceses conservaran la división entre la dementia precoz y la esquizofrenia. El mismísimo jefe de Lacan en el internado, su maestro Claude, conservaba la idea de que la primera era una denominación más general y llamaba a las esquizofrenias: esquizoidías. Las aproximaciones de terapéutica psiquiátrica ligadas a estos fenómenos tomaron con el tiempo diversas formas, se intentaron los choques eléctricos, soluciones extremas como la lobotomía y recientemente, merced a una nueva generación de neurolépticos, se ha reducido el delirio y las manifestaciones de depresión y suicidio. Desgraciadamente, es común encontrar entre el mundo médico, cierta certeza de que estos padecimientos son irremisibles en la mayoría de los casos y que lo único que habría de esperarse del tratamiento es, un control no siempre eficaz.
Pero el asunto esencial para nosotros los psicoanalistas es dejar de lado cualquier intención moral y diría hasta correctiva, lo que importa es tocar la verdad del sujeto, aquello que está oculto tras el síntoma. Esa acción que encauza prácticamente toda la psiquiatría biologicista va en la misma dirección que todo el movimiento social capitalista de nuestro tiempo, el sujeto debe trabajar, no salirse de la norma y ser igual a los otros, si no hace esto es una criatura heterogénea, disfuncional, anormal, y si no se le puede corregir, mejor que esté muerto, importa que se una a esa lógica de producción de bienes y plusvalía. Ese término que descubrió Marx y que habla de cómo entre el coste de producción y la venta al público se produce una diferencia que deviene diferencia de clases sociales, pues los propietarios de los medios de producción se quedan con ese plus. En las mismas universidades, hoy en día el sujeto y su relación con el saber… los programas de estudio se justifican en torno a la obtención de competencias. En el caso de la psicología en nuestro país se busca que ésta se lleve a cabo, desde un punto de vista objetivo y frío, que pretende hacer ciencia, a los conocimientos obtenidos de la estadística y el laboratorio. Que se ocupa de la llamada Educación sexual muchas veces, pretendiendo que es algo que debe aprenderse de un libro, o a través de la pedagogía, cuando el asunto pasa – más bien – por intercambio de sudores y revolcones, pasiones y el loco amor. El Logos en este tiempo substituye al mito, y pretende negar el inconsciente, es un movimiento muy grave que no dejará de tener consecuencias.
Si el modernismo y el progreso de la técnica puede ser representado metafóricamente como una cultura del ojo que privilegia la mirada y la búsqueda de la representación objetiva sobre la subjetividad, puede decirse que ninguna figura expresó mejor el trauma y el éxtasis de la liberación de esa racionalidad positivista con tanta fuerza en el siglo XX como Georges Bataille. Sin duda nadie trabajó más por el destronamiento de la filosofía del ojo como él, en demostrarnos que esa es sólo la superficie y en el fondo somos politeístas, paganos y perversos.
Voy a darles dos ejemplos, sin embargo, de que detrás de esta lógica se mantiene un movimiento muy diferente.
que quizá les sorprendan porque casualmente parecen estar muy alejados de lo que hoy es la clínica.
Habitualmente se considera a la psicosis un fenómeno de excepción. Pensamos que no es así, quienes sostienen el criterio de que la normalidad se acerca más bien a la estructura neurótica, pasan por alto la más elemental lectura de los acontecimientos históricos que podría ser refutado con la simple lectura de Suetonio.
Podemos mencionar más específicamente el delirio de Nerón o de Calígula, las atrocidades de Vlad Tepes, Alfonso IV de Portugal, Pedro el Cruel de Castilla, Catalina de Rusia, en tiempos más modernos el acontecimiento del Holocausto y los siniestros personajes que lo animaron, la voracidad y crueldad de Stalin quien en nombre de una causa trascendente, cazó a sus adversarios, aplastó la ciencia y la cultura de un pueblo, la guerra norteamericana del Golfo Pérsico, y los actuales signos de terrorismo islámico originalmente propiciados por los EUA, son signos de que la locura ha corrido sin trabas. Incluso el neoliberalismo y el impulso ecocida de nuestro hipercapitalismo, son parte de una misma enajenación que compromete el futuro de las próximas generaciones y que no se considera locura cuando habría mil motivos para que si fuese considerada así.
