Una revista argentina de psicoanálisis que ha hecho historia.
Texto del volante que anunciaba en 1983, Buenos Aires, la aparición de la revista Conjetural.
El horror al rigor dispara hacia el eclecticismo. El intento
de rehuirlo se refugia en el dogma. En el interior de esta vacilación ética que
es una certeza ideológica, se esconde el tímido. Pero no vaya a creerse que la
inhibición no camina: lo hace calzada en las precauciones con las que construye
lo que pretende evitar. El derecho de no elegir hace transpirar a los
psicoanalistas. Pero no hay signos de agotamiento; bajo la presidencia de un
psiquiatra, la filial local de la I.P.A. promete abrirse a los psicólogos, los
psicólogos prometen doctorarse, los médicos tiritan la Erlebnis psicótica en
mostraciones “lacanianas” y los profesores se frotan clínicamente en ateneos
hospitalarios. Agruparse calienta el ambiente. ¡¿Y qué cuesta un poco de buenas
maneras?! Adoptar esas investiduras es olvidar la violencia de un discurso que
abre el psicoanálisis a la crítica de sus propios fundamentos, es llenar la
cartografía de nuestro presente con efectos de soborno colectivo, es hacer del
futuro una escena definida por las coordenadas inconscientes de un yo. O un
destino, término con el cuatro palabritas sobre el goce hacen pasar la
incomodidad por sabiduría estoica. La institución busca apropiarse de los
resultados que produce, enmascarando en ellos su causa (hipnosis). Una revista
que se quiere de escuela no puede gobernar los efectos de su transmisión; puede
facilitar que en ellos se revele su causa, dejando que la apropiación se
produzca en cualquier parte. Esta conjetura anima a esta revista. Y esta
convicción se puede transmitir: por el estilo. Una revista de escuela es un
artificio del deseo para conjeturar un estilo. El estilo es el modo en que la
lengua gasta un cuerpo, las marcas que quedan en un discurso cuando el objeto
agujerea un lenguaje. La institución se mueve en el orden del hecho perfectum, y
contra lo que se supone, demuestra que la utopía –ilusión de anular el deseo-
siempre se realiza. Pero facta y futura no provienen del mismo verbo. El deseo
es causa de futuro y siempre se sitúa del lado infectum. Conjeturarlo no es
imaginar, es deducir con rigor el retorno de lo incierto, imperfeccionar la
compacta certeza presente.
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