-- He was some boy. Cool Hand Luke. Hell, he's a natural-born world-shaker.
Recuerdo que mi padre me llevó de vacaciones en un único viaje en toda su vida. Fuimos a Veracruz para que visitara a su progenitor, que buscaba reconciliarse con su hijo bastardo, tras de haberse separado por muchos años, cuando el joven siempre despreciado, resolvió dejar de ser su sirviente e irse a estudiar medicina al DF a costa de muchos esfuerzos: cargar bolsas en el mercado, robar alimentos de una tienda para comer, etc.
Recuerdo que mi padre me llevó de vacaciones en un único viaje en toda su vida. Fuimos a Veracruz para que visitara a su progenitor, que buscaba reconciliarse con su hijo bastardo, tras de haberse separado por muchos años, cuando el joven siempre despreciado, resolvió dejar de ser su sirviente e irse a estudiar medicina al DF a costa de muchos esfuerzos: cargar bolsas en el mercado, robar alimentos de una tienda para comer, etc.
Después supe que mi abuelo, trataba de obtener ayuda de mi viejo, para salvar de la quiebra sus negocios: las Farmacias Ortega, y los hoteles que también estaban a punto de ser recogidos por el banco.
No sé bien en qué momento, me llevó al cine en una tarde de esas que parecen noches. Yo me veo de unos 7 u 8 años y cómo les digo, en una de las pocas veces que convivía con él, fuera de las visitas de fin de semana que siempre me parecieron obligadas, para los dos.
No sé bien en qué momento, me llevó al cine en una tarde de esas que parecen noches. Yo me veo de unos 7 u 8 años y cómo les digo, en una de las pocas veces que convivía con él, fuera de las visitas de fin de semana que siempre me parecieron obligadas, para los dos.
Fuimos a uno de esos cines que casi están desaparecidos, abarrotados de gente que se reía a carcajadas con lo que sucedía en pantalla o lloraba a coro las desgracias de los protagonistas. Generalmente esos cines populares, pasaban dos películas por un mismo boleto y ofrecían la permanencia voluntaria. El filme Cinema Paradiso de Ettore Scola ofrece algunas imágenes parecidas al cine de mi infancia. No sé si vimos la primera película, yo estoy seguro de que sí pero no sé cuál fue, mi padre adoraba el cine, incluso fue crítico en una revista que estuvo en los puestos de periódicos con tres o cuatro números.
El caso es que, ofrecían en pantalla Cool Hand Luke (La leyenda del indomable, 1967), con Paul Newman (para sus fans siempre: Blue Eyes) dirigida por Stuart Rosenberg. La película inicia con el protagonista destruyendo parquímetros en una pequeña ciudad, completamente borracho hasta la llegada del policía que le pregunta qué hace. Como sola respuesta, Luke continúa su tarea demoledora, mientras explica: Small town, not much to do in the evenin'.Continúa, con su estancia en prisión, penando por haber cometido un crimen contra la propiedad pública. Pasa inadvertido por sus compañeros al principio, poco a poco, va destacando como un antihéroe que se dedica a desafiar la estúpida autoridad del penal. Los presos se empiezan a identificar con él, quien recibe una y otra vez penas que intentan humillarlo y van desde innumerables días de encierro hasta trabajos absurdos como cavar y rellenar el mismo hoyo hasta el límite de su cansancio.
Decide escaparse, aún cuando su condena no es tan gravosa como la de sus compañeros y lo hace una y otra vez, a pesar de que es regresado siempre a la cárcel y castigado, cada vez, de manera más severa.
Hay algunas escenas inolvidables que hacen a esta película única: la apuesta en que Newman se traga 50 huevos y es ayudado por sus compañeros para conseguir su meta; el comentario al guardia experto tirador, que pide a los prisioneros que si van al baño, lo hagan cerca y que muevan una rama: Shakin' it here boss , que deriva en un intento más de huída; la foto entre dos fulanas que envía a sus compañeros convictos, que resulta ser la razón por la que lo regresan a la celda; la pimienta que riega en el campo y que vuelve locos a los perros sabuesos en una de sus escapadas.
