Si queremos abordar de verdad un curso de Psicopatología (¡Vaya palabra!) y entrar en el problema de la psicosis, no podemos desdeñar la historia de lo que ha sido el conocimiento médico. He oído que muchos colegas consideran que se trata de conocimientos distintos.... esto es posible y hasta deseable, pero para marcar bien la diferencia, vale la pena ahondar sobre las bases del tratamiento médico y lo que significa.
No me parece que baste simplemente contrastar en fórmulas el discurso analítico al del Amo según hacen algunos colegas lacanianos. Es una solución posible, pero simple, y que de seguro no fue el punto de partida de Lacan... ese es un resultado tras un razonamiento, no un credo que debamos repetir como loros.
Alrededor del siglo XIV (A.C.) los aqueos crearon la civilización micénica. Pero solamente 200 ó 300 años después, Grecia inicia la civilización admirable que tanto ha influido en nuestras concepciones del mundo en Occidente.
Observamos en ellos, el paso del mito al logos (razón) que fue precedido por una visión cada vez más naturalista de las fuerzas a las que estaba sometido el hombre. Así, la pandilla olímpica con sus dioses a semejanza de los hombres, es un acercamiento a la concepción de que el hombre actúa para el hombre, y los atributos de cada uno de éstos acercan a una visión del mundo materialista y naturalista, a una ontología profana.
El dominio del mundo del hombre a través del lenguaje, alcanza en esta sociedad un momento estelar. La magia y el encantamiento, son substituidos por categorías lógicas que no dejan de estar teñidas de la subjetividad. Los conceptos filosóficos con los que Platón y Aristóteles explican y exponen el mundo, elevan con validez universal las relaciones “fundadas” por ellos al grado de verdadera realidad. Tales conceptos como dice Vico, surgían de la plaza del mercado de Atenas, y reflejaban con igual pureza las leyes de la física, la igualdad de los ciudadanos (aunque era una sociedad esclavista, no lo olvidemos) y la inferioridad de los niños y las mujeres.
El lenguaje científico actual oculta su origen metafísico mediante el borramiento de expresiones valorativas, pero esta neutralidad (Señalan Adorno y Horkheimer) es más metafísica que la misma metafísica. No hay ser en el mundo que no pueda ser penetrado por la ciencia, pero aquello que puede ser penetrado por ella no es nunca el ser. El juicio filosófico, según Kant, mira a lo nuevo pero no conoce nunca nada nuevo, puesto que repite siempre sólo aquello que la razón ha puesto ya en el objeto.
Este pensamiento, protegido y garantizado por los diversos departamentos de la ciencia, se vuelve contra el mismo sujeto pensante, al cual no le queda más que repetir para siempre conceptos acumulados y no aceptar nuevas representaciones. Sujeto y objeto se anulan así entre sí.
En la reducción del pensamiento al aparato matemático (los psicólogos saben más de métodos estadísticos que del funcionamiento mental del paciente), se halla implícita la afirmación de que el mundo es la medida de sí mismo (sin intervención del hombre). Lo que parece un triunfo de la razón y la racionalidad objetiva, la sumisión de todo lo que existe al formalismo lógico, es pagado mediante la sumisión de la razón a los datos inmediatos. La ciencia instituye se convierte así en un nuevo mito. Pero dejemos por ahora estas reflexiones filosóficas.
La Ilíada es un verdadero tratado de traumatología. En los relatos de combate se consignan más de 145 heridas diferentes. También se habla epidemias en las que las flechas de los dioses dieron primero en los animales que a los hombres.
Para Homero nadie puede escapar al dominio de la Ananké (necesidad) y oponerse a los dioses es inútil, pese a ello se consignan en sus épicas curaciones asombrosas en las que interviene la mano del hombre.
Su visión mítica consideraba que el universo estaba regido por una ley de compensación, tan necesaria como las revoluciones siderales o la alternancia de las estaciones. El enfermo es, en principio, culpable y lo es de una equivocación cometida.
