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sábado, 11 de noviembre de 2017

La muerte de Eugenio Abraham Palomo.



Él - La noche de ayer fue extremadamente larga, mis pesadillas más terroríficas se combinaron con la noticia de la muerte de Eugenio Palomo. Cuándo R. me envío un mensaje dónde me mostraba que en el Facebook alguien preguntaba por la hermana de Eugenio pues éste se encontraba en un estado de salud grave, yo estaba a en el comienzo de un seminario sobre clínica psicoanalítica que doy los lunes, y sólo pude responderle que en unos minutos me pondría al tanto y averiguaría que pasaba. Al terminar, busqué en el dichoso Facebook noticias y me topé con una entrada puesta por M. el dueño de la librería Hyperión de Xalapa, dónde comunicaba la pena que sentía por la muerte de nuestro mutuo amigo. Luego, ya ves, se comunicó H.  para darnos la noticia en el diario de Xalapa. Decía el periódico que el casero había ido a cobrar la renta, vio entreabierta la puerta, se asomó por la ventana y vio un cuerpo tirado, decidió entrar y lo encontró junto a un librero, quién sabe cuánto tenía allí, dicen que no mucho pues el cuerpo no olía. Después, al hablar con M. me dijo que había gente que lo había visto hace unos tres días y que lo había visto deteriorado, la muerte parece haber sido a causa de una bronconeumonía, complicada con un ataque al corazón, una de esas enfermedades producto del descuido médico y la desatención personal.
Ella – No pude dormir tampoco anoche bien, di muchas vueltas pensando en si no pudimos hacer nada más por él ¡Cuántas charlas con él, quien fue nuestro primer amigo en común al principio de nuestra relación! ¿Te acuerdas que hubo un tiempo en que todos los días comíamos con él? ¿Por qué tuvo que morir así? R. me ha dicho que su historia es muy triste, pero yo creo que jamás lo vi triste… no sé qué pienses.



Él – No la verdad que jamás lo vimos triste y siempre fue muy animoso. Él no tenía tiempo para deprimirse por las penas de este mundo y alguien me dijo que hasta tuvo una pareja aquí en Xalapa, él nunca habló de eso, era discreto respecto a esos temas. Creo que sus  amigos más importantes fueron Aristóteles y Hegel, además tuvo como interlocutores a Marx y a Althusser. Si te puedo decir que eligió vivir como vivió, fue un hombre sin dobleces, ni mentiras. Siempre preocupado por compartir lo que sabía con otros que se le acercaban como moscas a la miel. Despreciaba a los que se decían filósofos y decía que no eran sino burócratas académicos. Conocía tanto de Freud como yo y lo mismo de Tausk o de Reich, las pláticas que tuvimos con él eran juguetonas y demoledoras. Pienso que hicimos por él todo lo humanamente posible, si hubiésemos sabido que estaba enfermo, allí habríamos estado, pero él quiso alejarse, no sé bien por qué, quizá para no molestar.
Ella – ¿No acabaré yo cómo él? La verdad tengo miedo.
Él –  Creo que todos tenemos miedo de acabar así, pero no pienso que eso te pase a ti o mí. Él fue producto de circunstancias y una época particulares. Creo que eso lo hizo tan libre como era, tan genial y a la vez tan loco. Pocas personas se atreven a vivir como se los dicta su deseo y en su caso, su único deseo era compartir lo que sabía, que era mucho. El alma se me quiebra al recordar todo esto.
Ella –  Me recuerdo que su familia no quería que leyera, buscaban que se alejara de los libros pues su vida estaba destinada al campo. Él escapaba de noche y se subía a un árbol para alumbrarse con la luz del farol, decía que así se había acabado la vista y que por eso usaba unos lentes tan gruesos. Después la familia se trasladó a vivir a Monterrey, y junto con un hermano iba a vender tacos y aguas en la madrugada a la zona de prostitución. En lo que esperaba a los clientes se dedicaba a leer a Homero y Hesíodo ¿Te recuerdas que llamó a sus perros como héroes griegos y sólo tenía 9 años? Así esos compañeros callejeros eran Hécuba y Príamo. Estudió filosofía, me parece que había sido compañero de Mauricio Beauchot quien lo apreciaba mucho, y también había estudiado cine.
Él –  Sí, en el CUEC.
Ella –  Es posiblemente el único filósofo de carne y hueso que he conocido.
Él –  Uno lee esas historias como la de que Heráclito vivía en un barril y que sólo comía lentejas.
Ella –  No, Diógenes de Sínope, quien nunca predicó el amor a las cosas materiales.
Él –  Es cierto, Diógenes, el cínico, aquél que enfrentó a Alejandro cuándo le preguntó qué es lo que deseaba y le contestó: Aléjate de mí, que estás tapando el sol con tu sombra.
Ella –  Recuerdo muy bien que no paraba de hablar cuando empezaba, en cierto modo era gracioso, y cómo tenía una facilidad para abordar prácticamente cualquier tema. Con él, hablé mucho sobre Filosofía de la Religión, que es algo de mi mayor interés y a pesar de ser un filósofo marxista, materialista dialéctico, consideraba que era un tema de suma importancia.



