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sábado, 13 de agosto de 2022

El sueño de la Razón. Julio Ortega.

Los fenómenos culturales sólo pueden entenderse como un complejo resultado de cambios en la deliberación y el quehacer de los hombres. La cultura medieval teológica fue poco a poco cediendo espacio al pensamiento racional, estableciéndose al final un cambio violento y definitivo en el quehacer del hombre. La racionalidad y el fracaso de la tarea de la religión como significación total del quehacer humano, vino aparejada con un narcisismo creciente que encumbraba al hombre como aparente constructor de su propio destino, el principio de un humanismo con múltiples contradicciones, entre ellas la característica de que, en comparación con otros antropoides, siguió siendo una de las particularidades principales del hombre, su superior irracionalidad y capacidad de destrucción. No quiero decir con esto que esa irracionalidad, sea en sí negativa. Cabe destacar que a diferencia de otros antropoides esa disposición crónica al error, la maldad, las fantasías desorbitadas, el error, las alucinaciones y hasta la oposición a la Ley (el delito), también el sacrificio, y la crueldad son parte de esa niebla obscura en la que se adivina el Inconsciente. De hecho, estas características fueron las que le empujaron a abandonar su animalidad, haciendo que en su pensamiento mezclase fantasías y proyecciones, deseos, designios, abstracciones e ideologías con los lugares comunes de la experiencia cotidiana . La razón, más allá de ser una función intelectual, vino a presentarse como una nueva metodología para la definición tanto de los objetos del pensamiento, como del enlace entre el pensamiento y la acción en los mundos objetivo, subjetivo y social. Con ello, se va decantando una modalidad de pensamiento y de acción práctica, en función de lo que Kant y, hoy en día, Habermas denominan razón práctica, que rechaza o desecha – según sea el caso – “viejas” formas de pensar, incluyendo el vitalismo, el organicismo, el misticismo y muchas de las corrientes del pensamiento deductivista clásico, y que da paso -por ello- a la constitución de nuevas formas de subjetividad. Según Jameson la entrada en la modernidad se adivina ya en las pinturas del renacimiento y la estética de Rubens y Carvaggio, teniendo como elemento de significación principal el sacrilegio de la carne reflejada entre luces y sombras, de las cuales nace un discurso narrativo, y hasta una exposición que va más allá en definitiva, de cualquier discurso religioso, aún y cuándo algunos personajes estén entresacados de la Biblia, como el caso de Judith y Holofernes, o Sansón y Dalila. Estas historias que no prescinden de una fuerte expresión sexual, lo que revelan son dramas que nos cuentan el movimiento hacia la búsqueda y hasta el sacrificio por el poder, motor intenso de la naturaleza humana, tal y cómo nos lo mostró en letras en el siglo XX, Michel Foucault. Estas ideas alcanzan su máximo sentido cuando pensamos en la obra de Goya, un pintor que en la segunda parte de su vida padeció de sordera a causa de una grave enfermedad y que como resultado de esta retraimiento llegó a aislarse significativamente del mundo. El grabado de Goya realizado en 1797 bajo el nombre “El sueño de la Razón produce monstruos” tiene otras dos copias que atestiguan la importancia del tema. Estas obras se encuentran habitualmente guardadas y no expuestas a la luz del sol, pues están sobre papel y si hay algo que es delicado, es la tinta plasmada sobre éste. Tuve la oportunidad de ver esta obra y otras 124 más en 2016 en el Museo de San Carlos aquí en México, y guardo una impresión aún grande de esa visita. No es lo mismo ver en un libro o en el internet un grabado o pintura, que estar ante la mismísima obra de arte. La obra en cuestión, pertenece a los llamados “Caprichos” que se conocieron bien a bien sobre el siglo XX pues cuando salieron a la venta en su momento, no estuvieron mucho tiempo a la venta, pues eran caros, su temática difícil y Goya decidió retirarlos temiendo que la Inquisición pudiera ejercer algún tipo de acción contra él. Los “Caprichos” eran obras extremadamente modernas para el siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, aventajadas a su tiempo pues hacían una crítica extremadamente aguda a la sociedad de su tiempo. El romantisismo de Goya es gótico y siniestro, “unheimlich” como diríamos los freudianos. Es hacia finales del siglo XVIII que pone a la venta una serie de grabados (80 estampas) hechos con técnica del aguafuerte precisamente con el título que mencionamos: “Caprichos”, son grabados satíricos dónde