Para Gena Torres.
No suelo presentar casos clínicos en mis conferencias, pero en esta ocasión me introduciré al tema que me importa tratar, a través de una viñeta del consultorio. Se presenta a mi consultorio Laura, una chica de 25 años que terminó la carrera de informática administrativa, que al parecer es muy habilidosa en todo lo que se refiere al mundo de la cibernética y ha incursionado como parte de su trabajo en la investigación de la inteligencia artificial. Ella tiene una hija de 6 años y el sueño de viajar a Europa para hacer una maestría o quizás también un doctorado. Ha tenido una vida difícil, pero gracias al apoyo de su progenitora pudo salir adelante en su carrera, ya que es la abuela, quien en la práctica ha fungido como madre de su nieta (nombres y situaciones son ficticios en cierto grado).
Me dice que hasta ahora ha tenido una vida feliz en la que ha tenido
relación con mucha gente y que una muestra de ello, es que tiene en su Facebook
cerca de 1500 amigos, pero últimamente ha tenido muchos problemas debido a una
relación que sostuvo por unos meses y que ahora le ha armado una serie de
chismes que han dado al traste con sus relaciones. Su mundo ha empezado a
derrumbarse y ella no sabe exactamente por qué, siempre se comportó de manera
sincera con él, fue tierna, bienintencionada, lo introdujo a sus amigos y ahora
él la traiciona sin más, con intenciones de hacerle daño diciendo a todos cosas
sobre ella que no son verdaderas y explicando en detalle cosas sobre su vida
que no eran públicas, ocasionando una serie de problemas que hoy la han traído
a análisis. No sabe cómo pegar los pedazos rotos de su vida… su vida es un desmadre.
Al preguntar un poco más sobre
lo que ella refiere, me dice que esa relación
la vivió virtualmente como residente
en el escenario de Second Life, un
site en la red que hace posible que a través de un avatar -- que no coincide
generalmente para nada con la presencia física real del dueño --, se
relacionen, personas que viven en ocasiones a miles de kilómetros de distancia.
Ella enfatiza que todo lo que allí ha conseguido ha sido sin invertir un
centavo, porque hay otras personas que compran lo que son sus “propiedades” y
“características” dentro de este mundo virtual.
Así que nada de lo que se ha dicho sobre ella y su relación misma, sus
amigos, e información regada, es sino un producto de sus fantasmas y los de los
usuarios del juego proyectados sobre los personajes de la red.
La plataforma social o mundo imaginario como quieran llamarle, fue
creado por Philip Rosedale, nacido en Silicon
Valley, casado y padre de dos hijos cuyo invento le ha hecho millonario. Un
tipo que una nota del periódico Universal (06/08/2007) define como el Dios de lo virtual y que en su creación
se hace llamar Philip Linden.
Hoy SL creada en 1999, cuenta con 12 millones de “residentes”, que en
promedio tienen 32 años de edad, los cuales pasan cuatro horas al día
conectados a SL. Basado en las relaciones personales que se establecen entre
los habitantes, otro de los aspectos más importantes de SL son sus actividades
comerciales. Aunque la moneda oficial de este mundo paralelo son los dólares
Linden, tienen una equivalencia definida en dólares americanos. Se calcula que
SL mueve alrededor de 600 millones de dólares diarios en transacciones.
Aunque el usuario puede entrar y jugar sin tener que realizar ningún
gasto, el dinero que se mueve en Second
Life proviene de actividades y de transacciones, ya que al igual que en la
realidad no virtual, existe la propiedad privada.
Los jugadores quieren vestirse a la última moda, de hecho Reebok y Adidas tienen tiendas dentro de este mundo para proporcionar
accesorios a los avatars, y construyen sus imagos de acuerdo a sus aspiraciones
que no coinciden con la realidad, ideales del yo e ideal del yo se funden en
imágenes que denotan musculaturas impresionantes, cuerpos sensuales, rostros
bellos, tan perfectos como puedan imaginarlos. Pero, además de construirse a sí
mismos, también puede diseñar y levantar su propia casa, por supuesto,
adquiriendo antes un terreno sobre el que construirla. El software
proporcionado por la empresa puede ser mejorada por nuevos dispositivos que
diseñados por los usuarios que pierden sus derechos de autor una vez que hacen
públicos sus avances.
En un momento dado, el dinero pasa a formar una parte vital del juego,
igual que sucedería en el mundo convencional. Para realizar negocios a cierta
escala necesario ser un usuario ‘Premium’, es decir, de los que pagan una cuota
mensual. Un usuario con cuenta ‘Premium’ puede comprar y adquirir todo tipo de
bienes y servicios. Ese dinero también puede obtenerse a través de un trabajo
en SL que dará dólares linden que le sirven para tener fondos para hacer
transacciones dentro ese mundo que pueden incluir propiedades, ropa, y hasta
genitales.
Es conocido el caso de personas que se han hecho millonarias a través
de transacciones de reventa de terrenos y en este mundo se realizan
exposiciones, carreras de autos y caballos, conciertos en los que han participado
artistas de la vida real como Suzanne Vega o U2, incluso se han realizado
manifestaciones políticas y existen delegaciones de partidos, especialmente de
izquierda. Actualmente empresas establecidas – como algunas que ya mencionamos
- han abierto locales en los que realizan transacciones y generan publicidad
entre los usuarios. Nissan, General Motors, Intel, Microsoft y Coca Cola tienen ahora sus ecos
virtuales en ese mundo fantástico. Por increíble que parezca, algunos países
como Suecia o Colombia, han empezado a abrir embajadas y a últimas fechas se
han empezado a crear países imaginarios.
