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sábado, 25 de noviembre de 2017

Intervención en la presentación del libro: Freud y Lacan en México. Coordinado por Miguel Sosa.



Soy un analista perteneciente a la IPA, me encuentro ante un texto que pretende ser histórico, de hecho estoy aquí en un lugar llamado Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Veracruzana y no estoy muy seguro de qué podré decir frente a este conjunto de discursos agrupados de manera un poco desordenada. El primer problema que me topo al mirar este libro de diferentes autores, coordinado por Miguel Sosa a quien conozco bien desde hace muchos años –  de hecho supervisé con él algún tiempo –  es la diferente mixtura de textos, referidos a diferentes años y sucesos, escritos por distintas personas.
No parece haber del todo una unidad en el texto, ni en la escritura o la intención de los argumentos. Quizá no haya un propósito determinado en el conjunto de párrafos, tanto Ulises como Rayuela o Noticias del Imperio, pueden ser leídos y tienen su validez como textos provocadores a pesar de su extravagancia. En todo caso, sí considero que es un conjunto de escritos que ha llegado a la publicación para causar una algarada.
El libro se llama, pueden ustedes ver en el título: Freud y Lacan en México. El revés de una recepción, santificando la costumbre alemana del siglo XIX, de dar un subtítulo al nombre. El contenido, es producto de un coloquio realizado en 2014, llamado Particularidades de la recepción del Psicoanálisis en México. Y sugiere de manera juguetona con las palabras, que puede mostrar el reverso de lo que ha sido la recepción de estos autores, mostrando los hilos y engranes de ese fenómeno, o sugiriendo que a contrario de una recepción, lo que sucedió es un expulso del sentido freudiano o al menos, una serie de tergiversaciones.




Al toparme con estos textos y comentarlos no puedo menos que asociar y evocar la frase del poeta Jorge Fernández: El arte de olvidar comienza recordando.
Me encuentro al comienzo del libro con dos textos, el primero de Alfredo Valencia que narra el malentendido en la cultura que produjo una lectura sesgada de Freud, amén de una mezcla de nacionalismo, filosofía mexicana, e historia nacional. Resalta la importancia que han tenido en la cultura mexicana ciertas lecturas de Freud hechas por diversos autores, como Samuel Ramos, Octavio Paz y los psicoanalistas Santiago Ramírez o González Pineda. También sabemos que lo leyeron y recibieron su influencia Salvador Novo, Frida Kahlo, Raúl Carrancá y Trujillo. De alguna manera me recuerda al jocoso libro de Gallo[1] Freud en México. Historia de un delirio, dónde reseña con cierta temeridad que los primeros y principalísimos lectores de Freud en México fueron: un dandi gay (Novo), un filósofo conservador (Ramos), un poeta cosmopolita (Paz) y un monje benedictino (Lemercier). Nos habla del zeitgeist que prevalecía después de una revolución violenta, y el cambio del proyecto positivo a uno más bien nacionalista, con cierto tinte social, sin llegar a consolidarse en una verdadera ideología de izquierda y cuyo cáncer ha sido hasta nuestros días: el caudillismo.
Mi querido Alfredo Valencia rescata del olvido a gente como Torres Orozco, demostrándonos que hizo una lectura detenida de Los Tres ensayos para una teoría sexual, y nos dirige a considerar al Ateneo de la Juventud, a los llamados Contemporáneos y del grupo intelectual Hyperión, como importantes antecedentes para comprender la inclusión de Freud en una cultura postrevolucionaria sin que se lograse la inclusión a profundidad del legado freudiano en nuestra cultura, al menos no como sucedió en Argentina.
El texto de Andrés Ríos, a quien conozco y reconozco por la seriedad de su trabajo, utiliza la genealogía foucaultiana para ir más allá de las referencias culturales comunes, y mostrarnos que los primeros lectores de Freud fueron siempre médicos. Ya Capetillo[2] haciendo una diferencia entre freudismo y psicoanálisis tomada de Vezzeti, mencionaba que la primera mención a Freud fue  hecha por Meza Gutiérrez y Francisco Miranda, catedráticos de la Antigua Escuela de Medicina y psiquiatras del manicomio de La Castañeda, en diversas clases.