trata desde un punto crítico los temas a discusión en la ilustración: la razón, lo irracional, la educación de los niños, el estatus social, la superstición, el abuso del poder, la inmoralidad sexual, la hipocresía religiosa, y la crítica a la medicina de su época que mata a los pacientes en lugar de curarlos. Es pertiente interrogarse por qué hace estos grabados. Desde luego, lo que lo mueve no es el arte por encargo y para complacencia de un señor aristócrata. De hecho, también hay en ellos una diatriba en contra del status quo. Hay un gusto por crear esta obra personalísima que la realiza a pesar de ser un funcionario pintor prestigioso. Unos años más tarde, para autoprotegerse, se los va a donar al rey, y evitarse problemas. Los “Caprichos” se publican en 1799 y son 80 dibujos. Había pensado en principio en titularles “Sueños” así como en “Los sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo” obra filosófica escrita en 1627 por Miguel Ángel de Quevedo. Poco tiempo después, el artista atormentado por las desgracias de la guerra empieza a trabajar en 1810 otras planchas que termina en 1815 y a las que les va a poner por título Los desastres de la Guerra, esta obra no se publica en vida del autor, son una protesta contra los valores tradicionales, contra la lealtad al rey, al Estado y el patriotismo. Se revela en ellos la furia terrible del soldado, la indefensión de las víctimas. La muerte refleja su cara inhumana, el humanismo ha dado lugar a su contradicción, todo es crueldad, sordidez. Aquí hay también una crítica a las clases pudientes y a su falta de piedad, a su barbarie. La temática del grabado “El sueño de la Razón produce monstruos” sigue presente, como si dijese: Detrás de tantas justificaciones y argumentos el hombre sólo alberga crueldad, y se olvida del hombre mismo. Es la modernidad emergiendo brutalmente a través de la máquina del fúsil y el cañón y potencializando la megamáquina humana como le llamaría Mumford, para la destrucción, alimentándose de la sangre de sus obreros, soldados y víctimas. Entre 1820 y 1823 pinta Saturno devorando a su hijo dónde el Padre engulle el cuerpo ensangrentado de su vástago con un rostro de crueldad y goce que demuestra impiedad ante el encuentro generacional, deseo de aniquilación del sucesor como Layo ante Edipo. El patriarca no piensa en sus hijos, lo que anhela es sostener su posición de rey eterno, de todopoderoso severo e inclemente. Pero llama la atención el grabado que da nombre a nuestro trabajo porque parece que Goya profetizara que el sueño de la Ilustración por llevar todo al mundo de la Razón, de las ideas, el concepto de que la Ciencia tenga que ser el modo único y definitivo del hombre por contactar y modificar la realidad sin un sostén ético, engendrase pesadillas, monstruos. Es aquí curioso que en el tiempo puedan identificarse una especie de sucesión de ideas críticas al sueño de hacer Dios al hombre de la Ilustración. Me atrevería a decir que se adivina una coincidencia quizá no casual. Primero a través de la imagen, el ojo y luego a través de las palabras, cómo tantas veces sucede en la historia de las ideas. Mary W. Shelley concibió aproximadamente por esos años, la idea de lo que sería su novela Frankenstein, el nuevo prometeo que corregida por su querido Percy, fue publicada por primera vez en 1818. El argumento de la novela es producto de los fantasmas de su época, tales como el creciente avance del industrialismo que iba profundizando las diferencias entre las clases sociales, el descubrimiento de la fuerza eléctrica que entonces parecía bastante misteriosa, y la maquinización de la cultura que se iba imponiendo, sin mejorar del todo la vida de los hombres. Mary W. Shelley inaugura prácticamente un tipo de terror que es completamente materialista y que nos transmite que el mayor peligro a los hombres, no son criaturas fantasmales o venidas de otros mundos, sino es el propio hombre. El cual a partir de su curiosidad sin freno, y prescindiendo de cualquier reflexión ética, llega a un conocimiento que excede los límites de su circunstancia. No acepta la castración y ésta vuelve sobre él de manera funesta. El sueño de la inmortalidad anhelado por los hombres desde el principio de los tiempos, se hace realidad con tono grotesco. Sin saber del todo lo que estaba vislumbrando, nos legó un sueño, una pesadilla en la que un hombre crea a otro hombre, que no es una criatura perfecta, sino un muñeco dinámico hecho de retazos de otros cuerpos mutilados después de su muerte. Hay en esta novelita restos del mito judío del Golem que habría nacido a partir de la palabra de Dios, pero muerto Dios en el siglo