Los usuarios pueden desplazarse volando, tienen helicópteros que
pueden alquilar o comprar, y parecen gozar de una libertad enorme en lo que se
refiere a sus actos. Philip Linden explica que Second Life es un país, “un
lugar digital en el que, quienes viven allí, experimentan algo imposible en el
mundo real: controlar su futuro”, afirmaciones difíciles, por no decir
estúpidas, cómo lo demuestra el caso que les he mostrado, pues la convivencia
con el otro siempre traerá por riesgo la indeterminación del mundo que nos
rodea.
Lo que llama la atención en todo este laberinto es que en él se
reproducen en gran medida las contradicciones del miserable real. Las diferencias
de clase social, la especulación inmobiliaria, la existencia de la propiedad
privada, los bancos y demás características del mundo cotidiano. Por supuesto,
los creadores de este aparato virtual dicen que las relaciones que establecen
los residentes no son una permuta de las interacciones en la vida usual sino
que son ensayos que permiten mejorar los contactos en el exterior. Sin embargo,
si tomamos en cuenta que los usuarios pasan habitualmente unas cuatro horas
(entre trabajo y diversión) en dicho Mundo
Cool, y otras tres más en el Facebook
pues resulta que estas personas se encuentran capturadas por un vórtice al
estilo Maelstrom que substituye las relaciones humanas y el contacto obligado
con las personas.
Se da el caso de personas que corren del trabajo a su casa para entrar
en SL y trabajar a fin de ganar puntos
para comprar cosas, realizándose así una doble explotación que en este caso en
su espejo es voluntaria. Llama la atención que mientras en el mundo real las
personas pueden hacer modificaciones de su cuerpo que escandalizan a la sociedad o
reivindicar su diferencia en lo que respecta a su aspecto, los avatars de los
usuarios de SL lo que buscan es adaptarse a la realidad desesperadamente y
volverse: exitosos y normales.
No es Laura el único caso que ha llegado, enhebrando las consecuencias
del mundo virtual y las relaciones generadas por la red, que son la nueva forma
de imaginario que hace plásticas nuestras fantasías y que ha hecho concreto –
según Sloterdijk –, en nuestra realidad moderna, el mundo de las ideas
platónico.
Hace algunos años, por allá de 1998, antes de publicación en español
de La bomba informática de Virilio,
y sin conocer la obra de Lipovetsky,
solamente habiendo leído algunas de las reflexiones sobre la cultura de Adorno
y Horkheimer, propuse un tema de investigación a mis colegas: La importancia del Internet, sus
consecuencias psicológicas y sociales. Se me hicieron críticas muy severas:
ese asunto no es para México, la red de redes no influirá en el contexto educacional
del país, es un fenómeno circunscrito al primer mundo. En un párrafo del
proyecto afirmaba que era una revolución similar a la de Gutenberg, me dijeron
que exageraba y que eran afirmaciones fuera de lugar. Alguien me interpeló: ¿Acaso piensas que todo mundo tendrá como
tú, una computadora para acceder a ese medio? La gente común no tiene ni
siquiera para pagar la renta o comer. Pasados los años, algunos de los
mismos compañeros que habían rechazado mis inquietudes estaban trabajando en
plataformas de aula virtual y ofreciendo servicios educativos a través del
Internet con mucho éxito y apostando a esos medios, su trabajo. No los culpo por su equívoco, seguramente no vieron lo que en ese
momento yo pude atisbar acerca de lo que estaba ya pasando y lo que estaba por
suceder.
Espero en este momento, que mis reflexiones sobre la época que estamos
viviendo sean mejor recibidas y puedan contribuir a esclarecer un poco la
compleja época que estamos viviendo de confusión y violencia.
La Modernidad, ya desfallecida, habría que entenderla como un proceso
amplio que comprendió los últimos cinco siglos. Más todavía, en los últimos
cincuenta años, los cambios tecnológicos se aceleraron exponencialmente hasta
situarnos en una nueva época que no tiene paralelo con la tradición histórica hasta
ahora vivida y que plantea nuevos problemas que hablan de un replanteamiento de
nuestra concepción del hombre que le hace despertar en una realidad diferente
que incluso cuestiona lo humano mismo. Asistimos a una nueva forma de entender
el trabajo, el ocio y el papel del individuo en la sociedad.
¿Cuándo empezó esta metamorfosis? Quizá, con la exploración del cuerpo
humano en el renacimiento, o fue el invento de la perspectiva en la
representación pictórica, tal vez el ascenso de la burguesía, o el uso de la
investigación científica para contestar preguntas que habitualmente se
respondían desde la religión, con seguridad la muerte de Dios según Nietzsche.
También tuvo que ver la introducción del reloj mecánico en el siglo XIV que
según Lewis Mumford[1]
“desasoció el tiempo de los sucesos humanos y contribuyó a crear la idea de
un mundo no independiente de secuencias
matemáticamente mesurables”. El “marco abstracto de tiempo dividido” se convirtió así en punto de referencia de la
acción y el pensamiento. Joseph Weizenbaum razona que el mismo tiempo medido,
que sirvió para el avance científico, nos llevó a una versión empobrecida de
las antiguas experiencias con la realidad. El reloj empezó a decirnos cuándo
comer, dormir, levantarnos. Dejamos de escuchar a nuestros sentidos y operar
como piezas de relojería. Una pregunta que los médicos de las instituciones de
atención pública hacen a los pacientes y
que es un parámetro de salud, es: ¿Come
usted a sus horas?
