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martes, 11 de junio de 2019

En memoria de Miguel Mora (1956 - 2019)




La muerte no perdona, por eso hay que vivir cada día cómo el último de tu vida.

































Conocí a Miguel Mora apodado Misha por sus compañeros de las juventudes comunistas del PC, por allá de la escuela preparatoria. Estábamos en la prepa 6 de Coyoacán y cursábamos el 5 grado, eso significa que éramos unos adolescentes inquietos, tal vez más movidos que el resto de los compañeros. Por aquel tiempo, recuerdo que discutíamos en los pasillos sobre la Guerra de Vietnam con Juan Luis Concheiro y los miembros del Comité de Lucha, quienes decían que debíamos tener como jóvenes una actitud de oposición rebelde al régimen y al imperialismo. Yo era bastante lerdo en esos momentos, y sostenía que era imposible vencer al país más poderoso del mundo, que muy probablemente el Vietcong y todos los habitantes serían borrados de la península por los superbombarderos. Estaba en contra de los norteamericanos, pero sentía que era inútil oponerse a ellos pues tenían mucha más fuerza que cualquier país en el planeta.Me recuerdo también de las amables pláticas con Kyra Galván en los jardines del fondo de nuestra escuela. Las idas al cineclub de la Casa del Lago con la bellísima Gena, las canciones de Beto Ponce con la estrella Clara Turner en la cafetería La Hiedra. Otros nombres me surgen, pero no se trata en estas letras de hacer un recuento de mi vida, aunque hablar de mi amigo, sea abrir casi las mismas páginas de una historia compartida. Diré solamente que fueron años mozos e inocentes que siempre extrañaré. Por aquel tiempo monté un periódico mural de las cosas que nos interesaban, desde Kandinsky hasta Led Zeppelin en la escuela. Empezó a llamar la atención entre los chavos, y se nombraba Mural Prepa 6. De hecho, uno de los chavillos (Iván o Edgar, ya no recuerdo) más izquierdistas de la escuela, fue a amenazarme porque quería el espacio para sus propios proyectos de difusión, decía que yo había logrado interés en un muro y que con eso había cumplido con mi proyecto, pero que ahora debía usarse para cosas más importantes. Era una muestra para mí de intolerancia, abuso y radicalidad que me indignó bastante. Misha se acercó  y me dijo que no me preocupara, que él hablaría con ellos. No sé exactamente qué les dijo, pero sí me dejaron en paz, a mí y mis compañeros.
Después vino el final de la Guerra de Vietnam y el triunfo de Ho Chi Minh sobre los capitalistas americanos acompañado por la rendición total del gobierno del Sur, ya habían vencido a los franceses antes y ahora al imperio norteamericano. Yo tenía 16 años y ese hecho, marcó mi vida para siempre. Me mostró que se podía vencer desde la izquierda a los capitalistas con fuerza y empeño. Allí fue dónde me abordó Miguel para hablarme de la necesidad de que yo me integrara a un grupo de izquierda para luchar en contra del priismo indignante que teníamos en el país. Me preguntó si había leído el Manifiesto Comunista, a lo que yo respondí que no, para que él me prestara el libro y lo empezara a leer.
Fue un gran descubrimiento para mí desde el primer párrafo. Hoy día les pregunto a mis alumnos en clase si lo han leído y descubro que es un libro olvidado. Después seguí leyendo los Manuscritos económicos filosóficos, Las tesis sobre Fuerbach (sin haber leído a Fuerbach entonces), El 18 Brumario de Bonaparte, Fragmentos del Capital, y otros libros relacionados. De alguna manera estructuraron mi mundo y me convencieron entonces de conceptos como lucha de clases y dictadura del proletariado. Era un tiempo en que a los jóvenes les importaba entender su realidad y el marxismo proporcionaba una comprensión de la dinámica social que tenía un impacto vital muy fuerte sobre todos nosotros, al punto de movernos a querer cambiar el mundo de manera súbita, no estaba muy lejos de nosotros la Revolución Cubana, la muerte del Che Guevara, ambos gestos revolucionarios que nos movían a pensar en emular a esos héroes, de esa época vienen generaciones de niños que se llamaron Camilo, Tania, Ernesto, Fidel,  Lenin y hasta Vietnam.
Accedí a sumarme a sus proyectos, él me fue metiendo en un tejido en el que de alguna manera contaba como peón, alfil y caballo. La actividad del PC, le parecía conservadora. Él decía que la revolución debía hacerse ya o no hacerse, los planes para después eran basura. Siempre dinámico, haciendo estrategias y pensando en sus repercusiones, suponiendo que cambiaríamos el país de un tirón. Los relajos terminaron abruptamente con la detención de algunos compañeros y el encarcelamiento por muchos años de un par de fulanos. Allí fue dónde decidimos dedicarnos a nuestras profesiones y no seguir en la militancia política. Vinieron años muy diferentes, dónde empezamos a caminar en otra dirección. No porque abandonásemos nuestra simpatía con la izquierda, pero dejamos de escuchar los discursos de Fidel acompañados de ron, y cantar con Silvio Rodríguez. Eso sí, sabíamos ya la Internacional y uno que otro corillo de lucha, en la foto estamos juntos Los tres amigos: Miguel Mora, Javier Oñate y yo, en el Desierto de los Leones, planeando qué hacer con nuestras vidas.





