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domingo, 29 de agosto de 2010

INCEPTION (EL ORIGEN). El subconsciente está estructurado como una película de James Bond




Inception (USA, 2010) Director y guión: Chistopher Nolan. Actores: Leonardo DiCaprio, Joseph Gordon-Levitt, Ellen Page, Ken Watanabe, Dileep Rao, Cillian Murphy.

To be, or not to be: that is the question:
Whether ’tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune,
Or to take arms against a sea of troubles,
And by opposing end them. To die: to sleep;
No more; and by a sleep to say we end.
William Shakespeare (1564-1616)


Por fin, vi la película que dirige Christopher Nolan – el celebrado director de Memento (2000) y The Dark Night (2008) – que ha recibido, al parecer buenas críticas, y la respuesta positiva del público ante un filme poco usual pero que no deja de tener antecedentes en el cine de ficción contemporáneo. Es, desde luego, una combinación de anteriores filmes oniroides (Buñuel, Bergman, Tarkowski, exploraron en el cine bastante el inconsciente), pero sobre todo las recientes: Abre los ojos (1997), The Matrix (1999), The 13th floor (1999), y The Cell (2000). También hay en el medio, una lectura ligera de Freud, una más superficial de Derrida, y probablemente una pasada al libro Lógica del Delirio (2001) de Remo Bodei.
El argumento es simple, aunque la trama en su desarrollo parezca complicada. Un equipo de ladrones de secretos, que ha trabajado en espionaje industrial usando una combinación de químicos – que permiten entrar en los sueños de sus víctimas a uno o varios cuatreros hasta extraer un determinado recuerdo –, es contratado por un industrial japonés para implantar una idea (desmantelar la empresa del padre) en el heredero de una corporación rival.
Leonardo di Caprio es el capitán de estos mercenarios que han tenido algunas malas experiencias al implantar recuerdos. Él mismo, llegó a insertar con resultados terribles un mundo en su esposa, que se volvió loca y se suicidó al no poder finalmente distinguir entre la fantasía y la realidad. Mr. Saito (Ken Watanabe) les pide hacer esta tarea y los acompañará para supervisarlos, aunque sobre la marcha se unirá al equipo para lograr su objetivo.
Meterse en los sueños de los demás parece una tarea fácil a partir de los químicos neurológicos y un aparato que parece mezclar enzimas y sangre. En las pesadillas ajenas, los intrusos mantienen firme su objetivo y no se dejan seducir o engañar por el soñante. Ellos permanecen concientes en los diferentes niveles del sueño y el subconsciente (palabra odiada por Freud, quien siempre defendió el uso de inconsciente, que no ponía por debajo del conciente, el estatuto de este registro) del durmiente no los afecta demasiado, pues morir en el sueño significa despertar. Claro, que al usar una técnica de varios niveles de sueño (un sueño dentro de otro), el riesgo se vuelve mayor y la situación peligrosa, con la amenaza de que ellos queden atrapados en el sueño o en un limbo sin significados.
La película tiene un ritmo trepidante al estilo Bond, los efectos especiales son espectaculares, pero la estética aunque convincente, no acaba de alcanzar la espectacularidad al punto de The Matrix, por otra parte, los juegos visuales recuerdan a Escher y otras a Magritte, sin llegar a la indecencia de Delvaux.
Freud concebía la memoria como un sistema de transcripciones que no eran exactamente equivalentes. Derrida concibe estos signos representando una unidad sólo en la superficie siendo en el fondo heterogéneos y en dónde un origen sería imposible de alcanzar.
El modelo del filme es psicoanalítico sólo en apariencia, tiene que ver más con la lógica del SuperMario de Miyamoto. Según Freud, la memoria y el Inconsciente tienen un diseño similar al de una cebolla. Las capas se van superponiendo una sobre otra, siendo los niveles más interiores cada vez más elementales en su lógica de codificación y regidos por mecanismos cada vez más básicos. En la película de Nolan, no hay tal diferencia entre una capa y otra: todas son homogéneas, si no iguales.
Por supuesto, es una película de ficción y no una teoría del inconciente... pero uno esperaría que se tomase más en serio a Freud. Los sueños de Inception son regidos por un secreto que en ningún punto es sexual. El secreto más guardado en los soñantes, es una fórmula o una clave de caja fuerte, no un incesto o una violación, un rechazo afectivo materno. También sería lógico que aparecieran en el fondo más profundo, imágenes de erotismo desbordado y aterrador, como en The Cell, pero en su lugar hay tiroteos y persecusiones estilo Bond.
De hecho el vector deseo que sería clave para comprender la lógica de represión aparece borrado. Los sueños de la víctima y de los usurpadores de mentes son simplemente victorianos, mucha persecución, disparos e intrigas que adolecen de escenas sexuales, mortificantes o verdaderamente angustiantes. A contrario de los verdaderos sueños, hay un manejo de las situaciones aún por conflictivas que sean y el diseño onírico parece ser maleable hasta el punto de que se introduce una arquitecta en el equipo, que entra en la misión secreta de irrumpir en la intimidad del hijo del multimillonario Fischer sin cuestionarse en ningún momento el asunto (eso sí, se conduele y enternece del sufrimiento del guapo Di Caprio).
Por cierto, para entrar en los sueños ajenos no hay que haber estudiado psicología, ser psicoanalista o psiquiatra, lo que hay que tener es buena condición física, ninguna ética y haber tenido un entrenamiento militar de matón.
La premisa de que a partir de un aparato neuroestimulante puede entrarse a la mente de un sujeto refuerza simplemente la ingenua materialidad que rige las ciencias neurológicas contemporáneas (herederas de la frenología de Gall). La mente no es un producto simple del intercambio de enzimas, sino que tiene su propio estatuto ontológico. No es manipulable de manera directa y no puede plantarse una idea sin más, amén de que si así fuese, nada aseguraría el éxito de que un pensamiento pasase a ser acto. Fischer Jr. podrá ser convencido quizá de que su padre sí lo quería, de que deseaba que no siguiese su camino y tomase el propio… pero él aún así…. podría decir: Eso deseaba mi padre, pero yo estoy cómodo dónde estoy y seguiré con la empresa.
En resumen, la película sorprende en la primera impresión, decepciona si una la piensa un poco más. Nolan podría haber sido más atrevido en su propuesta psicológica y decidió hacer un thriller simple de un tema que podría haber sido más filosófico. Me quedo con la extraordinaria película Solaris (1972) de Tarkowski (aún sobre Stalker, 1979), como la mejor película que he visto sobre el trabajo del Inconsciente.

