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miércoles, 13 de noviembre de 2024

Alphaville (1965) de Jean - Luc Godard.

Acabo de ver después de muchos años la película de Jean – Luc Godard, Alpahville, una extraña aventura de Lemmy Caution (1965). Creo que la primera vez que me encontré con ella, era muy joven y no la comprendí realmente. La fuerza del arte impulsada por el Inconsciente, va más allá de lo que el razonamiento y la lógica de la conciencia nos inspira. Es una mezcla de cine negro, ciencia ficción y ¿por qué no? Un thriller psicológico que anticipa el trabajo en filosofía de Michel Foucault, la crítica al machismo (la falocracia) y las reflexiones que hoy se hacen en torno a la dichosa Inteligencia Artificial, la computación, incluso diría el uso estupidizante en ocasiones del celular y nuestra actual dependencia hacia los fármacos tranquilizantes. Es un filme situado en un futuro que hoy podríamos decir vivimos en el siglo XXI. El agente secreto Caution, perteneciente a los Países exteriores se hace pasar por periodista, tiene la misión de visitar la ciudad Alphaville, controlada por una inteligencia artificial llamada Alpha 60, que fue concebida por el científico Leonard von Braun. El nombre escogido para este personaje no es casual, recuérdese que el famoso científico aeroespacial Werner von Braun, fue quien construyó en la Alemania nazi los terribles proyectiles V2 que en la 2ª Guerra mundial destruyeron infinidad de vidas, escuelas y viviendas, sobre todo, en Inglaterra. Junto con un grupo de científicos alemanes todos pertenecientes a las a las SS (fuerzas armadas), adquirió la nacionalidad norteamericana que buscaron al final de la guerra, huyendo de ser capturados por los rusos que temían les castigarían severamente. Ellos obtuvieron el indulto para trabajar para el gobierno estadounidense que los había acogido, haciendo mucho del trabajo que habían hecho a favor del III Reich y basándose en su experiencia construyeron el poder militar de EUA. Él personalmente se integró a la NASA, para fundar el programa espacial norteamericano, construyendo el cohete Saturno V, que sería el primer paso para ganar la competencia cotra los rusos, que se habían interesado por la conquista espacial lanzando el primer satélite llamado Sputnik, que llevaron a la estratósfera a la perrita Laika que sobrevivió un tiempo en el espacio y no solamente eso, enviaron como cosmonauta a la primera mujer al espacio, Valentina Tereshkova. Werner von Braun que llegó a dirigir la Nasa, actuó con firmeza ante su competencia, con acento machista (llegó a ocultar el trabajo de tres mujeres negras - lo cual también demuestra su racismo y antifeminismo -, matemáticas brillantes que formaban parte del equipo que llevó a John Glenn al espacio exterior), fue anticomunista convencido basado en la disciplina nazi que había experimentado, y empujó a los norteamericanos a poner el primer hombre en la luna. Me parece a mí, que Godard captó con mucha justeza estos hechos (incluso en un elevador uno de los pisos a llamar tiene un botón con las siglas SS), y por ello es que concibe hacer un guión tan particular como el de Alphaville. A diferencia de otras películas de su época pone el acento no tanto en los trajes o naves espaciales, quizá por el presupuesto, tal vez porque no le interesaba el asunto de engañar al público y deslizarlo a una película de diversión. De hecho, cuando la vi por primera vez, me pareció pesada y lenta, por no cumplir con los estándares de las películas de ciencia ficción, aunque en su argumento me parece muy influenciada por la magnífica y espectacular Metrópolis (1927) de Fritz Lang, empezando porque la hija de von Braun, Natacha (Ana Karina) se enamora de Lemmy y rompe con las reglas de su ciudad. En la película de Lang, Freder Fersen (Gustav Frölich) se enamora de María (Brigitte Helm) quien luego es substituida por una máquina robot para llevar a los obreros desamparados a su perdición. Hay entonces correspondencias entre Lang y Godard que no han sido completamente exploradas. Godard, asistido por Paul Elúard (que no fue acreditado) llega a criticar no sólo al capitalismo sino al comunismo, anticipa muchos años antes el Blade Runner (1982) de Ridley Scott, basado en la novela de Philiph S. Dick: Do androids Dream of Electric Shepp y que toca también el problema de la IA, el amor y la existencia del hombre en un mundo futurista. Caution explora una sociedad en que la gente no comprende qué es el amor, y la IA regula todas las actividades de los viajes, las máquinas y la vida privada de sus ciudadanos, vigilándolos todo el tiempo. Incluso ejerce una política de control sobre el exceso de población, empujándolos al suicidio o ejecutándolos (según un llamado método chino). Este régimen no tolera las diferencias de pensamiento y a sus habitantes les controla con la censura a ciertas palabras para que no sepan su significado y piense por sí mismos (Wittgenstein: Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo). Nuestro protagonista encuentra un libro que se llama El libro del dolor que está prácticamente desaparecido por su impulso poético (los habitantes de Alphaville no saben que es la poesía, desconocen el pasado y sólo viven para el presente sin pensar en el futuro (como los jóvenes de hoy), para ser substituido por la Biblia en los hoteles, como de los años 60’s hasta los 80’s del siglo XX era común encontrar precisamente en un cuarto de hotel de lujo. Las mujeres jóvenes "seductoras de nivel 3", proporcionan placer a los visitantes hombres y están como se hacía en los campos de concentración tatuadas. La gente está satisfecha en esta sociedad, trabaja con eficiencia y eficacia, y sigue sin chistar las órdenes que se le proporcionan, no sabe que es la palabra "conciencia" y desconocen completamente la libertad. Natasha se enamora de Lenny sin saberlo, luego de que él le ha confesado su amor. Le prohiben volverlo a buscar y luego la fuerzan a traicionarlo. Sin embargo, el protagonista (Eddie Constantine) primero secuestrado, luego interrogado por la IA, logra llegar - pese a muchas dificultades - con el padre de su amada von Braun (Michel Dalahye) y le pide regresar con él a los países exteriores, rechazando su ofrecimiento de corrupción que le ofrece trabajar para él a fin de tener después un puesto de poder. Escapa de su encierro, matando a todo áquel que lo quiere encerrar o matar, y atestigua como la Alpha 60 logra dar con la respuesta a un acertijo suyo sobre la vida, que ėl había anticipado daría lugar a la propia muerte de la máquina. Encuentra a Natasha, la invita a huir con él, siendo los perseguidos, pero encontrando a su paso que los sirvientes de la IA, van muriendo. Al final de la película ella le pregunta qué debe decirle y esperar de ella… él dice que no puede hacerlo, que ella debe pensar por sí misma, hasta que ella logra decirle: Yo te amo. Frase que significa la salvación para los dos. Según una entrevista que se le hizo el 23/03/23 a Slavoj Zizek para la revista PS Digital, ha calificado la IA como Idiotez Artificial. Coincidiendo con Chomsky que ha dicho también del fenómeno, que no es inteligencia ni es artificial y con el padrino de la IA, Geoffrey Hinton, alguna vez premio nobel de física, que hoy se arrepiente de su trabajo y nos ha alertado contra ella, señalándonos el peligro que representa si no se controla, de la destrucción de la raza humana. Advertencias que Godard nos señaló muchos años antes en su extraordinaria película que a quienes no la han visto les recomiendo la busquen y la vean con calma, deleitándose como quien disuelve un caramelo en la boca.

miércoles, 22 de junio de 2022

Comentario al libro de Alejandro Cerda: En la Penumbra del Sujeto. Aportaciones para una metapsicología freudiana. Comentario de Julio Ortega.