Al final de la película, cuando parece que está completamente derrotado, decide robarse un camión. Un compañero le hace segunda y se va con él, pero su fuga termina en una iglesia con la policía rodeando el lugar y pidiéndoles que salgan con las manos en alto. Cool Hand Luke establece un diálogo con Dios, verdaderamente memorable:
¿Hay alguien ahí? Viejo… ¿Estás en casa esta noche? ¿Puedes concederme un minuto? Creo que es tiempo de que tengamos una pequeña charla. Sé que soy un cabrón… maté gente en la guerra. Me emborraché… dañé la propiedad municipal. Sé que no puedo pedir mucho. Pero, aún así, tienes que admitir que Tú no me has echado ninguna buena carta en mucho tiempo. Parece que tienes las cosas arregladas de tal manera que nunca pueda ganar, ni dentro, ni fuera. Todo son reglas y jefes. Tú me has hecho lo que yo soy… ¿Dónde se supone que debo encajar? Mira, Viejo, déjame decirte que empecé este juego de manera deportiva, rápido y con ganas. Pero estoy empezando a cansarme.
¿Cuándo termina todo? ¿Qué tienes en mente para mí? ¿Qué se supone que debo hacer ahora?
Después de arrodillarse y rezar, va hacia la ventana y recibe un tiro en la cabeza del rifle del jefe, que lo mata sin piedad harto de su rebeldía. Lo suben los oficiales moribundo a la camioneta, diciendo que lo llevan al hospital, pero en realidad uno sabe que va a morir.
Cuando terminó la película, mi vida cambió y de alguna manera dejé la niñez. Creo que me convertí en parte de lo que ahora me siento. Sé en este momento, que las fechas no coinciden y que mi recuerdo es inexacto, sacado de la penumbra de mis fantasías. El viaje a Veracruz para ver a mi abuelo debe haber sucedido años antes del filme de Rosenberg y quizá mi padre me llevó después, en uno de esos enfadosos fines de semana.
El caso es que, ofrecían en pantalla Cool Hand Luke (La leyenda del indomable, 1967), con Paul Newman (para sus fans siempre: Blue Eyes) dirigida por Stuart Rosenberg. La película inicia con el protagonista destruyendo parquímetros en una pequeña ciudad, completamente borracho hasta la llegada del policía que le pregunta qué hace. Como sola respuesta, Luke continúa su tarea demoledora, mientras explica: Small town, not much to do in the evenin'.Continúa, con su estancia en prisión, penando por haber cometido un crimen contra la propiedad pública. Pasa inadvertido por sus compañeros al principio, poco a poco, va destacando como un antihéroe que se dedica a desafiar la estúpida autoridad del penal. Los presos se empiezan a identificar con él, quien recibe una y otra vez penas que intentan humillarlo y van desde innumerables días de encierro hasta trabajos absurdos como cavar y rellenar el mismo hoyo hasta el límite de su cansancio.
Decide escaparse, aún cuando su condena no es tan gravosa como la de sus compañeros y lo hace una y otra vez, a pesar de que es regresado siempre a la cárcel y castigado, cada vez, de manera más severa.
Hay algunas escenas inolvidables que hacen a esta película única: la apuesta en que Newman se traga 50 huevos y es ayudado por sus compañeros para conseguir su meta; el comentario al guardia experto tirador, que pide a los prisioneros que si van al baño, lo hagan cerca y que muevan una rama: Shakin' it here boss , que deriva en un intento más de huída; la foto entre dos fulanas que envía a sus compañeros convictos, que resulta ser la razón por la que lo regresan a la celda; la pimienta que riega en el campo y que vuelve locos a los perros sabuesos en una de sus escapadas.
Al final de la película, cuando parece que está completamente derrotado, decide robarse un camión. Un compañero le hace segunda y se va con él, pero su fuga termina en una iglesia con la policía rodeando el lugar y pidiéndoles que salgan con las manos en alto. Cool Hand Luke establece un diálogo con Dios, verdaderamente memorable:
¿Hay alguien ahí? Viejo… ¿Estás en casa esta noche? ¿Puedes concederme un minuto? Creo que es tiempo de que tengamos una pequeña charla. Sé que soy un cabrón… maté gente en la guerra. Me emborraché… dañé la propiedad municipal. Sé que no puedo pedir mucho. Pero, aún así, tienes que admitir que Tú no me has echado ninguna buena carta en mucho tiempo. Parece que tienes las cosas arregladas de tal manera que nunca pueda ganar, ni dentro, ni fuera. Todo son reglas y jefes. Tú me has hecho lo que yo soy… ¿Dónde se supone que debo encajar? Mira, Viejo, déjame decirte que empecé este juego de manera deportiva, rápido y con ganas. Pero estoy empezando a cansarme.