viernes, 20 de agosto de 2010

"El futuro es milenario". Canción para la celebración del Bicentenario.

Shalalala...
Bailamos a todo dar
un ritmo pa celebrar
gozamos la variedad
de ser mexicanos

"Precisamente cada quien tiene
el gobierno que se merece
y la música que se merece".

Jaime López.

Por si no la conocían, pueden oír, también descargar la pegajosita música y letra de la inmortal, genial creación en:

http://www.bicentenario.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=1922

Allí también podrán bajar en .PDF una semblanza de los 16 artistas que han colaborado en estos festejos musicales (¡Ojo! Con la foto de Camilo Lara), aunque los "responsables de la canción televisa" del Bicentenario son Alex Sintex y Jaime López.
Gracias... presidente Calderón...

miércoles, 18 de agosto de 2010

Zúñiga Concepción. Los caminos del psicoanálisis: un testimonio.

A reserva de que esté pronto en la Biblioteca de Cartapsi, pongo a disposición de los estudiosos del psicoanálisis el texto que la Dra. Zúñiga cedió generosamente para su publicación y circulación a la revista que dirijo.

La Castañeda: imágenes de locura 100 años después.


La exposición La Castañeda: imágenes de locura 100 años después, que se inauguró hace unos días en el Museo Archivo de la Fotografía, exhibe 83 imágenes con rostros, momentos, circunstancias, ambientes, habitaciones, pabellones, patios y narraciones visuales que carcomen y muestran la delirante realidad de los internos que vivieron y murieron en ese manicomio.

La exposición aborda significativos contrastes, como la ostentosa fachada del edificio mientras dentro predominaban condiciones de miseria desagarradora.

