BLOG de JULIO ORTEGA B. SUEÑOS, ASOCIACIONES LIBRES, INVESTIGACIONES Y CONFESIONES DE UN ANALISTA EN LA WEB.
miércoles, 30 de diciembre de 2009
Feliz año!!!
LES AGRADEZCO A TODOS LOS QUE SIGUEN MI BLOG, EL FAVOR DE SU ATENCIÓN... SEAN FELICES Y NO TOMEN MÁS DE LA CUENTA ESTE FIN DE AÑO... PERO TÓMENSE UNA COPA A MI SALUD.
MIS MEJORE DESEOS Y AQUÍ NOS VEREMOS ... CON EL FAVOR DE DIOS... EL AÑO PRÓXIMO.
lunes, 28 de diciembre de 2009
Visitante nocturno.
domingo, 27 de diciembre de 2009
viernes, 25 de diciembre de 2009
Carl Gustav Jung y el Nacionalsocialismo
Laura Ibarra García
Centro de Estudios Europeos
Universidad de Guadalajara
________________________
El inconsciente ario tiene
un potencial
mayor que el judío [...].
A mi juicio,la actual psicología
médica ha cometido un grave
error al aplicar indiscriminadamente
categorías, que ni siquiera son válidas
para todos los judíos, a los germanos
cristianos o eslavos
[...].
La psicología médica ha sostenido que
el secreto más precioso de los germanos,
el fondo de su alma creadora y llena
de fantasía, es un
pantano infantil
y banal, mientras que por décadas,
mi voz que
advertía de ello, ha estado bajo la sospecha de ser
antisemita. La sospecha provino de Freud. Éste no
conocía el alma germana, como tampoco la conocen
sus seguidores.
Estas palabras fueron escritas por C. G. Jung en enero de 1934. Ellas dejan ver el rumbo que tomaría la psicología en Alemania durante los once años en que el país estaría dominado por los nacionalsocialistas. Mientras Sigmund Freud y Alfred Adler, quienes pertenecían a la comunidad judía de Viena, eran blanco de numerosas difamaciones que aparecían en periódicos nacionales y en revistas especializadas, Jung sintió que había llegado la hora en que el régimen alemán lo habría de reconocer como uno de sus grandes intelectuales.
Jung pensaba que sólo su teoría, conocida como psicología analítica, lograba explicar realmente el surgimiento del nazismo, la grandeza de Adolfo Hitler y la supremacía psicológica del alma alemana sobre el inconsciente de los otros pueblos.
Jung estaba seguro de que tan pronto como los líderes nazis se dieran cuenta de las coincidencias entre su pensamiento y la ideología del nacionalsocialismo, él pasaría a formar parte de las luminarias académicas a quienes los nazis acostumbraban tributar un enorme reconocimiento.
A principios de 1933, Jung empezó a ser considerado en Alemania como el renovador de la psicología y de la psiquiatría. Él había venido a rescatarlas del estado de descomposición en que habían sido sumergidas por los judíos psicoanalistas. En ese mismo año, empezaron a ser quemados públicamente los libros de Freud. Los nacionalsocialistas recomendaban recitar en el momento en que éstos eran lanzados al fuego lo siguiente: "En contra de la sobrevaloración de la vida sexual que destruye el alma, y por la nobleza del alma humana, entrego a las llamas los escritos de un tal Sigmund Freud".
En junio de 1933, C. G. Jung fue nombrado presidente de la Sociedad Médica de Psicoterapia, que agrupaba asociaciones de diversos países. Los miembros de la Asociación Psicoanalítica Alemana, que tenía más de veinte años de existencia, la fueron abandonando, voluntariamente o por presiones políticas, e ingresaban a la Sociedad Alemana Médica de Psicoterapia, que se formó en 1934.