Él –  ¿Te acuerdas de esas pláticas sobre la importancia de Einsenstein y Pudovkin? También hablamos de Dziga Vértov, de mi favorito Bergman, Klossowski y George Cúkor, veíamos cine juntos los fines de semana. Fueron tiempos en los que no nos sobraba el dinero y que sin embargo, la pasábamos muy bien, compartiendo nuestro tiempo con nuestro amigo. Recuerdo muy bien de cómo vimos El exorcista de Friedkin alguna vez, o Shane el desconocido. Le encantaba Tarkowsky al igual que Hitchcock. Pasar tiempo junto a él era bañarse de ideas y puntualizaciones sobre las cosas que iban surgiendo en cascada.
Ella –  ¿Recuerdas ese viaje que hicimos juntos a Veracruz? ¡Cómo recorrimos San Juan de Ulúa! Creo que entonces traías la Lumix y nos tomamos unas fotos ¿No las tendrás por ahí? Me acuerdo que hasta el tripié llevabas, nos tomaste a los tres ¿Podrías pasármelas? Íbamos en la carretera y él no paraba de hablar de Cioran y de Kavafis. Recuerdo mucho esa comida junto al mar.
Él – Sí con gusto, déjame buscarlas. No sé por qué he dejado la fotografía de lado, voy a tratar de cargar más la cámara. Él me recuerdo que conocía muy bien a los fotógrafos del siglo XX, fue para mí una sorpresa reencontrarme con Cartier – Bresson, Robert Capa y Ansell Adams, en sus comentarios y relatos. Respetaba profundamente el psicoanálisis, había conocido a algunos analistas, no para analizarse sino para entablar discusiones con ellos. Tal vez,  a través de Mauricio Achar para quien trabajaba en la Libería Ghandi y que le pedía que lo acompañara en sus diálogos con intelectuales, filósofos, a casi todos les corregía la letra, contaba que muchas veces salía peleado con esa gente y diciéndole a su jefe que ya no lo acompañaría. Mauricio fue generoso también con él, además de su sueldo, le enviaba un cheque adicional cada mes cuando fue gerente de la Ghandi Xalapa, a él le daba igual.



Ella –  ¿Te acuerdas también cuándo por ahí de 2003, cosa así, salió un número especial de la revista Proceso? Estaba completamente dedicado al Subcomandante Marcos y revelaban su identidad como Sebastián Rafael Guillén. Al final de uno de los reportajes decían que había dado clases en la UAM y que se sabía que su mejor amigo se llamaba Eugenio Abraham Palomo Alvarado, quien era el gerente de una librería Ghandi en Xalapa. Al día siguiente, cuando nos vimos para comer, traía la revista en la mano, y nos dijo: “Eso que están publicando allí es mentira, yo no conozco a esa persona, no sé por qué publican semejantes tonterías”. Pero esa misma semana estaba renunciando a la gerencia de la librería sin ningún motivo aparente.
Él –  Y le ayudamos a cambiarse de casa. Fuimos a esa vivienda  de dos pisos que rentaba por la colonia Progreso, un fin de semana. Entramos y nos encontramos con una cantidad de libros cómo no había visto en mi vida en una biblioteca particular. Eso sí, todo desordenado y sucio el panorama. Pero lo que menos le importaba a él era el polvo… tenía su mente puesta en otras cosas más importantes.
Ella –  Nos preguntamos dónde estaba el comedor: ¿Por qué no había sala y por qué no tenía agua caliente la casa?
Él –  Incluso no tenía exactamente una recámara. Parecía que dormía en el piso como a descampado. Quizá cómo preparado para salir de allí en cualquier momento. La verdad no lo sé, pero eso no le avergonzaba o incomodaba de ningún modo. Te digo que como gerente de la librería pudo haberse comprado todo, vivir con comodidades, simplemente no le importaba. Prefería hacerse de libros y ahora sabemos que fue también generoso con algunas personas siempre que pudo hacerlo.
Ella –  Luego nos pidió permiso para dejar todos esos libros en nuestra casa. Ocuparon no sé cómo toda una habitación. Del piso al techo no podía meterse nada más. Incluso costaba trabajo abrir la puerta.
Él –  Y nosotros consentimos, pero eso duró meses y meses, por un momento creí que nos iba a dejar para siempre esas cajas. No sé bien qué será de tanto libro, luego llegó con un camión y me dijo que ya no era necesario que los guardáramos. Yo no sé dónde habrá quedado todo eso… pienso que lo que a él le hubiera gustado es que todo fuera a parar a una biblioteca pública.