El cambio en la forma de vida, ha estado ligado tradicionalmente a
transformaciones económicas, pero el panorama de la cultura presente ha echado
por tierra la interpretación de la historia según la ortodoxia marxista. Se
establece así, de manera definitiva, el descubrimiento de que los llamados
antes, procesos superestructurales, son fuente de transformaciones que afectan
la vida social. El panorama de la cultura presente, una vez caído el muro de
Berlín y demolida la antigua concepción
materialista simple de la historia, establece que esos hechos no son una
consecuencia directa de la base económica. Todo esto se revela claramente
en nuestros tiempos en que la sociedad se acerca a un proceso de
virtualización de la cultura que llevará a profundas transformaciones
psicológicas que no podrán ser entendidas sin la comprensión de que nos
acercamos a un nuevo estadio de desarrollo social en el que la visión de la
utopía científica de la modernidad que preconizaba el sujeto autónomo, sin
divinidades y sin límites, dio a luz a un mito superyoico.
La marcha tecnoindustrial agudiza las diferencias materiales y
oscurece nuestro futuro barbarizando cada día más nuestra cotidianidad. Cada
día hay más ricos y mucho pero mucho más pobres, la sociedad se ha ido
volviendo una máquina loca de ingeniería en la que el ser humano no cuenta ya.
Las imágenes de Detroit y sus fábricas abandonadas son hoy la muestra de un
pueblo fantasma que creyó en la ciencia y la técnica como única y verdadera
salida para la miseria humana y decidió tirar a la basura las advertencias de
Heidegger sobre la incapacidad de la técnica para dar solución a todos los
problemas sociales. Stéphane Hessel al
final de su vida, en su libro manifiesto escrito a los 93 años y ahora best
seller -Indignez-vous[2],
se encoleriza porque hoy día el Estado dice que no puede hacerse cargo de la
salud y la educación de todos sus ciudadanos. Señala que Los progresos
conseguidos por la libertad, la competición, la carrera por el “siempre más”
pueden constituirse también en un huracán destructor, que no es claro que nuestras
democracias estén operando a favor de los derechos de los ciudadanos, que no
hemos sabido qué hacer para cuidar nuestro medio ambiente, y que la amenaza de
los sistemas dictatoriales no está completamente erradicada. Subraya que la indiferencia es la peor de las
actitudes posibles y que el egoísmo que dice “yo no puedo hacer nada, yo me las arreglo”, no puede llevarnos
sino a una catástrofe y a otra. Por eso nos invita a indignarnos ante nuestro
presente y aceptar el reto de cambiar hacia el futuro.
Ernesto Sábato[3]
lo entrevió hace más de 50 años cuando escribía: El siglo XX esperaba agazapado como un asaltante nocturno a una pareja
de enamorados un poco cursis. Esperaba con sus carnicerías mecanizadas, el
asesinato en masa de los judíos, la quiebra del sistema parlamentario, el fin
del liberalismo económico, la desesperanza y el miedo. En cuanto a la Ciencia,
que iba a dar solución a todos los problemas del cielo y de la tierra, había
servido para facilitar la concentración estatal y mientras por un lado la
crisis epistemológica atenuaba su arrogancia, por el otro se mostraba al
servicio de la destrucción y de la muerte. Y así aprendimos brutalmente una
verdad que debíamos haber previsto, dada la esencia amoral del conocimiento
científico: que la ciencia no es por sí misma garantía de nada, porque a sus
realizaciones les son ajenas las preocupaciones éticas.
Con más entusiasmo cada día se habla de la Inteligencia artificial,
comparándola a la inteligencia humana. Se habla una y otra vez de la integración
de la máquina con el hombre en el siglo XXI y la resolución de los problemas de
salud, hambre y sociales merced a la tecnología de la información, la robótica
y la nanotecnología. Esto también ha dado lugar a movimientos fanáticos que
rechazan sin excepción todos los avances en el campo de la ciencia, como el
caso de esos chicos nerd que atentaron contra profesores del TEC hace poco y
que no encontraron otro nombre más estúpido para nombrar a su grupo que: Individualidades
tendiendo a lo salvaje.
Quizá para los fanáticos del avance tecnológico, habría que
recordarles que la reproducción de las máquinas no es sexual sino tecnológica,
mecánica. La sexualidad es el medio por el cual el hombre se reproduce y se
vincula, todo lo demás es una consecuencia de esto. Pero también, la sexualidad
en el hombre es lo que marca la discontinuidad del ser, la necesidad del
prójimo, con el corolario del fenómeno del placer que no es necesariamente un
aliciente para la reproducción de la especie como pensarían los neurólogos
simplificadores, sino un inefable que marca a los sujetos humanos y les induce
a la repetición de lo incomprensible del sagrado goce sexual,
independientemente de cualquier presión de selección natural o empuje
biológico. Justamente Freud concibió la pulsión sexual sin un objeto
predeterminado y sin que pudiese extinguirse el deseo al alcanzar la meta,
precisamente éste persiste a pesar de las ganancias adquiridas que no hacen más
que acentuarlo y empujarlo en dirección a un ideal inalcanzable.
