¡Cuántos sentimientos encontrados despierta desde provincia la ciudad de México! Horror y envidia mezclados que se destilan para producir nostalgia y amor.
Nadie desde lejos puede hablar de ella como si fuese una comarca, más bien se le nombra como si fuese una mujer amada que se extraña y se odia tras el abandono. También puede describírsele como un círculo del infierno de Dante que se ha visitado por pura necesidad y para pagar un pecado. Su espejo anticipatorio fue la Metrópolis de Fritz Lang filmada en 1926, dónde se describía la urbe completamente dividida entre los de arriba y los de abajo. Los señores amos flotando sobre la mierda que sustenta sus edificios y usando energía que proviene de la fuerza motriz que se produce abajo por los obreros. Recuerdo muy bien el haber visto ésta película con mi compañero de secundaria y amigo Marcos a los 15 años. Me veo con él, atravesando de noche el espléndido y apenas iluminado Bosque de Chapultepec, rumbo al Cine club de La Casa del Lago de la UNAM (allí nos encontrábamos en las tardes a García Riera), dónde la vi por primera vez junto con otras joyas del expresionismo alemán.
Hoy quizás, parezca una película ingenua: muda, en blanco y negro, con efectos especiales demasiado viejos. Aunque el robot que hace las veces de María aún resulta espectacular. A nosotros, parecía una cosa maravillosa: el testamento de una época de cine que precedió la llegada de los años dorados de Hollywood. Un cine más imaginativo y más profundo en sus intereses.
Escuché hace poco al pasar en la tele, en un noticiero, a un locutor que le llaman: Esteban Arce “el burro”; diciendo que los cineastas mexicanos debían ocuparse de hacer cine para divertir, en lugar de gastar su ingenio en hacer obras intelectuales. ¡Cómo hay que ser pendejo para decir semejantes cosas! ¡Y la seguridad con que las dice! ¿Qué habrá estudiado?
Resido desde hace más de 10 años en la provincia y aún no me acostumbro del todo a decir adiós a la capital, isla de sirenas (literalmente si se para la oreja a las ambulancias y las patrullas).
Allá viví casi los primeros 40 años de mi vida y me eduqué en su ritmo de existencia que se piensa acelerado (una gota de agua en la vida del universo), sus gentes y animales locales, unos confundidos con los otros, se mezclan en una ciudad que rara vez tiene un cielo azul. También recuerdo como si fuera ayer, ir corriendo en mi Kawasaki Ninja 600 por las calles medio a la aventura (el saludo de cabeceo que intercambiábamos en la punta de las calles los motoristas era de ley), las filas de coches pasadas de prisa que quedaban atrás y las calles, los barrios y lugares comunes a los capitalinos. Me veo haciendo 20 minutos de Ciudad Universitaria a mi casa (en la colonia Roma). Y los mismos 20 minutos de mi hogar hasta la subsede de la UNAM en Aragón. Viajes locos...
Me caí dos veces, una de las cuales rodé una veintena de metros y gracias al casco, la suerte y un poco de maña, sólo sufrí raspones, magulladuras, perdí un reloj Patek Philippe con fases lunares que adoraba. Eso fue en una colonia considerada peligrosa (mucho antes de la aparición del Narco), la Buenos Aires, pero los habitantes me acogieron con verdadera gentileza. Les estoy agradecido por haberme levantado y ayudado a montar otra vez en la máquina.
Voy a referirme a ella, cómo algunos hombres hablan de una mujer hermosa que poseyeron, a los amigos: contando intimidades y detalles que debieran estar reservados para no narrarse. También, cómo se describe el remolino del Maelstrom, con miedo, asombro – maravilla ¡Cuál si fuese un milagro!
Es una ciudad curiosamente dividida por zonas, por territorios que son como grutas habitadas por seres diferentes. Resulta ser la ciudad más grande del mundo con más de 10 millones de habitantes, un verdadero dragón.