Alejandro Cerda Rueda es psicoanalista mexicano radicado en la Ciudad de México. Obtuvo su doctorado en la European Graduate School (Suiza) bajo la dirección de Alenka Zupančič, Mladen Dolar y Slavoj Žižek. Profesor de posgrado de la Universidad Iberoamericana (UIA) así como profesor invitado por la Sociedad Freudiana de la Ciudad de México (SFCM). Desde su fundación en 2009, ha ejercido como senior editor de Paradiso editores. Ha publicado Schreber. Los archivos de la locura (UIA, 2009), Sex and Nothing: Bridges From Psychoanalysis to Philosophy (Routledge, 2016) y En la penumbra del sujeto. Aportaciones para una metapsicología freudiana (Prometeo, 2020). El próximo año saldrá su libro A Witch Metapsychology: Apropos Psychoanalysis and the Outcome of Freud’s Legacy (Routledge, 2023). Beneficiario de la Andrew Mellon Foundation para ser becado y participar en la investigación Extimacies: Critical Theory from the Global South (2019-2022). Leer este texto es acercarse a una experiencia científica y estética. Como impresión general, diré que no es un libro común ni un texto psicoanalítico que transmita la teoría de manera lisa y redonda, con fórmulas cansadas y comunes. Creo que eso es un acierto, porque hay mucho de asociación libre en él que es puesto en letra. Algunas metáforas son más que afortunadas y me gusta que traiga citas literarias y las mezcle con filmografía... a mí personalmente no me gusta Volver al futuro... pero me encanta que el autor haga uso de cine, poesía, arte y literatura... estamos hoy día los analistas en un tiempo, que debe rechazar la falacia del argumentum ad baculum. Creo que debemos aprender a pensar y eso es precisamente lo que hace este libro: pensar en voz alta. Me gusta que use a Freud como la base permanente de su texto y creo que las citas a Lacan están muy bien pensadas, no como otros libros que intentan demostrar que siguen bien el evangelio lacaniano. El hecho de que Badiou, Nancy, Nietzsche... y otros autores, no necesariamemte del campo del psicoanálisis estén presentes es un acierto, pues recuerda en mucho el verdadero estilo freudiano. A diferencia de tantos libros que se producen hoy en nuestra teoría, que rondan por la admiración del discurso de Lacan a tal punto que parecen querer implantar una religión con algoritmos y nudos, vemos aquí emerger un texto original que no usa un solo autor, sino además de Lacan, vuelve los ojos a Winnicot, René Spitz, Piera Aulagnier, André Green, Fairbain, Otto Rank, Esther Bick y Lucy Irigaray. Esa pluralidad de autores, la rica discusión entre ellos, es para mí el espíritu que debe reinar en el psicoanálisis si de verdad quiere adquirir no digamos la talla de una ciencia, sino la de una disciplina formal, para mí la denominación psicoanálisis lacaniano es una negación del verdadero espíritu del psicoanálisis que debe ser plural en sus fuentes de investigación y conocimiento. Ayuda mucho a la constitución del texto la amplia cultura de nuestro amigo Alejandro, su deseo de combinar aquello que parece incompatible (astronomía, historia, lingüística, filosofía) para hacer un enjambre de ideas que van tomando forma poco a poco para decirnos, aquello que parecería por momentos obvio, pero que no lo hemos reconocido del todo aún en el psicoanálisis. Me gusta su forma de rastrear el origen de los conceptos y su transformación en el tiempo, consciente de que el logos se apoya precisamente en esa metamorfosis dialéctica. También me encanta que presente su clínica de una manera tan fascinante como simple. El psicoanálisis es ante todo clínica y eso no lo olvida el autor que nos presenta sus impresiones para que nosotros nos adentremos en su práctica, nos invita a ser sus acompañantes en el difícil arte de la primera entrevista. La puerta al estudio de la metapsicología la hace a través del estudio de la relación madre – hijo. Nos recuerda que el bebé es un animal prematuro arrojado a un mundo difícil y agresivo, la precariedad de su carga instintiva, y la torpeza de su adaptación natural son instrumentos precarios con los que el bebé se enfrenta a la naturaleza. En el hombre, las cosas suceden de manera prematura, pues el parto se adelanta al fin de su gestación completa, si el feto permaneciera en el vientre materno por un tiempo extendido a los nueve meses, su nacimiento correría peligro o incluso podría morir. Recuerdo cómo me llamaba la atención de niño, la mollera de otros niños más pequeños, me preguntaba por qué tenían que nacer incompletos, mucho más tarde al adentrarme en el estudio del psicoanálisis tuve a bien reconocer que la incompletud es la estrella de nuestra existencia y que somos seres trasquilados, imperfectos para toda la vida. Winnicott estableció que la necesidad básica para un bebé no es el alimento, sino el ser alimentado por un Otro que desee alimentarlo. Asimismo, Lacan enfatizó que en el acto de alimentar al bebé, la madre siempre ofrece algo más que leche materna: brinda contención, angustia, placer, satisfacción, y también una dependencia con incertidumbre. Por su parte, Aulagnier menciona que “el aporte alimenticio se acompaña siempre con la absorción de un alimento psíquico que la madre interpretará como absorción de una oferta de sentido”. Así pues, hay una inadaptabilidad desde el principio del niño ante el mundo, una asimetría entre el mundo y aquello con lo cual nacemos y que nos fue provisto por nuestra vida intrauterina. Por otro lado, no podemos hacer de principio una diferenciación entre el bebé y su madre, la precariedad del niño hace que esté atado a ella durante algún tiempo, hasta que más adelante él mismo busque desprenderse de ese lazo. Pero la identidad entre el Yo y el Otro es algo que se realizará muy poco a poco y no siempre con la cooperación de la madre, asimismo no habrá diferenciación entre “lo exterior, el objeto, lo odiado, que son idénticos al principio”. Así pues, cuando tiene que tomar una posición respecto a la constitución del Yo, Cerda se coloca junto al Freud de Introducción al Narcisismo (1914) que no considera unificado el Yo ante frente al mundo al principio de su enfrentamiento con el exterior, frente a las posiciones de la escuela kleiniana, Winnicott o de la escuela inglesa de las relaciones objetales. El Yo no es innato sino que tiene que ser desarrollado, no se nace con inconsciente dice Freud, se hace pellejo que luego toma forma de Yo – Piel y de ahí lo demás. Cerda trae a colación la posición de René Spitz en la que expresa que en el mundo del neonato no existe propiamente una diferenciación clara entre el Yo y el objeto, adentro y afuera, interior y exterior permanecen difusos. Esta prematuración del niño, requiere los cuidados de papá y mamá, que cuando no se presentan o se esconden, conducen a la locura al estilo de la paciente Reneé, de Madame Séchehaye. Ser arrojado al mundo para el bebé significa no solamente establecer un intercambio de deseo y demanda, sino ser atrapado en una cadena significante que está más allá de las exigencias de la carne. Las pulsiones son la génesis de nuestro dispositivo psíquico, apoyado sobre el primado de las pulsiones de autoconservación, se instaura el predominio de las pulsiones sexuales que toman distancia poco a poco del instinto. Así a partir de un remolino de fuerzas variables se va contruyendo la base sobre la cual se constituye el Yo, un dispositivo que nunca estará unificado del todo sino que siempre será un corpus escindido que trabaja en principio, al servicio del principio del placer y la coalición de las diversas investiduras yoicas; jalado también por el principio de realidad. Dice Safouan en Pleasure and Being: “El ser verdadero, es un ser que disfruta de la permanencia, y que el logos puede usar como apoyo, está del lado de las Ideas, y éstas constituyen un mundo que es distinto del mundo sensible” Otro problema en el que Cerda está particularmente interesado es la naturaleza de placer, que en el mundo griego orientaba no sólo hacia el disfrute sino al conocimiento de lo real, aunque Epicuro hacía notar que ese mismo placer podría producir una ruptura temporal con la vivencia misma. Por ello, el placer y la vida, tienen la característica de ser de naturaleza temporal y no constante. Refuta las enseñanzas de Sándor Rado que designa el afecto como un rol fundamental en cada conducta, al grado de modificar la noción freudiana del placer (lust) por la de emoción (emotion), o incluso la describe como un afecto pero no derivado ya de la pulsión sino como una respuesta biológica dirigida a fomentar la motivación. Asimismo rechaza la concepción bioenergética del placer de Wilheim Reich , que retoma las características cuantitativas de la exitación basándose en la motricidad del instinto, dejando también atrás el énfasis de Freud en la amalgama pulsional. Lo escencial de su elección freudiana es dejar atrás el mundo biológico como soporte único del sujeto. Platón en Filebo concebía al placer como lo indeterminable, y Aristótleles en Ética a Nicómaco dice “que el placer es el acto de un hábito conforme a la naturaleza”, en otras palabras no es una actividad o práctica, sino una disposición constante, si bien Aristóteles se muestra cauteloso ante la naturaleza del mismo, pues piensa que puede llegar a ser perjudicial. Pero es gracias al uso de la