XIX, como lo vendrá a decir Nietzche poco más adelante, quién sino el hombre parece ocupar su lugar y dar vida a la carne extinta. Podemos atrevernos a señalar que es la primera reflexión novelada cuyo fondo es de crítica moral y prevención ante la ideología de autonomía absoluta del hombre, por no decir, un completo ensayo de filosofía bioética. Mumford previó desde 1936 el lazo ominoso, entre el “autómata” y el “Ello”. El Ello y el inconsciente son una pieza, que busca la descarga sin miramientos en la realidad cumpliendo el deseo enredado entre el goce y la pulsión de muerte, la máquina potencializa este fenómeno. Así, una malla de inscripciones lleva irremediablemente al pasaje al acto, que se hace uno con la aparente conciencia, dónde el sonido, la imagen y la representación adquieren una unidad fundamental, pero según este autor, la máquina adquirió una independencia que no entendemos por completo y agregaría que por tanto no podemos asimilar para un fin humano. ¿Han significado algo para nuestro tiempo éstas críticas al pensamiento racionalista despótico del hombre? Desafortunadamente la respuesta no puede ser un simple sí o no, hay algunos intelectuales que sí escucharon estas advertencias y otros que a pesar de darse cuenta de los peligros del modernismo y la técnica asociada a él, tuvieron una posición ambigua y hasta contradictoria. Pensemos en Heidegger y su filosofía de la sospecha ante el progreso tecnológico. Un filósofo que cambió nuestra manera de pensar respecto al ser y que influyó toda la filosofía posterior, además de cavar un sitio en campos tan aparentemente disímiles como la arquitectura, la crítica literaria, etc. Cabe decir que el problema de la técnica se convirtió en un tema central del análisis de la relación entre el ser y el hombre. Martin Heidegger percibió una radical ambigüedad en el fenómeno de la técnica moderna: por un lado, revela el destino que emerge del ser mismo y que podría provocar el surgimiento de una relación más originaria entre el hombre y el ser; por otro, sin embargo, conlleva el mayor peligro para la subsistencia del carácter específico del ser del hombre. Esta doble apariencia de la técnica contemporánea, como amenaza y como esperanza, se funda en las dos dimensiones pensadas por Heidegger respecto de la técnica: como objeto a la mano (instrumento) y como imperativo o estructura de acción en el mundo. Así, pues, la pregunta heideggeriana por la técnica distinguió entre la técnica como objeto (artefactos y sistemas técnicos) y la esencia de la técnica, que no puede confundirse con nada técnico. Para Heidegger, la amenaza para el ser del hombre, pero también la posibilidad de una revolución ontológica, no residen en la técnica en tanto objeto, sino en tanto imperativo que emplaza al hombre a dominar la naturaleza. Por ello, la humanidad se halla frente a un dilema ante ese imperativo proveniente de la esencia de la técnica moderna: puede ser totalmente absorbida por su influjo o puede preparar una relación más originaria y profunda con el ser. Pero si la humanidad perdiera la oportunidad de desentrañar el sentido del ser, más allá del modo tecnológico predominante ahora, ello implicaría también la desfiguración de la autoconciencia y la disminución de la libertad del hombre —y he ahí el peligro principal advertido por Heidegger en la fascinación humana por el poder tecnológico en el mundo contemporáneo . Y me referí a Heidegger como contradictorio en su posición, porque es uno de los filósofos cuya personalidad, obra y quehacer han generado más controversia por su actitud durante el periodo 1933-1934, mientras fue rector de la Universidad de Friburgo tras la llegada de Adolf Hitler al poder entre 1933 y 1945, ya que, además de ser uno de los principales intelectuales del movimiento revolucionario conservador, fue miembro y orgulloso seguidor del Partido Nazi. Lo cual plantea si su crítica a los peligros del progreso técnico no fuese seguida hasta sus últimas consecuencias en favor de una posición de poder junto a la ideología dominante. Una de las aportaciones principales de Heidegger a la filosofía contemporánea de la técnica consiste en esa distinción que permite comprender, por un lado, cómo aparece la técnica en tanto útil en los ámbitos pragmáticos inmediatos y, por otro, cómo actúa la técnica (en tanto emplazamiento no objetual) que se manifiesta en grandes sistemas tecnológicos como una central nuclear, así como en las insondables redes de telecomunicaciones satelitales o en el inescrutable mundo del ciberespacio informático , la técnica puede subsumir objetos procesos y al hombre mismo, de ahí el peligro que