Miguel se metió después de estudiar sociología,  una carrera que le costó trabajo terminar porque implicaba trabajo de escritorio y biblioteca -- no porque no pudiera hacerlo, pero le atraía más siempre la acción --, decidió dedicar su vida al cine, yendo a parar a la que él consideraba la mejor escuela: el CCC. Le ayudé a escribir algunos trabajos, uno que otro guión. Él pensaba que sería un gran director de cine, quería que yo fuese su guionista y de hecho, hicimos algunos experimentos. 
Tanto así confiaba en su talento que no cedió su película Mañana de Cobre (que ganó la Bochicha de Oro en Cartagena), a su escuela como tesis de cine, decía que Spielberg no había estudiado y había llegado muy lejos. Conocía a todos los directores importantes del país, empezó a trabajar con algunos, recuerdo que fue asistente de director de varias películas de Jaime Humberto Hermosillo, hoy ya fallecido como él. Una vez, incluso, los visité durante el rodaje de María de mi corazón en el ex Hospital Psiquiátrico Floresta y recorrimos a fondo sus instalaciones, para descubrir la infame atención que daban a sus pacientes, monjas que se alojaban en el sótano de la institución en una caverna de paredes húmedas con una especie de nichos de cama en las que ellas dormían, quizá peor que los internados.
Nuestras charlas eran casi siempre sobre cine. No sólo directores o actores, sino montaje, posición de la cámara, anécdotas del rodaje que contaba cómo si él hubiera estado ahí. Adoraba las películas de Wadja, de Coppola, le fascinaba Billy Wilder, creía que Einsenstein y Ford eran los verdaderos creadores del cine. Recordábamos juntos, diálogos completos de nuestras películas favoritas. Le apasionaba el tema y pensaba que en algún momento tendría su gran oportunidad, que sí llegó para otros, pero no para él. Siempre inteligente, cínico, irónico, irrespetuoso de las normas, con un sentido del humor que hacía que uno riera a carcajadas hasta las lágrimas.
Quizá por su soberbia o  carácter impulsivo, tal vez porque no renunciaba a sus sueños ante los ofrecimientos y propuestas que él consideraba que no estaban al la altura de sus proyectos, mantuvo un lugar no principal en la industria. Estuvimos por una larga época muy cercanos, por él metí mi hija al Colegio Suizo, una decisión excelente de la que nunca me arrepentiré. Recuerdo algunas comidas juntos en el patio del plantel tragando salchichones y bebiendo cerveza, él tenía una gran facilidad para hacerse de amigos casuales a los cuales les hablaba de sus proyectos, y que al otro día que los buscaba como patrocinadores, simplemente no le recibían la llamada. Aún cargo una navaja suiza, recuerdo de una época en la que vimos crecer a nuestros hijos juntos.