Todos estos son sólo algunos ejemplos llamativos e irrefutables de un tiempo que vive las consecuencias del final de la historia que ya nos había adelantado Dostoievski y en el que el sujeto no tiene ideales, no tiene patria, ni vive para el mañana, sino que sólo está en pos de la satisfacción de sus más elementales necesidades sin pensar en el futuro, viviendo un presente infeliz y de resentimiento que sólo es tolerable en nuestros tiempos con la televisión, y el vómito río de información del internet que impone sus objetos y formas de deseo o la religión que busca sancionar como justo el orden de las cosas en la Naturaleza y promover una moral de sacrificio.
Estos ejemplos, por demás llamativos, hablan también, de que bajo ciertas condiciones ⎯ ¿sociales? ⎯, dicha locura puede ser sancionada como justa, normal o al menos tolerable, por el grueso de la población.
Voy a ofrecerles otros ejemplos de locura socialmente aceptada. La teoría jafética marrista tuvo cierta popularidad como una concepción verdadera del origen del lenguaje en la Unión Soviética. En ella se establecía que todas las lenguas del mundo tenían un origen común y se basaban en el sostenimiento de que el origen jafético había derivado en las lenguas caucásica, sumérica y vascuence (hoy se discute que el origen verdadero del etarro sería africano). Esta concepción evolucionista del lenguaje se presentó a sí misma como la primera teoría lingüística marxista y por tanto científica en su momento.
También en la misma Unión Soviética tuvo lugar el caso Lysenko en el que un agrónomo marxista afirmó haber hecho descubrimientos agrícolas que podrían mejorar el rendimiento de las cosechas. Sus teorías, en ocasiones confusas, se basaban en la noción de una falsa de "herencia de caracteres adquiridos" (lamarckismo) combinada con diversas formas de darwinismo. Con un procedimiento que mezclaba la vernalización y la hibridación, recomendaba "instrucciones prácticas" para mejorar la producción agrícola, por ejemplo enfriar el grano antes de sembrarlo. En líneas generales, Lysenko afirmaba que las plantas podían ser modificadas únicamente por el ambiente, sin tener en cuenta su herencia genética. Dado lo erróneo de sus teorías, los resultados negativos de estas prácticas que llevaron a inmensas pérdidas económicas agrícolas no eran los ampliamente publicitados o no se mantenían en el tiempo. Stalin respaldó y promocionó las ideas de Lysenko como una prueba científica de la infalibilidad de la teoría marxista. A nivel ideológico, el lysenkoísmo venía a "apoyar" los postulados marxistas acerca de la moldeabilidad de la naturaleza humana más allá de lo que impusiese la herencia genética.
Se confiaba en que la aplicación práctica de estas teorías, solucionaría el problema de desabastecimiento alimentario que sufría el pueblo soviético y lo único que se logró es un desplome en la producción agrícola y un retroceso en la investigación científica en el campo biológico.
La identificación de las teorías lysenkoístas con el régimen soviético fue total: se convirtió, de algún modo, en la "ciencia soviética". Lysenko publicaba sus "descubrimientos" no en publicaciones científicas, sino en medios genéricos de alcance popular. Llegó a convertirse, durante más de treinta años (entre finales de los años 20 y mediados de los 60) en la única voz autorizada de la ciencia agrícola en la URSS, influyendo directamente en las decisiones políticas.
Su poder era tal, y su personalidad tan extrema, que convirtió en prisioneros políticos a numerosos científicos opuestos a sus teorías, algunos de los cuales murieron en los gulags y en las cárceles. La genética se convirtió, de algún modo, en "enemiga" del mundo obrero, y el ADN (cuando fue descubierto) fue tomado como una superstición ideológica de los medios occidentales. El lysenkismo tuvo acogida en muchos países del Bloque del Este, China y algunos países orientales hasta la muerte de Stalin y un poco más de eso, y ha sido identificado por algunos como parte de las razones del quiebre económico de la Unión Soviética.
Un ejemplo más contemporáneo llamativo por su inmensa popularidad, es el de la Iglesia de la Cienciología de Ronald L. Hubbard que en un momento dado llegó a tener 4 millones de seguidores entre los que se encontraban hasta hace poco: Tom Cruise, Dustin Hoffman, Oliver Stone, Chick Corea, Larry King, Mario Puzo, Aaron Spelling, Gore Vidal y que en la cúspide de la pirámide inmensa de creyentes propagó la existencia de un contacto extraterrestre y contacto con un dictador universal de nombre Xenú.