representa. Pero Heidegger tuvo alumnos como Gunther Anders y Hanna Arendt. Arendt en Los orígenes del totalitarismo , sostiene que los totalitarismos se basan en interpretar la ley como «ley natural», visión con la que justifican la exterminación de las clases y razas teóricamente «condenadas» por la naturaleza y la historia. Y en Eichmann en Jerusalén expone como un hombre cualquiera puede llegar según las circunstancias a ser un asesino especializado, tomando como base las afirmaciones del funcionario nazi que se declaraba inocente y solamente un experto en transporte. En el caso de Anders tenemos a un hombre preocupado por los avances de la técnica a partir de los desarrollos armamentistas de la 2ª Guerra mundial. La amenaza y fascinación provocada por los nuevos aparatos técnicos (a los que, en efecto, nos hallamos destinados pero también entregados) y el mismo sistema técnico, han ido, paradójicamente minimizando y disminuyendo su impacto casi de forma exclusiva debido a que sus efectos nocivos se han ido cubriendo y hasta borrando, o bien, se hallan simplemente ocultos a la opinión pública de un modo políticamente intencional y manifiesto . Su obra nos muestra la fascinación por un porvenir regido por la máquina, por la teckhné más allá de cualquier fin humano, los dispositivos nucleares son la prueba más patente de esto suficientes para una destrucción total, y pensemos en los errores de las mismas máquinas como en Rusia 1983 que se detectó un ataque estadounidense que estuvo por desencadenar una guerra total. Por no mencionar Chernovyl, Three Mans island y Fukushima. En La obsolescencia del hombre plantea que el actual mundo técnico, el sistema de aparatos, ha tornado al mundo abiertamente más peligroso, un riesgo latente, falto casi de manera absoluta de toda previsibilidad; pues no somos capaces de imaginar siquiera o representarnos totalmente los efectos de los productos que somos capaces de producir. Hemos hecho de nuestra vida en la tierra, de nuestro mundo un lugar de peligro y de amenaza constante, por nuestros inventos y aparatos (empezando por el Smartphone), y nos hemos vuelto incapaces de sentir y de imaginar porque nos han vuelto unos iconómaniacos, que ya no leen ni piensan, sólo acumulan datos sin sentido y reducen nuestra relación con el mundo a la fantasía del internet. La técnica no buscaba como hoy el sometimiento de la naturaleza, sino el empleo cuidadoso de ella, su extensión, ampliación. La cuestión no ha resultado así, el calentamiento global que da lugar al derretimiento de los polos, la extinción de miles de especies, la reducción del mundo animal a bestias en granjas listas para el sacrificio o domesticadas, la contaminación de los mares y el aire son el resultado de la técnica. El mundo del porvenir quizá sea la desaparición del hombre antes de que lleguemos a terminar el siglo XXII, todo depende de la posibilidad de cambio y comprensión de nuestra relación con la máquina, lo cual no aparece como probable pues dependemos completamente de ellas, especialmente en momentos de crisis como el que estamos viviendo hoy por el Coronavirus.

miércoles, 22 de junio de 2022

Comentario al libro de Alejandro Cerda: En la Penumbra del Sujeto. Aportaciones para una metapsicología freudiana. Comentario de Julio Ortega.

Alejandro Cerda Rueda es psicoanalista mexicano radicado en la Ciudad de México. Obtuvo su doctorado en la European Graduate School (Suiza) bajo la dirección de Alenka Zupančič, Mladen Dolar y Slavoj Žižek. Profesor de posgrado de la Universidad Iberoamericana (UIA) así como profesor invitado por la Sociedad Freudiana de la Ciudad de México (SFCM). Desde su fundación en 2009, ha ejercido como senior editor de Paradiso editores. Ha publicado Schreber. Los archivos de la locura (UIA, 2009), Sex and Nothing: Bridges From Psychoanalysis to Philosophy (Routledge, 2016) y En la penumbra del sujeto. Aportaciones para una metapsicología freudiana (Prometeo, 2020). El próximo año saldrá su libro A Witch Metapsychology: Apropos Psychoanalysis and the Outcome of Freud’s Legacy (Routledge, 2023). Beneficiario de la Andrew Mellon Foundation para ser becado y participar en la investigación Extimacies: Critical Theory from the Global South (2019-2022). Leer este texto es acercarse a una experiencia científica y estética. Como impresión general, diré que no es un libro común ni un texto psicoanalítico que transmita la teoría de manera lisa y redonda, con fórmulas cansadas y comunes. Creo que eso es un acierto, porque hay mucho de asociación libre en él que es puesto en letra. Algunas metáforas son más que afortunadas y me gusta que traiga citas literarias y