También trabajó como actor, me acuerdo que hizo esa película, Mina viento de libertad (1977) dirigida por el vasco Antonio Eceiza, junto a actores como José Alonso, Pedro Armendáriz, Héctor Bonilla, Fernando Balzaretti, parte de un cine patrocinado por el Estado mexicano y dirigido a impulsar cierta conciencia histórica y patriótica, con fines promocionales del espíritu cívico. La película - bastante decente - todavía la pasan en los canales de cine mexicano, recuerdo que llegó del rodaje en la selva, enfermo de gripa, tal vez algo así como malaria y estuvo a punto de morirse, allí decidió dejar la actuación de lado. Se jactaba de que había aprendido a montar a caballo, eso sí, a la perfección. No sé para qué. 
Así cómo fui testigo de que se acercó a su espléndida mujer Georgina, años después vi cómo se separó de ella. Luego siguieron conservando la amistad, siempre pensando en sus hijos. Fue un buen padre (también, hermano y compañero) que pasados los años hacía de la vida de sus hijos una conversación plena de orgullo, un hombre que causaba en la mitad de la gente que lo conocía fascinación y en la otra mitad cierta repulsión, esto especialmente en las mujeres. No lo digo como juicio de ningún tipo, yo lo admiraba por su confianza y su impulso siempre hacia adelante. Le amaba pese a sus defectos o precisamente por ellos. Eso sí, siempre era muy radical en sus juicios, y bebía como cosaco, por lo menos yo nunca pude seguirle el paso. 
Cuando era dulce podía ser empalagoso, en los momentos en que se ponía violento hacía cosas muy raras, recuerdo que una vez me habló para que le ayudara a pagar un vidrio gigante de una cafetería Vip’s que había roto en una madrugada, para salir del local. En otra ocasión después de una fiesta grande, ya con unas copas, me fue a pedir permiso para cogerse a una de mis exnovias, yo le dije que hiciera lo que quisiera, que no tenía por qué pedirme autorización, al final tomó otro camino, supuestamente por lealtad a mí. La verdad ahora me da mucha risa todo eso. También en mi casa, se le ocurrió con unos tragos encima, coquetear con la pareja de otro amigo, tanto que tuve que pedirle disculpas a mi camarada cuando me enteré. 
Tenía algo del espíritu de Bukowski combinado con David Lynch, por momentos era muy salvaje, pero eso era una virtud en él cuando la aplicaba a su trabajo. Con él aprendí a oír Dire Straits,  Johnny Cash, a volverme fanático de Jacques Brel y Leonard Cohen. Le gustaba la buena comida (comida vasca, japonesa e italiana), los vinos y el buen whisky, era un bon vivant que vivía al día, no planeando quizá las cosas demasiado para el mañana. Conocí después a varias de sus novias, algunas encantadoras, otras desagradables como la piedra rugosa. Después de Georgina, sin embargo, todas sus relaciones fueron conflictivas y no duraron demasiado. Es una lástima que viviera solo, creo que es una experiencia muy difícil, sobre todo para un hombre.
Sufría mucho porque la gente no le entendía, porque él pensaba siempre cómo si estuviese en una campaña de guerra, hablaba mucho y actuaba de frente sin detenerse, era un Juan sin miedo. Con los años supo moderarse y empezó a escribir crítica de cine, un oficio muy noble que no cualquiera puede ejercer, sus críticas son excelentes, demuestran cultura y un espíritu reflexivo como pocos, que se avizora en un estilo elegante.  Les recomiendo que las busquen en la red en Alta Fidelidad Magazine. 
Nos alejamos con mi salida de la CDMX, él estaba un poco extrañado de mi decisión y creo que hasta se sentía abandonado por su mejor amigo. Durante años, empezamos a alejarnos más y más, sin sentirlo, como chilango sentía que no había fuera de la ciudad nada más que valiera la pena. Le llamé un día de su cumpleaños, él me dijo que no era el día, que me había equivocado, y prácticamente me colgó. 
Ya con el internet nos empezamos a comunicar por texto, y me reprochó que me había ido de la gran ciudad, hacia el Maelstrom, y me decía que no iba a sobresalir en mi profesión nunca más, sobre todo porque yo no era según él un verdadero psicoanalista. Yo le paré el alto, y le escribí una carta punzante que nos costó muchos años de separación.
Un día me llamó y me pidió disculpas, las acepté a medias y con la boca haciendo pucheros. La amistad es una pasión que uno no comprende del todo, cómo cambia con el tiempo y puede volverse ambivalencia y hasta oposición ¡Cómo puede ser un amor que tiene algo siempre de sublime competencia, celos y hasta envidia!
Le agradezco su llamado, porque yo sé que le costó mucho hacerlo, y significaba una muestra de cariño sin medida.
Era grande el afecto y decidimos retomar nuestra confianza. Fue entonces que me separé de mi primera mujer (con la que ahora mantengo  amistad), intenté retomar la relación con él a partir de mi segunda, pero algo no le pareció a él (quizá la edad tan joven de mi pareja, su belleza), la disputa entre dos animales nuevamente. El choque se extendió a ella porque no le hacían ninguna gracia sus palabras tan sueltas y la seguridad extrema con la que hacía todas sus afirmaciones, un poco irresponsables. Eso nos volvió a separar.
Así pasaron muchos años otra vez. Me volvió a llamar, no le dieron la oportunidad de hacer la película que esperaba, porque confrontó a sus patrocinadores pues esperaba el doble del presupuesto y acabó haciendo declaraciones a los periódicos alarmantes (mejor la acabó haciendo el creador de la historia). Misha derivó a ser asistente de director, dar clases de cine, producir comerciales y televisión. Me mandaba links a sus programas, quería que viese lo que estaba haciendo. Hizo un programa en TV Azteca que se llamaba Te caché, dónde se jugaban bromas a los transeúntes, estoy seguro de que él ideaba todas las trastadas y se divertía a carcajadas haciendo el programa. Siempre ácido, implacable sin que nada, ni nadie lo retuviese o frenase.
Me dijo que quería que nos reencontrásemos, que deseaba fuésemos nuevamente los amigos que solíamos ser. Su carácter estaba más suave, sus hijos habían crecido tanto como la mía, y se daba cuenta de que, a veces, siendo uno joven piensa que tiene toda la fortaleza para afrontar el mundo sin ningún temor y sin respeto a las convenciones, para descubrir más tarde que las transacciones y convenios con el otro, cuentan más de lo que uno puede imaginar. Yo también tengo algo de ese, su carácter inurbano, que a veces raya en lo grosero. Teníamos tanta historia y puntos de contacto, que volvimos a retomar la amistad a pesar de la distancia. No lo critico en absoluto,  no  es mi intención, simplemente trato de trazar una línea más o menos clara de la clase de guerrero,  que él fue. 
Entonces empezamos a hablarnos por teléfono. Eso duró bastante tiempo, los últimos años. No hace mucho, unos 40 días, tuvimos una larga conversación al teléfono. Me dijo que estaba haciendo, qué pensaba hacer, con quién estaba saliendo y que era lo que le preocupaba. Cómo lo dije antes, era de un carácter sumamente dinámico, vivía a plenitud. Pensaba aún filmar una película y esperaba en breve la oportunidad.
Me enviaba esas críticas de cine que yo relanzaba en el Facebook de Cineclub Carta Psicoanalítica, a la gente le gustaba e interesaba lo que él opinaba y siempre alcanzó altos números. Pensábamos vernos pronto para comer, cosas de la vida impedían de una forma u otra ese acercamiento, yo sabía "que él siempre habría de estar ahí" y no me corría prisa por verlo, puesto que estábamos en comunicación. De pronto, ayer vi una nota en Facebook en la que su hijo Fernando nos comunicaba su deceso y decía que lo velarían muy lejos de dónde yo estoy ahora. La amiga de una amiga de mi amiga dice que murió de un paro cardiaco, era diabético también. Ya no puedo encontrarme con él y eso me duele profundamente, ha partido en la barca de Caronte y seguro está filmando cada escena del viaje como si fuese documental. En su Facebook había puesto como frase de presentación: “Hasta dentro de 40 años se podrá saber quien soy o quien fui”.