palabra que las sensaciones de placer y dolor, logran significarse. Más allá del hedonismo, el placer se sitúa en ámbito de deontología con un sentido político, es decir, el placer está siempre en virtud de la polis para alcanzar la areté o la excelencia. Según Hipias de Élide el fin de la enseñanza era conseguir la areté, para pensar, hablar y obrar con éxito, que es el caso de la obra que hoy presentamos a ustedes. Es interesante que traiga a colación la postura de Schulster en The Trouble with Pleasure dónde el placer aparecería ante la disminución de tensión tras un largo período de excitación, produciéndose entonces el alivio. Dice Schulster: “Lo que realmente impulsa a la vida es el dolor y el deseo de escapar de él; el placer solo es un alivio efímero en la corriente más grade del deseo y sufrimiento” . Ésta es la postura de Platón, y muy cercana a ella está el Proyecto de una Psicología para neurólogos de Freud. Así entre los griegos encontramos dos vertientes del placer, una postura negativa que le coloca como la cicatriz de una falta, y otra positiva que lo concibe como la perfección de una actividad. Mucho después en el Renacimiento, la función biológica del placer cobró mayor importancia, de tal manera que Telesio lo consideraba como una función vital para la conservación del organismo. Descartes le atribuyó un carácter de emoción, Spinoza lo definiría como una pasión. Hobbes retomará la función biológica del placer, pensando que es un efecto ante la receptividad o repulsión de alguno de los sentidos. Así se estableció que el placer era una experiencia netamente de la percepción, de tal manera que uno se podría cuestionar si el placer era real o fantaseado. Más tarde, la corriente hedonista, que se expresaba en contra de reducir el placer a un mero sentimiento, llegó a ubicarlo como un pilar del sustento moral, ya que si una acción libre es una acción deseada, todo lo que deseamos está motivado por el placer que resultaba de dicha acción. La psicología moderna ha ubicado la noción del placer a una mera cuestión de receptividad y respuesta. En algunos casos, el placer se encasilla dentro de los fundamentos del afecto, llegando a afirmar la presencia de afectos innatos. Pero los seres humanos no somos perros ni ratones. Freud en su Proyecto de psicología, ofrece una alternativa para pensar el carácter metapsicológico del placer sin descuidar su fuente orgánica. Como neurólogo, posiciona al dolor como la primera experiencia de vida, que a su vez impulsa a la búsqueda de placer. Pero esta dinámica no queda atrapada en la biología porque el trabajo psíquico se orienta a la relación interior – exterior. Las pulsiones tiene como origen su fuente somática pero dentro de la vida anímica no pueden ser conocidas sino a partir de sus metas. Widlöcher destaca la importancia de distinguir el placer psíquico como una función expresiva, mientras que puntualiza al placer psíquico como algo más complejo. Los dos mecanismos inseparables para la obtención de placer son: la satisfacción de una tendencia pulsional y el ahorro mínimo de energía. Cada ser humano es un individuo singular, y lo es gracias a su historia de placeres y sufrimientos . Pero estos archivos no tienen una sola regulación a través de la búsqueda de placer y el evitamiento del dolor, el displacer puede transmudarse en una experiencia de satisfacción, de tal manera que lo que se conserve sea el primado de las investiduras yoicas entendidas como la piel del narcisimo. La clínica lo demuestra claramente a través de los síntomas, las dificultades de enunciación de discurso y hasta las tendencias mismas de lectura y cultura. Barthes al retomar a Sade, destaca la importancia del placer de la lectura proveniente de ciertas rupturas o choques, incluso afirma que “el placer del texto no es forzosamente un placer de tipo triunfante, heroico, musculoso” . Y sin embargo durante el estado de no – diferenciación primario pareciera que lo que se juega es la fórmula: ¡Todo el placer es mío! Lagache enfatiza que la oposición entre fantasía y realidad nunca es tan radical, y que mucho de este antagonismo se debe a una insistencia de cierta objetividad como regla moral de las ciencias. Hace una afirmación sorprendente: “La realidad no sólo es una fantasía acerca del otro, sino también es en gran medida la fantasía del otro”. Bion por su parte, expone que aunque no haya mucha distinción entre el mundo interno del infante y el mundo externo de los objetos, se puede establecer que van conformándose objetos protoreales que pertenecen a una proto-realidad, como los primeros objetos de existencia, más allá de la conservación de sus huellas sensoriales dentro del aparato psíquico, es decir, anteriores al principio de realidad. Lacan en su conferencia “Más allá del “principio de realidad”” (1936), establece que el bebé será sostenido por la voz de la madre, su carne, su alimento, su demanda de amor y lo más importante, una red de significantes a la que poco a poco se irá acomodando. El infante es arrojado a un mundo simbólico, no se nace a la nada sino a una estructura lingüística, el funcionamiento del aparato psíquico (también el principio de realidad) sólo son posibles a través y centrándose en el lenguaje. Quizá debiésemos agregar que no es una red de significantes pura, sino ligada a un habla con tono de voz, ritmo, índice melódico, armónico. La importancia de las canciones de cuna, consiste precisamente en que tapizan la relación del niño con el mundo de afecto, antes de que éste se halle completamente metido en el lenguaje simbólico. Al analizar a Hartmann y su propuesta sobre un principio de realidad de índole adaptativa, que reduce como un acomodo a la realidad convencional, nos indica que esa idea no resuelve mucho del intercambio que subsiste entre el sujeto y el mundo. Por otro lado, en el desarrollo de su texto, nos enfrenta al hecho poco tomado en cuenta, de que muchas palabras del lenguaje cotidiano tienen raíz latina, pero en el caso del lenguaje freudiano, hay que tomar en cuenta que de su lenguaje debe su fuente a una etimología germánica. Así Laplanche al utilizar Lust, dice que desde su raíz germánica puede significar: placer o deseo. Deleuze y Guattari manifiestan: “la realidad del objeto en tanto que producido por el deseo es, por tanto, realidad psíquica”. Aún así, ante las múltiples opciones posibles de vivencias de satisfacción, Cerda indica que el paso lógico es el del uno al dos. Freud menciona que el relevo del principio de placer por el de realidad “no se cumple de una sola vez ni simultáneamente”. El concepto de placer conserva su dominio a partir de nuevas coordenadas expuestas en la realidad y con sustento en la fantasía. El acto del pensar se instaura gracias a la presencia del prójimo. En este vértigo, según Lacan, se introduce el fantôme del Otro, donde se produce el dispositivo en el cual “el inconsciente es el discurso del Otro” . No hay un significante primario que instaure un sujeto ni una lógica o cadena de significantes: un significante es lo que representa a un significante para otro significante. Freud afirmaba con lucidez, que el odio antecede al amor, el amor se instala en la esfera del puro vínculo de placer del yo con el objeto, y se fija en definitiva en los objetos sexuales que satisfacen a las pulsiones sexuales sublimadas. El Yo narcisista “odia, aborrece y persigue con fines destructivos a todos los objetos que se constituyen para él en fuente de sensaciones displacenteras, indiferentemente de que le signifiquen una frustración de una satisfacción sexual o de la satisfacción de necesidades de conservación” . Interesante lectura de Cerda hace del Señor de los anillos de Tolkien, un texto nacido del horror de la 1ª guerra mundial que nos develó escenas nunca antes vividas, como la batalla del Somme una de las más largas y sangrientas con más de un millón de víctimas. Interpreta al anillo que posee Frodo como un falo en el sentido más freudiano posible. Una joya que seduce y otorga todo el poder de la Tierra media, un poder de deidad, a cambio de eclipsar a su poseedor. Hay muchas críticas feroces al psicoanálisis pensando que al definir Freud al falo se refiere únicamente al miembro sexual del varón, incomprensión reduccionista fatal. El falo no es un órgano, no es una fantasía, ni un objeto concreto como el pene o el clítoris. El falo es una función de causa del deseo, un significante sin una significación concreta. Falo es la espada Excalibur, pero también unos tacones altos en la ropa de una mujer, un traje de Giorgio Armani, pero también un saco Carolina Herrera. Frodo desea algo más que el poder absoluto que otorga el anillo, ya que al ostentar brevemente ese falo, se produce el efecto de hacer que desee algo más y algo más, lo que conduce al borramiento del sujeto. Es la misma imagen que produce la fotografía de Dieter Appelt La marca en el espejo hecha por la respiración (1977) dónde la huella en el espejo es una etiqueta vital, momentánea como lo es nuestra vida, que hace desaparecer al semblante del sujeto ocultándolo. Esto es sólo parte del contenido del libro de Alejandro Cerda, que no deja atrás la filosofía para hacer psicoanálisis, pues no se queda con la idea de que éste es una teología, una deontología o sólo una técnica mecánica.

