Empiezo esta nota con una anécdota. Corría el año de 1995 y mi primera mujer, junto con una amiga (también médica, y por cierto: psiquiatra), estaban entusiasmadas por ir a la presentación del libro La utopía desarmada de Jorge Castañeda, que tendría lugar en algún auditorio del Distrito Federal. Recuerdo que me querían arrastrar al asunto y me decían que además de guapísimo, el tipo era uno de los intelectuales más importantes de nuestro país y que si en alguien podíamos confiar para cambiar el futuro, sería precisamente en gente como él, comprometida y estudiosa, que había cursado la licenciatura de Economía en Princeton y el Doctorado en Historia Económica en la Universidad de París.
Ellas regresaron felices con un libro autografiado y hablando de lo brillante que había sido el evento. Yo espero que Gloria Alicia, que personalmente recuerdo con cariño (también a mi ex), no conserve ese libro y lo haya tirado finalmente a la basura.
No sabía por qué, pero el tipo, lo que me causaba era desconfianza. Su currículo impresionante como profesor de diversas universidades dentro y fuera del país, o editorialista de diversos medios importantes, no me pareció que coincidiera con el contenido de su libro, que no era un análisis de la izquierda revolucionaria, sino un relato plano de hechos: innecesario o por lo menos inútil, sin un razonamiento sobre el contexto histórico que fuese más a fondo sobre las razones de dichos movimientos.
Parecía la revelación simple de la triste historia de un grupo de locos o muchachos perdidos que habían optado por las armas sin ninguna razón contundente y que cómo habían aparecido, luego se habían ido o muerto en su empresa. Después supe que un dirigente cubano lo había catalogado más que una investigación, una delación.
Sabía que había estado en el desaparecido Partido Comunista, y conocí a alguno de sus amigos, que lo despreciaba abiertamente. Uno no debe confiar en los juicios severos y apasionados, así que tomé esas opiniones sin hacerme una idea profunda del personaje. Jorge Castañeda, lleva el nombre de su padre, un destacado político priista que había ocupado la Secretaría de Relaciones Exteriores de 1979 a 1982, durante el sexenio de José López Portillo y había aprovechado todas las ventajas de ser hijo (junior) de un hombre tan poderoso.
Años después, el periódico El Universal publicó una nota (02.02.09) dónde hizo públicas sus actividades en los años 80’s de espionaje para los servicios cubanos, tras de rascar en un expediente de información - más de 200 páginas -, hecho público tras la censura, firmado por el que fuera jefe de los servicios de represión e inteligencia del estado mexicano durante muchos años, el nefando Nassar Haro.
En declaraciones al New Herald, días después (05.02.09), se apresuró a declarar que: "colaboraba con mi padre como enlace y contacto con las izquierdas latinoamericanas, con pleno conocimiento de él y del presidente (José) López Portillo, siempre defendiendo los intereses de México y, más bien, desde entonces, contra la visión cubana para la región”.
Dichas afirmaciones fueron complementadas con una declaración pública en la radio (citada en el Blog: Baracutey cubano) en que señaló:
“Es una muy vieja historia que mucha gente ha contado muchas veces la participación que tuve en las distintas decisiones de política exterior de México".
"Todo eso que hacía no sólo lo hacía con el pleno conocimiento de mi padre, que era el secretario de Relaciones Exteriores, sino del presidente López Portillo, quien estaba perfectamente enterado del papel que yo desempeñaba", agregó.
"No es que me moleste todo esto, es totalmente público, y obviamente la acusación de espionaje es absurda, no puede uno espiar con el beneplácito del espiado… pero la pregunta es ¿por qué lo sacan ahora?", señaló.
Confesiones estúpidas que ponían de manifiesto, la importancia que tiene para la práctica ciudadana en México, ser hijo de tal o de cual, y gozar de los privilegios de pertenecer a una determinada clase familiar o social. Un hijo de político, opinando y forzando decisiones ante su padre y el presidente de entonces, es una figura patética que más que tranquilizar a la opinión pública, debiera preocuparla y horrorizarla.
Antes de este remolino, Jorge Castañeda fue asesor íntimo de Cuauhtémoc Cárdenas por allá del año 1988. Gesto político que no le impidió cambiar de bando sin escrúpulo alguno, en el año 2000 para asesorar a Vicente Fox que batallaba para la presidencia del conservador y derechista PAN, que entre brujerías maléficas, estrategias políticas y cambios de criterio en la cúpula gobernante, llegó a la presidencia. Luego, entre 2000 y 2003 fue nombrado canciller, exactamente en el mismo puesto que ocupó su padre, ocasionando que México votara contra Cuba – por primera vez – en la Comisión de Derechos Humanos de la OEA.