domingo, 17 de febrero de 2019

En los reinos de lo Irreal: Henry Darger (2004). Un filme de Jessica Yu.

Impresionante filme de Jessica Yu sobre un personaje solitario, soñador, aislado del mundo, con una historia de marginalidad y sufrimiento que conmueve nuestros corazones, por mostrarnos hasta que punto la gente sencilla con la que nos cruzamos en la calle, la oficina, la escuela, guarda historias increíbles que jamás conoceremos. Un documental premiado, extraño y fascinante sobre la locura y los sueños de un hombre apartadio de la vida, un artista desconocido que nunca buscó el reconocimiento de nadie... la muestra de que la sublimación no es un problema sencillo. sino un proceso de desubjetivación del Otro, que produce en el plano imaginario, una inversión de las relaciones entre el yo y el otro, según Lacan. El olvido del Yo para caer en un mundo imaginario... dónde se eleva el objeto a la dignidad de La Cosa. 
También un caso que demuestra hasta qué punto es común y corriente un desconocido que alberga una "psicosis silenciosa" sin que nadie lo note y sin dañar al prójimo. Dramática y escalofriante salida a una mente atormentada. Si desean más información acerca de este complejo problema les recomiendo el artículo de Modesto Garrido: Alrededor de la sublimación o del cambio de objeto al objeto del cambio.  aparecido en el No. 1 de la Revista Carta Psicoanalítica.







miércoles, 10 de octubre de 2018

Cuatro tipos de amor


En lenguaje moderno, la palabra amor engloba una diversidad de sentimientos y emociones. Los griegos de la era clásica, sin embargo, eran más precisos. Tenían por lo menos cuatro términos para describir distintos aspectos del amor: storgē, philía, éros y agápē. 

Storgē todavía se emplea en el griego actual y más o menos corresponde a nuestro vocablo afecto,particularmente el que existe en el seno de una familia. También se puede emplear en el sentido de soportar oaguantar; como sabemos la mayoría, ese era el amor que abrigábamos por nuestros hermanitos cuando éramos chicos. Es un amor que se nutre de la tolerancia y el conocimiento. 

Philía también sigue usándose en griego moderno. En el griego clásico describía un amor virtuoso, desapasionado, que inspira lealtad. Actualmente equivale a amistad.

Éros, por contraste, sí representaba un amor apasionado, más intenso y profundo que la simple philía. Es el amor que se da en un matrimonio saludable o en una amistad muy estrecha. Sócrates sostuvo un famoso debate sobre el éros con sus alumnos, el cual quedó luego relatado en El banquete o El simposio de Platón. El mismo Platón refinó la idea expresando que no se trataba tanto de amor por una persona, sino de amor por la belleza de una persona. De ahí derivó la idea de una relación platónica, que es una relación sentimental sin connotación sexual.En la Biblia griega o Septuaginta —traducción del Antiguo Testamento que se terminó de hacer antes del nacimiento de Cristo— se recurrió con frecuencia el verbo agápao para describir diversos tipos de amor, que abarcaban desde la piedad divina hasta la pasión erótica. 