domingo, 17 de febrero de 2019

En los reinos de lo Irreal: Henry Darger (2004). Un filme de Jessica Yu.

Impresionante filme de Jessica Yu sobre un personaje solitario, soñador, aislado del mundo, con una historia de marginalidad y sufrimiento que conmueve nuestros corazones, por mostrarnos hasta que punto la gente sencilla con la que nos cruzamos en la calle, la oficina, la escuela, guarda historias increíbles que jamás conoceremos. Un documental premiado, extraño y fascinante sobre la locura y los sueños de un hombre apartadio de la vida, un artista desconocido que nunca buscó el reconocimiento de nadie... la muestra de que la sublimación no es un problema sencillo. sino un proceso de desubjetivación del Otro, que produce en el plano imaginario, una inversión de las relaciones entre el yo y el otro, según Lacan. El olvido del Yo para caer en un mundo imaginario... dónde se eleva el objeto a la dignidad de La Cosa. 
También un caso que demuestra hasta qué punto es común y corriente un desconocido que alberga una "psicosis silenciosa" sin que nadie lo note y sin dañar al prójimo. Dramática y escalofriante salida a una mente atormentada. Si desean más información acerca de este complejo problema les recomiendo el artículo de Modesto Garrido: Alrededor de la sublimación o del cambio de objeto al objeto del cambio.  aparecido en el No. 1 de la Revista Carta Psicoanalítica.







sábado, 11 de noviembre de 2017

La muerte de Eugenio Abraham Palomo.



Él - La noche de ayer fue extremadamente larga, mis pesadillas más terroríficas se combinaron con la noticia de la muerte de Eugenio Palomo. Cuándo R. me envío un mensaje dónde me mostraba que en el Facebook alguien preguntaba por la hermana de Eugenio pues éste se encontraba en un estado de salud grave, yo estaba a en el comienzo de un seminario sobre clínica psicoanalítica que doy los lunes, y sólo pude responderle que en unos minutos me pondría al tanto y averiguaría que pasaba. Al terminar, busqué en el dichoso Facebook noticias y me topé con una entrada puesta por M. el dueño de la librería Hyperión de Xalapa, dónde comunicaba la pena que sentía por la muerte de nuestro mutuo amigo. Luego, ya ves, se comunicó H.  para darnos la noticia en el diario de Xalapa. Decía el periódico que el casero había ido a cobrar la renta, vio entreabierta la puerta, se asomó por la ventana y vio un cuerpo tirado, decidió entrar y lo encontró junto a un librero, quién sabe cuánto tenía allí, dicen que no mucho pues el cuerpo no olía. Después, al hablar con M. me dijo que había gente que lo había visto hace unos tres días y que lo había visto deteriorado, la muerte parece haber sido a causa de una bronconeumonía, complicada con un ataque al corazón, una de esas enfermedades producto del descuido médico y la desatención personal.
Ella – No pude dormir tampoco anoche bien, di muchas vueltas pensando en si no pudimos hacer nada más por él ¡Cuántas charlas con él, quien fue nuestro primer amigo en común al principio de nuestra relación! ¿Te acuerdas que hubo un tiempo en que todos los días comíamos con él? ¿Por qué tuvo que morir así? R. me ha dicho que su historia es muy triste, pero yo creo que jamás lo vi triste… no sé qué pienses.



Él – No la verdad que jamás lo vimos triste y siempre fue muy animoso. Él no tenía tiempo para deprimirse por las penas de este mundo y alguien me dijo que hasta tuvo una pareja aquí en Xalapa, él nunca habló de eso, era discreto respecto a esos temas. Creo que sus  amigos más importantes fueron Aristóteles y Hegel, además tuvo como interlocutores a Marx y a Althusser. Si te puedo decir que eligió vivir como vivió, fue un hombre sin dobleces, ni mentiras. Siempre preocupado por compartir lo que sabía con otros que se le acercaban como moscas a la miel. Despreciaba a los que se decían filósofos y decía que no eran sino burócratas académicos. Conocía tanto de Freud como yo y lo mismo de Tausk o de Reich, las pláticas que tuvimos con él eran juguetonas y demoledoras. Pienso que hicimos por él todo lo humanamente posible, si hubiésemos sabido que estaba enfermo, allí habríamos estado, pero él quiso alejarse, no sé bien por qué, quizá para no molestar.
Ella – ¿No acabaré yo cómo él? La verdad tengo miedo.
Él –  Creo que todos tenemos miedo de acabar así, pero no pienso que eso te pase a ti o mí. Él fue producto de circunstancias y una época particulares. Creo que eso lo hizo tan libre como era, tan genial y a la vez tan loco. Pocas personas se atreven a vivir como se los dicta su deseo y en su caso, su único deseo era compartir lo que sabía, que era mucho. El alma se me quiebra al recordar todo esto.
Ella –  Me recuerdo que su familia no quería que leyera, buscaban que se alejara de los libros pues su vida estaba destinada al campo. Él escapaba de noche y se subía a un árbol para alumbrarse con la luz del farol, decía que así se había acabado la vista y que por eso usaba unos lentes tan gruesos. Después la familia se trasladó a vivir a Monterrey, y junto con un hermano iba a vender tacos y aguas en la madrugada a la zona de prostitución. En lo que esperaba a los clientes se dedicaba a leer a Homero y Hesíodo ¿Te recuerdas que llamó a sus perros como héroes griegos y sólo tenía 9 años? Así esos compañeros callejeros eran Hécuba y Príamo. Estudió filosofía, me parece que había sido compañero de Mauricio Beauchot quien lo apreciaba mucho, y también había estudiado cine.
Él –  Sí, en el CUEC.
Ella –  Es posiblemente el único filósofo de carne y hueso que he conocido.
Él –  Uno lee esas historias como la de que Heráclito vivía en un barril y que sólo comía lentejas.
Ella –  No, Diógenes de Sínope, quien nunca predicó el amor a las cosas materiales.
Él –  Es cierto, Diógenes, el cínico, aquél que enfrentó a Alejandro cuándo le preguntó qué es lo que deseaba y le contestó: Aléjate de mí, que estás tapando el sol con tu sombra.
Ella –  Recuerdo muy bien que no paraba de hablar cuando empezaba, en cierto modo era gracioso, y cómo tenía una facilidad para abordar prácticamente cualquier tema. Con él, hablé mucho sobre Filosofía de la Religión, que es algo de mi mayor interés y a pesar de ser un filósofo marxista, materialista dialéctico, consideraba que era un tema de suma importancia.