Guevara Oropeza, alumno de éstos últimos presentó una tesis para titularse sobre el tema del psicoanálisis por allá en 1923, trabajando durante casi 40 años en el Manicomio de La Castañeda siendo su director en dos ocasiones, y haciendo escuela en la práctica de una psicoterapia basada en el psicoanálisis, junto a otras terapias como la del uso de la marihuana por el Dr. Salazar Viniegra, conocido como el Dr. Verde.
Más tarde, fueron González Enríquez, Alfonso Millán y Guillermo Dávila, quienes realizaron destacados trabajos tratando de usar al psicoanálisis como teoría de base en el tratamiento de los pacientes, sentando las bases para la adopción en el campo de la medicina de su método y cuando éstos se acercaron a Fromm, para la institucionalización del psicoanálisis. Resume Ríos: el psicoanálisis como la antropología, psicología, pedagogía y filosofía, fueron bien recibidos por una generación de médicos que encontró en las ciencias sociales y en las humanidades nuevas herramientas para comprender los diversos fenómenos sociales que incidían en la salud mental.
Narra también con justeza, la relación entre psicoanálisis y derecho en nuestro país. Nos da a conocer que José Dávila escribió una tesis sobre el tema, por ahí de 1933. Destaca la intervención de Carrancá y Trujillo delante de Mornard  - en realidad, Ramón Mercader - el asesino de Trotsky. Ambos pensadores consideraban que una correcta comprensión del delincuente a partir del psicoanálisis daría lugar a una mejora en el proceso de regeneración. No recuerda el trabajo del médico, psicólogo y filósofo Enrique Aragón, director de la Facultad de Filosofía, quien en 1934 publicó el texto: “Los estados de angustia y el tratamiento heterónimo del complejo freudiano”. Y en su texto siguen algunos nombres más de los pioneros de la introducción a la lectura freudiana, que de alguna manera son los pilares sobre los cuales se fundará un movimiento psicoanalítico mexicano, que sin duda tuvo momentos estelares en el pasado, y vive hoy un renacimiento.
Los trabajos de Valencia y de Ríos me parecen un ejercicio de honestidad, no tengo mucho más que decir de ellos.
Siguen en el libro otros textos, dos de Miguel Sosa, uno de Josafat Cuevas, y otro más de Guadalupe Trejo. No sé bien cuál ha sido el criterio del coordinador para agrupar a estos nombres para producir, primero el coloquio y luego el libro. Conozco a Josafat Cuevas, me extraña que sea consignado en el texto, solamente como Profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM, yo le reconozco como analista, y me parece muy serio su trabajo.
Ahora bien, en lo que respecta a los textos de Miguel Sosa, no capto completamente su carácter e intención. En todo caso, me hago responsable de mi palabra en este comentario. El primero de ellos, está dirigido a mostrarnos el daño realizado al psicoanálisis por Fromm y sus discípulos. No es un relato nuevo –  pues ya ha sido consignado por otros autores – , aquél que comprende los años de formación de los alumnos de Fromm, es bueno saber que gracias al impulso de Miguel Sosa se produjo la escritura del libro de nuestro querido amigo Vicente Saavedra[3]: La promesa incumplida de Erich Fromm. Allí se narra una historia vivida en primera persona de los abusos de poder, arbitrariedades e injusticias que sufrió el analizante de Fromm y hace también una crítica de los aspectos técnicos que dejó pendientes o las irregularidades teóricas y prácticas del ejercicio psicoterapéutico de este notable ex miembro de la Escuela de Frankfurt, que después fue separado de ella y luego de la Asociación Psicoanalítica Internacional. No me extenderé sobre este punto, simplemente recomiendo la lectura de dicho libro.
La postura de Sosa haciéndose doble con la de Adorno, es crítica al trabajo de Fromm y los frommianos, les reprocha su perspectiva de aceptación de símbolos universales, negación de la pulsión de muerte, la menospreciación de la transferencia, su desplazamiento a Bachofen, la minimización del valor de las experiencias infantiles y esa posición “humanista” que supuestamente devendría en una desexualización de la teoría.
Escribir un texto es siempre una tarea difícil, y el análisis de la bifurcación del camino de los primeros analistas, se debió según Sosa a jerarquías institucionales dónde las diferencias psicoanalíticas poco importaban. Cita a Santiago Ramírez, en una entrevista como soporte a su afirmación resumiendo que es evidente, que nunca se ocupó de averiguar cuál era la posición de Fromm en el psicoanálisis. Es fácil hablar de los muertos porque éstos no pueden responder. Pero me parece que las diferencias no sólo fueron por simpatías sino por aspectos teóricos fundamentales, el mismo Sosa ha hecho valer argumentos de cómo algunas de las ideas de Fromm no parecían seguir a Freud. Fromm fue criticado en sus posiciones no sólo por los miembros de APM sino más tarde por los propios frommianos, el texto de Saavedra y el combate de Ramón de la Fuente a todo tipo de terapia psicoanalítica son pruebas contundentes, también fue importante en esta escisión la participación abusiva de Fromm que se autonombraba juez de quién era y quién no era psicoanalista, precisamente por eso purgó personalmente a José Gutiérrez en 1961 y Abraham Fortes en 1965.
Es necesario que haga notar, que hay aquí un problema no sólo de interpretación de los hechos, sino una acusación de irresponsabilidad profesional a Ramírez por no leer a Fromm y no conocer su obra, que me parece injusta. No será por cierto el único caso entre las citas dónde este tipo de acusaciones navegarán con celeridad, si me parece el primero dónde inicia una serie de afirmaciones cuestionables. Aquí se trata de un problema quizá de interpretación, pero no sucede así con otras aserciones dónde se dicen cosas que para mí no tienen punto de controversia: son falsas. Yo estuve allí en esos años, son fortunas parte de mi historia y viví esos procesos, sé qué no son ciertas. Me sorprende que estén dadas como verdad en el libro, y lamento que el poder de la escritura pueda intentar dar peso de verdad a la ficción, al grado de recontar la historia. Me pregunto por qué Miguel Sosa afirma sin bases algunas cosas, sin haber utilizado el mínimo rigor que a una investigación histórica impone la entrevista, sobre todo cuando se trata de acontecimientos recientes; como historiador fracasa.
Ya iré sobre el material… en concreto.





Para Sosa, el psicoanálisis frommiano y sus derivados son un delirio, una malformación y un desencuentro con la causa freudiana. No vamos a cuestionar estas afirmaciones, pero los tiempos, los procesos, las instituciones cambian, el psicoanálisis no es una religión que trata de mantener inmóviles sus cánones y criterios. No puede juzgarse rigurosamente la actividad actual de los colegas de IMPAC por sus orígenes, somos restos de la historia y pedazos del deseo del Otro, si sabemos que se han mantenido al margen de la IPA. Esta crítica a la práctica y teoría de Fromm supongo es necesaria, pero es difícil sacar conclusiones definitivas, frente a un complejo proceso histórico que aún tenemos que mirar con cuidado, sin caer en reducciones simples o juicios forzados.
Sus preguntas sobre: ¿Si se constituyó un campo freudiano en México? y ¿Si existe el necesario hábitat para la implantación del psicoanálisis lacaniano? Me parecen infructuosas, desde luego hay un campo freudiano en México. La lectura del fundador del psicoanálisis, ha producido más de una versión del psicoanálisis, quizá porque no hay una auténtica y axiomática, sino a riesgo de imponer la dictadura del dogmatismo.  Una verdadera lectura es necesaria, pero no puede derivar en una lectura sin falla, correcta en términos absolutos.
Las ideas se transforman, se gastan, se queman, no deben basarse en mostrar su validez por el argumento de autoridad. Freud nos enseñó un método para pensar, no para predicar verdades. Somos analistas no sacerdotes recitando el evangelio.