Fue precisamente en esa obra en la que el sustantivo agápē, el cuarto término empleado para expresar el concepto de amor, hizo su aparición en la literatura griega como figurativo del género más profundo de amor. Asoma con bastante regularidad en el Cantar de los cantares, ese sublime diálogo entre dos amantes atribuido al rey Salomón y que muchos exégetas bíblicos consideran evocativo de la relación entre Dios y los creyentes. También implica el gusto de dar sin esperar o recibir a cambio, dar, simplemente por el gusto de dar. Los autores del Nuevo Testamento fueron más lejos y emplearon agápē para encarnar los más altos ideales del amor. Un ejemplo de ello es el capítulo 13 de la Primera epístola de Pablo a los corintios. El término agápē aparece 250 veces en el Nuevo Testamento, incluida la famosa declaración de Juan el Apóstol, ho Theos agape estin: Dios es agape.

sábado, 11 de noviembre de 2017

La muerte de Eugenio Abraham Palomo.



Él - La noche de ayer fue extremadamente larga, mis pesadillas más terroríficas se combinaron con la noticia de la muerte de Eugenio Palomo. Cuándo R. me envío un mensaje dónde me mostraba que en el Facebook alguien preguntaba por la hermana de Eugenio pues éste se encontraba en un estado de salud grave, yo estaba a en el comienzo de un seminario sobre clínica psicoanalítica que doy los lunes, y sólo pude responderle que en unos minutos me pondría al tanto y averiguaría que pasaba. Al terminar, busqué en el dichoso Facebook noticias y me topé con una entrada puesta por M. el dueño de la librería Hyperión de Xalapa, dónde comunicaba la pena que sentía por la muerte de nuestro mutuo amigo. Luego, ya ves, se comunicó H.  para darnos la noticia en el diario de Xalapa. Decía el periódico que el casero había ido a cobrar la renta, vio entreabierta la puerta, se asomó por la ventana y vio un cuerpo tirado, decidió entrar y lo encontró junto a un librero, quién sabe cuánto tenía allí, dicen que no mucho pues el cuerpo no olía. Después, al hablar con M. me dijo que había gente que lo había visto hace unos tres días y que lo había visto deteriorado, la muerte parece haber sido a causa de una bronconeumonía, complicada con un ataque al corazón, una de esas enfermedades producto del descuido médico y la desatención personal.
Ella – No pude dormir tampoco anoche bien, di muchas vueltas pensando en si no pudimos hacer nada más por él ¡Cuántas charlas con él, quien fue nuestro primer amigo en común al principio de nuestra relación! ¿Te acuerdas que hubo un tiempo en que todos los días comíamos con él? ¿Por qué tuvo que morir así? R. me ha dicho que su historia es muy triste, pero yo creo que jamás lo vi triste… no sé qué pienses.



Él – No la verdad que jamás lo vimos triste y siempre fue muy animoso. Él no tenía tiempo para deprimirse por las penas de este mundo y alguien me dijo que hasta tuvo una pareja aquí en Xalapa, él nunca habló de eso, era discreto respecto a esos temas. Creo que sus  amigos más importantes fueron Aristóteles y Hegel, además tuvo como interlocutores a Marx y a Althusser. Si te puedo decir que eligió vivir como vivió, fue un hombre sin dobleces, ni mentiras. Siempre preocupado por compartir lo que sabía con otros que se le acercaban como moscas a la miel. Despreciaba a los que se decían filósofos y decía que no eran sino burócratas académicos. Conocía tanto de Freud como yo y lo mismo de Tausk o de Reich, las pláticas que tuvimos con él eran juguetonas y demoledoras. Pienso que hicimos por él todo lo humanamente posible, si hubiésemos sabido que estaba enfermo, allí habríamos estado, pero él quiso alejarse, no sé bien por qué, quizá para no molestar.
Ella – ¿No acabaré yo cómo él? La verdad tengo miedo.
Él –  Creo que todos tenemos miedo de acabar así, pero no pienso que eso te pase a ti o mí. Él fue producto de circunstancias y una época particulares. Creo que eso lo hizo tan libre como era, tan genial y a la vez tan loco. Pocas personas se atreven a vivir como se los dicta su deseo y en su caso, su único deseo era compartir lo que sabía, que era mucho. El alma se me quiebra al recordar todo esto.
Ella –  Me recuerdo que su familia no quería que leyera, buscaban que se alejara de los libros pues su vida estaba destinada al campo. Él escapaba de noche y se subía a un árbol para alumbrarse con la luz del farol, decía que así se había acabado la vista y que por eso usaba unos lentes tan gruesos. Después la familia se trasladó a vivir a Monterrey, y junto con un hermano iba a vender tacos y aguas en la madrugada a la zona de prostitución. En lo que esperaba a los clientes se dedicaba a leer a Homero y Hesíodo ¿Te recuerdas que llamó a sus perros como héroes griegos y sólo tenía 9 años? Así esos compañeros callejeros eran Hécuba y Príamo. Estudió filosofía, me parece que había sido compañero de Mauricio Beauchot quien lo apreciaba mucho, y también había estudiado cine.
Él –  Sí, en el CUEC.
Ella –  Es posiblemente el único filósofo de carne y hueso que he conocido.
Él –  Uno lee esas historias como la de que Heráclito vivía en un barril y que sólo comía lentejas.
Ella –  No, Diógenes de Sínope, quien nunca predicó el amor a las cosas materiales.
Él –  Es cierto, Diógenes, el cínico, aquél que enfrentó a Alejandro cuándo le preguntó qué es lo que deseaba y le contestó: Aléjate de mí, que estás tapando el sol con tu sombra.
Ella –  Recuerdo muy bien que no paraba de hablar cuando empezaba, en cierto modo era gracioso, y cómo tenía una facilidad para abordar prácticamente cualquier tema. Con él, hablé mucho sobre Filosofía de la Religión, que es algo de mi mayor interés y a pesar de ser un filósofo marxista, materialista dialéctico, consideraba que era un tema de suma importancia.



