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martes, 11 de junio de 2019

En memoria de Miguel Mora (1956 - 2019)




La muerte no perdona, por eso hay que vivir cada día cómo el último de tu vida.

































Conocí a Miguel Mora apodado Misha por sus compañeros de las juventudes comunistas del PC, por allá de la escuela preparatoria. Estábamos en la prepa 6 de Coyoacán y cursábamos el 5 grado, eso significa que éramos unos adolescentes inquietos, tal vez más movidos que el resto de los compañeros. Por aquel tiempo, recuerdo que discutíamos en los pasillos sobre la Guerra de Vietnam con Juan Luis Concheiro y los miembros del Comité de Lucha, quienes decían que debíamos tener como jóvenes una actitud de oposición rebelde al régimen y al imperialismo. Yo era bastante lerdo en esos momentos, y sostenía que era imposible vencer al país más poderoso del mundo, que muy probablemente el Vietcong y todos los habitantes serían borrados de la península por los superbombarderos. Estaba en contra de los norteamericanos, pero sentía que era inútil oponerse a ellos pues tenían mucha más fuerza que cualquier país en el planeta.Me recuerdo también de las amables pláticas con Kyra Galván en los jardines del fondo de nuestra escuela. Las idas al cineclub de la Casa del Lago con la bellísima Gena, las canciones de Beto Ponce con la estrella Clara Turner en la cafetería La Hiedra. Otros nombres me surgen, pero no se trata en estas letras de hacer un recuento de mi vida, aunque hablar de mi amigo, sea abrir casi las mismas páginas de una historia compartida. Diré solamente que fueron años mozos e inocentes que siempre extrañaré. Por aquel tiempo monté un periódico mural de las cosas que nos interesaban, desde Kandinsky hasta Led Zeppelin en la escuela. Empezó a llamar la atención entre los chavos, y se nombraba Mural Prepa 6. De hecho, uno de los chavillos (Iván o Edgar, ya no recuerdo) más izquierdistas de la escuela, fue a amenazarme porque quería el espacio para sus propios proyectos de difusión, decía que yo había logrado interés en un muro y que con eso había cumplido con mi proyecto, pero que ahora debía usarse para cosas más importantes. Era una muestra para mí de intolerancia, abuso y radicalidad que me indignó bastante. Misha se acercó  y me dijo que no me preocupara, que él hablaría con ellos. No sé exactamente qué les dijo, pero sí me dejaron en paz, a mí y mis compañeros.
Después vino el final de la Guerra de Vietnam y el triunfo de Ho Chi Minh sobre los capitalistas americanos acompañado por la rendición total del gobierno del Sur, ya habían vencido a los franceses antes y ahora al imperio norteamericano. Yo tenía 16 años y ese hecho, marcó mi vida para siempre. Me mostró que se podía vencer desde la izquierda a los capitalistas con fuerza y empeño. Allí fue dónde me abordó Miguel para hablarme de la necesidad de que yo me integrara a un grupo de izquierda para luchar en contra del priismo indignante que teníamos en el país. Me preguntó si había leído el Manifiesto Comunista, a lo que yo respondí que no, para que él me prestara el libro y lo empezara a leer.
Fue un gran descubrimiento para mí desde el primer párrafo. Hoy día les pregunto a mis alumnos en clase si lo han leído y descubro que es un libro olvidado. Después seguí leyendo los Manuscritos económicos filosóficos, Las tesis sobre Fuerbach (sin haber leído a Fuerbach entonces), El 18 Brumario de Bonaparte, Fragmentos del Capital, y otros libros relacionados. De alguna manera estructuraron mi mundo y me convencieron entonces de conceptos como lucha de clases y dictadura del proletariado. Era un tiempo en que a los jóvenes les importaba entender su realidad y el marxismo proporcionaba una comprensión de la dinámica social que tenía un impacto vital muy fuerte sobre todos nosotros, al punto de movernos a querer cambiar el mundo de manera súbita, no estaba muy lejos de nosotros la Revolución Cubana, la muerte del Che Guevara, ambos gestos revolucionarios que nos movían a pensar en emular a esos héroes, de esa época vienen generaciones de niños que se llamaron Camilo, Tania, Ernesto, Fidel,  Lenin y hasta Vietnam.
Accedí a sumarme a sus proyectos, él me fue metiendo en un tejido en el que de alguna manera contaba como peón, alfil y caballo. La actividad del PC, le parecía conservadora. Él decía que la revolución debía hacerse ya o no hacerse, los planes para después eran basura. Siempre dinámico, haciendo estrategias y pensando en sus repercusiones, suponiendo que cambiaríamos el país de un tirón. Los relajos terminaron abruptamente con la detención de algunos compañeros y el encarcelamiento por muchos años de un par de fulanos. Allí fue dónde decidimos dedicarnos a nuestras profesiones y no seguir en la militancia política. Vinieron años muy diferentes, dónde empezamos a caminar en otra dirección. No porque abandonásemos nuestra simpatía con la izquierda, pero dejamos de escuchar los discursos de Fidel acompañados de ron, y cantar con Silvio Rodríguez. Eso sí, sabíamos ya la Internacional y uno que otro corillo de lucha, en la foto estamos juntos Los tres amigos: Miguel Mora, Javier Oñate y yo, en el Desierto de los Leones, planeando qué hacer con nuestras vidas.