Él –  ¿Te acuerdas de esas pláticas sobre la importancia de Einsenstein y Pudovkin? También hablamos de Dziga Vértov, de mi favorito Bergman, Klossowski y George Cúkor, veíamos cine juntos los fines de semana. Fueron tiempos en los que no nos sobraba el dinero y que sin embargo, la pasábamos muy bien, compartiendo nuestro tiempo con nuestro amigo. Recuerdo muy bien de cómo vimos El exorcista de Friedkin alguna vez, o Shane el desconocido. Le encantaba Tarkowsky al igual que Hitchcock. Pasar tiempo junto a él era bañarse de ideas y puntualizaciones sobre las cosas que iban surgiendo en cascada.
Ella –  ¿Recuerdas ese viaje que hicimos juntos a Veracruz? ¡Cómo recorrimos San Juan de Ulúa! Creo que entonces traías la Lumix y nos tomamos unas fotos ¿No las tendrás por ahí? Me acuerdo que hasta el tripié llevabas, nos tomaste a los tres ¿Podrías pasármelas? Íbamos en la carretera y él no paraba de hablar de Cioran y de Kavafis. Recuerdo mucho esa comida junto al mar.
Él – Sí con gusto, déjame buscarlas. No sé por qué he dejado la fotografía de lado, voy a tratar de cargar más la cámara. Él me recuerdo que conocía muy bien a los fotógrafos del siglo XX, fue para mí una sorpresa reencontrarme con Cartier – Bresson, Robert Capa y Ansell Adams, en sus comentarios y relatos. Respetaba profundamente el psicoanálisis, había conocido a algunos analistas, no para analizarse sino para entablar discusiones con ellos. Tal vez,  a través de Mauricio Achar para quien trabajaba en la Libería Ghandi y que le pedía que lo acompañara en sus diálogos con intelectuales, filósofos, a casi todos les corregía la letra, contaba que muchas veces salía peleado con esa gente y diciéndole a su jefe que ya no lo acompañaría. Mauricio fue generoso también con él, además de su sueldo, le enviaba un cheque adicional cada mes cuando fue gerente de la Ghandi Xalapa, a él le daba igual.



Ella –  ¿Te acuerdas también cuándo por ahí de 2003, cosa así, salió un número especial de la revista Proceso? Estaba completamente dedicado al Subcomandante Marcos y revelaban su identidad como Sebastián Rafael Guillén. Al final de uno de los reportajes decían que había dado clases en la UAM y que se sabía que su mejor amigo se llamaba Eugenio Abraham Palomo Alvarado, quien era el gerente de una librería Ghandi en Xalapa. Al día siguiente, cuando nos vimos para comer, traía la revista en la mano, y nos dijo: “Eso que están publicando allí es mentira, yo no conozco a esa persona, no sé por qué publican semejantes tonterías”. Pero esa misma semana estaba renunciando a la gerencia de la librería sin ningún motivo aparente.
Él –  Y le ayudamos a cambiarse de casa. Fuimos a esa vivienda  de dos pisos que rentaba por la colonia Progreso, un fin de semana. Entramos y nos encontramos con una cantidad de libros cómo no había visto en mi vida en una biblioteca particular. Eso sí, todo desordenado y sucio el panorama. Pero lo que menos le importaba a él era el polvo… tenía su mente puesta en otras cosas más importantes.
Ella –  Nos preguntamos dónde estaba el comedor: ¿Por qué no había sala y por qué no tenía agua caliente la casa?
Él –  Incluso no tenía exactamente una recámara. Parecía que dormía en el piso como a descampado. Quizá cómo preparado para salir de allí en cualquier momento. La verdad no lo sé, pero eso no le avergonzaba o incomodaba de ningún modo. Te digo que como gerente de la librería pudo haberse comprado todo, vivir con comodidades, simplemente no le importaba. Prefería hacerse de libros y ahora sabemos que fue también generoso con algunas personas siempre que pudo hacerlo.
Ella –  Luego nos pidió permiso para dejar todos esos libros en nuestra casa. Ocuparon no sé cómo toda una habitación. Del piso al techo no podía meterse nada más. Incluso costaba trabajo abrir la puerta.
Él –  Y nosotros consentimos, pero eso duró meses y meses, por un momento creí que nos iba a dejar para siempre esas cajas. No sé bien qué será de tanto libro, luego llegó con un camión y me dijo que ya no era necesario que los guardáramos. Yo no sé dónde habrá quedado todo eso… pienso que lo que a él le hubiera gustado es que todo fuera a parar a una biblioteca pública.