Esquilo otorga a la Ananké la búsqueda de la justicia suprema. Sin embargo, en su Orestiada, habla del capricho de los dioses que pueden transformar las Eridias (ejecutoras de la fatalidad) en Euménides (potencias benévolas).
Sófocles se acerca más a una visión trágica iniciada en Prometeo y que tiene como su centro al hombre.
Con la introducción del logos los filósofos griegos buscan explicar la Ananké de una manera naturalista y científica. Tales de Mileto asegura, que todo el mundo material proviene del agua. Anaximandro atribuye al apeirón (lo infinito) el origen de todas las cosas y afirmaba que el hombre había nacido como un pez. Demócrito confía al átomo la constitución del mundo.
La escuela de Cos inicia la exploración médica. Se diferencian en la escuela de Cnido variedades de cuadros nosológicos y se clasifican según la variedad de los órganos a los que atañen.
Llama la atención que la escuela de Cos (seguramente influida por Pitágoras) marque un carácter cíclico de las enfermedades y establece hasta reglas cifradas para prever su desarrollo, en términos generales, esa práctica no es seguida por los médicos actuales. La aritmética de las enfermedades ha sido abandonada.
Según Hipócrates una enfermedad es como una tragedia en tres actos: Progresión, estado estacionario, y mermo. En el centro del conflicto patológico y también en el pasional, interviene una peripecia mayor. Es el fenómeno de la cocción, en que el hombre transforma el principio nocivo para tratar de expulsarlo del organismo. El pensamiento hipocrático es siempre finalista, nos dice Sendrail, y ve en la crisis un esfuerzo de curación.
Supongo que en ese sentido, los psicoanalistas estamos cerca de Hipócrates cuando pensamos que el deliro es un intento de curación fallido. De hecho, la ciencia contemporánea ratifica en lo esencial, la realidad sobre la significación de las crisis.
En todos los casos, es comprobable un intervalo necesario de maduración, y el organismo obedece a ciertos ciclos.
La enfermedad según Hipócrates sólo se entiende certeramente al aplicar la razón. Ciertamente un enfermo singular es diferente de todos los demás. Los pacientes son personas, seres individuales que se reconocen expuestos a diferente herencia y condiciones de contagio.
Nuestro actual método experimental en ciencia, se orienta más hacia la búsqueda de las causas y de los medios que hacia la de los fines.
El papel del médico se reduce en muchos casos a la máxima: “Vis medicatrix naturae”. La naturaleza halla por sí misma las salidas y el remedio. El médico sólo tiene que ayudarla a hacer su labor.
La Natura Medicatrix se iguala a una fuerza que hay que evitar contrariar.
Hipócrates por su parte no se refiere sólo al cuerpo como causa de las enfermedades. Busca también los aspectos en los que influye el alma en los procesos de salud y enfermedad. La conciencia está mejor descrita en sus escritos Epidemias que en Platón.
El mal humor contra el corazón. Perjudica los órganos, mientras que las buenas disposiciones sosiegan y facilitan la curación.
Aristóteles (384 – 322 A.C.) razona en el Tratado de los Cielos: “la naturaleza no deja nada al azar”, “no hace nada no razonable ni en vano”, “realiza entre lo posible lo mejor”.
El abuso de la razón, engendra siempre fantasmas de idolatrías y de místicas aberrantes. En los subsuelos de la ciencia alejandrina se fermentan las gnosis orientales (p. ej. "ciencias como" el Feng Shui). La creencia en los horóscopos tiene su base en las mediciones erróneas del globo terráqueo de Eratóstenes y el primer astrolabio de Hiparco, también en una imaginarización anímica del cosmos y por supuesto.... la misma noción de cosmos.
En Alejandría a finales del siglo IV (A.C) los médicos ejercen en el Serapeion (llamado así por el Dios Serapis de la salud y los infiernos), anexo de la Biblioteca de Alejandría (300 A.C. – 700 D.C.).