Otro ejemplo quizá más cercano a nosotros, también en EUA se cuenta que ha habido un número de 5 a 6 millones de abducidos por OVNIS que tienen testimonios de sus contactos con aliens que los secuestraron, estudiaron, operaron y hasta implantaron dispositivos en sus cuerpos antes de devolverlos a la Tierra.
¿A qué se deben estos casos de lo que podríamos llamar una locura, un delirio colectivo? Ya desde los tiempos de Whilhelm Reich, luego con Marcusse y hasta llegar a Zizek, podríamos culpar al capitalismo tardío de estos fenómenos, sin embargo parece más justo decir que la locura corre desde hace mucho más tiempo en la civilización. La psicosis no depende de un determinado modo de producción económica, aunque habría que reconocer también que nuestro tiempo mueve a la deshumanización y al descuido del bienestar colectivo a favor del desarrollo de los intereses de las grandes empresas ¿Pero entonces las psicosis son o no parte de un determinado estadio económico o social? Volveré sobre el tema.
Y otro más:
Cómo menciona Mickelman en el mundo médico y psicológico, el nombre de “histeria” ha ido dejando de aparecer como un padecimiento con derecho propio, aún y cuándo ha sido una aflicción de la que se tiene noticia desde el antiguo Egipto. El mundo médico contemporáneo ha establecido dudas sobre el hecho de que sea una unidad que conforme una enfermedad. Incluso el universo psicológico ha tomado estos parámetros empíricos para negar y rechazar la existencia de la histeria Y hasta Thomas Szasz ha afirmado que no es más que una superchería, un mito construido.
¿O puede ser que la histeria es un mal suprimido como en el caso de la viruela que fue anunciada como erradicada por la OMS en 1988? El término histeria en el DSM V no aparece, no tiene lugar, sí existe la clasificación trastorno de síntomas somáticos, y se concede atención a la clasificación china Shenjing shuairuo que podría traducirse como neurastenia en occidente, y también se menciona el termino hindú ashaktapanna, o el japonés shinkei-suijaku. También entre las clasificación más cercanas a los síntomas de la llamada histeria, encontraríamos: Trastorno de stress agudo, con ansiedadmixta y estado de ánimo deprimido. O bien el: Trastorno relacionado con traumas y factores de stress no especificado. Como señala Scull el término histeria adquirió una connotación desagradable de cierto desprecio hacia el paciente y de cierta irrealidad de sus síntomas. Todo esto reforzado por el hecho de que en países como EUA, en 1970 la mayor parte de los psiquiatras que trabajaban en los hospitales habían tenido entrenamiento psicoanalítico, pero 15 años después el panorama había cambiado completamente al ocupar esos puestos psiquiatras adheridos a las neurociencias y que también estaban tocados por los enfoques cognitivos y conductuales .
El personaje de Don Juan, podemos tomar la versión que el lector guste (sea: Tirso de Molina; Zorrilla, Dumas, Pushkin o Kierkegaard), revela dramáticamente este hecho. Tras de la inmolación estética y ¿por qué no?... sacrificial, de sus amantes, en él no hay una saciedad de la crueldad, sino desdicha e insatisfacción. Lo que persiste es una cierta circulación económica sin satisfacción de la pulsión sexual, que da cuenta de la insuficiencia de uno, otro y cualquiera objeto para satisfacer al protagonista. Uno podría preguntarse, ¿comparadas sus víctimas, con quién? ¿qué profundo dolor aqueja a este hombre que el amor de todas estas mujeres no le alivia? ¿ante quién tiene que demostrar la fuerza de sus conjuros, su poder de seducción?. Un discurso siempre se sostiene en relación con un interlocutor. En el caso de Don Juan, detrás de la pirotecnia de su encanto, podríamos decir que – suponiendo al personaje como objeto de análisis – se encuentra petrificado en el deseo de la Madre. Una y otra mujer no hacen sino ratificarle que ninguna de ellas es como su progenitora, el hueco de su ausencia aparece ante él como un cráter descomunal y vacío. El descubrimiento fundamental del psicoanálisis, expresémoslo de otra manera, es que nada en el hombre es "natural", el lenguaje específicamente humano, ambiguo, fuera de lógica, metafórico y a la vez refulgente lo demuestra y la sexualidad no queda a salvo de la regla. En los seres humanos, no