Y respecto a la segunda cuestión, pues nada más y nada menos nuestro invitado, vive del ejercicio del psicoanálisis lacaniano, y contesta con su práctica afirmativamente a su propia pregunta, con  su clínica, sus publicaciones editoriales y su trabajo en seminarios, etc.
El capítulo cuatro, es quizá el más controvertido para mí, por lo que señalaba antes, he vivido de cerca esos acontecimientos. Miguel Sosa, dedica en gran medida el artículo a Néstor Braunstein. Un autor de muchos libros, psiquiatra, hombre de gran encanto y cultura enciclopédica, que se ostenta desde hace muchos años como psicoanalista. Es alguien que ha sido invitado en más de una ocasión aquí a Xalapa, por nuestros colegas a dar conferencias y cursos diversos, presentar sus libros. Yo estuve muy cerca de él a finales de los años 70’s y parte de los años 80’s, debido a mi juventud, cierta desorientación personal y porque es inevitable que todos cometamos traspiés hasta encontrar con nuestro destino, no me arrepiento de ello.
Todos somos en cierta medida impostores, sólo he conocido a un hombre verdaderamente auténtico en mi vida que recién acaba de morir, y no llevaría la vida que él llevó. El capítulo está mayormente dirigido contra Néstor y muy seguramente se merece las críticas, pero éstas se basan –  por momentos – en un conjunto de afirmaciones dudosas. Parece que Miguel contrasta el establecimiento de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis y la formación de la ELP, es verdad, la distancia entre la constitución de una y otra no es mucha y evidentemente había diferencias personales, teóricas y prácticas, lo sé porque fui alumno de Estela Maldonado y Hélida Peretti, también de Marcelo Pasternac. Jocosamente se les nombraba –  junto con Sosa –La Banda de los Cuatro, aludiendo a un grupo de altos dirigentes del Partido Comunista Chino que fueron expulsados del mismo y puestos bajo arresto tras la muerte de Mao Zedong en 1976.
Todos necesitamos de héroes y mitos para construir historias, levantar pilares de esfinges, pero olvida nombrar que tanto un grupo como otro, buscaron por ahí de principios de los 80’s en París como primera  forma de validación de su práctica a Jaques Alain Miller, el yerno de Lacan y cuándo éste prefirió al grupo de Braunstein, fue que los futuros miembros de la ELP, Pasternac y Sosa, recurrieron como segunda opción a Allouch y demás amigos para establecer su escuela.  Cómo bien he dicho antes, acerca de los frommianos, el pretérito sólo es polvo, y no puede decirse que la actividad actual de la ELP, se base en aquél pasado nebuloso, que puedo asegurarles existió. Cómo anécdota les contaré que recuerdo, que más tarde Braunstein, rechazó el ofrecimiento de volver a la Fundación parte integrante de la École de la cause freudienne porque dijo: “¿Para qué los necesitamos?
Menciona que tres de los autores del libro que tanto criticará Psicología, Ideología y Ciencia, fueron quienes fundaron el CIEP (Centro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos). Esto no es verdad, en primer lugar, porque el CIEP se fundó muchos años después que la Fundación que en principio era un lugar para atender pacientes de escasos recursos económicos, Josafat recordará esto, porque llegamos a estar envueltos en el proyecto para una beca, que por cierto, nunca recibimos. Si bien Braunstein y Frida Saal estuvieron involucrados en el proyecto activamente desde el principio, Gloria Beneditto no participó sino hasta años después en las actividades de la Fundación y finalmente terminó alejándose porque el ambiente institucional no era tolerable. Lo sé, lo recuerdo, yo estuve ahí. La memoria es un cuarto obscuro lleno de sombras, pero hay pequeñas luminosidades que permanecen.
El artículo, mezcla realidad con fantasía, es verdad que se construyó un programa de maestría en teoría psicoanalítica que dio lugar a más de 20 generaciones y a pesar de que la forma académica y los usos puedan criticarse, creo que  replanteó el problema de la transmisión del psicoanálisis cómo se efectuaba hasta ese momento, quizá no de la manera que le hubiera gustado a Lacan ni a Sosa. Por mi parte pienso que, a pesar de las desviaciones y errores, hay que reconocer que puso sobre la mesa una discusión importante y aún inacabada sobre cómo se puede formar un analista.
Aclaro que en ese proyecto estuvieron involucrados otros analistas, no solamente  Néstor y Frida, insisto, dice usted que no siguió el modelo lacaniano. Sin embargo, a pesar de las críticas de Lacan al discurso universitario, tengo entendido que en Francia el psicoanálisis está inserto en la Universidad de Paris VII y VIII, que Miller dirigió mucho tiempo el Departamento de Psicoanálisis de París VII (abierto en vida de Lacan), Gerárd Miller dirige el Departamento de Psicoanálisis de Paris VIII y algunos analistas importantes de procedencia lacaniana y no lacaniana, trabajan en el medio académico, incluso Miller está por abrir –  me entero por el artículo de Josafat – una Universidad Jaques Lacan. No le gusta ese medio para difundir el psicoanálisis, eso lo deja usted bien claro. Pero aquí en nuestro país, en Querétaro, la CDMX, San Luis Potosí, Puebla, Zacatecas, León, Guadalajara, Monterrey, Aguascalientes, incluso en Xalapa,  etc. se ha llevado a cabo un trabajo de esta naturaleza desde hace muchos años, aunque a usted no le parezca.