Dos médicos son notables: Herófilo y Erasístrato.
El imperio Romano desdeñó en principio el estudio de la enfermedad. Despreció la herencia griega hasta que Celso con su De Re Médica, revivió la medicina griega y alejandrina.
No me parece que baste simplemente contrastar en fórmulas el discurso analítico al del Amo según hacen algunos colegas lacanianos. Es una solución posible, pero simple, y que de seguro no fue el punto de partida de Lacan... ese es un resultado tras un razonamiento, no un credo que debamos repetir como loros.
Alrededor del siglo XIV (A.C.) los aqueos crearon la civilización micénica. Pero solamente 200 ó 300 años después, Grecia inicia la civilización admirable que tanto ha influido en nuestras concepciones del mundo en Occidente.
Observamos en ellos, el paso del mito al logos (razón) que fue precedido por una visión cada vez más naturalista de las fuerzas a las que estaba sometido el hombre. Así, la pandilla olímpica con sus dioses a semejanza de los hombres, es un acercamiento a la concepción de que el hombre actúa para el hombre, y los atributos de cada uno de éstos acercan a una visión del mundo materialista y naturalista, a una ontología profana.
El dominio del mundo del hombre a través del lenguaje, alcanza en esta sociedad un momento estelar. La magia y el encantamiento, son substituidos por categorías lógicas que no dejan de estar teñidas de la subjetividad. Los conceptos filosóficos con los que Platón y Aristóteles explican y exponen el mundo, elevan con validez universal las relaciones “fundadas” por ellos al grado de verdadera realidad. Tales conceptos como dice Vico, surgían de la plaza del mercado de Atenas, y reflejaban con igual pureza las leyes de la física, la igualdad de los ciudadanos (aunque era una sociedad esclavista, no lo olvidemos) y la inferioridad de los niños y las mujeres.
El lenguaje científico actual oculta su origen metafísico mediante el borramiento de expresiones valorativas, pero esta neutralidad (Señalan Adorno y Horkheimer) es más metafísica que la misma metafísica. No hay ser en el mundo que no pueda ser penetrado por la ciencia, pero aquello que puede ser penetrado por ella no es nunca el ser. El juicio filosófico, según Kant, mira a lo nuevo pero no conoce nunca nada nuevo, puesto que repite siempre sólo aquello que la razón ha puesto ya en el objeto.
Este pensamiento, protegido y garantizado por los diversos departamentos de la ciencia, se vuelve contra el mismo sujeto pensante, al cual no le queda más que repetir para siempre conceptos acumulados y no aceptar nuevas representaciones. Sujeto y objeto se anulan así entre sí.
En la reducción del pensamiento al aparato matemático (los psicólogos saben más de métodos estadísticos que del funcionamiento mental del paciente), se halla implícita la afirmación de que el mundo es la medida de sí mismo (sin intervención del hombre). Lo que parece un triunfo de la razón y la racionalidad objetiva, la sumisión de todo lo que existe al formalismo lógico, es pagado mediante la sumisión de la razón a los datos inmediatos. La ciencia instituye se convierte así en un nuevo mito. Pero dejemos por ahora estas reflexiones filosóficas.
La Ilíada es un verdadero tratado de traumatología. En los relatos de combate se consignan más de 145 heridas diferentes. También se habla epidemias en las que las flechas de los dioses dieron primero en los animales que a los hombres.
Para Homero nadie puede escapar al dominio de la Ananké (necesidad) y oponerse a los dioses es inútil, pese a ello se consignan en sus épicas curaciones asombrosas en las que interviene la mano del hombre.
Su visión mítica consideraba que el universo estaba regido por una ley de compensación, tan necesaria como las revoluciones siderales o la alternancia de las estaciones. El enfermo es, en principio, culpable y lo es de una equivocación cometida.
Esquilo otorga a la Ananké la búsqueda de la justicia suprema. Sin embargo, en su Orestiada, habla del capricho de los dioses que pueden transformar las Eridias (ejecutoras de la fatalidad) en Euménides (potencias benévolas).