Por otro lado, esa versión en que la mente opera
racionalmente según los principios de la lógica y de acuerdo al conocimiento
acumulado, es completamente ingenua. Las definiciones de Aristóteles, San
Agustín, Kant, Leibinz, Hegel y Mill respecto al papel de la lógica como método
para alcanzar la verdad, o el abstracto de la idea, chocan con la manera de
pensar cotidiana de los seres humanos. Principios de la lógica como el (a)
Principio de identidad. b) El principio de no contradicción. c) El principio de
tercero excluido. d) El principio de razón suficiente), no tienen que ver mucho
con las pautas de la imaginación o del sueño que rigen la verdadera creatividad
humana. El cuadrado de la hipotenusa
es igual a la suma de los cuadrados de los catetos es una afirmación
muy diferente a: Un gran vestíbulo - muchos invitados, a quienes nosotros
recibimos. - Entre ellos Irma, a quien enseguida llevo aparte como para
responder a su carta, y para reprocharle que todavía no acepte la
"solución". Le digo: "Si todavía tienes dolores, es realmente
por tu exclusiva culpa." - Ella responde: "Si supieses los dolores
que tengo ahora en el cuello, el estómago y el vientre; me siento
oprimida."- Yo me aterro y la miro[4].
Una máquina jamás podrá pensar como un humano porque no tiene inconsciente,
no puede asociar libremente y sobre todo porque su existencia no está marcada
por los significantes: vida, muerte, sexualidad y deseo.
Inteligencia es para los tecnócratas, acumulación de información y
toma de decisiones según una cierta lógica positivista. En un artículo muy
celebrado publicado por Nicholas Carr intitulado: ¿Qué le está haciendo internet a nuestros cerebros? ¿Está Google
estupidizándonos?[5],
sintetiza algunas de sus ideas publicadas en su libro: Superficiales[6]
que hace poco fue reseñado por Vargas Llosa[7] en su columna del diario El País.
En ambos, retoma las ideas del una vez polémico divo, hoy casi
olvidado Marshall MacLuhan[8]
respecto a que los nuevos canales de comunicación no son simplemente medios
pasivos sino activos que van conformando y modificando nuestro método de
pensamiento. Según este académico, que
fue un crítico acérrimo de los medios
electrónicos y que enfocaba sus argumentos en la televisión, sin imaginar
lo que vendría después, “el medio es el mensaje”. Esto implicaba que la
información no era simplemente transmitida a través de un medio más efectivo
que haría más fácil su transmisión sino que esta tecnología tendría como
destino adormecer nuestros sentidos y convertirnos en sonámbulos. La tecnología
no es sólo una herramienta inerte sino un medio que socaba cualquier capacidad
de reflexión.
McLuhan imputaba a los medios electrónicos su carácter no lineal,
repetitivo, que obran más por argumentación analógica que secuencial. Merced a
esos medios “nos convertimos en lo que contemplamos”, en otras palabras:
“modelamos nuestras herramientas y luego éstas nos modelan a nosotros”.
Gran parte de lo que McLuhan tenía que decir cobra mucho más sentido
ahora del que tenía en 1964 y, mientras sus obras han permanecido en la sombra,
la verificación de sus profecías y análisis empezó a manifestarse en MTV, el
Internet, la imagen política de Ronald Reagan, la recuperación propagandista de
Richard Nixon, las empresas de compras por televisión y de correo electrónico,
tecnologías que McLuhan había intuido pero que no vivió para verlas fundidas en
silicio o vidrio[9].
Nos dice Carr[10]
que el internet es una mesa en la que se sirve un banquete tras otro, en los que
cada plato es más apetecible que el anterior, sin apenas recuperar el aliento
para entre bocado y bocado, La red de redes se ha convertido en un nuevo Dios,
quien tiene todas las respuestas a todas las preguntas que queramos o podamos
plantearle. Allí también está toda la música, todos los libros y en suma todas
las verdades eternales. Nos preguntamos cómo hemos podido vivir antes sin ese
cielo cibernético todo poderoso.
La misma manera cómo ha evolucionado la red llama la atención, hubo un
momento en que los Blogs se convirtieron en una manera de comunicación
excepcional en la que los autores de los textos podían subir sus opiniones
prácticamente sin censura, eran medios de expresión que haciendo uso de una
libertad creativa sin antecedentes, generaban una ola de comentarios y una
corriente de información por encima o por debajo cómo quieran de los diarios,
revistas y televisión. Sin embargo, hoy día están, a pesar de que precisamente
esos medios los toman ahora en serio, en decadencia.
La comunicación en la red ha sido llevada a la brevedad del hai – kú y
la interjección, al emoticón simple, el Twiteer
y la comunicación a través del Facebook
se convirtió en un medio que definitivamente regula el mensaje empezando por el
número de palabras que pueden usarse en ambas plataformas. La ortografía y la
redacción pulida dejaron de ser para el usuario una preocupación y lo que llegó
a ser importante es esa comunicación
aparente de superficie –
autocomplaciente - que caracteriza generalmente esos intercambios. Los chicos
no tienen más que preocuparse por la ortografía, se trata de abreviar, de
cortar, de tratar de decir por ejemplo, en 130 caracteres (el caso del exitoso
Twiteer) qué haces o qué piensas, qué
dejas de hacer y qué deseas. De hecho, estamos ante otro cambio, dónde las
imágenes y videos substituyen el discurso y nos hacen parecer que decimos
cuando no decimos, que sentimos cuando no sentimos, que pensamos cuando no lo
hacemos.
En algún momento de 1882, señala Carr, Nietzsche compró una máquina de
escribir, una Mailing - Hansen Writing Bol, le fallaba la vista y mantener los
ojos enfocados en la página se le había hecho agotador y doloroso, provocándole
muchas veces dolores de cabeza. Se había visto empujado a reducir su escritura
y el resultado final fuera que tuvo que abandonarla. La máquina impidió de
momento que pudiese darse este cambio sin transición, dominada la mecanografía
al tacto, podía escribir sin fijar su vista ni en la hoja ni en el teclado, con
los ojos cerrados. Las palabras empezaron a fluir de nuevo, ésta vez a través
del golpeteo de las yemas de sus dedos.