las mezcle con filmografía... a mí personalmente no me gusta Volver al futuro... pero me encanta que el autor haga uso de cine, poesía, arte y literatura... estamos hoy día los analistas en un tiempo, que debe rechazar la falacia del argumentum ad baculum. Creo que debemos aprender a pensar y eso es precisamente lo que hace este libro: pensar en voz alta. Me gusta que use a Freud como la base permanente de su texto y creo que las citas a Lacan están muy bien pensadas, no como otros libros que intentan demostrar que siguen bien el evangelio lacaniano. El hecho de que Badiou, Nancy, Nietzsche... y otros autores, no necesariamemte del campo del psicoanálisis estén presentes es un acierto, pues recuerda en mucho el verdadero estilo freudiano. A diferencia de tantos libros que se producen hoy en nuestra teoría, que rondan por la admiración del discurso de Lacan a tal punto que parecen querer implantar una religión con algoritmos y nudos, vemos aquí emerger un texto original que no usa un solo autor, sino además de Lacan, vuelve los ojos a Winnicot, René Spitz, Piera Aulagnier, André Green, Fairbain, Otto Rank, Esther Bick y Lucy Irigaray. Esa pluralidad de autores, la rica discusión entre ellos, es para mí el espíritu que debe reinar en el psicoanálisis si de verdad quiere adquirir no digamos la talla de una ciencia, sino la de una disciplina formal, para mí la denominación psicoanálisis lacaniano es una negación del verdadero espíritu del psicoanálisis que debe ser plural en sus fuentes de investigación y conocimiento. Ayuda mucho a la constitución del texto la amplia cultura de nuestro amigo Alejandro, su deseo de combinar aquello que parece incompatible (astronomía, historia, lingüística, filosofía) para hacer un enjambre de ideas que van tomando forma poco a poco para decirnos, aquello que parecería por momentos obvio, pero que no lo hemos reconocido del todo aún en el psicoanálisis. Me gusta su forma de rastrear el origen de los conceptos y su transformación en el tiempo, consciente de que el logos se apoya precisamente en esa metamorfosis dialéctica. También me encanta que presente su clínica de una manera tan fascinante como simple. El psicoanálisis es ante todo clínica y eso no lo olvida el autor que nos presenta sus impresiones para que nosotros nos adentremos en su práctica, nos invita a ser sus acompañantes en el difícil arte de la primera entrevista. La puerta al estudio de la metapsicología la hace a través del estudio de la relación madre – hijo. Nos recuerda que el bebé es un animal prematuro arrojado a un mundo difícil y agresivo, la precariedad de su carga instintiva, y la torpeza de su adaptación natural son instrumentos precarios con los que el bebé se enfrenta a la naturaleza. En el hombre, las cosas suceden de manera prematura, pues el parto se adelanta al fin de su gestación completa, si el feto permaneciera en el vientre materno por un tiempo extendido a los nueve meses, su nacimiento correría peligro o incluso podría morir. Recuerdo cómo me llamaba la atención de niño, la mollera de otros niños más pequeños, me preguntaba por qué tenían que nacer incompletos, mucho más tarde al adentrarme en el estudio del psicoanálisis tuve a bien reconocer que la incompletud es la estrella de nuestra existencia y que somos seres trasquilados, imperfectos para toda la vida. Winnicott estableció que la necesidad básica para un bebé no es el alimento, sino el ser alimentado por un Otro que desee alimentarlo. Asimismo, Lacan enfatizó que en el acto de alimentar al bebé, la madre siempre ofrece algo más que leche materna: brinda contención, angustia, placer, satisfacción, y también una dependencia con incertidumbre. Por su parte, Aulagnier menciona que “el aporte alimenticio se acompaña siempre con la absorción de un alimento psíquico que la madre interpretará como absorción de una oferta de sentido”. Así pues, hay una inadaptabilidad desde el principio del niño ante el mundo, una asimetría entre el mundo y aquello con lo cual nacemos y que nos fue provisto por nuestra vida intrauterina. Por otro lado, no podemos hacer de principio una diferenciación entre el bebé y su madre, la precariedad del niño hace que esté atado a ella durante algún tiempo, hasta que más adelante él mismo busque desprenderse de ese lazo. Pero la identidad entre el Yo y el Otro es algo que se realizará muy poco a poco y no siempre con la cooperación de la madre, asimismo no habrá diferenciación entre “lo exterior, el objeto, lo odiado, que son idénticos al principio”. Así pues, cuando tiene que tomar una posición respecto a la constitución del Yo, Cerda se coloca junto al Freud de Introducción al Narcisismo (1914) que no considera unificado el Yo ante frente al mundo al principio de su enfrentamiento con el exterior, frente a las posiciones de la escuela kleiniana, Winnicott o de la escuela inglesa de las relaciones objetales. El Yo no es innato sino que tiene que ser desarrollado, no se nace con inconsciente dice Freud, se hace pellejo que luego toma forma de Yo – Piel y de ahí lo demás. Cerda trae a colación la posición de René Spitz en la que expresa que en el mundo del neonato no existe propiamente una diferenciación clara entre el Yo y el objeto, adentro y afuera, interior y exterior permanecen difusos. Esta prematuración del niño, requiere los cuidados de papá y mamá, que cuando no se presentan o se esconden, conducen a la locura al estilo de la paciente Reneé, de Madame Séchehaye. Ser arrojado al mundo para el bebé significa no solamente establecer un intercambio de deseo y demanda, sino ser atrapado en una cadena significante que está más allá de las exigencias de la carne. Las pulsiones son la génesis de nuestro dispositivo psíquico, apoyado sobre el primado de las pulsiones de autoconservación, se instaura el predominio de las pulsiones sexuales que toman distancia poco a poco del instinto. Así a partir de un remolino de fuerzas variables se va contruyendo la base sobre la cual se constituye el Yo, un dispositivo que nunca estará unificado del todo sino que siempre será un corpus escindido que trabaja en principio, al servicio del principio del placer y la coalición de las diversas investiduras yoicas; jalado también por el principio de realidad. Dice Safouan en Pleasure and Being: “El ser verdadero, es un ser que disfruta de la permanencia, y que el logos puede usar como apoyo, está del lado de las Ideas, y éstas constituyen un mundo que es distinto del mundo sensible” Otro problema en el que Cerda está particularmente interesado es la naturaleza de placer, que en el mundo griego orientaba no sólo hacia el disfrute sino al conocimiento de lo real, aunque Epicuro hacía notar que ese mismo placer podría producir una ruptura temporal con la vivencia misma. Por ello, el placer y la vida, tienen la característica de ser de naturaleza temporal y no constante. Refuta las enseñanzas de Sándor Rado que designa el afecto como un rol fundamental en cada conducta, al grado de modificar la noción freudiana del placer (lust) por la de emoción (emotion), o incluso la describe como un afecto pero no derivado ya de la pulsión sino como una respuesta biológica dirigida a fomentar la motivación. Asimismo rechaza la concepción bioenergética del placer de Wilheim Reich , que retoma las características cuantitativas de la exitación basándose en la motricidad del instinto, dejando también atrás el énfasis de Freud en la amalgama pulsional. Lo escencial de su elección freudiana es dejar atrás el mundo biológico como soporte único del sujeto. Platón en Filebo concebía al placer como lo indeterminable, y Aristótleles en Ética a Nicómaco dice “que el placer es el acto de un hábito conforme a la naturaleza”, en otras palabras no es una actividad o práctica, sino una disposición constante, si bien Aristóteles se muestra cauteloso ante la naturaleza del mismo, pues piensa que puede llegar a ser perjudicial. Pero es gracias al uso de la palabra que las sensaciones de placer y dolor, logran significarse. Más allá del hedonismo, el placer se sitúa en ámbito de deontología con un sentido político, es decir, el placer está siempre en virtud de la polis para alcanzar la areté o la excelencia. Según Hipias de Élide el fin de la enseñanza era conseguir la areté, para pensar, hablar y obrar con éxito, que es el caso de la obra que hoy presentamos a ustedes. Es interesante que traiga a colación la postura de Schulster en The Trouble with Pleasure dónde el placer aparecería ante la disminución de tensión tras un largo período de excitación, produciéndose entonces el alivio. Dice Schulster: “Lo que realmente impulsa a la vida es el dolor y el deseo de escapar de él; el placer solo es un alivio efímero en la corriente más grade del deseo y sufrimiento” . Ésta es la postura de Platón, y muy cercana a ella está el Proyecto de una Psicología para neurólogos de Freud. Así entre los griegos encontramos dos vertientes del placer, una postura negativa que le coloca como la cicatriz de una falta, y otra positiva que lo concibe como la perfección de una actividad. Mucho después en el Renacimiento, la función biológica del placer cobró mayor importancia, de tal manera que Telesio lo consideraba como una función vital para la conservación del organismo. Descartes le atribuyó un carácter de emoción, Spinoza lo