Sí le digo que no es verdad que el libro y la Fundación fuesen los impulsores de cuatro psicoanalistas no analizados autores del libro que tanto cardeniño le ha causado.
Sé por el testimonio de una persona que fue mi maestra, y cercana a Marie Langer que Frida Saal estuvo un breve período de tiempo en análisis con Marie Langer, mejor poco tiempo que nada, podría decirse. También sé, porque me he tomado el trabajo de investigar, que Gloria Bendeditto se analizó en Argentina con Rosenthal y luego en México con Juan Carlos Plá, así que sus afirmaciones sobre estas dos personas son al menos precipitadas, cuando no difamatorias. Yo no sé si a ellas les importa, una está muerta; y la otra semi retirada de la actividad profesional por enfermedad, pero a mí me gustaría que usted supiese que se ha equivocado, que hace afirmaciones lastimosas y falsas.
Su artículo sigue tratando de definir lo que es el psicoanálisis y el psicoanalista, a partir de afirmaciones hechas por Jacques Lacan, le concedo puntualidad en las citas, yo mismo estoy involucrado con un grupo trabajando el seminario uno, por la importancia que éste tiene, aunque cada vez soy más freudiano que lacaniano, exactamente como Lacan se consideró al final de su vida.
Sigue con una historia sobre Córdoba, allá lejos y hace tiempo, su memoria falla si lo que intentaba hacer es una historia y no brindar un testimonio. Afortunadamente la de otros no, olvida usted mencionar el importante hecho de que la carrera de psicología llegó a estar prohibida por el Estado por considerarla subversiva, que el Partido Comunista prohibió a sus militantes todo acercamiento al psicoanálisis. No menciona a Fermín Quiroga que venía de formarse con Telma Reca, a Ignacia Alicia Moyano, a Jorge Gurvich y Ricardo Avenvurg interlocutor de los cordobeses, que entre los años sesenta y después en los 70’s tuvieron un destacado papel en el desenvolvimiento del psicoanálisis, pero sobre todo a Jorge Orgaz, quien apoyó a Ricardo Podio –  a quién sí nombra – para dictar su cátedra y luego a Paulino Moscovich - de quién por cierto Gloria Benditto fue su asistente -, que parece haberse acercado al psicoanálisis después de unos años. La historia de Moscovich es legendaria, y ha sido relatada con soltura por su amigo Neufeld en un libro que se llama A la Guerra en un Subaru rojo.
Sí habla usted de Osvaldo Francheri y de su trabajo, se identifica usted como su alumno. Y dice haberse analizado por él, pero en la página 99 dice que lo analizaba en grupo. No sé bien ya qué considere usted análisis, pero yo creo que la experiencia en grupo es otra cosa. Y si es ese su análisis, en la página 100 habla de objetivos terapéuticos, no didácticos. Después habla usted de que inició un análisis individual, pero no queda claro cómo, con quién ni cuántos años. Todo esto lo menciono porque usted critica de manera severa y hasta cruel a colegas que hicieron su formación en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, aseverando que la formación de Armando Suárez y Raúl Páramo habría sido corta e inacabada.  Toma como base a su afirmación, la declaración de Fernando González de que habría recibido una formación incompleta. Me parece que lo menos que podemos hablar los analistas después de Lacan es de completud, la formación analítica es siempre una tarea inacabada.
Y si vamos más lejos, al hablar de Francheri narra que él, como reyezuelo, designa no sólo sus pacientes sino supervisores y docentes, cancelando a su primera supervisora. Estoy confundido, usted se analiza en grupo, ve pacientes y sigue al pie de la letra las instrucciones de Osvaldo, discúlpeme pero no veo la diferencia entre esta transferencia cargada y la de Fromm con sus alumnos, que tanto criticaba ¿Es ésta la vía ideal para pasar de analizantes a analistas que usted enseña? Encuentro múltiples fallas a ese razonamiento, empezando por ese proceso grupal que usted llama análisis, dice que saldó su cuenta con el sujeto supuesto saber al terminar su análisis con Francheri, discúlpeme pero al menos este proceso dista de lo que muchos analistas consideramos psicoanálisis, y desde allí critica usted a otros colegas que realizan su trabajo desde hace mucho tiempo laboriosamente y con seriedad. Y por otro lado, suponer que solamente en Argentina se ha leído bien a Freud y a Lacan sin confusiones ni desviaciones, me parece definitivamente ingenuo.
Efectivamente, Braunstein y su mujer Frida Saal, llegaron a México en 1974 y Pasternac llegó en 1975. Empezaron a tratar inmediatamente pacientes en lo que llamaban análisis sin haberse analizado, alguno podría decir por ahí que Freud se analizó con un delirante, en fin. Los precedía el libro Psicología, ideología y ciencia que tanto critican usted y Guadalupe Trejo, pero déjeme decirle que los autores muy poco tiempo después renegaron de gran parte de los contenidos. No obstante, este libro prologado por Marie Langer, fue importante para la difusión del psicoanálisis y esas letras cambiaron muchas vidas. Personalmente formo parte de una generación que decidió acercarse al psicoanálisis precisamente debido a la lectura de sus contenidos, que proporcionaban una alternativa a la pobreza teórica y práctica de la psicología académica. Su crítica llega tarde, está usted diseccionando un cadáver, pero que fue una bestia muy alerta y feroz, e influyó para bien y para mal, sobre muchas generaciones. Es más, aún no estoy seguro de que no siga pesando sobre muchos jóvenes, no sólo en México sino otras partes de Latinoamérica.
Me pregunto: ¿Por qué esperó usted tantos años para criticar este texto? ¿Para cuestionar la práctica profesional del analista sin análisis? ¿Cuántos años aguardó? ¿35 o 40? ¿Esperó usted a que no estuviera Néstor en México? Y créame que no me interesa defender la figura indefendible de alguien a quien por cierto quise mucho y como todos los amores pasionales estaba destinado a la desilusión, pero me llama la atención que precisamente ahora, usted traiga estas críticas a colación de algo que todos sabíamos hace tiempo.
Por cierto, alguien que le conoce me ha dicho que buscó luego análisis con Colette Soler, cosa de la que no estaría completamente seguro, pero que si sucedió, seguramente fue muchos años después de lo que usted relata, pues yo recuerdo que él rechazó por allá de 1988 o quizá 89 seguir su análisis con Liberman pues no lo consideraba apto para la tarea. Y simplemente para intentar descifrar un poco, el complejo papel que le corresponde aún en el mundo analítico a Néstor, déjeme contarle que en 2015 Patricia Gherovici y Manya Steinkoler publicaron en la prestigiada editorial Routledge, un libro que se llama Lacan on Madness en el que no sólo hay un capítulo que escribe Braunstein, sino otros escritos por gentes con peso en el mundo psicoanalítico como Geneviéve Morel, Jean Claude Maleval, su querido Jean Allouch, Darian Leader, Héctor Yanquelevich, quienes participan junto a él, implícitamente avalando su voz ¿Será que no están enterados del pasado de este hombre? No lo creo, personalmente hablé del caso con Morel y me costó un alejamiento de su parte ¿Habrán brindado todos juntos durante la presentación del libro?
Efectivamente, el CPM recibió a muchos exilados sudamericanos en los años 70’s, sus miembros fueron espléndidos y desinteresados, acogieron a gente que había sido amenazada de muerte en Argentina, Uruguay, también la APM recibió personas que huían de las dictaduras sudamericanas, nuestra querida Fanny Blanck – Cereijido ha escrito un artículo[4] al respecto. El pecado de mis compañeros quizá fue el ser demasiado confiados, crédulos y generosos. Pero acusarlos de falta de seriedad por haber sido enseñados de Suárez – quien por cierto es el verdadero introductor formal del discurso lacaniano en México y Latinoamérica a través de la promoción de la publicación de Los Escritos en Siglo XXI en la traducción que hizo el poeta Tomás Segovia – , otros analistas ex APM incluyendo a Santiago Ramírez, Enrique Guarner, Isabel Díaz Portillo y finalmente los sudamericanos entre los que se incluyen a Miguel Matrajt, la inolvidable Marie Langer (quien fue mi maestra y supervisora), los García Reynoso, Nacho Maldonado, Armando Bauleo, etc. me parece una crítica poco seria y mal intencionada. Usted decidió atacar a buena parte de la  comunidad analítica en su texto, pero me parece que la tarea que emprende está más bien regulada por el odio y la intolerancia.
¿Qué tuvimos y tenemos – y hablo como ex miembro del CPM –  problemas institucionales y escisiones como en APM o los frommianos? Una colectividad siempre tiene conflictos, son también una fuente de crecimiento. No se puede estar cerrado a las críticas pero nos importa que la argumentación no sea mediocre. De hecho, no creo que la laboriosidad dentro de la ELP a la que usted pertenece, se rija por estados paradisíacos sin dificultades, sé de más de un enfrentamiento dentro de su grupo por diferentes posiciones, hay gente que ha abandonado la École, allí está el caso de una persona con tanto prestigio como mi amigo Luis Tamayo; de hecho Josafat Cuevas narra en su comentario, un acto de censura por sus diferencias con Allouch a cierta intervención suya que no pudo ser publicada, sino en la revista Carta Psicoanalítica.
¿Qué Caruso tuvo un pasado nazi en su juventud? También lo tuvieron Heidegger y Günter Grass, sin que por ello su obra intelectual deje de ser de una importancia trascendental para la filosofía y la literatura. De hecho, Lacan admiraba a Heidegger y buscó su trato repetidamente después de la guerra. Por otro lado, Caruso jamás negó estos hechos, y sí se arrepintió toda su vida por ellos. No inventó nada sobre ese pasado para cubrir sus faltas, ni se enseñoreó con la bandera del Holocausto y su comprensión de él, como lo hicieron Frankl o el mismo Bettelheim, quienes sí mintieron sin pudor. Por cierto que, no fue González el primero en trabajar el pasado de Caruso, en Carta Psicoanalítica Octubre de 2013, dedicamos todo un número a estos incidentes más de un año antes de la aparición del libro que usted menciona.
Podemos perdonar o no a Caruso, pero indudablemente tuvo la sinceridad de hablar en voz alta sobre los acontecimientos e intentó en su giro hacia el marxismo, pagar sus pecados. Descanse en paz.
Colocarse en ese lugar dónde usted y sólo usted sabe lo que es el verdadero psicoanálisis, consagrado por la experiencia del pase, que él mismo Lacan borró al disolver su escuela, me parece insensato.  En una presentación de su libro en la Sociedad Freudiana de la Ciudad de México dice usted que su texto es descortés, yo lo calificaría de imprudente, en éste,  ha querido hacer el triple papel de jurado,  juez, y verdugo de los psicoanalistas mexicanos.