Ella –  También clonaba libros de interés ¿Te recuerdas de cómo llegaban a ser casi como los originales? Estoy pensando en el libro sobre Foucault de Dreyfus y Rabinow, y los libros de psicoanálisis como el de Otto Rank sobre El Doble. Todavía lo llegué a ver en el centro hace poco y te dije.
Él –  Incluso fue a verte una tarde al trabajo. Un señor de la vigilancia, muy amable, pensó que era un maleante que venía a buscarte por el aspecto que la ropa raída le daba. Me pareció muy chistoso eso que contabas. 
Ella –  No exactamente. Pero sí me preguntó si quería que él se quedase mientras conversaba con ese desconocido. Lo veía asistir de vez en vez al cineclub que había allí en la Unidad de Posgrado.
Él –  Recuerdo también que en un momento dado, estuvo viviendo con nosotros cuando no tenía a dónde ir. Eso duró algunos meses, cuando vivíamos por el bosque  de Briones. Salía a pasear con el perro labrador que teníamos, jugábamos dominó los fines de semana. Éramos como parte de su familia y él nos consideraba así. No sé qué pasó al final, porque nunca nos peleamos ni nada por el estilo. Todavía el año 2016 para 2017 estuvo en la cena de Año Nuevo brindando y comiendo pavo, creo que el año pasado a ese también había estado presente, incluso tuvo un desencuentro digamos ideológico con G en casa, que tuve que pedirles cambiaran el tema.
Ella – Solamente lo vimos que perdió los estribos una vez, cuando K le dijo que con qué autoridad se atrevía a decir lo que decía, si no era un investigador, ni siquiera un profesor universitario y no había terminado una carrera, le dijo que sólo era un pinche librero. Y allí él lo mandó al carajo, porque no iba a permitir que lo ofendiera desde su altar institucional.
Él –  Fue una situación muy difícil, porque Palomo sabía lo que decía siempre, no hablaba nada más por hablar, tenía además una actitud generosa con el otro para orientarlo en lo que pudiese interesarle. Probablemente no escuchaba mucho cuestiones personales o quejas, porque a él siempre le movía el interés racional que trascendía a las personas en particular.
Ella –  No es del todo verdad eso ¿Te acuerdas que una vez nos trajo una barbacoa riquísima que hacían por su casa? ¿Qué llegaba a comer y trataba siempre de traer algo, una botella de vino o una barra de pan? ¿No te acuerdas cómo festejaba lo que cocinábamos?
Él –  Aún me resuena el tono de su voz en la cabeza. Y ni decir de la música... le gustaba la música clásica, el jazz, el blues y el rock ¡Cómo disfrutamos oír Leonard Cohen con él, B. B. King, y también James Brown, por no decir Coltrane o Billie Holiday! 
Ella –  A mí también, me parece increíble que ya no lo veremos, nunca vamos a volver a conocer alguien como él. Me acuerdo cómo me regaló en un cumpleaños el Martillo para las brujas de Kramer y Sprenger, que en ese tiempo antes del internet era muy difícil de conseguir. Y también en el 2000 nos trajo una serie de libros sobre el cambio de siglo, que aún tenemos por ahí.
Él –  Lo vamos a extrañar mucho. Era un visionario. Siempre pendiente de la política y siempre con un criterio de izquierda… cómo bien dices… era un materialista, él sabía que después de la muerte sólo está el abismo de la Nada y no le preocupaba en absoluto. Todos tenemos en algún punto la fantasía de que hay algo más, pero él sabía que esas eran patrañas. Inventos para hacer más llevadera la miserable realidad que vivimos. Había leído a Kierkegaard con mucho cuidado y se burlaba un poco de su búsqueda de Dios, no entendía cómo él mismo había podido escribir Diario de un seductor.
Ella –  Pero me queda la duda de si lo entendimos lo suficiente. Si no podríamos haber hecho algo más por él.
Él –  Tú te recuerdas que lo suscribimos a una fonda para que le dieran de comer y hasta de desayunar. Incluso, lo presenté como mi hermano y encargué que lo atendieran, más allá del menú. Pero una vez que fui a pagar el mes, me dijeron: No señor, él ya no se ha aparecido por aquí desde hace casi un mes. Insistí para que lo atendieran, pero no volvió y nunca me dijo por qué, yo creo que no quería cargar o molestar a nadie.
Ella –  Así también eligió su muerte. Sin molestar a nadie, pegado a sus libros que era lo que más le importaba, más fieles y generosos que los hombres. Creo que nunca vamos a conocer nuevamente a alguien como él, fuimos privilegiados.