Como presidente de esta sociedad fue designado el psiquiatra M. H. Goering, primo del ministro de Aviación, Hermann Goering, el hombre más importante del régimen, después de Hitler. Gracias a los esfuerzos del psicoanalista Ernest Jones, quien gozaba en ese entonces de un gran prestigio internacional, fue posible que el doctor Goering permitiera que la Sociedad Psicoanalítica Alemana continuara existiendo como una división dentro de la Sociedad Alemana Médica de Psicoterapia.
En diciembre de 1933 fue publicada la declaración de principios que regía a esta sociedad. El escrito fue redactado por el mismo doctor Goering. En él se afirma lo siguiente:
Esta sociedad tiene la tarea [...] de unir a todos los médicos alemanes [...] que pretenden formarse y practicar la terapia psiquiátrica conforme a las concepciones nacionalsocialistas. La Sociedad presupone que todos sus miembros activos, los que hacen uso tanto de la palabra verbal como escrita, han trabajado el libro fundamental de Adolfo Hitler, Mi lucha, con toda la seriedad científica y lo reconocen como fundamento. La Sociedad pretende colaborar en la obra del Kanzler, educando al pueblo alemán hacia una convicción heroica orientada al sacrificio.
Aunque años más tarde Jung negó haber tenido conocimiento de esta declaración de principios antes de su publicación, él era en ese entonces editor y responsable de la Revista de Psicoterapia, en la cual fue dada a conocer la declaración. Las páginas editoriales del número en que apareció la declaración fueron escritas por el mismo Jung, y su contenido se apega al sentido de las palabras del doctor Goering: "Las diferencias que realmente existen desde hace mucho tiempo entre la psicología germana y la judía no deben continuar siendo ignoradas; para la ciencia, esto sólo puede ser provechoso". Con ello, Jung mostraba que no sólo estaba interesado en señalar las diferencias entre ambas psicologías, sino en proclamar la superioridad de la psicología alemana frente a la judía. Jung, por cierto, nunca se distanció públicamente del manifiesto psiquiátrico del doctor Goering.
Diversas publicaciones muestran que Jung participó voluntaria y conscientemente en las difamaciones que se divulgaban sobre los judíos y el psicoanálisis. A principios de 1934, en su artículo "Sobre la situación actual de la psicoterapia", afirma que el judío, como "nómada", no puede crear jamás una cultura propia; para desarrollar sus instintos y talentos tiene que apoyarse en un "pueblo anfitrión más o menos civilizado".
En este mismo artículo, Jung se empeñó en hacer notar la imposibilidad del psicoanálisis judío de explicar el surgimiento del nacionalsocialismo, y lo acertado y útil que resultaba su propia psicología en este sentido. "¿Ha podido (el psicoanálisis de Freud) esclarecer la grandiosa aparición del nacionalsocialismo al que todo el mundo observa con los ojos llenos de sorpresa? ¿Dónde se encontraba el ímpetu silencioso y la fuerza cuando todavía no había nacionalsocialismo? Ella se encontraba escondida en el alma germana, en aquel profundo fondo, el cual es todo lo contrario a la cloaca de los deseos infantiles insatisfechos y de los resentimientos familiares latentes". Jung va tan lejos en su deseo de desprestigiar las enseñanzas de Freud, que llega a señalar la concepción de éste sobre la neurosis como "la sucia fantasía de adolescente tenida por su autor".
En Suiza, algunos psicoanalistas reaccionaron con toda firmeza en contra de la posición de Jung. Entre ellos destaca Gustavo Bally, quien publicó en uno de los principales diarios del país, el Neue Zuercher Zeitung, fuertes críticas a las coincidencias de Jung con el nacionalsocialismo en lo que respecta al racismo, la ideología aria y el desprecio a los judíos.
Aunque muchos de los discípulos de Jung trataron, y aún lo hacen, de minimizar y restar importancia a su convencimiento y entusiasmo por el nacionalsocialismo, los testimonios son contundentes. Artículos, cartas y entrevistas constatan que Jung no sólo simpatizaba con las ideas de los nazis, sino que trató de devaluar la persona de Freud, de excluir su obra de los países de habla alemana y de beneficiarse a sí mismo de todo esto.