Un amigo suyo, el músico Henrich Köseliz, observó un cambio en su
manera de escribir. Su prosa se hizo más comprimida y telegráfica, los
aforismos se convirtieron en una habitual manera de expresión. El amigo le
dijo: Puede que con este instrumento te
adaptes a nuevos giros idiomáticos. Nietzsche le contesta: Tienes razón, nuestro equipo de escribir
participa en la forma de nuestros pensamientos.
Según el estudioso del filósofo Friederich A. Kettler[11] la forma cambió “de argumentos
a aforismos, de pensamientos a juegos de palabras, del estilo retórico al
telegráfico”. Tan encantado estaba Nietzsche con su máquina que le escribió
esta oda:
Como yo,
estás hecha de hierro.
Más eres
frágil en los viajes.
Paciencia y
tacto en abundancia.
Con dedos
diestros, exigimos.
Insistiré sobre el efecto de la introducción del reloj en las mentes
de las personas, éste llegó a hacernos pensar que nuestro cerebro era una especie de mecanismo de relojería,
hoy pensamos que nuestras cabezas son computadoras.
De hecho la integración del hombre con la máquina, lo que supone en el caso
de la interacción con nuestras PC ó Mac’s es precisamente que nosotros nos
adaptemos a la máquina y dependamos de ella para todos nuestros actos.
Ellas son ahora nuestro reloj, nuestra
calculadora, nuestro teléfono, radio, televisor, etc. Y más aún desde la
introducción de los teléfonos inteligentes, que nos hicieron llorar a Steve
Jobs como si hubiera muerto Santa Claus y compararlo con Einstein y Leonardo.
Yo tuve un vochito -- el auto del siglo XX, el auto del pueblo -- alguna vez
pero, nunca le estuve agradecido hasta las lágrimas al Sr. Porsche y Hitler por
su legado.
Recuerdo también en una ocasión en que los técnicos en computación de
nuestra universidad fueron a motivarnos a los investigadores, para usar las
plataformas informáticas. Uno de ellos decía: no piensen en la computadora como
un instrumento, piensen en ella como si fuera su mejor amigo o amiga. Yo le
objeté que eso era absurdo y que era muy peligroso lo que afirmaba pues se
trataba nada más y nada menos de la fetichización de la mercancía, descartaron
mi intervención sin más. En cierto modo, también ese fenómeno jugado alrededor
de Jobs y que conecta con el concepto de Verdinglichung en Marx. Reificación: El acto (o resultado del acto)
de transformar propiedades, relaciones y acciones humanas, en propiedades,
relaciones y acciones de cosas independientes del hombre. También,
transformación de seres humanos en cosas que no se comportan en una forma
humana sino de acuerdo a las leyes
del mundo de las cosas.
A medida de que usamos este instrumento, él nos va arrojando piezas de
información una tras otra como si fueran guijarros, hasta que llega un momento
en que nos es difícil terminar una lectura o acabar un trabajo. Las
multiventanas lo que crean es dispersión y falta de concentración que da lugar
a agotamiento y a una creciente incapacidad para leer textos. Es más difícil
para los jóvenes leer hoy la Montaña
Mágica o La Guerra y la Paz, Crimen y Castigo o Moby Dick, si los resúmenes de la obra se encuentran en Wikipedia.
No hay tiempo para perder, se trata de acumular información, de
registrar el saber. En ese trayecto se pierde el goce por la lectura y se borra
el sujeto para volverse una simple extensión del disco duro de la máquina. A
ver si lo entendemos, la máquina sí altera nuestra forma de actuar y pensar,
acerca y comunica, pero también es capaz de restringir y modificar nuestra
relación con la vida. Nos hace animales hambrientos de información que no se
sacian, el objeto plus de goce, está ahí en la forma de una pantalla que titila
a medida que trabaja. Tobe Hooper y Spielberg (después de Macluhan), ya nos
habían advertido en Poltergeist (1982),
del peligro de dejar a los niños frente a la tele. No hemos querido pasar a
comprender el riesgo que también representa para las mentes infantiles los
nuevos aparatos y en las tiendas de juguetes abundan las computadoras para
niños. Los padres enseñan con mucha emoción a sus hijos el uso de las máquina,
pero esa máquina es más que un instrumento, es una serie de esquemas y trazos
que moldearan su pensamiento ¿Acaso nunca fueron ustedes a dormir y al cerrar
los ojos, veían ventanas abrirse y cerrarse?
La red no sólo quebranta nuestra capacidad de concentración y
contemplación, de autocrítica y crítica sino que nos hace más que lectores:
buscadores de información.
Sergey Brin y Larry Page, que fundaron Google cuando hacían su
doctorado en ciencias de computación en Stanford, hablan con frecuencia de su
deseo de convertir su motor de búsqueda en una inteligencia artificial, una
máquina al estilo de HAL (la supercomputadora en 2001 Odisea del Espacio de Kubrick) que sea posible conectar
directamente a nuestros cerebros. “El
motor de búsqueda supremo es tan inteligente como las personas… o más —afirmó
Page hace unos años en un discurso—. Para
nosotros, trabajar en búsqueda es una forma de trabajar en inteligencia
artificial.” En una entrevista concedida a Newsweek en 2004[12],
Brin comentó: “No hay dudas de que si uno
tuviera toda la información del mundo unida directamente al cerebro, o un
cerebro artificial que fuera más listo que el propio, estaría uno mejor.”
Según Page[13]
de lo que se trata en realidad es “de construir una inteligencia artificial y
de hacerlo en gran escala”.