Sófocles se acerca más a una visión trágica iniciada en Prometeo y que tiene como su centro al hombre.
Con la introducción del logos los filósofos griegos buscan explicar la Ananké de una manera naturalista y científica. Tales de Mileto asegura, que todo el mundo material proviene del agua. Anaximandro atribuye al apeirón (lo infinito) el origen de todas las cosas y afirmaba que el hombre había nacido como un pez. Demócrito confía al átomo la constitución del mundo.
La escuela de Cos inicia la exploración médica. Se diferencian en la escuela de Cnido variedades de cuadros nosológicos y se clasifican según la variedad de los órganos a los que atañen.
Llama la atención que la escuela de Cos (seguramente influida por Pitágoras) marque un carácter cíclico de las enfermedades y establece hasta reglas cifradas para prever su desarrollo, en términos generales, esa práctica no es seguida por los médicos actuales. La aritmética de las enfermedades ha sido abandonada.
Según Hipócrates una enfermedad es como una tragedia en tres actos: Progresión, estado estacionario, y mermo. En el centro del conflicto patológico y también en el pasional, interviene una peripecia mayor. Es el fenómeno de la cocción, en que el hombre transforma el principio nocivo para tratar de expulsarlo del organismo. El pensamiento hipocrático es siempre finalista, nos dice Sendrail, y ve en la crisis un esfuerzo de curación.
Supongo que en ese sentido, los psicoanalistas estamos cerca de Hipócrates cuando pensamos que el deliro es un intento de curación fallido. De hecho, la ciencia contemporánea ratifica en lo esencial, la realidad sobre la significación de las crisis.
En todos los casos, es comprobable un intervalo necesario de maduración, y el organismo obedece a ciertos ciclos.
La enfermedad según Hipócrates sólo se entiende certeramente al aplicar la razón. Ciertamente un enfermo singular es diferente de todos los demás. Los pacientes son personas, seres individuales que se reconocen expuestos a diferente herencia y condiciones de contagio.
Nuestro actual método experimental en ciencia, se orienta más hacia la búsqueda de las causas y de los medios que hacia la de los fines.
El papel del médico se reduce en muchos casos a la máxima: “Vis medicatrix naturae”. La naturaleza halla por sí misma las salidas y el remedio. El médico sólo tiene que ayudarla a hacer su labor.
La Natura Medicatrix se iguala a una fuerza que hay que evitar contrariar.
Hipócrates por su parte no se refiere sólo al cuerpo como causa de las enfermedades. Busca también los aspectos en los que influye el alma en los procesos de salud y enfermedad. La conciencia está mejor descrita en sus escritos Epidemias que en Platón.
El mal humor contra el corazón. Perjudica los órganos, mientras que las buenas disposiciones sosiegan y facilitan la curación.
Aristóteles (384 – 322 A.C.) razona en el Tratado de los Cielos: “la naturaleza no deja nada al azar”, “no hace nada no razonable ni en vano”, “realiza entre lo posible lo mejor”.
El abuso de la razón, engendra siempre fantasmas de idolatrías y de místicas aberrantes. En los subsuelos de la ciencia alejandrina se fermentan las gnosis orientales (p. ej. "ciencias como" el Feng Shui). La creencia en los horóscopos tiene su base en las mediciones erróneas del globo terráqueo de Eratóstenes y el primer astrolabio de Hiparco, también en una imaginarización anímica del cosmos y por supuesto.... la misma noción de cosmos.
En Alejandría a finales del siglo IV (A.C) los médicos ejercen en el Serapeion (llamado así por el Dios Serapis de la salud y los infiernos), anexo de la Biblioteca de Alejandría (300 A.C. – 700 D.C.).
Dos médicos son notables: Herófilo y Erasístrato.
El imperio Romano desdeñó en principio el estudio de la enfermedad. Despreció la herencia griega hasta que Celso con su De Re Médica, revivió la medicina griega y alejandrina.