Miguel se metió después de estudiar sociología,  una carrera que le costó trabajo terminar porque implicaba trabajo de escritorio y biblioteca -- no porque no pudiera hacerlo, pero le atraía más siempre la acción --, decidió dedicar su vida al cine, yendo a parar a la que él consideraba la mejor escuela: el CCC. Le ayudé a escribir algunos trabajos, uno que otro guión. Él pensaba que sería un gran director de cine, quería que yo fuese su guionista y de hecho, hicimos algunos experimentos. 
Tanto así confiaba en su talento que no cedió su película Mañana de Cobre (que ganó la Bochicha de Oro en Cartagena), a su escuela como tesis de cine, decía que Spielberg no había estudiado y había llegado muy lejos. Conocía a todos los directores importantes del país, empezó a trabajar con algunos, recuerdo que fue asistente de director de varias películas de Jaime Humberto Hermosillo, hoy ya fallecido como él. Una vez, incluso, los visité durante el rodaje de María de mi corazón en el ex Hospital Psiquiátrico Floresta y recorrimos a fondo sus instalaciones, para descubrir la infame atención que daban a sus pacientes, monjas que se alojaban en el sótano de la institución en una caverna de paredes húmedas con una especie de nichos de cama en las que ellas dormían, quizá peor que los internados.
Nuestras charlas eran casi siempre sobre cine. No sólo directores o actores, sino montaje, posición de la cámara, anécdotas del rodaje que contaba cómo si él hubiera estado ahí. Adoraba las películas de Wadja, de Coppola, le fascinaba Billy Wilder, creía que Einsenstein y Ford eran los verdaderos creadores del cine. Recordábamos juntos, diálogos completos de nuestras películas favoritas. Le apasionaba el tema y pensaba que en algún momento tendría su gran oportunidad, que sí llegó para otros, pero no para él. Siempre inteligente, cínico, irónico, irrespetuoso de las normas, con un sentido del humor que hacía que uno riera a carcajadas hasta las lágrimas.
Quizá por su soberbia o  carácter impulsivo, tal vez porque no renunciaba a sus sueños ante los ofrecimientos y propuestas que él consideraba que no estaban al la altura de sus proyectos, mantuvo un lugar no principal en la industria. Estuvimos por una larga época muy cercanos, por él metí mi hija al Colegio Suizo, una decisión excelente de la que nunca me arrepentiré. Recuerdo algunas comidas juntos en el patio del plantel tragando salchichones y bebiendo cerveza, él tenía una gran facilidad para hacerse de amigos casuales a los cuales les hablaba de sus proyectos, y que al otro día que los buscaba como patrocinadores, simplemente no le recibían la llamada. Aún cargo una navaja suiza, recuerdo de una época en la que vimos crecer a nuestros hijos juntos.