El Sur pertenece en general a gente acomodada y es la cabeza arrevesada de la ciudad. Allí viven maestros universitarios, investigadores, intelectuales y políticos, médicos de prestigio que no son judíos. Está la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y está el TEC (Universidad Tecnológica de Monterrey), Coyoacán y San Ángel, preciosos territorios que conjugan el México colonial con la modernidad, poblados con casas viejas que conviven con los proyectos de reconocidos arquitectos mexicanos. Casas de Luís Barragán, Juan Díaz Infante, Ricardo Legorreta, Sordo Madaleno ¡Pulcros y bellos castillos modernos! Colonias llenas de jardines verdes y vigilados por policías privados pagados por los colonos temerosos de ser invadidos por los demás mortales.
Ciudad Universitaria es una nube aparte, territorio de jóvenes y para jóvenes dónde a los que caminamos por ahí y que somos viejos, nos dicen maestros. Se compra y vende de todo en el pasillo de Filosofía: libros de Athusser viejos, Mircea Elíade, películas de Passolini, Buñuel y Darío Argento, música de Reege y ¡Cat Stevens! Los estudiantes parecen peces en un estanque abarrotado.
Los chicos de Derecho visten como viejos. Corbata los hombres y traje sastre las chicas, o por lo menos un look formal que dice que les urge entrar a ganar dinero y formar parte del stablishmen. Ciencias Políticas contrasta y por ahí se puede ver a alguna pareja joven vestidos de darkettos. Arquitectura y Diseño Industrial parecen más terrestres. Psicología tiene las chicas más guapas. Se empieza a hablar lacaniano de una manera suelta… es mejor que el lenguaje del reforzamiento y la peste del conductismo.
Los vecinos de las colonias del sur, se sienten relativamente seguros, viven felices y aislados del resto de la ciudad, han dejado de ir al centro desde hace mucho y sólo en ocasiones muy contadas van por obligación y a disgusto. Eso sí, no tan aislados del mundo como los habitantes de Tecamachalco ó Echegaray, Hacienda Ojo de Agua, Santa Mónica, o quienes viven junto al club de Golf La Hacienda, que se sienten que viven en los Estados Unidos. De hecho, algunos tienen casas allá, para pasar temporadas y no aburrirse demasiado en el tercer mundo.
El norte de la ciudad es la parte más compleja porque algunas casas de allí podrían ser mansiones en cualquier parte del mundo, pero también, dónde se aloja la zona industrial de la ciudad, una zona gris y llena de fábricas que parecen sacadas de la película de Lang, dónde las calles no tienen un solo árbol y son planchas sin más de cemento con cuadras enteras que son sólo un muro alto de concreto. También vive gente ahí, en casas hechas de prisa y con lo mínimo necesario para venderse como condominios. Le Courvoisier se apenaría de ver lo que produjeron algunas de sus ideas: hacinamiento, ensimismamiento, apilamiento, soledad en conjunto.
Los coches circulan a toda hora y sin descanso. Las horas pico han dejado de existir hace tiempo y sólo en vacaciones o fines de semana hay cierta pausa. Tener auto aquí es un signo de distinción o por lo menos, de que no se está tan amolado. Moverse en metro y en bus es para los pobres y clasemedieros (para el ejército de obreros), moverse en taxi para los despistados o los dispendiosos, también, para quien tiene el auto en el taller.
Oriente es gris, como el cielo, la zona de la ciudad de los deshuesaderos de automóviles, del comercio barato de muebles, la salida hacia uno de los corazones del país y por tanto, atestada de buses, autos y trailers. No hay semáforos sobre Zaragoza a cierta altura, y sin embargo, el tráfico se para por largos minutos. El autovía eléctrico circula por el centro de la carretera llevando a los pasajeros a ligar con otros transportes que los llevaran más allá, a destinos lejanísimos.
Poniente es una tierra de contrastes. Zonas muy lujosas que obedecen a viejos barrios de clase como Las Lomas, edificios de consultorios de médicos judíos, y más allá el bosque y luego las casuchas perdidas.