Ella –  También clonaba libros de interés ¿Te recuerdas de cómo llegaban a ser casi como los originales? Estoy pensando en el libro sobre Foucault de Dreyfus y Rabinow, y los libros de psicoanálisis como el de Otto Rank sobre El Doble. Todavía lo llegué a ver en el centro hace poco y te dije.
Él –  Incluso fue a verte una tarde al trabajo. Un señor de la vigilancia, muy amable, pensó que era un maleante que venía a buscarte por el aspecto que la ropa raída le daba. Me pareció muy chistoso eso que contabas. 
Ella –  No exactamente. Pero sí me preguntó si quería que él se quedase mientras conversaba con ese desconocido. Lo veía asistir de vez en vez al cineclub que había allí en la Unidad de Posgrado.
Él –  Recuerdo también que en un momento dado, estuvo viviendo con nosotros cuando no tenía a dónde ir. Eso duró algunos meses, cuando vivíamos por el bosque  de Briones. Salía a pasear con el perro labrador que teníamos, jugábamos dominó los fines de semana. Éramos como parte de su familia y él nos consideraba así. No sé qué pasó al final, porque nunca nos peleamos ni nada por el estilo. Todavía el año 2016 para 2017 estuvo en la cena de Año Nuevo brindando y comiendo pavo, creo que el año pasado a ese también había estado presente, incluso tuvo un desencuentro digamos ideológico con G en casa, que tuve que pedirles cambiaran el tema.
Ella – Solamente lo vimos que perdió los estribos una vez, cuando K le dijo que con qué autoridad se atrevía a decir lo que decía, si no era un investigador, ni siquiera un profesor universitario y no había terminado una carrera, le dijo que sólo era un pinche librero. Y allí él lo mandó al carajo, porque no iba a permitir que lo ofendiera desde su altar institucional.
Él –  Fue una situación muy difícil, porque Palomo sabía lo que decía siempre, no hablaba nada más por hablar, tenía además una actitud generosa con el otro para orientarlo en lo que pudiese interesarle. Probablemente no escuchaba mucho cuestiones personales o quejas, porque a él siempre le movía el interés racional que trascendía a las personas en particular.
Ella –  No es del todo verdad eso ¿Te acuerdas que una vez nos trajo una barbacoa riquísima que hacían por su casa? ¿Qué llegaba a comer y trataba siempre de traer algo, una botella de vino o una barra de pan? ¿No te acuerdas cómo festejaba lo que cocinábamos?
Él –  Aún me resuena el tono de su voz en la cabeza. Y ni decir de la música... le gustaba la música clásica, el jazz, el blues y el rock ¡Cómo disfrutamos oír Leonard Cohen con él, B. B. King, y también James Brown, por no decir Coltrane o Billie Holiday! 
Ella –  A mí también, me parece increíble que ya no lo veremos, nunca vamos a volver a conocer alguien como él. Me acuerdo cómo me regaló en un cumpleaños el Martillo para las brujas de Kramer y Sprenger, que en ese tiempo antes del internet era muy difícil de conseguir. Y también en el 2000 nos trajo una serie de libros sobre el cambio de siglo, que aún tenemos por ahí.
Él –  Lo vamos a extrañar mucho. Era un visionario. Siempre pendiente de la política y siempre con un criterio de izquierda… cómo bien dices… era un materialista, él sabía que después de la muerte sólo está el abismo de la Nada y no le preocupaba en absoluto. Todos tenemos en algún punto la fantasía de que hay algo más, pero él sabía que esas eran patrañas. Inventos para hacer más llevadera la miserable realidad que vivimos. Había leído a Kierkegaard con mucho cuidado y se burlaba un poco de su búsqueda de Dios, no entendía cómo él mismo había podido escribir Diario de un seductor.
Ella –  Pero me queda la duda de si lo entendimos lo suficiente. Si no podríamos haber hecho algo más por él.
Él –  Tú te recuerdas que lo suscribimos a una fonda para que le dieran de comer y hasta de desayunar. Incluso, lo presenté como mi hermano y encargué que lo atendieran, más allá del menú. Pero una vez que fui a pagar el mes, me dijeron: No señor, él ya no se ha aparecido por aquí desde hace casi un mes. Insistí para que lo atendieran, pero no volvió y nunca me dijo por qué, yo creo que no quería cargar o molestar a nadie.
Ella –  Así también eligió su muerte. Sin molestar a nadie, pegado a sus libros que era lo que más le importaba, más fieles y generosos que los hombres. Creo que nunca vamos a conocer nuevamente a alguien como él, fuimos privilegiados.



Él –  No era un librero solamente, cómo bien dices, era un filósofo. Le gustaba ayudar a la gente, brindaba su saber al que se acercaba y despreciaba en el fondo todo el mundo académico y la burocracia institucional. Era un hombre que provenía de las ilusiones revolucionarias del siglo XX, que nunca dejó de soñar en que vendría el cambio social y creo que nunca dejó de tener contacto con cierto sector de la izquierda más radical.
Ella – ¿Te acuerdas de cómo nos hablaba de Magda grande y Magda chica? Eran amigas de su vida en la CDMX. Nos contaba algunas anécdotas graciosas, y reíamos con él. En realidad nunca supimos quiénes eran varias de las personas que mencionaba.
Él – Me dicen que también hablaba mucho de nosotros con su familia y con otros amigos. Yo creo que con otros y nuestra imagen, hacía algo parecido a lo que nos brindaba como relatos heroicos de otras personas. Sí me recuerdo muy bien que una vez, ya con algunos tragos encima, nos dijo que en cierta época de su vida daba clases y había discutido con Nicolás Guillén sobre lo que él opinaba con respecto a la sociedad y la revolución. Simplemente se le salió… pero lo importante es que en gestos como esos nos daba una imagen diferente de su figura… no era un hombre pasivo, la nota del periódico de Xalapa es muy escueta y hasta cruel. Lo pinta como un sexagenario vagabundo que vivía solo sin que le importara a nadie. Eso no es cierto, él dio mucho a mucha gente, creo que no fuimos los únicos en disfrutar de sus charlas y su amistad, simplemente él se brindaba sin problemas al otro y no cobraba por compartir sus conocimientos. Te citaba de memoria Berkeley y Spinoza, te hablaba de Foucault y Derrida sin problemas. Traté de llevarlo una vez a mi clase sobre Foucault en la Facultad de Filosofía, pero allí se sentía incómodo, creo que se perdió en la exposición, te digo, la academia no era para él.
Mucha gente pasó por su librería, oyó sus charlas, sus recomendaciones, sus consejos… dicen que tomaba mucho alcohol y que en parte eso lo mató. Yo no lo vi nunca incoherente ni alcoholizado al extremo de que no me interesara lo que decía. Eso sí, por momentos abrumaba… cansaba oír lo que soltaba y no acabar uno de captar lo que decía. Una vez me enseñó algunos apuntes, yo le quería animar para que los transcribiera, nunca lo hizo. De hecho, le mandé a un alumno para que lo ayudara a hacer eso, y acabó acomodando libros, trabajando para él.
También me recuerdo de la lista que le entresaqué de las 20 películas indispensables según su criterio entre las que estaban: Juana de Arco de Carl Th. Dreyer; El nacimiento de una nación de D. W. Griffith; Avaricia de Erich Von Stroheim; El acorazado Potemkin de Einsenstein; pero también Persona de Bergman; Blade Runner de Ridley Scott; La tierra de la gran promesa Andresej Wajda; y  Antonio Das mortes de Glauber Rocha.
En realidad es muy difícil decir quién era Eugenio,  a pesar de estar tan cerca de él, hay muchos aspectos de su vida que no conocimos, eso sí, no era un hombre triste, quizá solo pero no dolorido. Era un hombre honesto, orgulloso, sincero, sin resentimientos ni falsos rencores, no lo recuerdo haber odiado a nadie. Sí criticaba, no podía no hacerlo, estaba en su naturaleza. En todo caso, creo que todos tenemos algo de impostores, y creo que él a diferencia de la gente común, era un hombre auténtico.

lunes, 2 de junio de 2014

Comentario al libro La traza de lo invisible de Alejandro Montes de Oca. Publicado por la UAM y el CPM.





Kafka. La atroz condena de la literatura.
Estudio psicoanalítico acerca del sujeto, la escritura y la creación.
De Alejandro Montes de Oca Villatoro. 2ª edición 2013.
Publicación entre el Círculo Psicoanalítico Mexicano y la Universidad Autónoma Metropolitana.

Kafka expresa la tragedia mediante lo cotidiano y lo absurdo mediante lo lógico.

Albert Camus.