En una carta enviada a Wolfgang Kranefeld, un discípulo de Jung en Alemania y ferviente partidario del nacionalsocialismo, Jung aboga por una prohibición del "psicoanálisis judío": "Como es conocido, contra la necedad no se puede hacer nada, pero en este caso los arios pueden señalar que con Freud y Adler se están predicando públicamente puntos de vista específicamente judíos. Puntos de vista que, por cierto, tienen un carácter esencialmente destructor. Si la promulgación de este evangelio judío le resulta agradable al gobierno, pues es así y basta. Pero, por otra parte, existe la posibilidad de que esto no le fuera tan cómodo al gobierno...".
El 26 de junio de 1933, Jung concedió una entrevista a la Radio de Berlín en la que dio a conocer sus opiniones e intereses. Jung fue presentado por su entrevistador, el doctor Weizsaecker, uno de sus discípulos, como el "conocido psicólogo de Zurich, quien frente al destructivo psicoanálisis de Sigmund Freud logró oponer su psicología constructiva". El director del programa mencionó que el padre de Jung era un pastor protestante, mientras que Freud y Adler eran judíos. Por ello, según el doctor Weizsaecker, Jung contaba con un terreno totalmente diferente en su perspectiva general frente al ser humano.
En esta entrevista, Jung criticó la psicología de Freud y Adler como "una psicología enemiga de la vida". A la pregunta expresa sobre las diferencias entre su pensamiento y la psicología de Freud y Adler, manifestó: "Mire usted, uno de los privilegios más bellos del espíritu germano es dejarse influir sin condiciones por la totalidad de la creación en su inagotable diversidad. Freud y Adler sostienen sólo un punto de vista individual (sexualidad, anhelo de poder) frente al todo. La teoría de estos autores distorsiona el poderoso sentido de la totalidad hasta la necedad y la belleza propia de la totalidad hasta el ridículo". Para subrayar su distanciamiento con respecto a estos dos autores, Jung afirma que él "nunca pudo conformarse con estas posiciones enemigas de la vida". El doctor Weizsaecker le agradeció en especial esta aclaración, y afirmó que "precisamente esta respuesta sería para muchos una liberación".
Jung acentuó, de nuevo, la ventaja de su psicología sobre cualquier otra teoría. Ella no sólo está en situación de explicar los acontecimientos políticos en Alemania, sino también los cambios paralelos que en el arte y en la filosofía ocurrían en ese tiempo.
Tres años más tarde, en 1936, Jung publicó su famoso Himno a Wotan, el antiguo dios germano de las tormentas y del rayo. Esta divinidad es quien, desde el inicio de los tiempos, escondido en el alma alemana, desencadena las pasiones y el ansia de lucha. Para Jung, "el dios de los alemanes" explica más el nacionalsocialismo que los factores económicos, políticos y psicológicos.
En 1939, Jung concedió una entrevista al periodista norteamericano H. R. Knickerbocher en Zurich. En ese año, la política agresiva de los nazis estaba a la vista de todos: Austria, la ciudad de Dánzig, en Polonia, y la región de los sudetes, en Checoslovaquia, habían sido "anexadas" al tercer reich. La persecución de los judíos era entonces brutal y evidente. La Noche de los Cristales Rotos, en que las casas y negocios de los judíos habían sido apedreados o saqueados, había sucedido en noviembre de 1938. Nadie podía ignorar lo que estaba ocurriendo.
Jung, que entonces tenía sesenta y tres años, afirmó que "la mirada soñadora" de Hitler, "el rasgo más prominente de su fisonomía", lo había impresionado. "En sus ojos -decía- se encuentra la mirada de un vidente. Hitler es el altavoz que amplifica el murmullo inaudible del alma alemana". Él "se deja tocar por su inconsciente". Para Jung, el Führer es "como un hombre que atento escucha una corriente de inspiraciones, de cuya fuente escondida sale una vocecita y que conforme a ella actúa". "Hitler escucha y obedece" pues, según Jung, "el verdadero Führer siempre es dirigido".