Él –  No era un librero solamente, cómo bien dices, era un filósofo. Le gustaba ayudar a la gente, brindaba su saber al que se acercaba y despreciaba en el fondo todo el mundo académico y la burocracia institucional. Era un hombre que provenía de las ilusiones revolucionarias del siglo XX, que nunca dejó de soñar en que vendría el cambio social y creo que nunca dejó de tener contacto con cierto sector de la izquierda más radical.
Ella – ¿Te acuerdas de cómo nos hablaba de Magda grande y Magda chica? Eran amigas de su vida en la CDMX. Nos contaba algunas anécdotas graciosas, y reíamos con él. En realidad nunca supimos quiénes eran varias de las personas que mencionaba.
Él – Me dicen que también hablaba mucho de nosotros con su familia y con otros amigos. Yo creo que con otros y nuestra imagen, hacía algo parecido a lo que nos brindaba como relatos heroicos de otras personas. Sí me recuerdo muy bien que una vez, ya con algunos tragos encima, nos dijo que en cierta época de su vida daba clases y había discutido con Nicolás Guillén sobre lo que él opinaba con respecto a la sociedad y la revolución. Simplemente se le salió… pero lo importante es que en gestos como esos nos daba una imagen diferente de su figura… no era un hombre pasivo, la nota del periódico de Xalapa es muy escueta y hasta cruel. Lo pinta como un sexagenario vagabundo que vivía solo sin que le importara a nadie. Eso no es cierto, él dio mucho a mucha gente, creo que no fuimos los únicos en disfrutar de sus charlas y su amistad, simplemente él se brindaba sin problemas al otro y no cobraba por compartir sus conocimientos. Te citaba de memoria Berkeley y Spinoza, te hablaba de Foucault y Derrida sin problemas. Traté de llevarlo una vez a mi clase sobre Foucault en la Facultad de Filosofía, pero allí se sentía incómodo, creo que se perdió en la exposición, te digo, la academia no era para él.
Mucha gente pasó por su librería, oyó sus charlas, sus recomendaciones, sus consejos… dicen que tomaba mucho alcohol y que en parte eso lo mató. Yo no lo vi nunca incoherente ni alcoholizado al extremo de que no me interesara lo que decía. Eso sí, por momentos abrumaba… cansaba oír lo que soltaba y no acabar uno de captar lo que decía. Una vez me enseñó algunos apuntes, yo le quería animar para que los transcribiera, nunca lo hizo. De hecho, le mandé a un alumno para que lo ayudara a hacer eso, y acabó acomodando libros, trabajando para él.
También me recuerdo de la lista que le entresaqué de las 20 películas indispensables según su criterio entre las que estaban: Juana de Arco de Carl Th. Dreyer; El nacimiento de una nación de D. W. Griffith; Avaricia de Erich Von Stroheim; El acorazado Potemkin de Einsenstein; pero también Persona de Bergman; Blade Runner de Ridley Scott; La tierra de la gran promesa Andresej Wajda; y  Antonio Das mortes de Glauber Rocha.
En realidad es muy difícil decir quién era Eugenio,  a pesar de estar tan cerca de él, hay muchos aspectos de su vida que no conocimos, eso sí, no era un hombre triste, quizá solo pero no dolorido. Era un hombre honesto, orgulloso, sincero, sin resentimientos ni falsos rencores, no lo recuerdo haber odiado a nadie. Sí criticaba, no podía no hacerlo, estaba en su naturaleza. En todo caso, creo que todos tenemos algo de impostores, y creo que él a diferencia de la gente común, era un hombre auténtico.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Karen Souza, cantante de jazz...


Karen Souza, cantante argentina de jazz, magnífica voz aterciopelada (me recordó a Paticia Barber). Recién llegada a México... les recomiendo mucho el verla si tienen oportunidad. También los músicos que la acompañan son magníficos.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Descanse en paz! Dave Brubeck.




El pianista y compositor de jazz Dave Brubeck falleció hoy a los 91 años de edad en el hospital de Norwalk, en Connecticut, Estados Unidos a causa de una falla cardiaca.
De acuerdo con información difundida por medios estadounidenses, su representante y productor Russell Gloyd anunció hoy el deceso de quien fuera fundador de “The Dave Brubeck Quartet”, quien este 6 de diciembre cumpliría 92 años.
Brubeck era originario de Concord (EUA), donde nació en 1920. Se crió en el seno de una familia burguesa. Su gusto por la música lo llevó a estudiar piano y violonchelo en el “College of Pacific”. Su ídolo Duke Ellington lo hizo voltear al jazz, género en el que alcanzó la fama.