Él –  ¿Te acuerdas de esas pláticas sobre la importancia de Einsenstein y Pudovkin? También hablamos de Dziga Vértov, de mi favorito Bergman, Klossowski y George Cúkor, veíamos cine juntos los fines de semana. Fueron tiempos en los que no nos sobraba el dinero y que sin embargo, la pasábamos muy bien, compartiendo nuestro tiempo con nuestro amigo. Recuerdo muy bien de cómo vimos El exorcista de Friedkin alguna vez, o Shane el desconocido. Le encantaba Tarkowsky al igual que Hitchcock. Pasar tiempo junto a él era bañarse de ideas y puntualizaciones sobre las cosas que iban surgiendo en cascada.
Ella –  ¿Recuerdas ese viaje que hicimos juntos a Veracruz? ¡Cómo recorrimos San Juan de Ulúa! Creo que entonces traías la Lumix y nos tomamos unas fotos ¿No las tendrás por ahí? Me acuerdo que hasta el tripié llevabas, nos tomaste a los tres ¿Podrías pasármelas? Íbamos en la carretera y él no paraba de hablar de Cioran y de Kavafis. Recuerdo mucho esa comida junto al mar.
Él – Sí con gusto, déjame buscarlas. No sé por qué he dejado la fotografía de lado, voy a tratar de cargar más la cámara. Él me recuerdo que conocía muy bien a los fotógrafos del siglo XX, fue para mí una sorpresa reencontrarme con Cartier – Bresson, Robert Capa y Ansell Adams, en sus comentarios y relatos. Respetaba profundamente el psicoanálisis, había conocido a algunos analistas, no para analizarse sino para entablar discusiones con ellos. Tal vez,  a través de Mauricio Achar para quien trabajaba en la Libería Ghandi y que le pedía que lo acompañara en sus diálogos con intelectuales, filósofos, a casi todos les corregía la letra, contaba que muchas veces salía peleado con esa gente y diciéndole a su jefe que ya no lo acompañaría. Mauricio fue generoso también con él, además de su sueldo, le enviaba un cheque adicional cada mes cuando fue gerente de la Ghandi Xalapa, a él le daba igual.