Tras diferencias con Fox y otro escándalo, salió del gobierno panista y después hizo una serie de declaraciones contra el equipo del que formó parte, que derivaron luego en libro. No conforme con escribir sus libros de chismes políticos, participar como editorialista y asesor político, decidió contender por la presidencia en 2006 como candidato independiente contra todas las reglas políticas que establecen en este país la necesidad de pertenecer a un partido político. Por supuesto, no logró su objetivo, y dedicó el resto de sus esfuerzos a tratar de detener la candidatura de Andrés Manuel López Obrador.
Reapareció a la luz de los medios, en el segundo semestre de 2008, tras un escándalo político en el que se hicieron públicas las conversaciones grabadas de la maestra Elba Esther Gordillo, en las que parecía tener un vínculo íntimo con el señor Castañeda. Se dijo en la prensa que ella le habría obsequiado a su amante, un vehículo Hummer, lo que Jorgito negó con exaltación, así como antes había rechazado las acusaciones de ser espía.
Entrevistado en octubre de ese año, poco antes de dictar una conferencia a socios del Colegio de Contadores Públicos del Estado de Puebla, dónde habló del tema de la crisis nacional en materia de seguridad pública y lamentó que el gobierno federal fuese perdiendo en la guerra que declaró contra los carteles de la droga, señaló que la solución de nuestros problemas correspondía al infame Bush. Y, como colofón de la entrevista, Jorge Castañeda se dijo extrañado porque a la fecha, su amiga Elba Esther no le habría mandado de regalo ninguna camioneta Hummer, cómo se había insinuado en los medios. Agregando que el SNTE (sindicato de maestros) estaba en todo su derecho de utilizar las cuotas sindicales como mejor le pareciera y comentando al final de la entrevista, que este tipo de regalos no era novedoso.
El día de ayer en un periódico, casi de inmediato, ante las afirmaciones de Fidel Castro (El Universal 12.05.09) sobre que el gobierno mexicano habría ocultado informar de la gripe AH1N1 antes de la visita que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, realizó a México a mediados de abril, el ex canciller mexicano volvió a abrir su bocota. Dijo ante la prensa (El Universal 12.05.09):
"Se suponía que ya eran amiguitos Calderón y los Castro", y se dijo extrañado, más no sorprendido por los comentario del mandatario del país caribeño.
"No me sorprende porque yo sé por experiencia, no sólo como secretario sino como alguien que lleva 40 años estudiando la revolución cubana, que Fidel Castro no tiene amigos, tiene intereses, tiene opiniones, tiene posiciones, amigos no", dijo el ex funcionario federal.
Las declaraciones son increíbles, verdaderamente surrealistas, no tanto por el tono bárbaro de sus afirmaciones, sino por venir de quien vienen y con la historia política que caracteriza a semejante cangrejo engreído, desvergonzado actor, de la escena política mexicana.
¡Ahora resulta que el empleado de los servicios cubanos de inteligencia, el político que cambió tantas veces de colores y amigos, se atreve a calificar de interesado a Castro!
Generalmente no hablo de políticos en este espacio, intento alejarme de toda política. No me interesa hablar de ellos. Son tan obtusos, fanfarrones, torpes y melones, la mayoría de nuestros delegados y gobernantes. No representan más que sus propios intereses y los de aquellos que pueden comprar sus servicios.
Pero esta vez, me colmó la paciencia este personaje de parodia. No sólo por él, sino por lo que representa. Una política nacional completamente corrupta en la que las diferencias entre cualquiera de las opciones son mínimas. Votar por un partido da igual que votar por el otro. Es por eso que un político puede cambiar de un partido a otro, porque no hay principios, ideología ni filosofía, sólo conveniencia propia y gusto por el poder.
Estamos a punto de elecciones en este país y las campañas en televisión no muestran ninguna credibilidad. Todo es vano, insulso, y se dirigen al ciudadano como si fuese un idiota ¡Pobre México!
Jorge Castañeda es la caricatura grotesca de un político mexicano en funciones. El último paso, en la degradación humana y debe ser calificado como una costra de la gangrena social que padece nuestro país respecto a la actividad pública. Es el ejemplo a no seguir que, sin embargo, priva en nuestra nación y que sólo produce malestar, asco… náuseas. La representación triste también, de nuestra vida ciudadana, académica y social... el gusto por las apariencias, la mentira y el grand guiñol.
¿Cómo es posible que este arlequín pueda seguir teniendo tal espacio en la vida política? Y una última pregunta, más importante: ¿Cómo es posible que existan tantos cómo él en este país, en activo?