¿QUIÉN FUE DAVE BRUBECK?
Considerado uno de los músicos más populares del jazz, Dave Brubeck inició su ascenso a la fama hace más de medio siglo tras crear “The Dave Brubeck Quartet” y grabar “Take Five”, del disco “Time Out”, que derivó en record de ventas con más de un millón de copias.
A casi 53 años de ello y en vísperas de cumplir 92 años, Dave Brubeck dejó de existir pero su legado se mantiene intacto en cerca de un centenar de grabaciones que dan cuenta de su peculiar estilo que denotaba su influencia de la música clásica y su gusto por el swing que mezcló con precisas dosis de improvisación y un deliberado uso de los tiempos.
Brubeck nació el 6 de diciembre de 1920 y de acuerdo con el portal especializado en música “Last.fm”, es uno de los principales representantes del “cool” y uno de los músicos de jazz más populares entre los aficionados al género.
Creció en el seno de una familia burguesa y muy religiosa, desde muy pequeño su gusto por la música lo llevó a estudiar piano y violonchelo, los cuales hizo en el “College of Pacific”.
Tras su regreso a Estados Unidos, luego de alistarse y combatir con las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), estudió con el prestigiado compositor francés Darius Milhaud y organizó un octeto experimental con otros alumnos del maestro francés.
Y cuentan que fue uno de sus ídolos, Duke Ellington, quien hizo que Brubeck abandonara los terrenos de la música clásica y emprendiera su camino por el jazz.
En sus inicios se hicieron notar críticas por su forma de tocar, pero en busca de mejorar creó una fusión entre elementos de música europea y jazz, lo cual le valió el reconocimiento, sobre todo en su faceta como compositor.
En 1951 creó el famoso cuarteto “The Dave Brubeck Quartet”, con el cual se lanzó a dar conciertos en colegios y universidades, dando como resultado que la prestigiosa revista “Time” le dedicara su portada en el año de 1954.
Con el apoyo del Departamento de Estado americano, la agrupación realizó giras por los cinco continentes.
El éxito le llegó en 1959 cuando grabó la extraordinaria composición “Take Five”, creada por su compañero el saxofonista Paul Desmond, quien se marchó del cuarteto en 1967, según la página de “Biografías del Jazz”.
Brubeck tenía un centernar de grabaciones, entre ellas la mencionada “Time Out” y recientemente estaban en el mercado “Everybody Wants To Be A Cat”: Disney Jazz Volume 1; Brubeck tracks: Some Day My Prince Will Come, Alice In Wonderland (with Roberta Gambarini) (2011); y “Their Last Time Out” (DBQ recorded Live, del 2011.
Brubeck falleció esta mañana en un hospital de Conneiticut a unas horas de su cumpleaños número 92, a consecuencia de un fallo cardiaco.


Credito:
Notimex

sábado, 3 de noviembre de 2012

Terry Callier (Chicago, 24 de mayo de 1945 - 28 de octubre de 2012).