Ella –  ¿Te acuerdas también cuándo por ahí de 2003, cosa así, salió un número especial de la revista Proceso? Estaba completamente dedicado al Subcomandante Marcos y revelaban su identidad como Sebastián Rafael Guillén. Al final de uno de los reportajes decían que había dado clases en la UAM y que se sabía que su mejor amigo se llamaba Eugenio Abraham Palomo Alvarado, quien era el gerente de una librería Ghandi en Xalapa. Al día siguiente, cuando nos vimos para comer, traía la revista en la mano, y nos dijo: “Eso que están publicando allí es mentira, yo no conozco a esa persona, no sé por qué publican semejantes tonterías”. Pero esa misma semana estaba renunciando a la gerencia de la librería sin ningún motivo aparente.
Él –  Y le ayudamos a cambiarse de casa. Fuimos a esa vivienda  de dos pisos que rentaba por la colonia Progreso, un fin de semana. Entramos y nos encontramos con una cantidad de libros cómo no había visto en mi vida en una biblioteca particular. Eso sí, todo desordenado y sucio el panorama. Pero lo que menos le importaba a él era el polvo… tenía su mente puesta en otras cosas más importantes.
Ella –  Nos preguntamos dónde estaba el comedor: ¿Por qué no había sala y por qué no tenía agua caliente la casa?
Él –  Incluso no tenía exactamente una recámara. Parecía que dormía en el piso como a descampado. Quizá cómo preparado para salir de allí en cualquier momento. La verdad no lo sé, pero eso no le avergonzaba o incomodaba de ningún modo. Te digo que como gerente de la librería pudo haberse comprado todo, vivir con comodidades, simplemente no le importaba. Prefería hacerse de libros y ahora sabemos que fue también generoso con algunas personas siempre que pudo hacerlo.
Ella –  Luego nos pidió permiso para dejar todos esos libros en nuestra casa. Ocuparon no sé cómo toda una habitación. Del piso al techo no podía meterse nada más. Incluso costaba trabajo abrir la puerta.
Él –  Y nosotros consentimos, pero eso duró meses y meses, por un momento creí que nos iba a dejar para siempre esas cajas. No sé bien qué será de tanto libro, luego llegó con un camión y me dijo que ya no era necesario que los guardáramos. Yo no sé dónde habrá quedado todo eso… pienso que lo que a él le hubiera gustado es que todo fuera a parar a una biblioteca pública.



Ella –  También clonaba libros de interés ¿Te recuerdas de cómo llegaban a ser casi como los originales? Estoy pensando en el libro sobre Foucault de Dreyfus y Rabinow, y los libros de psicoanálisis como el de Otto Rank sobre El Doble. Todavía lo llegué a ver en el centro hace poco y te dije.
Él –  Incluso fue a verte una tarde al trabajo. Un señor de la vigilancia, muy amable, pensó que era un maleante que venía a buscarte por el aspecto que la ropa raída le daba. Me pareció muy chistoso eso que contabas. 
Ella –  No exactamente. Pero sí me preguntó si quería que él se quedase mientras conversaba con ese desconocido. Lo veía asistir de vez en vez al cineclub que había allí en la Unidad de Posgrado.
Él –  Recuerdo también que en un momento dado, estuvo viviendo con nosotros cuando no tenía a dónde ir. Eso duró algunos meses, cuando vivíamos por el bosque  de Briones. Salía a pasear con el perro labrador que teníamos, jugábamos dominó los fines de semana. Éramos como parte de su familia y él nos consideraba así. No sé qué pasó al final, porque nunca nos peleamos ni nada por el estilo. Todavía el año 2016 para 2017 estuvo en la cena de Año Nuevo brindando y comiendo pavo, creo que el año pasado a ese también había estado presente, incluso tuvo un desencuentro digamos ideológico con G en casa, que tuve que pedirles cambiaran el tema.
Ella – Solamente lo vimos que perdió los estribos una vez, cuando K le dijo que con qué autoridad se atrevía a decir lo que decía, si no era un investigador, ni siquiera un profesor universitario y no había terminado una carrera, le dijo que sólo era un pinche librero. Y allí él lo mandó al carajo, porque no iba a permitir que lo ofendiera desde su altar institucional.
Él –  Fue una situación muy difícil, porque Palomo sabía lo que decía siempre, no hablaba nada más por hablar, tenía además una actitud generosa con el otro para orientarlo en lo que pudiese interesarle. Probablemente no escuchaba mucho cuestiones personales o quejas, porque a él siempre le movía el interés racional que trascendía a las personas en particular.
Ella –  No es del todo verdad eso ¿Te acuerdas que una vez nos trajo una barbacoa riquísima que hacían por su casa? ¿Qué llegaba a comer y trataba siempre de traer algo, una botella de vino o una barra de pan? ¿No te acuerdas cómo festejaba lo que cocinábamos?
Él –  Aún me resuena el tono de su voz en la cabeza. Y ni decir de la música... le gustaba la música clásica, el jazz, el blues y el rock ¡Cómo disfrutamos oír Leonard Cohen con él, B. B. King, y también James Brown, por no decir Coltrane o Billie Holiday! 
Ella –  A mí también, me parece increíble que ya no lo veremos, nunca vamos a volver a conocer alguien como él. Me acuerdo cómo me regaló en un cumpleaños el Martillo para las brujas de Kramer y Sprenger, que en ese tiempo antes del internet era muy difícil de conseguir. Y también en el 2000 nos trajo una serie de libros sobre el cambio de siglo, que aún tenemos por ahí.
Él –  Lo vamos a extrañar mucho. Era un visionario. Siempre pendiente de la política y siempre con un criterio de izquierda… cómo bien dices… era un materialista, él sabía que después de la muerte sólo está el abismo de la Nada y no le preocupaba en absoluto. Todos tenemos en algún punto la fantasía de que hay algo más, pero él sabía que esas eran patrañas. Inventos para hacer más llevadera la miserable realidad que vivimos. Había leído a Kierkegaard con mucho cuidado y se burlaba un poco de su búsqueda de Dios, no entendía cómo él mismo había podido escribir Diario de un seductor.
Ella –  Pero me queda la duda de si lo entendimos lo suficiente. Si no podríamos haber hecho algo más por él.
Él –  Tú te recuerdas que lo suscribimos a una fonda para que le dieran de comer y hasta de desayunar. Incluso, lo presenté como mi hermano y encargué que lo atendieran, más allá del menú. Pero una vez que fui a pagar el mes, me dijeron: No señor, él ya no se ha aparecido por aquí desde hace casi un mes. Insistí para que lo atendieran, pero no volvió y nunca me dijo por qué, yo creo que no quería cargar o molestar a nadie.
Ella –  Así también eligió su muerte. Sin molestar a nadie, pegado a sus libros que era lo que más le importaba, más fieles y generosos que los hombres. Creo que nunca vamos a conocer nuevamente a alguien como él, fuimos privilegiados.