También hacia la carretera al Ajusco casas y más casas, más allá algunos pueblitos con sabor a provincia que se defienden de la invasión del cemento. Algunos citadinos se han mudado acá y hecho casas a su gusto, desearían no volver a la ciudad, pero tienen que trabajar.
Condesa es la zona de los consultorios de analistas lacanianos, antes estaba la APM en el edificio Aristos, y de restaurantes. Los hay de comida polaca, china, griega y japonesa. Todavía sobreviven dos parques: el México y el España, rodeados por lo que fue el circuito del Hipódromo. Los edificios de apartamentos son viejos y hablan de un esplendor pasado, algunos se ven cómo sacados de centro - europa. La librería La Torre del Lullio del amigo poeta Agustín Jiménez, está casi frente a otra más grande de libros nuevos El péndulo.
La colonia Roma se cayó con el terremoto del ’85. Nadie se acuerda que alguna vez hubo un conjunto de edificios que se llamaba Multifamiliar Juárez, vestigio perdido del populismo alemanista de los años 50’s y que se derrumbó casi todo junto con este país que alguna vez soñó progreso. Últimamente algunos ciudadanos han comprado las casas viejas y las han arreglado, tratando de devolverles su esplendor. Aún se ven como fantasmas, algunos más vivos que muertos. Otros edificios han sido restaurados para convertirlos en apartamentos de lujo. Pero la colonia Roma no sigue siendo la misma desde el temblor a más de 20 años, algo murió además de las personas y los ambientes. Por lo pronto, ya no están las neverías y las sastrerías de antes, han sido substituidas por bares de mala facha y restaurantes de mariscos que ofrecen la cubeta de cervezas a precio módico. Ahí están como islas perdidas algunas sinagogas que conocí de niño, custodiadas por guardaespaldas que le preguntan a uno para qué toma una foto...
El centro sigue siendo el mismo porque ahí se paró el tiempo hace mucho y no ha circulado más aire que el viciado. La avenida Juárez está ahora poblada por edificios altísimos de oficinas, uno que otro hotel que rivaliza en pisos, y algunas de las librerías que conocí de niño: Porrúa, El sótano, y Ghandi centro. Hacia Reforma está Foto Regis una de las últimas casas grandes de fotografía que sustituye a la desaparecida Rüdigher y la por desvanecerse Lipkau (¡que comparte ahora el local con una nevería!).
República del Salvador todavía es la calle de los aparatos electrónicos y de las tranzas. Mientras uno camina por la calle, los vendedores fuera de las tiendas (que son ejército), le abordan a uno: ¿Qué buscabas amigo? ¿Te puedo ayudar en algo?
Tratando de atraer a la tienda de su patrón al cliente, y sacarle todo lo que pueden. La respuesta siempre es la misma: Eso que buscas no lo vas a conseguir, déjame ver si te lo encuentro… ¿O no te interesaría arreglar esa pieza? Se puede abrir y cambiar la celda de cadmio, te va a salir más barato y te va a durar más tiempo.
En Ayuntamiento está la XEW, la estación de radio que dio lugar al imperio de Televisa. En la calle hacen cola jóvenes de escasos recursos, deseando entrar a concursar en un programa X. La calle alberga tiendas de artículos de baño junto a vinaterías que ofrecen desde champaña hasta tintos argentinos con la efigie de Maradonna. La avenida siguiente tiene pequeñas y grandes tiendas de lámparas: todo para la iluminación. Un montón de changarros con tienditas con licuadoras Osterizer todas de acero como las que usaban las abuelas, allí se cambia el motor de batidoras y lavadoras.
Uruguay es la hacienda de las telas, las zapaterías y algunas tiendas de maletas que parecen estar ahí desde el Porfiriato. Caminar por ese piso, es viajar en el tiempo, visitar un México a punto de desaparecer. Los autos van y vienen sin descanso… los peatones son masas compactas en las que es fácil naufragar y dejarse arrastrar por la corriente.