La desdicha, tenaz compañera de viaje de la leyenda del soul Terry Callier, no quiso perderse tampoco la hora de su muerte. El cantante, poeta, guitarrista y compositor fue hallado el domingo solo y sin vida en su apartamento de Chicago. Sufría una de esas enfermedades que el eufemismo suele definir como “largas”. Tenía 67 años.
Con la desaparición del hombre afable de voz sedosa e hipnótica se pone fin a una existencia dedicada a la música a pesar de su industria; alejada del éxito, aunque no de la grandeza. Su involuntaria trilogía de álbumes grabados para Cadet entre 1972 y 1974 (Occasional rain, What color is love y I just cant’t help myself) se encuentra entre los mejores corpus de la historia del soul, el jazz, el folk o mejor de la suma de todo ello, pese a que nunca escalaron ninguna lista de éxitos.
Registrados bajo los auspicios del excéntrico y sobresaliente productor Charles Stepney, no alcanzaron el reconocimiento que, sin duda, merecían. No fueron aquellas noticias novedosas para Callier; ya paladeó los sinsabores del negocio con su primer disco, The new folk sound of Terry Callier, sombrío repaso al cancionero americano en la compañía de dos contrabajistas. Fue grabado en 1964 para el sello de jazz Prestige, pero no se publicó hasta 1968. Entonces, nadie se molestó en comunicárselo a su autor; Terry se enteró al ver su fotografía en sepia en la portada destacada en el escaparate de una tienda de discos.
Antes, en 1963, el amigo de infancia de Curtis Mayfield, criado en el gueto de Chicago de Cabrini Green, había publicado el sencillo Look at me now, enorme himno sobre la dignidad en la derrota, que rescataría de la oscuridad una década después la enfervorecida nación británica del northern soul. En aquel escalofriante estribillo, Callier escribió en tono involuntariamente profético: “Lo conseguiré algún día, lo lograré de algún modo y entonces podré decir a todo al mundo: miradme ahora”.
Pero no, pese a las promesas, su hora no llegó tampoco con el contrato de Cadet, ni siquiera cuando a finales de la década Elektra lo fichó para grabar dos sofisticados álbumes, Fire on ice (1977) y Turn you to love (1979), de menor significación social y política que los anteriores y más acordes con el hedonismo de la era disco. Una oscura y vitalista grabación de 1982, I don’t wanna see myself (without you), fue la llave que a principios de la década de los noventa propició su rescate para las nuevas generaciones, más interesadas en la belleza de lo raro y en la administración de la justicia poética que en el relato predominante de la historia de la música.
Cuando los cachorros del acid jazz comenzaron a agitarse en los clubes londinenses al ritmo de aquel tema, Callier llevaba casi una década retirado de la música, trabajando como programador informático en la Universidad de Chicago, peleando por graduarse en Sociología y cuidando de su hija, a la que conocimos en una fotografía en la contraportada del disco Occasional rain.
Gracias a la labor de espeleología musical de Eddie Piller y, sobre todo, el célebre dj de la BBC Gilles Peterson, Callier volvió a empuñar su guitarra en giras británicas, primero, y en discos con nuevo material y escenarios europeos, después. Timepeace (1997) marcó su regreso al estudio desde algún lugar en los confines de la experiencia. A este seguirían otros emocionantes trabajos y colaboraciones con músicos jóvenes, muchos de los cuales firmaron al conocer su muerte en el gigantesco libro de condolencias en que se ha convertido Twitter.
Su producción de la última década fue decreciendo en interés, aunque lo trajo regularmente a España. También le valió un contrato fijo en el club de Chicago Green Mill, donde cada lunes escuchaba en los descansos entre el primer y el segundo set a jóvenes llegados de todo el mundo decir que su música les había cambiado la vida, al tiempo que recreaba éxitos como I’d rather be with you, el himno anti Nixon Ho Tsing Mee u Ordinary Joe, quizá su mejor creación, un inconmensurable canto a los hombres corrientes como él, que ríen por no llorar ante la contemplación del gran espectáculo de marionetas de la vida y solo desearían emprender como un gorrión el vuelo de la libertad.
Tras su último álbum, de 2009, vivía como un hombre retirado por la enfermedad. Este mismo año el éxito cinematográfico francés Intocable incluyó una de sus canciones, You're goin' miss your candyman, cuyos royalties contribuirán, al menos, a pagar su funeral.

Tomado de El País:
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/10/29/actualidad/1351505471_547856.html


lunes, 28 de noviembre de 2011

¿De qué hoyo funky...?

La expresión: "¿De qué hoyo funky sacaste a ese tipo?" tiene un origen entre bizarro y curioso....

sábado, 15 de octubre de 2011

Charles LLoyd Quartet.



Uno de los cuartetos más exquisitos en la historia del Jazz, con Charles LLoyd (sax y maracas), Michel Petrucciani (piano), Cecil Macbee (bajo), y Jack de Johnette (batería).

Nacido en Memphis en 1938, Charles Lloyd descubrió el saxofón a una edad temprana. Pronto se convirtió en una figura de la joven escena de clubes de la West Coast y tocó junto a sus colegas Ornette Coleman, Eric Dolphy, Scott LaFaro, y Charlie Haden. En 1966, formó el Charles Lloyd Quartet original que sirvió de presentación de talentos como el pianista Keith Jarrett y el batería Jack DeJohnette. Ha actuado en todos los festivales de jazz del mundo como: Montreux, North Sea, Montreal, Toronto, Paris, Viena, Londres, San Sebastián, etc.

Saxofonista, flautista y compositor, Charles Lloyd alcanzó la cumbre en los años sesenta, rompiendo con su cuarteto las barreras entre los seguidores del jazz moderno y el floreciente rock hippy. Sus 40 años de carrera y una discografía que incluye 35 álbumes bajo su autoría y otras tantas colaboraciones (Chico Hamilton o The Beach Boys incluidos) le han permitido adquirir un prestigio enorme y ser una de las referencias imprescindibles cuando se habla del jazz moderno.