La muestra fotográfica se puede visitar en el Museo Archivo de la Fotografía, ubicado en la calle República de Guatemala 34, Centro Histórico, con horarios de martes a domingo de 10 a 18 horas. Entrada libre.



lunes, 16 de agosto de 2010

Freud: "El valor de la vida" Entrevista con Viereck (1926).

Iván Hernández España, me hace notar que en una página del portal de APM, se encuentra una entrevista al "profesor" que yo personalmente no conocía y cuyo valor es extraordianario por las afirmaciones que en ella hace (Corregí algunos acentos y palabras pero es básicamente el mismo texto).

Esta entrevista fue concedida al periodista George Sylvester Viereck en 1926 en la casa de Sigmund Freud en los Alpes suizos.
Se creía perdida pero en realidad se encontró que había sido publicada en el volumen de "Psychoanalysis and the Fut", en New York en 1957.
Fue traducida del inglés al portugués por Paulo César Souza y al castellano por Miguel Angel Arce

S. Freud: Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con serena humildad.

Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran explorador del alma. El escenario de nuestra conversación fue su casa de verano en Semmering, una montaña de los Alpes austríacos. Yo había visto el padre del psicoanálisis por última vez en su modesta casa de la capital austriaca. Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la actual, multiplicaron las arrugas de su frente. Intensificaron la palidez de sabio. Su rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta, su espíritu firme, su cortesía impecable como siempre, pero un ligero impedimento en su habla me perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superior tuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una constante irritación para él.

S. Freud: Detesto mi maxilar mecánico, porque la lucha con este aparato me consume mucha energía preciosa. Pero prefiero esto a no tener ningún maxilar. Aún así prefiero la existencia a la extinción. Tal vez los dioses sean gentiles con nosotros, tornándonos la vida más desagradable a medida que envejecemos. Por fin, la muerte nos parece menos intolerable que los fardos que cargamos.
Freud se rehúsa a admitir que el destino le reserva algo especial).

S. Freud: ¿Por qué (dice calmamente) debería yo esperar un tratamiento especial? La vejez, con sus arrugas, llega para todos. Yo no me rebelo contra el orden universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo bastante para comer. Aprecié muchas cosas -en compañía de mi mujer, mis hijos- el calor del sol. Observé las plantas que crecen en primavera. De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?

George Sylvester Viereck: El señor tiene una fama. Su obra prima influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y a sí mismos con otros ojos, por causa de este señor. Recientemente, en el septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de su propia universidad.

S. Freud: Si la Universidad de Viena me demostrase reconocimiento, me sentiría incómodo. No hay razón en aceptarme a mí o a mi obra porque tengo setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama llega cuando morimos y, francamente, lo que ven después no me interesa. No aspiro a la gloria póstuma. Mi virtud no es la modestia.

George Sylvester Viereck: ¿No significa nada el hecho de que su nombre va a perdurar?

S. Freud: Absolutamente nada, es lo mismo que perdure o que nada sea cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos. Espero que sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho. La guerra prácticamente liquidó mis posesiones, lo que había adquirido durante mi vida. Pero me puedo dar por satisfecho. El trabajo es mi fortuna.
(Estábamos subiendo y descendiendo una pequeña elevación de tierra en el jardín de su casa. Freud acarició tiernamente un arbusto que florecía)

S. Freud: Estoy mucho más interesado en este capullo de lo que me pueda acontecer después de estar muerto.

George Sylvester Viereck: ¿Entonces, el señor es, al final, un profundo pesimista?

S. Freud: No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión filosófica complique mi fluidez con las cosas simples de la vida.

George Sylvester Viereck: ¿Usted cree en la persistencia de la personalidad después de la muerte, de la forma que sea?

S. Freud: No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué debería el hombre constituir una excepción?

George Sylvester Viereck: ¿Le gustaría retornar en alguna forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo de inmortalidad?

S. Freud: Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la vida; moviéndose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas, para usar la expresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria? No habría vínculo entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo.