Una reflexión más, muy curiosa me parece que la formación de analistas como usted, sea según su testimonio, avalada por gente formada en la IPA como Francheri, finalmente ésta parece el Otro del otro según usted, en lo que a garantías se refiere.
Finalmente el texto de Trejo, me parece que le hace coro, escogió usted una buena compañera para alabarle. Pero está lleno de datos inútiles, por ejemplo, dónde se espanta de que hoy en día existen muchas maestrías y cursos de psicoanálisis impartidos en todo el país por gente que no conocemos, incluyendo cuadros y estadísticas. Quiero decirle que yo llevo muchos años en el ambiente psicoanalítico, y no conozco a todos los analistas de México, no me apuro por eso, y me congratulo porque se multipliquen los grupos de estudios de la obra de Freud. Es evidente que esto representa peligros –  yo había escrito por ahí hace tiempo algo sobre el tema[5] – , que muchos nuevos analistas lacanianos cómo a sí mismos se autonombran, se enseñoreen desde sus palestras como supervisores, analistas, maestros e ideales para alumnos despistados, la multitud está ansiosa siempre de nuevas religiones y del látigo del amo, pero creo que debemos conceder a esos mismos jóvenes la confianza de que su inteligencia, les lleve finalmente a distinguir las diferencias.
Sí me parecen aturdidas e irreflexivas afirmaciones como la de decir que la obra de Laplanche no tuvo mayor trascendencia en el mundo analítico, me extraña la afirmación precisamente viniendo de una alumna de Silvia Bleichmar. Decir eso de Laplanche es como escupir al cielo, pero es claro que cada quien tiene derecho a decir lo que le plazca, de eso se trata la libertad de escribir, sólo que cuando ésta ofende o calumnia a otros, lastima a muchos, quizá a demasiados.


Xalapa, Ver a 25 de noviembre de 2007.

JULIO ORTEGA B.











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[1] Gallo, Rubén. Freud en México. Historia de un delirio / Rubén Gallo ; trad. de Pablo Duarte. México : FCE, 2013
[2] Capetillo Juan. FRENIA, Vol. VIII-2008, 207-220, ISSN: 1577-7200
[3] Saavedra Vicente. La promesa incumplida de Erich Fromm. Siglo Veintiuno, México, 1994.