Algunas calles son particulares. Dolores en una sola cuadra es el barrio chino. Cada año hay un desfile para celebrar en una fecha lumisolar distinta, estamos en el 4707. Sólo restaurantes orientales y venta de productos chinos: reproducciones de pagodas, espadas samurái, fuentes con agua circulante, inciensos y palillos, agujas y blusas estilo Hong Kong.
Lázaro Cárdenas, años antes San Juan de Letrán (alguna vez hubo una canción de salsa que rezaba: SLetrán de siempre), está cubierto de vendedores ambulantes. Piratas que venden copias de programas de computadora, de cursos de idiomas y programación, libros copiados en ediciones domésticas, películas de series de tv y cinematografía… pornografía casera y de estudio. Un vendedor grita su venta: ¡Hoteles de Tlalpan, moteles de Buenavista! Parece un mercado árabe, tal vez lo sea. Detrás del centro está el mercado de la Merced y Tepito, allí abundan los comercios baratos, la ropa de paca, los dulces típicos, americanos o chinos y las importaciones de artículos del otro lado que no pagan ningún impuesto. Me recuerdo caminando por ahí, simplemente por curiosidad, comprando dulces para mi hija y tomando fotos que perdí hace rato.
Alrededor del Bosque de Chapultepec están Las Lomas y Reforma, Polanco y Constituyentes. Es una ciudad dentro de otra ciudad, que tiene grandes zonas verdes y que podría ser descrita como un pedazo de NY en este rincón del planeta, con grandes Malls y Night clubs que aquí llamamos antros con entrada para más de mil participantes espectadores, que van a la noche como tiburones a cazar delfines. Cerca de ahí está Polanco, con la BMW, la Ferrari, y la Alfa Romeo ofreciendo sus caramelos a los pocos que pueden comprarlos. Por esas calles se circula tranquilo... también es cierto, que allí cayó el avión de Mouriño. Es un barrio que pertenece a judíos acomodados en más de un sentido y puede encontrarse uno que otro miembro de la comunidad Ashkenazi vagando por ahí, lo que en esta ciudad es más que una rareza.
¡Qué lugar tan estúpido es un Mall! Hay gente que busca pasar allí los fines de semana, perdida entre más gente que compra, suda, y pisa a los demás. Las tiendas cortadas con la misma tijera en todos los centros comerciales. Pareciera ser Neverland o la tierra del mago de Oz para los ansiosos consumidores. La comida sabe igual, los restaurantes son los mismos, las tiendas son las mismas, la gente parece ser la misma. Todo mundo se pone sus mejores galas para cruzarse apretados en los pasillos.
Allí puede uno encontrar las joyerías que antes estaban en el centro de la ciudad y que la abandonaron cuando los comerciantes ambulantes – hoy desaparecidos y relegados a mercados controlados – invadieron sus calles.
Polanco, también está surcado de tiendas de cualquier cosa que pueda desearse: artículos deportivos, autos de super lujo, cafés dónde puede uno tomar un thé negro en una botellita que dice: envasado en Illinois. Es aquí dónde circulan los chavos con dinero, las chicas jóvenes delgadas, rubias y blancas, que no quieren ser mexicanas. Porque esta ciudad también sufre de racismo en muchos sentidos, partes de ésta quieren olvidar su origen indio y que debajo del concreto están todavía los canales para las chinampas que circulaban antes de la conquista. El metro bus funciona perfectamente y cruza todo Insurgentes, que es decir mucho en realidad, un amigo me dice que es lento pero en realidad yo lo percibí muy eficiente y a bajo costo, menos atiborrado que el Metro que es un submundo ordenado pero difícil, que representa el quinto círculo del infierno de Dante perfectamente.
Más allá está Xochimilco, lugar turístico maravilloso que habla de ese pasado azteca y que alberga uno de los últimos canales de agua... reproduce la vida tal y cómo se daba antes de la llegada de los españoles.... un lugar que difícilmente visitaría un capitalino, y que es el sitio ideal para tomar chelas, gorditas migadas con longaniza, y hasta pulque.
CONTINUARÁ…