También trabajó como actor, me acuerdo que hizo esa película, Mina viento de libertad (1977) dirigida por el vasco Antonio Eceiza, junto a actores como José Alonso, Pedro Armendáriz, Héctor Bonilla, Fernando Balzaretti, parte de un cine patrocinado por el Estado mexicano y dirigido a impulsar cierta conciencia histórica y patriótica, con fines promocionales del espíritu cívico. La película - bastante decente - todavía la pasan en los canales de cine mexicano, recuerdo que llegó del rodaje en la selva, enfermo de gripa, tal vez algo así como malaria y estuvo a punto de morirse, allí decidió dejar la actuación de lado. Se jactaba de que había aprendido a montar a caballo, eso sí, a la perfección. No sé para qué. 
Así cómo fui testigo de que se acercó a su espléndida mujer Georgina, años después vi cómo se separó de ella. Luego siguieron conservando la amistad, siempre pensando en sus hijos. Fue un buen padre (también, hermano y compañero) que pasados los años hacía de la vida de sus hijos una conversación plena de orgullo, un hombre que causaba en la mitad de la gente que lo conocía fascinación y en la otra mitad cierta repulsión, esto especialmente en las mujeres. No lo digo como juicio de ningún tipo, yo lo admiraba por su confianza y su impulso siempre hacia adelante. Le amaba pese a sus defectos o precisamente por ellos. Eso sí, siempre era muy radical en sus juicios, y bebía como cosaco, por lo menos yo nunca pude seguirle el paso. 
Cuando era dulce podía ser empalagoso, en los momentos en que se ponía violento hacía cosas muy raras, recuerdo que una vez me habló para que le ayudara a pagar un vidrio gigante de una cafetería Vip’s que había roto en una madrugada, para salir del local. En otra ocasión después de una fiesta grande, ya con unas copas, me fue a pedir permiso para cogerse a una de mis exnovias, yo le dije que hiciera lo que quisiera, que no tenía por qué pedirme autorización, al final tomó otro camino, supuestamente por lealtad a mí. La verdad ahora me da mucha risa todo eso. También en mi casa, se le ocurrió con unos tragos encima, coquetear con la pareja de otro amigo, tanto que tuve que pedirle disculpas a mi camarada cuando me enteré. 
Tenía algo del espíritu de Bukowski combinado con David Lynch, por momentos era muy salvaje, pero eso era una virtud en él cuando la aplicaba a su trabajo. Con él aprendí a oír Dire Straits,  Johnny Cash, a volverme fanático de Jacques Brel y Leonard Cohen. Le gustaba la buena comida (comida vasca, japonesa e italiana), los vinos y el buen whisky, era un bon vivant que vivía al día, no planeando quizá las cosas demasiado para el mañana. Conocí después a varias de sus novias, algunas encantadoras, otras desagradables como la piedra rugosa. Después de Georgina, sin embargo, todas sus relaciones fueron conflictivas y no duraron demasiado. Es una lástima que viviera solo, creo que es una experiencia muy difícil, sobre todo para un hombre.
Sufría mucho porque la gente no le entendía, porque él pensaba siempre cómo si estuviese en una campaña de guerra, hablaba mucho y actuaba de frente sin detenerse, era un Juan sin miedo. Con los años supo moderarse y empezó a escribir crítica de cine, un oficio muy noble que no cualquiera puede ejercer, sus críticas son excelentes, demuestran cultura y un espíritu reflexivo como pocos, que se avizora en un estilo elegante.  Les recomiendo que las busquen en la red en Alta Fidelidad Magazine. 
Nos alejamos con mi salida de la CDMX, él estaba un poco extrañado de mi decisión y creo que hasta se sentía abandonado por su mejor amigo. Durante años, empezamos a alejarnos más y más, sin sentirlo, como chilango sentía que no había fuera de la ciudad nada más que valiera la pena. Le llamé un día de su cumpleaños, él me dijo que no era el día, que me había equivocado, y prácticamente me colgó. 
Ya con el internet nos empezamos a comunicar por texto, y me reprochó que me había ido de la gran ciudad, hacia el Maelstrom, y me decía que no iba a sobresalir en mi profesión nunca más, sobre todo porque yo no era según él un verdadero psicoanalista. Yo le paré el alto, y le escribí una carta punzante que nos costó muchos años de separación.
Un día me llamó y me pidió disculpas, las acepté a medias y con la boca haciendo pucheros. La amistad es una pasión que uno no comprende del todo, cómo cambia con el tiempo y puede volverse ambivalencia y hasta oposición ¡Cómo puede ser un amor que tiene algo siempre de sublime competencia, celos y hasta envidia!
Le agradezco su llamado, porque yo sé que le costó mucho hacerlo, y significaba una muestra de cariño sin medida.
Era grande el afecto y decidimos retomar nuestra confianza. Fue entonces que me separé de mi primera mujer (con la que ahora mantengo  amistad), intenté retomar la relación con él a partir de mi segunda, pero algo no le pareció a él (quizá la edad tan joven de mi pareja, su belleza), la disputa entre dos animales nuevamente. El choque se extendió a ella porque no le hacían ninguna gracia sus palabras tan sueltas y la seguridad extrema con la que hacía todas sus afirmaciones, un poco irresponsables. Eso nos volvió a separar.
Así pasaron muchos años otra vez. Me volvió a llamar, no le dieron la oportunidad de hacer la película que esperaba, porque confrontó a sus patrocinadores pues esperaba el doble del presupuesto y acabó haciendo declaraciones a los periódicos alarmantes (mejor la acabó haciendo el creador de la historia). Misha derivó a ser asistente de director, dar clases de cine, producir comerciales y televisión. Me mandaba links a sus programas, quería que viese lo que estaba haciendo. Hizo un programa en TV Azteca que se llamaba Te caché, dónde se jugaban bromas a los transeúntes, estoy seguro de que él ideaba todas las trastadas y se divertía a carcajadas haciendo el programa. Siempre ácido, implacable sin que nada, ni nadie lo retuviese o frenase.
Me dijo que quería que nos reencontrásemos, que deseaba fuésemos nuevamente los amigos que solíamos ser. Su carácter estaba más suave, sus hijos habían crecido tanto como la mía, y se daba cuenta de que, a veces, siendo uno joven piensa que tiene toda la fortaleza para afrontar el mundo sin ningún temor y sin respeto a las convenciones, para descubrir más tarde que las transacciones y convenios con el otro, cuentan más de lo que uno puede imaginar. Yo también tengo algo de ese, su carácter inurbano, que a veces raya en lo grosero. Teníamos tanta historia y puntos de contacto, que volvimos a retomar la amistad a pesar de la distancia. No lo critico en absoluto,  no  es mi intención, simplemente trato de trazar una línea más o menos clara de la clase de guerrero,  que él fue. 
Entonces empezamos a hablarnos por teléfono. Eso duró bastante tiempo, los últimos años. No hace mucho, unos 40 días, tuvimos una larga conversación al teléfono. Me dijo que estaba haciendo, qué pensaba hacer, con quién estaba saliendo y que era lo que le preocupaba. Cómo lo dije antes, era de un carácter sumamente dinámico, vivía a plenitud. Pensaba aún filmar una película y esperaba en breve la oportunidad.
Me enviaba esas críticas de cine que yo relanzaba en el Facebook de Cineclub Carta Psicoanalítica, a la gente le gustaba e interesaba lo que él opinaba y siempre alcanzó altos números. Pensábamos vernos pronto para comer, cosas de la vida impedían de una forma u otra ese acercamiento, yo sabía "que él siempre habría de estar ahí" y no me corría prisa por verlo, puesto que estábamos en comunicación. De pronto, ayer vi una nota en Facebook en la que su hijo Fernando nos comunicaba su deceso y decía que lo velarían muy lejos de dónde yo estoy ahora. La amiga de una amiga de mi amiga dice que murió de un paro cardiaco, era diabético también. Ya no puedo encontrarme con él y eso me duele profundamente, ha partido en la barca de Caronte y seguro está filmando cada escena del viaje como si fuese documental. En su Facebook había puesto como frase de presentación: “Hasta dentro de 40 años se podrá saber quien soy o quien fui”.