George Sylvester Viereck: Bernard Shaw sustenta que vivimos muy poco. El encuentra que el hombre puede prolongar la vida si así lo desea, llevando su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. El cree que la humanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.

S. Freud: Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva, conciente o inconcientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan lado a lado dentro nuestro. La muerte es la compañera del Amor. Ellos juntos rigen el mundo. Esto es lo que dice mi libro: "Más allá del principio del placer" En el comienzo del psicoanálisis se suponía que el Amor tenía toda la importancia. Ahora sabemos que la Muerte es igualmente importante. Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la "fiebre llamada vivir". El deseo puede ser encubierto por digresiones, no obstante, el objetivo último de la vida es la propia extinción.

George Sylvester Viereck: Esto es la filosofía de la autodestrucción. Ella justifica el auto-exterminio. Llevaría lógicamente al suicidio universal imaginado por Eduard Von Hartmann.

S. Freud: La humanidad no escoge el suicidio porque la ley de su ser desaprueba la vía directa para su fin. La vida tiene que completar su ciclo de existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es fuerte, lo bastante para contrabalancear la pulsión de muerte pero, en el final, ésta resulta más fuerte. Podemos entretenernos con la fantasía de que la muerte nos llega por nuestra propia voluntad. Sería más posible que no pudiéramos vencer a la muerte porque en realidad ella es un aliado dentro de nosotros. En este sentido (añadió Freud con una sonrisa) puede ser justificado decir que toda muerte es un suicidio disfrazado.
(Estaba haciendo frío en el jardín. Continuamos la conversación en el gabinete. Vi una pila de manuscritos sobre la mesa, con la caligrafía clara de Freud).

George Sylvester Viereck: ¿En qué está trabajando el señor Freud?

S. Freud: Estoy escribiendo una defensa del análisis lego, del psicoanálisis practicado por los legos. Los doctores quieren establecer al análisis ilegal para los no-médicos. La historia, esa vieja plagiadora, se repite después de cada descubrimiento. Los doctores combaten cada nueva verdad en el comienzo. Después procuran monopolizarla.

George Sylvester Viereck: ¿Usted tuvo mucho apoyo de los legos?

S. Freud: Algunos de mis mejores discípulos son legos.

George Sylvester Viereck: ¿El Señor Freud está practicando mucho psicoanálisis?

S. Freud: Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista como usted puede ver....
(En ese momento apareció Miss Anna Freud, acompañada por su paciente, un muchacho de once años de facciones inconfundiblemente anglosajonas)

George Sylvester Viereck: ¿Usted ya se analizó a sí mismo?

S. Freud: Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para analizar a otros. El psicoanalista es como un chivo expiatorio de los hebreos, los otros descargan sus pecados sobre él. El debe practicar su arte a la perfección para liberarse de los fardos cargados sobre él.

George Sylvester Viereck: Mi impresión es de que el psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda hacer comprender. "Tout comprendre c'est tou pardonner".

S. Freud: Por el contrario (acusó Freud sus facciones asumiendo la severidad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonar todo. El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el mal no es de manera alguna corolario del conocimiento.
(Comprendí súbitamente por qué Freud había litigado con sus seguidores que lo habían abandonado, porque él no perdona disentir del recto camino de la ortodoxia psicoanalítica. Su sentido de lo que es recto es herencia de sus ancestros. Una herencia de la que él se enorgullece como se enorgullece de su raza).

S. Freud: Mi lengua es el alemán. Mi cultura, mi realización es alemana. Yo me considero un intelectual alemán, hasta que percibí el crecimiento del preconcepto anti-semita en Alemania y en Austria. Desde entonces prefiero considerarme judío.
(Quedé algo desconcertado con esta observación. Me parecía que el espíritu de Freud debería vivir en las alturas más allá de cualquier preconcepto de razas, que él debería ser inmune a cualquier rencor personal. En tanto no precisamente a su indignación, a su honesta ira, se volvía más atrayente como ser humano. ¡Aquiles sería intolerable si no fuese por su talón!)

George Sylvester Viereck: Me pone contento, Herr Profesor, de que también el señor tenga sus complejos, de que también el señor Freud demuestre que es un mortal!

S. Freud: Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad; pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza.