[4] Blanck – Cerijido Fanny. Del Exilio: Psicoanalistas rioplatenses radicados en México. Recuperado de Blog Psicoanálisis en extensión: https://goo.gl/mGVdYQ


[5] La formación del analista: ¿Regulación y/o deseo? Recuperado del Blog Psicoanálisis en Extensión: https://goo.gl/CDbKNa




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sábado, 11 de noviembre de 2017

La muerte de Eugenio Abraham Palomo.



Él - La noche de ayer fue extremadamente larga, mis pesadillas más terroríficas se combinaron con la noticia de la muerte de Eugenio Palomo. Cuándo R. me envío un mensaje dónde me mostraba que en el Facebook alguien preguntaba por la hermana de Eugenio pues éste se encontraba en un estado de salud grave, yo estaba a en el comienzo de un seminario sobre clínica psicoanalítica que doy los lunes, y sólo pude responderle que en unos minutos me pondría al tanto y averiguaría que pasaba. Al terminar, busqué en el dichoso Facebook noticias y me topé con una entrada puesta por M. el dueño de la librería Hyperión de Xalapa, dónde comunicaba la pena que sentía por la muerte de nuestro mutuo amigo. Luego, ya ves, se comunicó H.  para darnos la noticia en el diario de Xalapa. Decía el periódico que el casero había ido a cobrar la renta, vio entreabierta la puerta, se asomó por la ventana y vio un cuerpo tirado, decidió entrar y lo encontró junto a un librero, quién sabe cuánto tenía allí, dicen que no mucho pues el cuerpo no olía. Después, al hablar con M. me dijo que había gente que lo había visto hace unos tres días y que lo había visto deteriorado, la muerte parece haber sido a causa de una bronconeumonía, complicada con un ataque al corazón, una de esas enfermedades producto del descuido médico y la desatención personal.
Ella – No pude dormir tampoco anoche bien, di muchas vueltas pensando en si no pudimos hacer nada más por él ¡Cuántas charlas con él, quien fue nuestro primer amigo en común al principio de nuestra relación! ¿Te acuerdas que hubo un tiempo en que todos los días comíamos con él? ¿Por qué tuvo que morir así? R. me ha dicho que su historia es muy triste, pero yo creo que jamás lo vi triste… no sé qué pienses.



Él – No la verdad que jamás lo vimos triste y siempre fue muy animoso. Él no tenía tiempo para deprimirse por las penas de este mundo y alguien me dijo que hasta tuvo una pareja aquí en Xalapa, él nunca habló de eso, era discreto respecto a esos temas. Creo que sus  amigos más importantes fueron Aristóteles y Hegel, además tuvo como interlocutores a Marx y a Althusser. Si te puedo decir que eligió vivir como vivió, fue un hombre sin dobleces, ni mentiras. Siempre preocupado por compartir lo que sabía con otros que se le acercaban como moscas a la miel. Despreciaba a los que se decían filósofos y decía que no eran sino burócratas académicos. Conocía tanto de Freud como yo y lo mismo de Tausk o de Reich, las pláticas que tuvimos con él eran juguetonas y demoledoras. Pienso que hicimos por él todo lo humanamente posible, si hubiésemos sabido que estaba enfermo, allí habríamos estado, pero él quiso alejarse, no sé bien por qué, quizá para no molestar.
Ella – ¿No acabaré yo cómo él? La verdad tengo miedo.
Él –  Creo que todos tenemos miedo de acabar así, pero no pienso que eso te pase a ti o mí. Él fue producto de circunstancias y una época particulares. Creo que eso lo hizo tan libre como era, tan genial y a la vez tan loco. Pocas personas se atreven a vivir como se los dicta su deseo y en su caso, su único deseo era compartir lo que sabía, que era mucho. El alma se me quiebra al recordar todo esto.
Ella –  Me recuerdo que su familia no quería que leyera, buscaban que se alejara de los libros pues su vida estaba destinada al campo. Él escapaba de noche y se subía a un árbol para alumbrarse con la luz del farol, decía que así se había acabado la vista y que por eso usaba unos lentes tan gruesos. Después la familia se trasladó a vivir a Monterrey, y junto con un hermano iba a vender tacos y aguas en la madrugada a la zona de prostitución. En lo que esperaba a los clientes se dedicaba a leer a Homero y Hesíodo ¿Te recuerdas que llamó a sus perros como héroes griegos y sólo tenía 9 años? Así esos compañeros callejeros eran Hécuba y Príamo. Estudió filosofía, me parece que había sido compañero de Mauricio Beauchot quien lo apreciaba mucho, y también había estudiado cine.
Él –  Sí, en el CUEC.
Ella –  Es posiblemente el único filósofo de carne y hueso que he conocido.
Él –  Uno lee esas historias como la de que Heráclito vivía en un barril y que sólo comía lentejas.
Ella –  No, Diógenes de Sínope, quien nunca predicó el amor a las cosas materiales.
Él –  Es cierto, Diógenes, el cínico, aquél que enfrentó a Alejandro cuándo le preguntó qué es lo que deseaba y le contestó: Aléjate de mí, que estás tapando el sol con tu sombra.
Ella –  Recuerdo muy bien que no paraba de hablar cuando empezaba, en cierto modo era gracioso, y cómo tenía una facilidad para abordar prácticamente cualquier tema. Con él, hablé mucho sobre Filosofía de la Religión, que es algo de mi mayor interés y a pesar de ser un filósofo marxista, materialista dialéctico, consideraba que era un tema de suma importancia.