El libro sobre Kafka de Alejandro Montes de Oca, nos plantea un examen teórico, sobre la base del psicoanálisis y ciertas influencias estructuralistas expresas, que toma como objeto de estudio la obra de uno de los más grandes escritores del siglo XX que vivió al margen de la vida muchas veces, encerrado en sí mismo – sufriendo de amor e incertidumbre que en él parecían enlazados –, y que desde esa sombra exhalada por su mismo aliento, mira con pasmo, como aquél niño tímido e ingenuo que observa con los ojos desmesuradamente abiertos en una actitud de extrañeza: el mundo desconocido.
Ese modo de ver las cosas, tan natural en Kafka, nos cuesta trabajo a los seres mezquinos que miramos el universo y adivinamos siempre un orden franco en las cosas, como si fuesen naturales, la crueldad, la ingratitud, la indiferencia, y finalmente la barbarie que nos caracteriza a los humanos en esta sociedad patriarcal capitalista, que apenas nacía en sus desalmadas extensiones cuando empezó a escribir su obra.  Hace un par de meses en una clase en Psicología, les puse como ejemplo de relaciones complicadas entre un padre y un hijo a Kafka, la respuesta de mis alumnas me dejó asombrado, nunca habían leído al autor, no sabían quién era, ni de su importancia… todo me pareció kafkiano y francamente entré en una depresión acerca de mi papel como maestro frente a las nuevas generaciones.
Sus letras tienen características muy particulares que Alejandro Montes de Oca nos hace patentes en su libro, dónde nos explica cómo la escritura es una forma de existencia indispensable para el autor, en dónde más allá de lo imaginario se juega en lo real, a través de lo simbólico que implica la escritura. Quizá estas coordenadas sean también las que marcan la sublimación artística de todo autor, que se salva a sí mismo de su soledad y a veces, amargura, a través de la palabra escrita. El autor nos dice que su obra se divide en cartas, cuentos y novelas, notas de diario. Hoy sabemos que – por increíble que parezca, pues habla de una creatividad verdaderamente genial – , también tuvo su faceta de dibujante cómo bien lo muestra la cuidada edición de sus dibujos publicada por primera vez  en Praga por Vitalis, en una edición de 2006, al cuidado de  Niels Bokhove y Marijke van Dorst que ha sido reproducida en 2011 por Editorial Sexto Piso.
La faceta de dibujante de Kafka y su temprana vocación por el dibujo surgió, según cuenta el editor de la edición original, Niels Bokhove, al contemplar en el escaparate de una tienda dos cuadros que le dejaron una fuerte impronta. Éste nos señala un significativo ejemplo de la función de las artes plásticas en la prosa de Kafka, la figura del pintor Titorelli en El proceso, en quien proyectaba su ideal de convertirse en un escritor reconocido.
Franz es el hijo de un autoritario y todo poderoso padre, que vemos reflejado en su Carta al Padre de noviembre de 1919. Ese hombre mediocre, tirano frío, será el punto de frustración y límite para su vida, al mismo tiempo que, la manga que aprieta su ser, inyectándolo hacia una productividad sin límites.
La obra de Kafka es un diagnóstico casi científico, parafraseando a Camus, de nuestra realidad absurda, alejada de la búsqueda del bienestar común y  en la que, cómo se muestra en sus letras, los protagonistas parece que anticipadamente están muertos al inicio de la historia.
La vida de Kafka, creo que hay que subrayar, es de frustración, dolor, penuria, temor y sufrimiento, en dónde hay que destacar como un rasgo fundamental – y me parece que Montes de Oca pasa por alto este nudo –, su origen judío, Freud tiene esa misma raíz, aún cuándo no pareciera haber influido como una norma religiosa imperativa, en ambos que se consideraban más bien alemanes en su cultura. Sin embargo, podemos rastrear en sus rizomas no sólo ocultos sino superficiales, rasgos como: la búsqueda  en la naturaleza de una realidad oculta, la fe en la imaginación como constructora de edificios de la Razón, la construcción de una semántica de la verdad, cierto falocentrismo manifiesto, un sentido de lucha expreso y sobre todo, la idea – a veces frágil –, de anhelar alcanzar un puerto de esperanza al final del camino.
Su biógrafo Ernst Pawel, nos recuerda los frecuentes sucesos antisemíticos en Bohemia, la provincia Austro-húngara dónde él creció a finales del siglo diecinueve. Es cierto que no fueron particularmente seguidores de esas costumbres en su familia, pero en esos momentos en ese espacio, la identidad de un judío de Praga era algo que era irrecusable. De hecho, Kafka mismo se volcó hacia el estudio del hebreo en 1923 cuando ya se encontraba gravemente enfermo, cómo queriendo volver a sus orígenes, puesto que murió en junio de 1924. Y sus tres hermanas, así como su querida Milena Jesenská, murieron todas en los campos de concentración entre 1942 y 1944. El mismo triste destino que las cuatro hermanas de Freud que permanecieron en Austria y acabaron muertas por los nazis.
Esta sociedad de Viena, es una comunidad que a principios del siglo XX, forjará e implementará, pensamientos radicales como el anarquismo, el comunismo y el sionismo, para finalmente ceder en los años 30’s  al fascismo que perseguirá ante todo a los judíos, pero perseguirá también a los gitanos, y eslavos, por su origen étnico, hasta arribar a una cruel política de exterminio que hoy conocemos como el Holocausto y cuya herida debemos mantener abierta para que la huella de esos acciones no sea olvidada para las generaciones siguientes.
Franz Kafka, pertenecía a una familia judía de clase media de Praga. A la muerte de dos hermanos en la infancia, pasó a ser el hermano mayor, papel de gran responsabilidad en un ambiente . Su hermana Ottla, la más joven de sus tres hermanas, fue la más allegada a él de toda la familia.
Se ha dicho que Kafka, se identificaba firmemente con sus antepasados maternos por su espiritualidad, distinción intelectual, conocimiento rabínico, excentricidad, disposición melancólica y delicada constitución física y mental. Sin embargo, no sentía especial afinidad con su madre, mujer sencilla consagrada a sus hijos. Ella, estaba subordinada a su avasallador e iracundo marido y a su exigente comercio, compartía con éste la falta de comprensión de la improductiva y quizá insana dedicación de su hijo a las “anotaciones literarias de [su] ... nebulosa vida interior.”
La figura del padre de Kafka se imponía sobre su labor y sobre su existencia. En su fantasía, este almacenista, patriarca grosero y práctico de carácter dominante, que no adoraba más que el éxito material y el ascenso en la escala social, parecería perteneciente a una raza de colosos imbatibles, pero esa idealización, no es otra cosa que producto de fuertes sentimientos ambivalentes, dónde el odio inconsciente a su carácter forma una parte destacada de su admiración.
El conflicto con el padre está también, directamente reflejado en el relato Das Urteil (El Juicio, 1916). También, el mismo problema se proyecta en mayor escala en las novelas de Kafka, que refieren, con una prosa lúcida y engañosamente sencilla, la desesperada lucha contra un poder implacable, el cual puede perseguir a su víctima (como en El Proceso) o el cual se busca para pedirle en vano su aprobación (como en El Castillo) y que sin embargo permanece distante, como la figura silenciosa de un Dios omnipotente al que le gusta jugar con los hombres como si fueran hormigas confundidas.
Hay que destacar que nunca pudo separarse del todo de su relación con el padre y su familia, no logrando encontrar su propio camino, permaneciendo así en una proximidad claustrofóbica que le alejará del mundo, le privará de la relación con otros seres humanos y le impedirá encarnarse en el rol de un hombre verdadero en su propia vida, huyendo del compromiso de una relación definitiva o de una proximidad con las mujeres que amó, manteniéndose a una distancia sufriente, que acabó por matarlo a él y a precarias relaciones que entabló con dificultad. Aún resuena en mi cabeza esa frase del diario, dónde habla de sus dificultades para asumir la sexualidad: “El coito como castigo por la felicidad de estar juntos. Vivir en lo posible de manera más ascética que un soltero, esa es la única posibilidad para mí de soportar el matrimonio. ¿Pero ella?”, escribía.
Las raíces de la ansiedad y desesperación de Kafka, se relacionan estrechamente con la  dependencia de su padre y la familia, con quienes eligió vivir en condiciones de apretada proximidad la mayor parte de su vida de adulto. La fuente de su desesperanza radica en un sentimiento de aislamiento de la comunión con la mayor parte de los seres humanos, lo que hizo su mundo fantástico tanto o más real que su propia cotideaneidad.e
La magnífica página en internet Kafka Project nos revela que  fue un niño tímido, lleno de culpabilidad y obediente, un estudiante aplicado en la escuela elemental y en el Altstädter Staastsgymnasium, un exigente colegio de secundaria para la élite académica. Allí fue respetado y estimado por sus maestros. Pero, en su interior, se revelaba contra la institución autoritaria y su humanismo aparente pero, a fin de cuentas, deshumanizado, en que predominaba la memorización y el aprendizaje de las lenguas clásicas.
La oposición de Kafka a la sociedad establecida se hizo aparente cuando, de adolescente, se declaró socialista y ateo. A lo largo de su vida expresó simpatías razonadas por los socialistas; asistía a reuniones de los anarquistas checos (antes de la 1ª Guerra Mundial) y, en años posteriores, demostró marcado interés y simpatía por un sionismo socializado. Aún entonces era en esencia un individuo pasivo y políticamente no comprometido. Por su condición de judío, Kafka estaba aislado de la colonia alemana de Praga a la vez que, como intelectual moderno, se encontraba igualmente desconectado de su propia herencia judía.
El aislamiento social y el desarraigo contribuyeron a su infelicidad personal a lo largo de toda su vida. Aún así, Kafka llegó a trabar amistad con varios intelectuales y literatos judíos alemanes de Praga y, en 1902, conoció al que será su mejor amigo y quien rescatará su obra póstuma del olvido: Max Brod. Este artista literario menor fue el más íntimo y solícito de los allegados de Kafka y, con el tiempo, resultó ser el promotor, salvador y exégeta de los escritos de Kafka así como también su biógrafo más influyente.
Los dos hombres se conocieron cuando Kafka, sin mayor interés, cursaba derecho en la Universidad de Praga. Recibió su doctorado en 1906 y el año siguiente encontró empleo permanente con una empresa de seguros adquiriendo un empleo deseado por muchos y sin embargo, desagradable y triste de ejecutar para Franz. Pasó largas horas cubriendo las exigentes demandas de la Assicurazioni Generali y no podía dedicarse a escribir. Es así como en 1908 Kafka halló un cargo en Praga en el Instituto de Seguros de Accidentes de los Trabajadores del Reino de Bohemia. Allí permaneció hasta 1917, cuando la tuberculosis lo obligó a pedir intermitentes permisos por enfermedad y, por último, a retirarse (con una pensión) en 1922. En su trabajo se le consideraba incansable y ambicioso; en poco tiempo pasó a ser la mano derecha de su superior y era estimado y querido de cuántos trabajaban junto a él.
Kafka parecía una persona agradable, inteligente y llena de humor pero encontraba su labor en la oficina rutinaria y la agotadora doble vida a la que ésta lo obligaba (con frecuencia, la escritura consumía sus noches) como una extrema tortura, y su neurastenia perturbó sus relaciones personales más profundas. Las incompatibles inclinaciones de su personalidad, compleja y ambivalente, hallaron expresión en sus relaciones sexuales. La inhibición afectó penosamente sus relaciones con Felice Bauer, con quien estuvo comprometido en matrimonio dos veces antes de su ruptura definitiva en 1917. Más tarde, su amor por Milena Jesenská Pollak también se vio frustrado. Su arte, cómo dice Marthe Robert, se volvió su religión y agregaría, apoyándome en Montes de Oca, su única esperanza para salvarse a sí mismo, cosa que no logró. Su salud era precaria y el trabajo en la oficina lo agotaba. En 1917 se le diagnosticó tuberculosis e inició entonces sus largas temporadas en sanatorios.
Hay ciertas coincidencias en su literatura con su vida, interesantes para nosotros sus lectores. Por ejemplo, el protagonista de La Metamorfosis es un viajante de comercio, es decir, comerciante como el padre, no un sujeto frente al Otro. En El Proceso, el protagonista no es cualquier hombre sino uno llamado José K. con la K fatal de Kafka. Y en la obra inconclusa, análoga en muchos sentidos a El Proceso, con el título de El Castillo, el protagonista se llama K. En la primera el personaje trata de alejarse de la burocracia, en la segunda el actor principal intenta acercarse al dispositivo, en ambos casos, el fracaso les espera. 