George Sylvester Viereck: Imagino, observo, ¡cuáles serían mis complejos!

S. Freud: Un análisis serio dura más o menos un año. Puede durar igualmente dos o tres años. Usted está dedicando muchos años de su vida la "caza de los leones". Usted procuró siempre a las personas destacadas de su generación: Roosevelt, El Emperador, Hindenburgh, Briand, Foch, Joffre, Georg Bernard Shaw....

George Sylvester Viereck: Es parte de mi trabajo.

S. Freud: Pero también es su preferencia. El gran hombre es un símbolo. Su búsqueda es la búsqueda de su corazón. Usted también está procurando al gran hombre para tomar el lugar de su padre. Es parte del complejo del padre.
(Negué vehementemente la afirmación de Freud. Mientras tanto, reflexionando sobre eso, me parece que puede haber una verdad, no sospechada por mí, en su sugestión casual. Puede ser lo mismo que el impulso que me llevó a él)

George Sylvester Viereck: Me gustaría, observé después de un momento, poder quedarme aquí lo bastante para vislumbrar mi corazón a través de sus ojos. ¡Tal vez, como la Medusa, yo muriese de pavor al ver mi propia imagen! Aún cuando no confío en estar muy informado sobre psicoanálisis, frecuentemente anticiparía o intentaría anticipar sus intenciones.

S. Freud: La inteligencia en un paciente no es un impedimento. Por el contrario, muchas veces facilita el trabajo.
(En este punto el maestro del psicoanálisis difiere bastante de sus seguidores, que no gustan mucho de la seguridad del paciente que tienen bajo su supervisión)

George Sylvester Viereck: A veces imagino si no seríamos más felices si supiésemos menos de los procesos que dan forma a nuestros pensamientos y emociones. El psicoanálisis le roba a la vida su último encanto, al relacionar cada sentimiento a su original grupo de complejos. No nos volvemos más alegres descubriendo que todos abrigamos al criminal o al animal.

S. Freud: ¿Qué objeción puede haber contra los animales? Yo prefiero la compañía de los animales a la compañía humana.

George Sylvester Viereck: ¿Por qué?

S. Freud: Porque son más simples. No sufren de una personalidad dividida, de la desintegración del ego, que resulta de la tentativa del hombre de adaptarse a los patrones de civilización demasiado elevados para su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables características del hombre son generadas por ese ajuste precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos y nuestra cultura. Mucho más desagradables que las emociones simples y directas de un perro, al mover su cola, o al ladrar expresando su displacer. Las emociones del perro (añadió Freud pensativamente), nos recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que inconcientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o Héctor.

George Sylvester Viereck: Mi cachorro es un doberman Pinscher llamado Ájax.

S. Freud: (sonriendo) Me contenta saber que no pueda leer. ¡El sería ciertamente, el miembro menos querido de la casa, si pudiese ladrar sus opiniones sobre los traumas psíquicos y el complejo de Edipo!

George Sylvester Viereck: Aún usted, profesor, sueña la existencia compleja por demás. En tanto me parece que el señor sea en parte responsable por las complejidades de la civilización moderna. Antes que usted inventase el psicoanálisis, no sabíamos que nuestra personalidad es dominada por una hueste beligerante de complejos cuestionables. El psicoanálisis vuelve a la vida como un rompecabezas complicado.

S. Freud: De ninguna manera. El psicoanálisis vuelve a la vida más simple. Adquirimos una nueva síntesis después del análisis. El psicoanálisis reordena el enmarañado de impulsos dispersos, procura enrollarlos en torno a su carretel. O, modificando la metáfora, el psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconciente.

George Sylvester Viereck: Al menos en la superficie, pues la vida humana nunca fue mas compleja. Cada día una nueva idea propuesta por usted o por sus discípulos, vuelven un problema de la conducta humana más intrigante y más contradictorio.

S. Freud: El psicoanálisis por lo menos, jamás cierra la puerta a una nueva verdad.

George Sylvester Viereck: Algunos de sus discípulos, más ortodoxos que usted, se apegan a cada pronunciamiento que sale de su boca.