La suposición fácil de que estaríamos “mucho mejor” si una
inteligencia artificial complementara, o incluso sustituyera, nuestros cerebros
resulta terrorífica. Ésta indica una creencia en que la inteligencia es
producto de un proceso mecánico, una serie de pasos discretos que es posible
aislar, medir, optimizar. En el mundo de Google, el mundo en que entramos al
entrar en línea, hay poco espacio para la falta de claridad, de la
contemplación. La ambigüedad no es una apertura para la visión, sino una falla
que debe arreglarse. El cerebro humano es sólo una computadora anticuada que
necesita un procesador más rápido y un disco duro mayor. La concepción de la
inteligencia que Kurzweil y otros futuristas preconizan está basada en una
concepción de la memoria como acumulación de datos y una especie de disco duro
similar al que usan nuestras computadoras. Pero, los hombres no somos máquinas.
Aquí, Mumford[14] nos puede ayudar un poco más, a pensar lo que
una concepción mecanicisita implica. Una
máquina implica uniformidad, standarización, posibilidad de reemplazo. Desde la
existencia de la civilización industrializada lo que se busca con la regulación
de los horarios es la máxima eficiencia y se tiende a concebir a una sociedad o
un grupo de personas como un sistema que debe cumplir ciertas actividades de
manera eficiente y útil. Se trata de ahorrar energía y esfuerzos en beneficio
de la producción, pero reducir la existencia del hombre a tal concepción, es
simplemente hacerla miserable y contraria a la esencia misma de la cultura y la
civilización humana.
Los seres humanos operando bajo dicha lógica están condenados a la
rutina, al sacrificio de su salud y su felicidad. Se ha ponderado el hecho de
que la máquina podrá liberar al hombre del trabajo inútil y le proporcionará
más tiempo para su solaz y descanso. Pero el hecho es que en las grandes
ciudades, el hombre sujeto a las reglas industriales y a la eficiencia, tiene
muy poco tiempo para dedicarlo a su familia, y señalaba Mumford, a las
relaciones sexuales.
Si Thorstein Veblen había celebrado, que la máquina de escribir, el
teléfono, el automóvil, y otros adelantos tecnológicos han rentabilizado el
tiempo del ser humano al punto de que han incrementado las comunicaciones y el
bienestar humano, si llegó a afirmar que
el determinismo tecnológico es
el verdadero motor de los cambios históricos, Bertrand Russel y Aldous Huxley
han refutado con razón y gran éxito, que cada una de estas contribuciones no ha
sido sin un costo, todos estos avances nos han empujado a sacrificios que
vulneran de manera definitiva nuestra calidad de vida.
El que el hombre tenga la capacidad de viajar más lejos, le ha
compelido a hacerlo; los adelantos de la medicina han propiciado la
sobrepoblación; la mayor abundancia de bienes físicos (bañeras, automóviles,
computadoras, televisores, etc.) ha expandido el hambre de posesión de dichos
bienes. Se ha idealizado el materialismo vulgar y han cambiado los ideales
hacia deseo de éxito personal y acumulación de bienes. Eres bella si usas Channel, listo si tienes una Mac; exitoso si tienes un Mercedes, feliz si tomas Coca – cola; higiénico si te cepillas
con Colgate, etc. El propósito de
este materialismo es la fruslería, y el aliento de un poder vacío frente a una
cada vez más creciente sociedad totalitaria sobre la que cada vez tenemos menos
control político. Estamos felices y conformes con el control de nuestro
televisor o nuestro Ipod, aunque otros tomen por nosotros las decisiones más
importantes sobre la marcha de la sociedad.
El tema de fondo del libro Vigilar y castigar de Michel Foucault, era el dominio sobre el
cuerpo y las almas de los ciudadanos, por parte de un Estado que aplica
tácticas y dispositivos cada vez más sofisticados para el dominio de sus
tiranizados. La represión directa del cuerpo se sigue utilizando, pero ha
cedido su lugar en gran manera a una economía política, a una tecnología de
administración del alma en que los instrumentos de mortificación y coerción se
centuplican más allá de las ballestas y las tanquetas. Hoy, la escuela y el
registro electoral, la regulación democrática y sindical, los medios de
comunicación, son parte de un dispositivo de control de población que es más
efectivo y que produce saberes, relaciones de fuerzas, prácticas sociales, en
una malla social que deja cada vez menos espacio a la libertad. Sí, me parece
que hay coincidencia y se trata retomar desde una perspectiva de discurso y
genealógica, esos órganos y objetos, que alguna vez Althusser nombró aparatos ideológicos de Estado. La
sociedad controlada del Big Brother
que imaginó Orwell en su novela 1984, no es un invento del comunismo cómo él lo
había imaginado, sino una eficiente realidad capitalista cristalizada por la
ley antiterrorista “patriotic act” de
Bush, que hoy se nos intenta imponer a través de modificaciones a La Ley de
seguridad Nacional.
Nos gobiernan las grandes empresas, un estado regido por una clase
política divorciada de los intereses del pueblo, una policía corrupta y en
nuestro caso concreto: el sin sentido del crimen organizado que ha optado por la
práctica sin límite de la violencia en sus manos, arrebatando su uso monopólico al Estado. Más grave aún,
en un acto de campaña en Manchester, Nuevo Hampshire, el precandidato
republicano Rick Perry favorito para ser proclamado candidato por su partido,
afirmó a principios de mes, durante un acto de campaña que si es elegido
presidente consideraría enviar tropas de Estados Unidos a México para combatir
la violencia del narcotráfico. Acto que a contrario de lo que muchos pensamos,
sería celebrado por buena parte del Norte de nuestro país.