En esta entrevista, Jung no sólo expresó su admiración por Hitler, sino que refirió también su simpatía por Mussolini. En comparación con Hitler, quien es "chamán, mitad dios, mito", Mussolini "es un hombre". Jung afirmaba haber descubierto en el dictador italiano "determinado corte de un hombre auténtico que dispone para ciertas cosas de muy buen gusto". Eran muestras de este "buen gusto" el hecho de que Mussolini haya tolerado al rey de Italia en su puesto y que él mismo se hiciera llamar "Duce" y no "Doge", como en la antigua Venecia.
Jung confesó al periodista norteamericano que después de haber experimentado "la gran felicidad de encontrarse a sólo unos pasos del Duche y del Führer" en un desfile militar en Berlín, se sintió un poco decepcionado por la seria actitud mostrada por Hitler. La emocionalidad del fascista Mussolini, por el contrario, le encantó. Jung admitió haber compartido con él su entusiasmo por el paso de punta en la marcha militar. "Frente a este paso -relata- Mussolini aplaudió con alegría; estaba tan contento como un niño pequeño en el circo".
Mientras Jung trataba de hacerse notar en los círculos nazis revistiendo la ideología nacionalsocialista de psicología profunda y justificando psicológicamente el racismo, Freud, su maestro y amigo paternal durante más de ocho años, tuvo que abandonar Viena y exiliarse, junto con su familia, en Londres. A los ochenta y dos años, no le fue fácil abandonar la ciudad en la que había vivido casi toda su vida. Pese a los esfuerzos de Freud por salvar la vida de sus cuatro hermanas, éstas fueron asesinadas en los campos de concentración de Auschwitz y de Thereseinstadt. Según un testigo que sobrevivió al holocausto, una de ellas, antes de entrar a la cámara de gas, gritaba: "Aquí hay un error, yo soy la hermana de Sigmund Freud".
A diferencia de sus seguidores, que aún hoy se empeñan en reprimir o ignorar las simpatías de su maestro por el nacionalsocialismo, Jung admitió haber cometido un error. Después de finalizar la guerra, en 1946, Leo Baeck, profesor de historia de la religión y representante de la comunidad judía, aceptó, aunque no de muy buena gana, conversar con Jung. Este rabino, así como Ernst Bloch, Thomas Mann, Erich Fromm y Herbert Marcuse, entre otros, había criticado con dureza el apoyo que Jung brindó públicamente al nacionalsocialismo y su pretensión de legitimar mediante la psicología el dominio nazi. En esta entrevista, Jung intentó defenderse y, aunque trató de transferir la culpa a los alemanes y su patología, reconoció "haber resbalado".
Sin embargo, hasta su muerte, ocurrida en 1961, Jung no logró distanciarse de su producción ideológica de los años treinta ni analizar las coincidencias entre sus ideas y la propaganda nazi. Esta tarea está aún por hacerse.
jueves, 24 de diciembre de 2009
Los intelectuales y el poder.
Interesantes artículos del No. 16 de la Revista de la Universidad de Guadalajara. Otoño de 199.
con referencia a: Entrada Dossier 16 (ver en Google Sidewiki)domingo, 13 de diciembre de 2009
Ghost Busters a film of 1954?
Para los amantes del cine, he aquí una broma fílmica preciosa... no es la única de whoiseyevan que está realizada a partir de cortes de escenas... jaja..
sábado, 12 de diciembre de 2009
martes, 8 de diciembre de 2009
Aldous Huxley entrevistado en 1958.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Judith Miller. Entrevista a El Clarín.
00:00 Entrevista Héctor Pavón.
La hija de Lacan, filósofa y presidenta de la Fundación del Campo Freudiano, sostuvo la vigencia absoluta del psicoanálisis. Y dijo que su padre ya predijo en 1973 la crisis financiera actual.