definiría como una pasión. Hobbes retomará la función biológica del placer, pensando que es un efecto ante la receptividad o repulsión de alguno de los sentidos. Así se estableció que el placer era una experiencia netamente de la percepción, de tal manera que uno se podría cuestionar si el placer era real o fantaseado. Más tarde, la corriente hedonista, que se expresaba en contra de reducir el placer a un mero sentimiento, llegó a ubicarlo como un pilar del sustento moral, ya que si una acción libre es una acción deseada, todo lo que deseamos está motivado por el placer que resultaba de dicha acción. La psicología moderna ha ubicado la noción del placer a una mera cuestión de receptividad y respuesta. En algunos casos, el placer se encasilla dentro de los fundamentos del afecto, llegando a afirmar la presencia de afectos innatos. Pero los seres humanos no somos perros ni ratones. Freud en su Proyecto de psicología, ofrece una alternativa para pensar el carácter metapsicológico del placer sin descuidar su fuente orgánica. Como neurólogo, posiciona al dolor como la primera experiencia de vida, que a su vez impulsa a la búsqueda de placer. Pero esta dinámica no queda atrapada en la biología porque el trabajo psíquico se orienta a la relación interior – exterior. Las pulsiones tiene como origen su fuente somática pero dentro de la vida anímica no pueden ser conocidas sino a partir de sus metas. Widlöcher destaca la importancia de distinguir el placer psíquico como una función expresiva, mientras que puntualiza al placer psíquico como algo más complejo. Los dos mecanismos inseparables para la obtención de placer son: la satisfacción de una tendencia pulsional y el ahorro mínimo de energía. Cada ser humano es un individuo singular, y lo es gracias a su historia de placeres y sufrimientos . Pero estos archivos no tienen una sola regulación a través de la búsqueda de placer y el evitamiento del dolor, el displacer puede transmudarse en una experiencia de satisfacción, de tal manera que lo que se conserve sea el primado de las investiduras yoicas entendidas como la piel del narcisimo. La clínica lo demuestra claramente a través de los síntomas, las dificultades de enunciación de discurso y hasta las tendencias mismas de lectura y cultura. Barthes al retomar a Sade, destaca la importancia del placer de la lectura proveniente de ciertas rupturas o choques, incluso afirma que “el placer del texto no es forzosamente un placer de tipo triunfante, heroico, musculoso” . Y sin embargo durante el estado de no – diferenciación primario pareciera que lo que se juega es la fórmula: ¡Todo el placer es mío! Lagache enfatiza que la oposición entre fantasía y realidad nunca es tan radical, y que mucho de este antagonismo se debe a una insistencia de cierta objetividad como regla moral de las ciencias. Hace una afirmación sorprendente: “La realidad no sólo es una fantasía acerca del otro, sino también es en gran medida la fantasía del otro”. Bion por su parte, expone que aunque no haya mucha distinción entre el mundo interno del infante y el mundo externo de los objetos, se puede establecer que van conformándose objetos protoreales que pertenecen a una proto-realidad, como los primeros objetos de existencia, más allá de la conservación de sus huellas sensoriales dentro del aparato psíquico, es decir, anteriores al principio de realidad. Lacan en su conferencia “Más allá del “principio de realidad”” (1936), establece que el bebé será sostenido por la voz de la madre, su carne, su alimento, su demanda de amor y lo más importante, una red de significantes a la que poco a poco se irá acomodando. El infante es arrojado a un mundo simbólico, no se nace a la nada sino a una estructura lingüística, el funcionamiento del aparato psíquico (también el principio de realidad) sólo son posibles a través y centrándose en el lenguaje. Quizá debiésemos agregar que no es una red de significantes pura, sino ligada a un habla con tono de voz, ritmo, índice melódico, armónico. La importancia de las canciones de cuna, consiste precisamente en que tapizan la relación del niño con el mundo de afecto, antes de que éste se halle completamente metido en el lenguaje simbólico. Al analizar a Hartmann y su propuesta sobre un principio de realidad de índole adaptativa, que reduce como un acomodo a la realidad convencional, nos indica que esa idea no resuelve mucho del intercambio que subsiste entre el sujeto y el mundo. Por otro lado, en el desarrollo de su texto, nos enfrenta al hecho poco tomado en cuenta, de que muchas palabras del lenguaje cotidiano tienen raíz latina, pero en el caso del lenguaje freudiano, hay que tomar en