La idea de que nuestras mentes operan como máquinas de procesamiento
de datos de alta velocidad está incorporada al funcionamiento de Internet, y es
también el modelo comercial reinante de la red. Mientras con mayor rapidez se
navega por la Red, mientras más enlaces podamos cliquear y más páginas vemos,
Google y otras empresas recopilan información sobre nosotros y encuentran la
forma de alimentarnos de anuncios o redirigir nuestro interés hacia ciertas
geografías de la red. La mayoría de los propietarios de Internet comercial
tienen interés financiero en recopilar los mendrugos de datos que dejamos atrás
cuando revoloteamos de enlace en enlace.
Lo último que desean estas empresas es fomentar la lectura pausada o
el pensamiento concentrado, lento. Es su interés económico llevarnos a la
distracción, a la dispersión, me contaba otro paciente que a veces en el chat del messanger, tenía abiertas 25 ventanas y
sostenía conversación – si a eso se le puede llamar así – con todos.
Toda esta relación con la máquina, lo que hace es que nos embelesemos
con la imagen de nosotros mismos y que nos pensemos como los protagonistas del
cuadro de Rivera: El hombre supremo
controlador del universo. En realidad somos mucho menos que eso, modestos
troncos huecos habitados por roedores, arañas y alimañas de distinta clase.
Quisiéramos siempre ser otros, transformarnos a nosotros y al mundo,
pero los ideales se nos han ido esfumando para dejar nuestra imaginación
estancada en manifestarse a través de sueños prefabricados como los “reality
shows”, los juegos de roles, la moda y los disfraces. No pudimos transformar al
mundo como quería el Che Guevara,
pero ahora usamos la camiseta con su imagen y piercings que prueban nuestra rebeldía ante la sociedad.
El capitalismo/industrialismo/instrumentalismo ha
condenado a los habitantes de las sociedades del siglo XXI a una vida infeliz e
infame, atravesada por la violencia en diferentes formas. Se toma como una
consecuencia inevitable del desarrollo: los sistemas represivos de poder, el
privilegio a las instituciones sobre los individuos, las relaciones
estratégicas sobre los deseos individuales, la reglamentación de las relaciones
personales al punto de regular la vida personal en las decisiones más
particulares e íntimas.
Parte de este juego lo forman los discursos de
palabras vacías, las normas absurdas, las planificaciones para el decorado de
los informes, las prácticas jurídicas, castrenses, escolares, religiosas,
recreativas, morales y desde luego, la ordenación electoral estéril que
pretendiendo ser democrática está destinada a beneficiar a una capa de
privilegiados. A este mar de injusticias debemos sumar las características propias de nuestro país y
agregar la corrupción sin límites que toca todos los ámbitos empezando por el
político, la violencia directa y el establecimiento de reglas piramidales en
una sociedad que no deja de ser un reflejo de la historia caudillista que nos
ha tocado vivir y que nos caracteriza como nación desde el surgimiento de
nuestro país, como tal, en el siglo XIX.
Walter Benjamin señalaba que la transformación de
la superestructura siempre es más difícil que la de la infraestructura, sin
embargo, las coordenadas de vela para los jóvenes del siglo XXI, consisten en
haber cambiado en poco más o menos dos generaciones, los ideales humanitarios y
de transformación de su sociedad en búsqueda de reglas más justas que eliminen
la miseria, la pobreza y la desigualdad entre los ciudadanos por la consecución
de bienes materiales y el brillo que acarrea el triunfo individualista del
narcisismo.
Gilles Lipovetsky ha enfatizado que hoy día se
privilegia la expresión gratuita, la primacía del acto de comunicación sobre la
naturaleza de lo comunicado, la indiferencia por los contenidos y la
reabsorción lúdica del sentido, la comunicación sin objetivo ni propósitos
claros, dónde el emisor recibe del receptor su propio mensaje en forma
invertida, tal y cómo nos decía Lacan que sucedía en la comunicación. Ésta es
en gran medida, la lógica que rige y provee de éxito a las redes sociales como
Facebook.
La seducción es el signo y herramienta principal
de nuestro intercambio social. Han variado las reglas de convivencia para dar
lugar a desplazamientos en nuestras metas superyoicas, la represión y el
cumplimiento del deber han sido cambiadas por un hedonismo desenfrenado. El
recato y la pobreza del anonimato son despreciadas hoy día y en su lugar se
busca el brillo de los reflectores.
Hace no mucho tiempo, un programa de
transformación de imagen —comunes hoy día— emitido por Sony, presentaba sin
ningún recato este lema: Las armas no matan a la gente, el mal gusto sí. El
imperativo moral y superyoico que regula nuestro espíritu hoy, es: ¡Más
imágenes! Lo que debe hacernos repensar el problema del estatuto mismo, de la imago que quizá hemos subestimado. Asistimos al desarrollo del individualismo
más puro, desprovisto de los últimos valores sociales y morales de la
Ilustración.
La res pública está desvitalizada (discutir sobre
sociedad civil en México es hablar de un ensueño), las cuestiones filosóficas,
políticas o militares despiertan la misma curiosidad que los últimos escándalos
de artistas o deportistas. Se trata de vivir en el presente, sólo en el
presente y no en función del pasado y el futuro. La revolución informática ha
exacerbado el materialismo, la ética hedonista, la búsqueda de realización
personal y las nuevas religiones.