Él –  ¿Te acuerdas de esas pláticas sobre la importancia de Einsenstein y Pudovkin? También hablamos de Dziga Vértov, de mi favorito Bergman, Klossowski y George Cúkor, veíamos cine juntos los fines de semana. Fueron tiempos en los que no nos sobraba el dinero y que sin embargo, la pasábamos muy bien, compartiendo nuestro tiempo con nuestro amigo. Recuerdo muy bien de cómo vimos El exorcista de Friedkin alguna vez, o Shane el desconocido. Le encantaba Tarkowsky al igual que Hitchcock. Pasar tiempo junto a él era bañarse de ideas y puntualizaciones sobre las cosas que iban surgiendo en cascada.
Ella –  ¿Recuerdas ese viaje que hicimos juntos a Veracruz? ¡Cómo recorrimos San Juan de Ulúa! Creo que entonces traías la Lumix y nos tomamos unas fotos ¿No las tendrás por ahí? Me acuerdo que hasta el tripié llevabas, nos tomaste a los tres ¿Podrías pasármelas? Íbamos en la carretera y él no paraba de hablar de Cioran y de Kavafis. Recuerdo mucho esa comida junto al mar.
Él – Sí con gusto, déjame buscarlas. No sé por qué he dejado la fotografía de lado, voy a tratar de cargar más la cámara. Él me recuerdo que conocía muy bien a los fotógrafos del siglo XX, fue para mí una sorpresa reencontrarme con Cartier – Bresson, Robert Capa y Ansell Adams, en sus comentarios y relatos. Respetaba profundamente el psicoanálisis, había conocido a algunos analistas, no para analizarse sino para entablar discusiones con ellos. Tal vez,  a través de Mauricio Achar para quien trabajaba en la Libería Ghandi y que le pedía que lo acompañara en sus diálogos con intelectuales, filósofos, a casi todos les corregía la letra, contaba que muchas veces salía peleado con esa gente y diciéndole a su jefe que ya no lo acompañaría. Mauricio fue generoso también con él, además de su sueldo, le enviaba un cheque adicional cada mes cuando fue gerente de la Ghandi Xalapa, a él le daba igual.



Ella –  ¿Te acuerdas también cuándo por ahí de 2003, cosa así, salió un número especial de la revista Proceso? Estaba completamente dedicado al Subcomandante Marcos y revelaban su identidad como Sebastián Rafael Guillén. Al final de uno de los reportajes decían que había dado clases en la UAM y que se sabía que su mejor amigo se llamaba Eugenio Abraham Palomo Alvarado, quien era el gerente de una librería Ghandi en Xalapa. Al día siguiente, cuando nos vimos para comer, traía la revista en la mano, y nos dijo: “Eso que están publicando allí es mentira, yo no conozco a esa persona, no sé por qué publican semejantes tonterías”. Pero esa misma semana estaba renunciando a la gerencia de la librería sin ningún motivo aparente.
Él –  Y le ayudamos a cambiarse de casa. Fuimos a esa vivienda  de dos pisos que rentaba por la colonia Progreso, un fin de semana. Entramos y nos encontramos con una cantidad de libros cómo no había visto en mi vida en una biblioteca particular. Eso sí, todo desordenado y sucio el panorama. Pero lo que menos le importaba a él era el polvo… tenía su mente puesta en otras cosas más importantes.
Ella –  Nos preguntamos dónde estaba el comedor: ¿Por qué no había sala y por qué no tenía agua caliente la casa?
Él –  Incluso no tenía exactamente una recámara. Parecía que dormía en el piso como a descampado. Quizá cómo preparado para salir de allí en cualquier momento. La verdad no lo sé, pero eso no le avergonzaba o incomodaba de ningún modo. Te digo que como gerente de la librería pudo haberse comprado todo, vivir con comodidades, simplemente no le importaba. Prefería hacerse de libros y ahora sabemos que fue también generoso con algunas personas siempre que pudo hacerlo.
Ella –  Luego nos pidió permiso para dejar todos esos libros en nuestra casa. Ocuparon no sé cómo toda una habitación. Del piso al techo no podía meterse nada más. Incluso costaba trabajo abrir la puerta.
Él –  Y nosotros consentimos, pero eso duró meses y meses, por un momento creí que nos iba a dejar para siempre esas cajas. No sé bien qué será de tanto libro, luego llegó con un camión y me dijo que ya no era necesario que los guardáramos. Yo no sé dónde habrá quedado todo eso… pienso que lo que a él le hubiera gustado es que todo fuera a parar a una biblioteca pública.