cuenta que de su lenguaje debe su fuente a una etimología germánica. Así Laplanche al utilizar Lust, dice que desde su raíz germánica puede significar: placer o deseo. Deleuze y Guattari manifiestan: “la realidad del objeto en tanto que producido por el deseo es, por tanto, realidad psíquica”. Aún así, ante las múltiples opciones posibles de vivencias de satisfacción, Cerda indica que el paso lógico es el del uno al dos. Freud menciona que el relevo del principio de placer por el de realidad “no se cumple de una sola vez ni simultáneamente”. El concepto de placer conserva su dominio a partir de nuevas coordenadas expuestas en la realidad y con sustento en la fantasía. El acto del pensar se instaura gracias a la presencia del prójimo. En este vértigo, según Lacan, se introduce el fantôme del Otro, donde se produce el dispositivo en el cual “el inconsciente es el discurso del Otro” . No hay un significante primario que instaure un sujeto ni una lógica o cadena de significantes: un significante es lo que representa a un significante para otro significante. Freud afirmaba con lucidez, que el odio antecede al amor, el amor se instala en la esfera del puro vínculo de placer del yo con el objeto, y se fija en definitiva en los objetos sexuales que satisfacen a las pulsiones sexuales sublimadas. El Yo narcisista “odia, aborrece y persigue con fines destructivos a todos los objetos que se constituyen para él en fuente de sensaciones displacenteras, indiferentemente de que le signifiquen una frustración de una satisfacción sexual o de la satisfacción de necesidades de conservación” . Interesante lectura de Cerda hace del Señor de los anillos de Tolkien, un texto nacido del horror de la 1ª guerra mundial que nos develó escenas nunca antes vividas, como la batalla del Somme una de las más largas y sangrientas con más de un millón de víctimas. Interpreta al anillo que posee Frodo como un falo en el sentido más freudiano posible. Una joya que seduce y otorga todo el poder de la Tierra media, un poder de deidad, a cambio de eclipsar a su poseedor. Hay muchas críticas feroces al psicoanálisis pensando que al definir Freud al falo se refiere únicamente al miembro sexual del varón, incomprensión reduccionista fatal. El falo no es un órgano, no es una fantasía, ni un objeto concreto como el pene o el clítoris. El falo es una función de causa del deseo, un significante sin una significación concreta. Falo es la espada Excalibur, pero también unos tacones altos en la ropa de una mujer, un traje de Giorgio Armani, pero también un saco Carolina Herrera. Frodo desea algo más que el poder absoluto que otorga el anillo, ya que al ostentar brevemente ese falo, se produce el efecto de hacer que desee algo más y algo más, lo que conduce al borramiento del sujeto. Es la misma imagen que produce la fotografía de Dieter Appelt La marca en el espejo hecha por la respiración (1977) dónde la huella en el espejo es una etiqueta vital, momentánea como lo es nuestra vida, que hace desaparecer al semblante del sujeto ocultándolo. Esto es sólo parte del contenido del libro de Alejandro Cerda, que no deja atrás la filosofía para hacer psicoanálisis, pues no se queda con la idea de que éste es una teología, una deontología o sólo una técnica mecánica.

jueves, 16 de junio de 2022

Dr. Héctor Frisbie habla sobre el cierre de las Instituciones de salud mental en México

Muy precisa intervención sobre el cierre de las instituciones de salud mental en México. Es un tema muy importante al que se le ha puesto poca atención, y ese giro hacia que sean las familias quienes se ocupen de los enfermos mentales, de los niños que iban a las guarderías, es profundamente conservador y escandaloso. Cómo se ve que nuestros ignorantes políticos no leyeron a David Cooper. Si el movimiento anti psiquiátrico funcionó en Europa en los años 70’s no fue tirando a la calle a los enfermos, podían salir y entrar del manicomio, se les proporcionaba atención (pienso en el caso de Franco Bassaglia), escucha y medicamentos. Este movimiento del Estado mexicano quiere disfrazar la búsqueda de ahorro de recursos a toda costa, tras un supuesto interés por el fortalecimiento de la familia y la atención del enfermo por dicho núcleo . Y cuándo no hay familia, qué? Es un error muy grave la decisión de cerrar las instituciones de salud mental, y no digo que la atención era óptima. Cuál fue el análisis y el costo de esta decisión? Yo me atrevo a decir que no ofrecieron análisis previo porque no tenían ninguno. El costo económico y social ya se verá… pero pienso será negativo.

Christopher Bollas: Mental pain

Conferencia de Christopher Bollas: Mental Pain.