La sensibilidad política ha cedido su lugar a la
sensibilidad terapéutica New Age, los
individuos ya no buscan transformar su sociedad sino transformarse a sí mismos
en un viaje espiritual de lugar a cambios individuales que renuncian a la
transformación colectiva. El porvenir de la religión que los marxistas veían
condenada a la desaparición y su substitución por un lenguaje científico, ha demostrado como Freud lo pensó ser una ilusión, pero necesaria,
la gente precisa ahora más que nunca de la religión y dónde el cristianismo no
ha respondido a sus preguntas o necesidades, ha creado nuevas religiones que no necesariamente son más comprensivas, sino
que incluso son más estrictas en sus preceptos morales.
La misma ciencia y su lenguaje objetivo, son motivo de burla por la misma maquinaria de imágenes, el
programa televisivo que hoy adoran los jóvenes y también los un poco
más mayores, es The Big Bang Theory, una serie de la cadena Warner, que protagonizan cuatro jóvenes nerd, destacados en la academia
universitaria y que son completamente incapaces para relacionarse con los seres
humanos normales. El escenario que representan es deprimente en extremo, la risas grabadas son el coro idiota que nos dice cuándo debemos ponernos contentos y cuándo no.
La ciencia ha probado no ser útil para encontrar la felicidad y la tekhné nos ha vuelto zombies o
autómatas. La naturaleza, la sociedad y
la cultura, han sido afectados por ese fenómeno que es llamado por los
especialistas posmodernidad y cuyas
consecuencias son las de transformar,
consciente o inconscientemente, las formas anteriores de relación, de
convivencia y anudamiento del lazo libidinal que antes existía, dando
consistencia a la cultura a través de una razón egoísta cínica, como lo ha subrayado
Sloterdijk.
El imperativo categórico kantiano que llegó a ser
concebible como una máxima ética ha sido substituido por una orden superyoica: Goza! Goza! Goza hasta que revientes! La
pulsión de muerte freudiana es hoy una realidad evidente ilustrada por nuestra
cotidianeidad infame.
[1] Mumford Lewis. Technics and
civilization. Routledge & Kegan Paul. London 1934.
[3]
Sábato Ernesto. Hombres y engranajes. Ed. Alianza. España 1951.
[4]
Freud Sigmund. La interpretación de los sueños. Sueño de la inyección de Irma.
[5] Carr Nicholas. Is Google Making Us Stupid?
What the Internet is doing to our brains. Atlantic
Monthly julio/agosto 2008.
[6] The Shallows. Norton
& Company. USA 2011. Traducción española: ¿Qué
está haciendo Internet con nuestras mentes? Superficiales.Taurus. España
2011.
[7]
Vargas LLosa. Más información, menos
conocimiento. El país (31/07/2011).
[8] MacLuhan
Marshall. Comprender los medios de comunicación. Paidós. España 1966.
[9]
Prólogo de Lewis H. Lapham a Comprender los medios de comunicación. MacLuhan Marshall. Idem.
[11] Op. Cit. Carr Nicholas. Is
Google Making Us Stupid?
[12] Entrevista a Newsweek 2004. Op. Cit. Carr Nicholas. Is Google Making Us Stupid?
[14] Mumford Lewis. Technics and
civilization. Op. Cit.
2 comentarios:
Me ha recordado señor Julio, y disculpe nuevamente que me entrometa en un artículo dedicado, me ha recordado la pintura de Dalí "El Crist de Cadaquès", Dalí como Lacan ya hablaba de lo paranoico del conocimiento, y yo en dos blocs anteriores llamados "El darrer home", el último hombre, he hablado mucho de ello, del fin de la Historia y de la que yo he llamado en una ocasión la EGE, endogamia, globalización y entropía, más lo que todos los que hemos tenido relación con el mundo psi llamamos el nuevo imperativo paterno del ¡goza a toda costa!
Yo tenía la teoría que la filosofía y la Historia iban paralelas (los escritos de estos blocs fueron pago a mi psicoanalista, que era de la Seguridad Social) y había en último término después de la contemporaneidad y la postcontemporaneidad la vuelta al Padre y la mayor involución conocida que traería el fin de la Historia, la aparición de la mujer en singular tras la muerte de Dios o del Hombre, pero dejé este mensaje pesimista y lo hice más filosófico, dando como pautandome con Austin una salida vital, de vida en vez de muerte, creamos en cierta manera nuestro futuro, y pensé en una salida científica, pues la involución puede ser ya mortal, y pensé en Jung y su época del anticristo, la teoría de la sombra, en todos los sentidos, pero como triunfo de la espiritualidad al dar la vuelta por el complejo de Edipo al imperativo paterno dionisíaco.
Pero hoy me parece que el discurso del amo ha adaptado su goce intrinseco utilizando la "queja" del histérico y la ha mimetizado, la ha modelado, ha modelado el justo derecho del discurso histérico a la rebelión, el complejo de Edipo en un engaño sofisticado, el nuevo imperativo paterno ¡goza hasta la muerte!
Yo creo hoy que la única salida es la espiritualidad, al estilo analítico y siguiendo a Hermann Hess, un estado de cosas que comience por el individuo y la creación de un lazo social.
¡Ah! y el narcisismo de los actores del "Big bang" me parece escalofriante, digno de personas incapaces de amar, a pesar de que las hay que no aman y que están haciendo el mundo a su imagen, los fríos carentes de inconsciente y llevados por el goce o pricipio de muerte, a los que si no les contrarrestamos marxistamente el principio simbólico-asesino de las personas frías y por tanto vital, la balanza se cerrará con un final apocalíptico.
Un abrazo señor Julio desde España
Vicent
Un error en la penúltima frase:
de las personas calientes y por tanto vital...
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