Charles Lloyd fue el primer músico de jazz que hizo una gira por la Unión Soviética y el primero también en vender un millón de copias del género con Florest Flower, grabado en directo durante el Festival de Monterrey de 1966, con un joven Keith Jarrett al piano. Después llegó una retirada parcial y no regresó a los escenarios hasta finales de los 80. Su firma con el sello ECM amplía desde entonces su obra, con trabajos calificados de exquisita espiritualidad, delicadeza y un sonido, lo menos, inimitable. En 2002 grabó dos discos enormes: "Which Way Is East" y antes "Lift Every Voice". Reverenciado por igual por músicos de tan distinta filiación como Keith Jarrett, Joe Lovano y David S. Ware, Charles Lloyd posee un sonido reconocible a la primera escucha: quebradizo y encantatorio, delgado y flotante como una brisa.

Fuente: Apolo y Baco.

viernes, 2 de abril de 2010

Corea y Burton live!



En mi paso vacacional por la Cd. de México tuve oportunidad de ir al zoológico, al que no iba desde que mi hija fue pequeña (muy cansada pero agradable visita, con algunos animales fuera de sus jaulas viendo a otros encerrados), ver la exposición de Magritte en el Palacio de Bellas Artes (deliciosa, magnífica) y estar en el concierto de Chick Corea con Gary Burton.

Realmente fue sorprendente oírlos y saber que Corea tiene 69 años y Burton 67, se sabe que los músicos pueden ser longevos y guardar su estilo, talento y habilidades hasta larga edad, sin embargo, la música de éstos amigos se oye siempre fresca y uno pensaría que son más jóvenes. Lo son en realidad, porque los dos se ven ágiles, con sentido del humor, contentos con su trabajo y en posibilidad de conectarse siempre con el público.

Corea empezó a tocar jazz a los 4 años y es una leyenda del jazz con varios Grammys en su haber, autor de varias piezas que hoy son estándares en el repertorio de los músicos. Oírlo es estar en presencia de la historia del jazz, no podemos olvidar que fue Miles quien lo convenció de tocar el piano eléctrico y que tocó con Anthoy Braxton, Joe Farrell (¿Recuerdan Outback? 1971) que fue innovador varias veces en su estilo, por ejemplo con: Return to forever y su Chick Corea Elektric band.

Burton es también una leyenda del jazz, considerado sucesor de Milt Jackson e innovador con el uso de cuatro baquetas y un trabajo similar al del piano. Desde los 17 años tocó con George Shearing, hasta desarrollar su propio estilo en dirección del jazz – fusion. Ha tocado con todos los grandes, desde Stan Getz hasta Eberhard Weber, pasando por Gato Barbieri o Carla Bley. Los discos de encuentro con Corea son legendarios: Crystal Silence (1972) el primero, lo que hace que tengan casi cuarenta años de tocar juntos, y posean un entendimiento total, que ahora agrega el plus de que Corea toca un poco el vibe a dúo con su amigo para complacencia y asombro de los espectadores que no dan crédito de estar ahí. En la entrada había personas tratando de comprar boletos en la fila a los que estábamos por entrar.

El teatro lleno de jóvenes y viejos, todos entusiasmados y dispuestos a corear las melodías conocidas (sin hacerlo del todo, afortunadamente). Una pieza inesperada y magnífica en su interpretación y versión: Elleanor Rigby. Me causó una gran impresión y una enorme satisfacción ver la clase de música que hacían, ser testigo de los chicos acercándole instrumentos para que los firmara... la puedo agregar a la serie de conciertos que he oído en esta categoría musical: Bill Evans, Dizzy Gillespie, Herbie Mann, Dave Brubeck, Oregon, etc.

Excelente… simplemente perfecto.


domingo, 7 de febrero de 2010

viernes, 29 de enero de 2010

ANAMORFOSIS: JULIO ORTEGA B / RADIO POR INTERNET

Hoy arrancamos con ANAMORFOSIS. EN VIVO Y DIRECTO
POR: http://www.radiover.com/



TODOS LOS VIERNES A LAS 9 PM. HORA DEL CENTRO DE MÉXICO.

- 06:00 GMT.
LOS PODCASTS ESTARÁN DESCARGABLES A SU DISPOSICIÓN.

domingo, 24 de enero de 2010

ANAMORFOSIS: JULIO ORTEGA / RADIO POR INTERNET



ANAMORFOSIS

La radio detrás de las apariencias.

EN: http://www.radiover.com/
Programa en vivo los viernes a las 21:00 hs México
GMT -06:00
PODCASTS DESCARGABLES DE CADA PROGRAMA.

La anamorfosis fue un recurso que usaron los pintores especialmente del Renacimiento, para ocultar en sus cuadros una o más imágenes que sólo eran descubiertas desde una perspectiva que no era la frontal y que suponía un desplazamiento del observador o el uso de un espejo, para descubrir el mensaje atrás de las apariencias.
En este programa intentamos ver detrás de la figura simple y revelar al radioescucha una perspectiva diferente de los problemas de la vida cotidiana: psicológicos, políticos y sociales, filosóficos. También queremos aquí demostrar que la cultura no tiene que ser aburrida.