Ella –  También clonaba libros de interés ¿Te recuerdas de cómo llegaban a ser casi como los originales? Estoy pensando en el libro sobre Foucault de Dreyfus y Rabinow, y los libros de psicoanálisis como el de Otto Rank sobre El Doble. Todavía lo llegué a ver en el centro hace poco y te dije.
Él –  Incluso fue a verte una tarde al trabajo. Un señor de la vigilancia, muy amable, pensó que era un maleante que venía a buscarte por el aspecto que la ropa raída le daba. Me pareció muy chistoso eso que contabas. 
Ella –  No exactamente. Pero sí me preguntó si quería que él se quedase mientras conversaba con ese desconocido. Lo veía asistir de vez en vez al cineclub que había allí en la Unidad de Posgrado.
Él –  Recuerdo también que en un momento dado, estuvo viviendo con nosotros cuando no tenía a dónde ir. Eso duró algunos meses, cuando vivíamos por el bosque  de Briones. Salía a pasear con el perro labrador que teníamos, jugábamos dominó los fines de semana. Éramos como parte de su familia y él nos consideraba así. No sé qué pasó al final, porque nunca nos peleamos ni nada por el estilo. Todavía el año 2016 para 2017 estuvo en la cena de Año Nuevo brindando y comiendo pavo, creo que el año pasado a ese también había estado presente, incluso tuvo un desencuentro digamos ideológico con G en casa, que tuve que pedirles cambiaran el tema.
Ella – Solamente lo vimos que perdió los estribos una vez, cuando K le dijo que con qué autoridad se atrevía a decir lo que decía, si no era un investigador, ni siquiera un profesor universitario y no había terminado una carrera, le dijo que sólo era un pinche librero. Y allí él lo mandó al carajo, porque no iba a permitir que lo ofendiera desde su altar institucional.
Él –  Fue una situación muy difícil, porque Palomo sabía lo que decía siempre, no hablaba nada más por hablar, tenía además una actitud generosa con el otro para orientarlo en lo que pudiese interesarle. Probablemente no escuchaba mucho cuestiones personales o quejas, porque a él siempre le movía el interés racional que trascendía a las personas en particular.
Ella –  No es del todo verdad eso ¿Te acuerdas que una vez nos trajo una barbacoa riquísima que hacían por su casa? ¿Qué llegaba a comer y trataba siempre de traer algo, una botella de vino o una barra de pan? ¿No te acuerdas cómo festejaba lo que cocinábamos?
Él –  Aún me resuena el tono de su voz en la cabeza. Y ni decir de la música... le gustaba la música clásica, el jazz, el blues y el rock ¡Cómo disfrutamos oír Leonard Cohen con él, B. B. King, y también James Brown, por no decir Coltrane o Billie Holiday! 
Ella –  A mí también, me parece increíble que ya no lo veremos, nunca vamos a volver a conocer alguien como él. Me acuerdo cómo me regaló en un cumpleaños el Martillo para las brujas de Kramer y Sprenger, que en ese tiempo antes del internet era muy difícil de conseguir. Y también en el 2000 nos trajo una serie de libros sobre el cambio de siglo, que aún tenemos por ahí.
Él –  Lo vamos a extrañar mucho. Era un visionario. Siempre pendiente de la política y siempre con un criterio de izquierda… cómo bien dices… era un materialista, él sabía que después de la muerte sólo está el abismo de la Nada y no le preocupaba en absoluto. Todos tenemos en algún punto la fantasía de que hay algo más, pero él sabía que esas eran patrañas. Inventos para hacer más llevadera la miserable realidad que vivimos. Había leído a Kierkegaard con mucho cuidado y se burlaba un poco de su búsqueda de Dios, no entendía cómo él mismo había podido escribir Diario de un seductor.
Ella –  Pero me queda la duda de si lo entendimos lo suficiente. Si no podríamos haber hecho algo más por él.
Él –  Tú te recuerdas que lo suscribimos a una fonda para que le dieran de comer y hasta de desayunar. Incluso, lo presenté como mi hermano y encargué que lo atendieran, más allá del menú. Pero una vez que fui a pagar el mes, me dijeron: No señor, él ya no se ha aparecido por aquí desde hace casi un mes. Insistí para que lo atendieran, pero no volvió y nunca me dijo por qué, yo creo que no quería cargar o molestar a nadie.
Ella –  Así también eligió su muerte. Sin molestar a nadie, pegado a sus libros que era lo que más le importaba, más fieles y generosos que los hombres. Creo que nunca vamos a conocer nuevamente a alguien como él, fuimos privilegiados.



Él –  No era un librero solamente, cómo bien dices, era un filósofo. Le gustaba ayudar a la gente, brindaba su saber al que se acercaba y despreciaba en el fondo todo el mundo académico y la burocracia institucional. Era un hombre que provenía de las ilusiones revolucionarias del siglo XX, que nunca dejó de soñar en que vendría el cambio social y creo que nunca dejó de tener contacto con cierto sector de la izquierda más radical.
Ella – ¿Te acuerdas de cómo nos hablaba de Magda grande y Magda chica? Eran amigas de su vida en la CDMX. Nos contaba algunas anécdotas graciosas, y reíamos con él. En realidad nunca supimos quiénes eran varias de las personas que mencionaba.
Él – Me dicen que también hablaba mucho de nosotros con su familia y con otros amigos. Yo creo que con otros y nuestra imagen, hacía algo parecido a lo que nos brindaba como relatos heroicos de otras personas. Sí me recuerdo muy bien que una vez, ya con algunos tragos encima, nos dijo que en cierta época de su vida daba clases y había discutido con Nicolás Guillén sobre lo que él opinaba con respecto a la sociedad y la revolución. Simplemente se le salió… pero lo importante es que en gestos como esos nos daba una imagen diferente de su figura… no era un hombre pasivo, la nota del periódico de Xalapa es muy escueta y hasta cruel. Lo pinta como un sexagenario vagabundo que vivía solo sin que le importara a nadie. Eso no es cierto, él dio mucho a mucha gente, creo que no fuimos los únicos en disfrutar de sus charlas y su amistad, simplemente él se brindaba sin problemas al otro y no cobraba por compartir sus conocimientos. Te citaba de memoria Berkeley y Spinoza, te hablaba de Foucault y Derrida sin problemas. Traté de llevarlo una vez a mi clase sobre Foucault en la Facultad de Filosofía, pero allí se sentía incómodo, creo que se perdió en la exposición, te digo, la academia no era para él.
Mucha gente pasó por su librería, oyó sus charlas, sus recomendaciones, sus consejos… dicen que tomaba mucho alcohol y que en parte eso lo mató. Yo no lo vi nunca incoherente ni alcoholizado al extremo de que no me interesara lo que decía. Eso sí, por momentos abrumaba… cansaba oír lo que soltaba y no acabar uno de captar lo que decía. Una vez me enseñó algunos apuntes, yo le quería animar para que los transcribiera, nunca lo hizo. De hecho, le mandé a un alumno para que lo ayudara a hacer eso, y acabó acomodando libros, trabajando para él.
También me recuerdo de la lista que le entresaqué de las 20 películas indispensables según su criterio entre las que estaban: Juana de Arco de Carl Th. Dreyer; El nacimiento de una nación de D. W. Griffith; Avaricia de Erich Von Stroheim; El acorazado Potemkin de Einsenstein; pero también Persona de Bergman; Blade Runner de Ridley Scott; La tierra de la gran promesa Andresej Wajda; y  Antonio Das mortes de Glauber Rocha.
En realidad es muy difícil decir quién era Eugenio,  a pesar de estar tan cerca de él, hay muchos aspectos de su vida que no conocimos, eso sí, no era un hombre triste, quizá solo pero no dolorido. Era un hombre honesto, orgulloso, sincero, sin resentimientos ni falsos rencores, no lo recuerdo haber odiado a nadie. Sí criticaba, no podía no hacerlo, estaba en su naturaleza. En todo caso, creo que todos tenemos algo de impostores, y creo que él a diferencia de la gente común, era un hombre auténtico.

Christopher Bollas: Mental pain

Conferencia de Christopher Bollas: Mental Pain.