Él –  No era un librero solamente, cómo bien dices, era un filósofo. Le gustaba ayudar a la gente, brindaba su saber al que se acercaba y despreciaba en el fondo todo el mundo académico y la burocracia institucional. Era un hombre que provenía de las ilusiones revolucionarias del siglo XX, que nunca dejó de soñar en que vendría el cambio social y creo que nunca dejó de tener contacto con cierto sector de la izquierda más radical.
Ella – ¿Te acuerdas de cómo nos hablaba de Magda grande y Magda chica? Eran amigas de su vida en la CDMX. Nos contaba algunas anécdotas graciosas, y reíamos con él. En realidad nunca supimos quiénes eran varias de las personas que mencionaba.
Él – Me dicen que también hablaba mucho de nosotros con su familia y con otros amigos. Yo creo que con otros y nuestra imagen, hacía algo parecido a lo que nos brindaba como relatos heroicos de otras personas. Sí me recuerdo muy bien que una vez, ya con algunos tragos encima, nos dijo que en cierta época de su vida daba clases y había discutido con Nicolás Guillén sobre lo que él opinaba con respecto a la sociedad y la revolución. Simplemente se le salió… pero lo importante es que en gestos como esos nos daba una imagen diferente de su figura… no era un hombre pasivo, la nota del periódico de Xalapa es muy escueta y hasta cruel. Lo pinta como un sexagenario vagabundo que vivía solo sin que le importara a nadie. Eso no es cierto, él dio mucho a mucha gente, creo que no fuimos los únicos en disfrutar de sus charlas y su amistad, simplemente él se brindaba sin problemas al otro y no cobraba por compartir sus conocimientos. Te citaba de memoria Berkeley y Spinoza, te hablaba de Foucault y Derrida sin problemas. Traté de llevarlo una vez a mi clase sobre Foucault en la Facultad de Filosofía, pero allí se sentía incómodo, creo que se perdió en la exposición, te digo, la academia no era para él.
Mucha gente pasó por su librería, oyó sus charlas, sus recomendaciones, sus consejos… dicen que tomaba mucho alcohol y que en parte eso lo mató. Yo no lo vi nunca incoherente ni alcoholizado al extremo de que no me interesara lo que decía. Eso sí, por momentos abrumaba… cansaba oír lo que soltaba y no acabar uno de captar lo que decía. Una vez me enseñó algunos apuntes, yo le quería animar para que los transcribiera, nunca lo hizo. De hecho, le mandé a un alumno para que lo ayudara a hacer eso, y acabó acomodando libros, trabajando para él.
También me recuerdo de la lista que le entresaqué de las 20 películas indispensables según su criterio entre las que estaban: Juana de Arco de Carl Th. Dreyer; El nacimiento de una nación de D. W. Griffith; Avaricia de Erich Von Stroheim; El acorazado Potemkin de Einsenstein; pero también Persona de Bergman; Blade Runner de Ridley Scott; La tierra de la gran promesa Andresej Wajda; y  Antonio Das mortes de Glauber Rocha.
En realidad es muy difícil decir quién era Eugenio,  a pesar de estar tan cerca de él, hay muchos aspectos de su vida que no conocimos, eso sí, no era un hombre triste, quizá solo pero no dolorido. Era un hombre honesto, orgulloso, sincero, sin resentimientos ni falsos rencores, no lo recuerdo haber odiado a nadie. Sí criticaba, no podía no hacerlo, estaba en su naturaleza. En todo caso, creo que todos tenemos algo de impostores, y creo que él a diferencia de la gente común, era un hombre auténtico.

Christopher Bollas: Mental pain

Conferencia de Christopher Bollas: Mental Pain.