hay períodos de celo como en los animales, también hay una falta de liga natural con el objeto sexual que excede los ideales de cualquier moda. Así pues, la esencia de la sexualidad en el hombre es perversa, esto no es un juicio moral, nos atenemos a la raíz latina: per - alrededor; ves - vereda - camino. en este sentido puede comprenderse la frase que tanto horrorizó a los contemporáneos de Freud: el niño es un perverso polimorfo. Digamos un pequeño animal ávido de experimentar múltiples formas de satisfacción, ya sea oral, anal, fálica, etc. Pero más allá... quizá sigamos en algún punto siendo siempre niños, siempre perversos. Este camino del psicoanálisis largo y difícil, pero el único posible para algunos, lleva al encuentro con la propia historia, a la oportunidad de reconstruir el presente comprendiendo las lecciones del pasado; a suprimir la deriva de inmolación, de autodestrucción que fue llamada por el creador del psicoanálisis: compulsión a la repetición. El psicoanálisis, desde sus comienzos, ha estado destinado a cambiar la perspectiva de comprensión de todo aquello que es humano. La lectura de una obra literaria, por poner sólo un ejemplo, alcanza nuevas significaciones, algunas de proyecciones sorprendentes, que incluso pudiesen considerarse ajenas a la intención original del autor. Es ineludible que el lector psicoanalista, psicoanalizado, se pregunte ante una obra: ¿Pero: qué me quiere decir el escritor? Se adquiere una relación de intimidad, de asunción de la subjetividad de una obra, hasta antes desconocida. El producto estético, se transforma en: documento que trasciende la buena forma, que rompe las reglas del buen observar y del leer bien (¿leer el bien?), tan propia del crítico de arte. El psicoanalista irreverente, se atreve a decir del texto con audacia, a tocarlo, a interpretar, que es lo mismo que decir: transformar. El análisis literario que éste realiza, supone que más allá de un autor, se encuentra el discurso por el que éste es hablado y no me refiero aquí al discurso social o histórico, sino al discurso del Inconsciente, uno que como hemos visto, no es del todo social. En resumidas cuentas, el inconsciente pide ser escuchado de mil maneras y hay que oírlo. Una lectura psicoanalítica supone que hay una argamasa común de la que estarían hechos los seres humanos y que estaría formada por la angustia, no cualquiera, la angustia ante su propio deseo. Es esto, quizá, lo más intragable para los críticos del psicoanálisis. Agreguemos de pasada que, más allá de la terapia, el psicoanálisis ha demostrado ser útil para problematizar asuntos pedagógicos, psicológicos, y es aplicable como método de estudio e interpretación de mitos, hechos biográficos e históricos. Finalmente es también una reflexión filosófica a fin de cuentas sobre el hombre y su quehacer que va al fondo de su esencia, que es la de ser siempre otro. En este último rubro se inscriben las llamadas obras de pensamiento social en Freud, mala denominación para trabajos como "Tótem y Tabú", "Psicología de las masas y análisis del Yo" y "El malestar en la cultura". Y digo que es una manera errónea de nombrarlas, pues el hombre nunca es un individuo inmerso en su soledad y en contraposición con lo social. Esas antinomias son restos execrables de un pensamiento que ve como opuestos lo psicológico y lo social, extimidad e intimidad, pensamiento y acción, ustedes y yo. El poeta Rimbaud lo expresaba poéticamente: Yo soy Otro. Es bastante común, entre la gente que se acerca a la terapia, la pregunta por las diferencias entre un psicólogo, un psiquiatra y un psicoanalista. A mí particularmente, esa pregunta me habla de que la proyección nacional de la imagen del psicoanálisis y los psicoanalistas es difusa y pobre. Les ahorraré al lector, el recuento de nombres y de posiciones diversas de los psicoanalistas. Tampoco hablaré de las vicisitudes del psicoanálisis en México que se inició bajo la formación de un reconocido maestro como Erich Fromm y que en su camino decidió cambiar aspectos fundamentales de la teoría, hasta el punto de sostener otra teoría que no conserva ya la marca freudiana y, sin embargo, se ha erguido al público con el nombre de psicoanálisis. Queda también pendiente para una futura historia del psicoanálisis en