sábado, 1 de junio de 2019

Revista Conjetural números del 1 al 63.


Una revista argentina de psicoanálisis que ha hecho historia.


Texto del volante que anunciaba en 1983, Buenos Aires, la aparición de la revista Conjetural.




El horror al rigor dispara hacia el eclecticismo. El intento de rehuirlo se refugia en el dogma. En el interior de esta vacilación ética que es una certeza ideológica, se esconde el tímido. Pero no vaya a creerse que la inhibición no camina: lo hace calzada en las precauciones con las que construye lo que pretende evitar. El derecho de no elegir hace transpirar a los psicoanalistas. Pero no hay signos de agotamiento; bajo la presidencia de un psiquiatra, la filial local de la I.P.A. promete abrirse a los psicólogos, los psicólogos prometen doctorarse, los médicos tiritan la Erlebnis psicótica en mostraciones “lacanianas” y los profesores se frotan clínicamente en ateneos hospitalarios. Agruparse calienta el ambiente. ¡¿Y qué cuesta un poco de buenas maneras?! Adoptar esas investiduras es olvidar la violencia de un discurso que abre el psicoanálisis a la crítica de sus propios fundamentos, es llenar la cartografía de nuestro presente con efectos de soborno colectivo, es hacer del futuro una escena definida por las coordenadas inconscientes de un yo. O un destino, término con el cuatro palabritas sobre el goce hacen pasar la incomodidad por sabiduría estoica. La institución busca apropiarse de los resultados que produce, enmascarando en ellos su causa (hipnosis). Una revista que se quiere de escuela no puede gobernar los efectos de su transmisión; puede facilitar que en ellos se revele su causa, dejando que la apropiación se produzca en cualquier parte. Esta conjetura anima a esta revista. Y esta convicción se puede transmitir: por el estilo. Una revista de escuela es un artificio del deseo para conjeturar un estilo. El estilo es el modo en que la lengua gasta un cuerpo, las marcas que quedan en un discurso cuando el objeto agujerea un lenguaje. La institución se mueve en el orden del hecho perfectum, y contra lo que se supone, demuestra que la utopía –ilusión de anular el deseo- siempre se realiza. Pero facta y futura no provienen del mismo verbo. El deseo es causa de futuro y siempre se sitúa del lado infectum. Conjeturarlo no es imaginar, es deducir con rigor el retorno de lo incierto, imperfeccionar la compacta certeza presente.


Pueden descargarse los números en:
http://www.conjetural.com.ar/

Christopher Bollas: Mental pain

Conferencia de Christopher Bollas: Mental Pain.