¿Es una paradoja de la vida que se vuelva uno más infantil a medida que se va haciendo más viejo? He observado que amigos de mi generación se convierten en verdaderos necios, otros tardan más en entender las cosas o se vuelven timoratos, a mí personalmente se me olvidan nombres que resultaban antes completamente familiares.
En cualquier caso, mi sobrino Santiago cumplió dos años y en compañía de su papá nos fuimos al circo Solaris (pequeño magnífico espectáculo), creo que lo disfrutamos tanto como el chico y nos sentimos como niños a su lado. Fue genial verlo atento sin perder un movimiento de los artistas de la única pista.
Aunque entiende todo apenas habla, pero no paraba de murmurar y comentar en voz alta. Le asombraron los tigres que se le explicó son - más o menos - como nuestro gato Boris. Le fascinó la equilibrista rusa, pero cuando se le preguntó qué era lo que más le había llamado la atención, contestó sin dudar: Yasos.
Del payaso, no tengo fotos (singular: sólo era uno. El plural viene de su deseo y del sobresalto que le causó). Puedo asegurarles que no era lo mejor del espectáculo. Pero a los niños es siempre lo que más les llama la atención. Quizá por lo grotesco y pintarrajeado de su porte, pero más bien, porque es una manera de burlarse de la vida seria de los adultos, de su prudencia, juicio y madurez, de su erotismo fijado y de sus modos serios.
¡Qué gran espectáculo sigue siendo el circo! Nos recuerda que nuestra civilización no está tan lejos de los romanos imperiales.
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