México, la descripción del giro que el psicoanálisis ha dado, en función de la enseñanza de un maestro como Jacques Lacan que para algunos es quien ha sido el artífice de una nueva fundación del psicoanálisis. Me parece del todo exagerado (y más bien sostengo la tesis contraria), decir que la obra de Lacan, es una teoría nueva al punto de abolir las ideas del fundador. Considero que - desde mi particular punto de vista-, efectivamente, nos brinda una nueva dimensión y punto de vista sobre el dispositivo analítico en el contexto de los nuevos planteamientos de disciplinas tales como: la antropología, la filosofía, la lingüística, la investigación literaria y las matemáticas. Si queremos señalar aquí, el problema de la formación de un analista y de la autorización de un clínico como psicoanalista. Estas complicaciones sobre la llamada autorización de un analista, están a debate. Existen en México más de cinco grupos de analistas (Mencionemos sólo: La Asociación Psicoanalítica Mexicana, La Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, El Círculo Psicoanalítico Mexicano y Sociedad Mexicana de Psicoanálisis) que se han asociado e incluso establecido reglas para sus miembros que regulan la pertenencia al grupo, sus líneas y formas de trabajo. También hay otros psicoanalistas que se llaman a sí mismos analistas sin pertenecer a un determinado grupo y que incluso, muestran cierto orgullo de no formar parte de algún lazo institucional. Por otro lado, hay charlatanes e impostores que han aprovechado este panorama confuso para validar su práctica y nombrarla analítica. Todos estos problemas, historias que valen una y mil novelas, pueden proporcionar al estudioso de la historia del psicoanálisis, más de un dolor de cabeza. Es perfectamente posible que un estudiante de psicoanálisis se enganche a hablar en una jerga psicoanalítica, obtenga un título universitario y se crea psicoanalista. Hemos visto a alumnos de maestrías, especialidades y cursos superiores, o viajeros formados en Argentina, terminar sus estudios de teoría y empezar a publicar, dar clases, pero quizá lo más grave, empezar a ver y tratar pacientes sin hacer una práctica de un análisis formal. No es una situación que sólo encontramos en el contexto nacional. Con dinero, una beca o los ánimos de trabajar duro, se puede ir a Inglaterra, París o España, jamás pasar por un análisis en forma o hacerlo como un simple trámite para ostentar el título universitario como una licencia que autorice a trabajar en la clínica... no por sabido debe callarse y creo pertinente recalcarlo: el analista se hace analista solamente por el paso por el propio análisis. El análisis sólo se aprende en la pasaje por la propia experiencia. No podemos más que lamentar que se piense en el psicoanálisis como un oficio que puede adquirirse solamente a través del estudio o la vinculación con la teoría. No se dedica uno a este "oficio delirante", como a cualquier otra vocación. Nos lleva al psicoanálisis nuestra propia chifladura, nuestras pasiones, el deseo de dejar de sufrir y comprender. Decía mi maestra Marie Langer que el psicoanálisis sirve para comprender y dejar de mentirnos, o por lo menos no mentirnos tanto.
¿Sólo acuden adultos a consulta? No. Es aplicable a niños y jóvenes con problemas emocionales con algunas variantes técnicas que aseguran su eficiencia. No se necesita saber nada de teoría para entrar en un proceso analítico.
El Psicoanálisis puede ser de gran ayuda:
A quienes sufren de estados de ansiedad o tristeza.
A quienes luchan contra obsesiones o temores irracionales.
A quienes padecen de inhibiciones en el terreno sexual, laboral o social.
A quienes presentan conductas adictivas (alcoholismo, farmacodependencia, etc.)
A quienes padecen las llamadas enfermedades psicosomáticas (Neurodermatitis, úlcera péptica, colon irritable, asma, anorexia y bulimia, hipertensión arterial, etc.)
A aquellas personas que no logran sentirse satisfechas por sus logros, fracasan repetidamente en su proyecto de vida, o se ven atrapadas en relaciones destructivas.
A quienes han sufrido una crisis vital que les replantea su mundo (un matrimonio, un divorcio, una separación, cambio de profesión, la muerte de un ser querido, etc.)
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