S. Freud: La vida cambia. El psicoanálisis también cambia. Estamos apenas en el comienzo de una nueva ciencia.

George Sylvester Viereck: La estructura científica que usted levanta me parece ser mucho más elaborada. Sus fundamentos -la teoría del "desplazamiento", de la "sexualidad infantil", de los "simbolismos de los sueños", etc- parecen permanentes.

S. Freud: Yo repito, pues, que estamos apenas en el inicio. Yo apenas soy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los sustratos de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán descubrir continentes.

George Sylvester Viereck: ¿Usted siempre pone el énfasis sobre todo en el sexo?

S. Freud: Respondo con las palabras de su propio poeta, Walt Whitman: "Más todo faltaría si faltase el sexo" (Yet all were lacking, if sex were lacking). Mientras tanto, ya le expliqué que ahora pongo el énfasis casi igual en aquello que está "más allá" del placer -la muerte, la negociación de la vida. Este deseo explica por qué algunos hombres aman al dolor -como un paso para el aniquilamiento! Explica por qué los poetas agradecen a:

Whatever gods there be,
That no life lives forever
And even the weariest river
Wind somewhere safe to sea.

"Cualesquiera dioses que existan
No hay vida que dure para siempre
Ni río por más cansado que no
Desagüe tranquilo en el mar"


George Sylvester Viereck: Shaw, como usted, no desea vivir para siempre, pero a diferencia de usted, él considera al sexo carente de interés.

S. Freud: (Sonriendo) Shaw no comprende al sexo. El no tiene ni la más remota concepción del amor. No hay un verdadero caso amoroso en ninguna de sus piezas. El hace humoradas del amor de Julio César -tal vez la mayor pasión de la historia. Deliberadamente, tal vez maliciosamente, él despoja a Cleopatra de toda grandeza, relegándola a una simple e insignificante muchacha. La razón para la extraña actitud de Shaw frente al amor, por su negación del móvil de todas las cosas humanas, que emanan de sus piezas el clamor universal, a pesar de su enorme alcance intelectual, es inherente a su psicología. En uno de sus prefacios, él mismo enfatiza el rasgo ascético de su temperamento. Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización. La humanidad, en una especie de autodefensa procura su propia importancia. Si usted raspa a un ruso, dice el proverbio, aparece el tártaro sobre la piel. Analice cualquier emoción humana, no importa cuán distante esté de la esfera de la sexualidad, y usted encontrará ese impulso primordial al cual la propia vida debe su perpetuidad.

George Sylvester Viereck: Usted, sin duda, fue bien seguido al transmitir ese punto de vista a los escritores modernos. El psicoanálisis dio nuevas intensidades a la literatura.

S. Freud: También recibí mucho de la literatura y la filosofía. Nietzsche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente ver hasta qué punto su intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno se percató más profundamente de los motivos duales de la conducta humana y de la insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente que él. El Zaratustra dice: "El dolor grita: ¡Va! Pero el placer quiere eternidad Pura, profundamente eternidad". El psicoanálisis puede ser menos discutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos, su influencia en la literatura es inmensa, por lo tanto, Thomas Mann y Hugo Von Hofmannsthal nos deben mucho a nosotros. Schnitzler recorre un sendero que es, en gran medida, paralelo a mi propio desarrollo. El expresa poéticamente lo que yo intento comunicar científicamente. Pero el Dr. Schnitzler no es ni siquiera un poeta, es también un científico.

George Sylvester Viereck: Usted no sólo es un científico, también es un poeta. La literatura americana está impregnada de psicoanálisis. Hupert Hughes, Harvrey O'Higgins y otros, son sus intérpretes. Es casi imposible abrir una nueva novela sin encontrar alguna referencia al psicoanálisis. Entre los dramaturgos Eugene O'Neill y Sydney Howard tienen una gran deuda con usted. "The Silver Cord" por ejemplo, es simplemente una dramatización del complejo de Edipo.