Conducido por el Dr. Julio Ortega Bobadilla. Psicoanalista, psicólogo y filósofo.

lunes, 5 de octubre de 2009

¿Qué es la colección Alan Lomax?




En marzo de 2004, el American Folklife Center de la biblioteca del Congreso de la Unión de USA, adquirió la colección de Alan Lomax, que comprende una documentación etnográfica sin comparación, recopilada por el legendario folklorista durante un período de sesenta años. La adquisición fue posible gracias a un acuerdo de cooperación entre la Asociación para la Equidad Cultural (ACE) y el Centro de Vida Folclórica Americana (AFC) además de la generosidad de un donante anónimo.

La colección de Alan Lomax contiene documentación pionera de música tradicional, danza, cuentos y otras formas de creatividad populares que han tenido lugar en los Estados Unidos y en ciertas otras partes del mundo durante la década de los 30’s.

Desde el momento en que dejó su cargo como jefe del archivo de American Folk Song en la biblioteca del Congreso en 1942, Lomax realizó una larga y productiva carrera como folklorista conocido internacionalmente, autor, productor de radio, cineasta, ejecutante de concierto, además de productor y anfitrión de televisión,

Hasta su muerte, recompiló una de las colecciones más importantes de material etnográfico en el mundo.

La colección ha sido puesta en varias habitaciones grandes en el Hunter College de la ciudad de Nueva York. Incluye más de 5.000 horas de grabaciones sonoras, 400.000 pies de película cinematográfica, 2,450 horas de video grabaciones, 2.000 libros académicos y revistas, cientos de impresiones fotográficas y negativos, varias bases de datos relativos a porciones del archivo y más de 120 pies lineales de manuscritos, así como correspondencia, notas de campo, archivos de la investigación, índices y manuscritos de libro, etc.

Dentro de dicha colección se encuentran grabaciones sonoras de cantantes tradicionales, instrumentistas y narradores de historias hechas por Lomax durante numerosos viajes de a través del Sur estadounidense, el Caribe , Gran Bretaña, Escocia, Irlanda , España e Italia.

Alan Lomax creía que el folclore y sus expresiones, son esenciales para la continuidad humana y la adaptación social, y su proyecto permanente fue crear una plataforma pública para su difusión, conocimiento y deleite, así como un material invaluable de campo para una aproximación científica a su comprensión.

La familia de Lomax tuvo una larga historia de colaboración con la biblioteca del Congreso de la Unión Norteamericano. El Padre de Alan, John Avery Lomax, fue nombrado "consultor honorario y encargado del Archivo de la American Folk Song", que había sido creado como una división la biblioteca en 1928. Allí comenzó una relación de diez años con la biblioteca que inició en junio de 1933, cuando estableció junto con Alan, entonces de solamente dieciocho años, su primera expedición en busca de rastros folclóricos con el objeto de reunir material que hoy es histórico.

Juntos visitaron granjas de Texas, cárceles y comunidades rurales, registrando canciones de trabajo, baladas y blues.

Alan se convirtió en "Asistente en cargo del archivo" en 1937, y continuó realizando viajes de campo y grabaciones para el archivo de la American Folk Song hasta 1942. Fue el primero en registrar músicos legendarios como Huddie "Leadbelly" Ledbetter, McKinley "Muddy Waters" Morganfield y David "Honeyboy" Edwards, así como un enorme número de otros importantes músicos tradicionales. También registró ocho horas de música y recuento hablado con "Jelly Roll" Morton en 1938 y cuatro horas en el mismo formato con el legendario Woody Guthrie en 1940.

Después, abandonó la biblioteca del Congreso, pero continuó su trabajo de documentación, análisis e investigación de la música tradicional, la danza y la narrativa a través de proyectos en diversas partes de todo el mundo.

Con su padre y por su propia cuenta, publicó muchos libros, incluyendo Baladas americanas y canciones populares (1934) y Our Country Sings (1941). Recibió muchos honores y premios, incluída la medalla nacional de arte, el Premio Nacional del libro del Círculo de Criticos por su libro The Land Where the Blues began, y otros más.

Parte de este invaluable material, divertido, triste, curioso en todo caso inigualable lo podrán encontrar en:


Alan Lomax Collection


Y otra muestra de sus investigaciones en:


Deep River of Song - Alabama. From Lullabies to Blues


Christopher Bollas: Mental pain

Conferencia de Christopher Bollas: Mental Pain.