¿Cuándo termina todo? ¿Qué tienes en mente para mí? ¿Qué se supone que debo hacer ahora?
Después de arrodillarse y rezar, va hacia la ventana y recibe un tiro en la cabeza del rifle del jefe, que lo mata sin piedad harto de su rebeldía. Lo suben los oficiales moribundo a la camioneta, diciendo que lo llevan al hospital, pero en realidad uno sabe que va a morir.
Cuando terminó la película, mi vida cambió y de alguna manera dejé la niñez. Creo que me convertí en parte de lo que ahora me siento. Sé en este momento, que las fechas no coinciden y que mi recuerdo es inexacto, sacado de la penumbra de mis fantasías. El viaje a Veracruz para ver a mi abuelo debe haber sucedido años antes del filme de Rosenberg y quizá mi padre me llevó después, en uno de esos enfadosos fines de semana.
Sin embargo, en mi memoria, al final de la película estoy llorando. El viejo voltea a verme y me pasa un pañuelo. Le doy las gracias y me digo a mí mismo, que ya entendí… que mi padre no me ha traído nada más así, sino que me ha querido decir algo: Que uno no debe rendirse frente a la adversidad, que hay que oponerse a toda autoridad sin sentido, que la vida es una cuestión de principios y no sé que tantas otras cosas que imaginé en aquel momento, significativo también, porque fue la única vez que vi a mi abuelo.
Ahora estoy seguro de que papá escogió ese cine sin saber nada de la película. Sin embargo, en ese momento sentí que quería, incluso, más que hablar conmigo de lo que significaba la vida, mostrarme eso mismo.
Más adelante, seguí viendo películas de Newman y encontrando en The Hustler (1961) Hombre (1967), Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969), The Sting (1973), The Verdict (1982) o The Color of Money (1986), el mismo personaje cínico, libertario y sin ataduras que vive de acuerdo a sus propias reglas y sin plegarse a lo que otros dicen.
Ayer murió Blue Eyes y nunca había sentido dolor por la muerte de un artista de cine. Pero esta vez, cuando vi en la primera plana su foto y su obituario, hasta me salió un grito de sorpresa. Y es que yo creía que iba a vivir para siempre y que era uno de esos dioses que decidieron dejar el Olimpo y acompañarnos en nuestra vida de pequeñas miserias.
¿Qué se puede decir de él que no haya dicho la prensa esta mañana?
Era un luchador en todos los sentidos. Actor de cine que había venido de una familia muy pobre y compartió con Brando y James Dean, el New York Actors Studio de Lee Strasberg que revolucionó el teatro y el cine.
Su primera película (The silver chalice, El cáliz sagrado 1954), que pasaba todas las semanas santas en la tele cuando yo era niño, le disgustó tanto a Newman que cuando llegó a ser famoso, compró una plana entera del periódico para disculparse ante el público por ese filme.
Fue uno de los primeros actores que compró su contrato para poder elegir sus papeles, abandonó Hollywood para mudarse a la costa este de Estados Unidos dónde: “aprendió a no tomarse en serio”. Fue actor en más de 60 películas, director, productor y activista en la lucha por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam, ganándose enemigos como Nixon, enemistad de la que estuvo orgulloso toda su vida.
Al final, se dedicó a labores altruistas en favor de los más desfavorecidos, no dejando por eso de lado, su afición por los autos de carrera y la cocina gourmet. Vivió todos esos años con su segunda mujer, la bellísima Joanne Woodward, que estuvo a su lado en la muerte. Enfermo en el hospital, decidió salir de los cuidados intensivos, para ir a vivir los últimos días junto a su familia y los suyos.
Descanse en paz uno de los grandes, que nos dio un ejemplo, una lección de vida a muchos. Gracias por todo Paul, si me escuchas y estás en alguna parte.
Al final, se dedicó a labores altruistas en favor de los más desfavorecidos, no dejando por eso de lado, su afición por los autos de carrera y la cocina gourmet. Vivió todos esos años con su segunda mujer, la bellísima Joanne Woodward, que estuvo a su lado en la muerte. Enfermo en el hospital, decidió salir de los cuidados intensivos, para ir a vivir los últimos días junto a su familia y los suyos.
Descanse en paz uno de los grandes, que nos dio un ejemplo, una lección de vida a muchos. Gracias por todo Paul, si me escuchas y estás en alguna parte.