S. Freud: Yo sé y entiendo el cumplido que hay en esa afirmación. Pero, tengo cierta desconfianza de mi popularidad en los Estados Unidos. El interés americano por el psicoanálisis no se profundiza. La popularización lo lleva a la aceptación sin que se lo estudie seriamente. Las personas apenas repiten las frases que aprenden en el teatro o en las revistas. Creen comprender algo del psicoanálisis porque juegan con su argot. Yo prefiero la ocupación intensa con el psicoanálisis, tal como ocurre en los centros europeos, aunque Estados Unidos fue el primer país en reconocerme oficialmente.
La Clark University me concedió un diploma honorario cuando yo siempre fui ignorado en Europa. Mientras tanto, Estados Unidos hace pocas contribuciones originales al psicoanálisis.
Los americanos son jugadores inteligentes, raramente pensadores creativos. Los médicos en los Estados Unidos, y ocasionalmente también en Europa, tratan de monopolizar para sí al psicoanálisis. Pero sería un peligro para el psicoanálisis dejarlo exclusivamente en manos de los médicos, pues una formación estrictamente médica es con frecuencia, un impedimento para el psicoanálisis. Es siempre un impedimento cuando ciertas concepciones científicas tradicionales están arraigadas en el cerebro.

¡Freud tiene que decir la verdad a cualquier precio! El no puede obligarse a sí mismo a agradar a Estados Unidos donde están la mayoría de sus seguidores. A pesar de su rudeza, Freud es la urbanidad en persona. El oye pacientemente cada intervención, procurando nunca intimidar al entrevistador. Raro es el visitante que se aleja de su presencia sin un presente, alguna señal de hospitalidad!
Había oscurecido. Era tiempo de tomar el tren de vuelta a la ciudad que una vez cobijara el esplendor imperial de los Habsburgos. Acompañado de su esposa y de su hija, Freud desciende los escalones que lo alejan de su refugio en la montaña a la calle para verme partir. El me pareció cansado y triste al darme el adiós.
"No me haga parecer un pesimista -dice Freud después de un apretón de manos. Yo no tengo desprecio por el mundo.
Expresar desdén por el mundo es apenas otra forma de cortejarlo, de ganar audiencia y aplauso.
¡No, yo no soy un pesimista, en tanto tenga a mis hijos, mi mujer y mis flores!
No soy infelíz, al menos no más infeliz que otros".

El silbato de mi tren sonó en la noche. El automóvil me conducía rápidamente para la estación. Apenas logro ver ligeramente curvado y la cabeza grisácea de Sigmund Freud que desaparecen en la distancia....

George Sylvester Viereck
periodista del "Journal of Psichology"
año 1926 publicada en N.York en 1957

miércoles, 11 de agosto de 2010

Las peores 10 películas que he visto en los últimos tiempos.

1) Satánico Pandemonium. La sexorcista. (¡Puáj! Increíblemente mala) (México 1973. Gilberto Martínez Solares)

2) Anaconda 3. The Offspring. (El baywatcher de malo) (USA 1998. Don E. FauntLeRoy)

3) Meet the Fockers. (Inútil, completamente estúpida) (USA 2004. Jay Roach)

4) The hearthbreaker kid. (Ben Stiller de mal en peor) (USA 1997. Bobby Farrelly & Peter Farrelly)

5) Hudson Hawk. (La peor película de Bruce Willis ¿Quién le dijo que podía escribir a Bruce?) (USA 1991. Michael Lehmann)

6) Mercenary (Que alguien le aconseje a Segal que se retire ya) (USA 2006. Don E. FauntLeRoy)

7) The Eli Book (Dos directores para una película mediocre. Denzel tiene que escoger mejor sus papeles) (USA 2010. Albert Hughes y Allen Hughes)

8) Unthinkable (Samuel L. Jackson y Carrie – Anne Moss reclutados para una película cruel y absurda) (USA 2010. Gregor Jordan)

9) From Paris with Love (Hay que poner límites a Travolta y es la peor historia de Luc Besson) (USA 2010. Pierre Morel)

10) The Robe (El manto sagrado pasado por Hollywood: Jean Simmons, Richard Burton y Victor Mature en lo peor de lo peor) (USA 1953. Henry Koster)

Christopher Bollas: Mental pain

Conferencia de Christopher Bollas: Mental Pain.