En 1923 Kafka se desplazó a Berlín para escapar a la familia paterna y dedicarse a escribir. Allí encontró nueva esperanza en la compañía de una joven judía nacionalista, Dora Dymant, pero su estadía en Berlín debió ser interrumpida por el declarado deterioro de su salud el invierno de 1924. Tras un breve período final en Praga, donde acudió Dora Dymant para acompañarlo, murió en una clínica cerca de Viena.
Me hubiera gustado que Alejandro se hubiese metido más, en su vida familiar, en sus temores de niño, y el ambiente frío, sombrío de su hogar. Que hubiera remarcado el anticristianismo implícito en su obra, su judaísmo denegado, la discriminación racial del Imperio, su  retórica llena de lugares extraños que hacen una alusión a la extrañeza misma del mundo, a su otredad siniestra. El fenómeno Kafka, me parece a mí, es un acontecimiento social propio de su zeitgeist, no un milagro personal, sino la consecuencia de una época cetrina que desembocó en dos guerras mundiales.
Desearía que hubiese menos teoría lacaniana tratando de comprender esa obra alérgica a la teoría, profundamente vital y directa, Hanna Arendt, ha dicho que Kafka prescinde de todo experimento y manierismo, escribiendo en un lenguaje claro y sencillo como la vida cotidiana.
Montes de Oca ha preferido tomar el camino de la poesía y de la pasión para hacer una exégesis, una descripción de su obra, que debo decir, alcanza momentos verdaderamente sublimes pues Alejandro es un hombre dotado para la palabra. Es un libro que deleitará a quienes han leído a Barthes, Lacan, Michaux y André Gide, aquellos que también se han deleitado con La pregunta sin respuesta de Charles Ives.
Notamos en sus letras un amor por el escritor checo, que le hace posicionarse desde el mismo autor, desnudando y desanudando al hombre que tallaba las letras que hoy leemos con admiración y reverencia. Me parece que la dimensión subjetiva es la que más le importa en este caso, y la mortificación implícita en el ejercicio de la escritura de este hombre atormentado.
Su celebración  de la escritura de Kafka nos lleva a través de su amor a Felice, en una delineación de su angustia frente a un objeto que él mismo se ha hecho inalcanzable. Lucha consigo mismo por alcanzar el objeto amado, y castigo por su pecado por desear lo inalcanzable. Nos dice Montes de Oca: La escritura lo aparta del trabajo y lo obliga a no dormir para consagrarse por entero a esta pasión que lo posee y lo aparta de la convivencia en sociedad hasta llevarlo a la muerte. La escritura, en suma, lo lleva a escribir, literalmente, desde la muerte. El bicharraco es él como escritor, que no es decir, que es Kafka, o más justamente, es metáfora del sujeto que no escritor emerge por su literatura, y tal desafío deberá ser pagado con la vida.
La desesperación en Kafka, se vuelve vital en el sentido kierkegaardiano: Temor y temblor. Abandono de lo individual y en consecuencia: apertura a lo infinito.


Christopher Bollas: Mental pain

Conferencia de Christopher Bollas: Mental Pain.