Por: Héctor Pavón
Es difícil saber lo que es un padre y también lo que es una madre..." Dice una intrigante Judith Miller, hija de Jacques Lacan, esposa de Jacques Alain Miller. Pero no se refiere a la pesada herencia psicoanalítica de su padre sino que las palabras surgen ante la pregunta sobre la paternidad que ostentan presidentes como Sarkozy y los Kirchner en países donde el psicoanálisis es una característica constitutiva de sus identidades. Judith Miller vino a Buenos Aires al XVI Encuentro Internacional del Campo Freudiano y al Encuentro Americano de Psicoanálisis Aplicado de Orientación Lacaniana, organizados por la EOL. En el octavo piso del hotel Plaza, Judith acomoda su elegancia parisina y habla de su padre, la persona a la que le debe tantos agradecimientos como reproches.
Han pasado 28 años de la muerte de Jacques Lacan. ¿Cómo ha envejecido su obra psicoanalítica? ¿Siguen vigentes sus palabras?
No entiendo. No puedo entender su pregunta porque todo esto tiene tanta actualidad, no sólo para mí, sino para cada persona. Cuando veo el esfuerzo que tenemos que hacer aún hoy para entender que Lacan en 1973 ya hablaba de la crisis que vivimos hoy y ver que eso no fue una profecía. El ha entendido la lógica del capitalismo. Hoy estamos sorprendidos por la crisis, pero Lacan dijo que no podía ser evitada: "hay un cambio del capitalismo que conduce a una reedición de sí mismo a través de una actividad que no tiene nada que ver con el desarrollo de un historial que será puramente financiero". Y concluía diciendo que eso iba a tener un efecto. Yo no podía entender cuando él decía que "somos todos proletarios". Yo no soy proletaria, soy parte de la burguesía. Pero tenía razón, hay una precarización general, mundial, de cada uno, que corresponde al desarrollo actual del capitalismo y que él ha entendido hace más de 40 años.
¿Y cómo se prepara al analista de hoy frente a esta precarización?
Es difícil. No formo parte de los que tienen que hacer eso, pero los analistas lacanianos tienen que inventar, recibir las sorpresas que puedan aparecer en la clínica de hoy. Eso no es nuevo, Freud ya había dicho que el psicoanálisis marcha con el mundo; y Freud en sí mismo ha visto que por ejemplo la histeria, desde que el psicoanálisis empezó a ser practicado, ha cambiado. Cada histérica, a partir del momento que hay un vínculo analítico, encuentra otras vías para resolver su pregunta, su enigma. Lacan decía en chiste que la histérica es histórica. El chiste juega con las coincidencias. La novedad permanente es la enseñanza de Lacan. Pero no quiero que sea equivalente a decir tenemos únicamente a la enseñanza de Lacan y no tenemos que hacer nada más que repetir lo que él ha dicho. Los analistas y la gente que trabajan con ellos, los analizantes, particularmente, me parece, participan de una búsqueda al nivel clínico, de la doctrina analítica, a cada nivel que hace parte de las luces lacanianas.
Usted se refería a las sorpresas que llegan al diván y para las que tienen que prepararse los analistas. ¿Cuáles serían?
La definición de una sorpresa es que es imprevisible. La profesión necesita una formación larga, amplia, intensa, profunda, que a la vez implica que los analistas siguen sabiendo que tienen que no saber. Y saben que ellos no saben lo que van a encontrar, ahí está la sorpresa. No es fácil eso, porque hay que ser uno mismo, muy bien analizado, quizás reanalizado, para mantener esta disponibilidad, esta capacidad de aprender una nueva cosa. Lo he visto con mis ojos en mi propia familia, no sólo con mi padre, también con otros analistas que estaban muy viejos, muy cansados, y que han seguido trabajando hasta el último día porque estaban de pie. También por mi padre: Lacan ha trabajado hasta el último día.
Y qué hace un analista cuando en su consultorio llega un empleado de Telecom donde se han suicidado 26 personas?
Pienso que constituyen una epidemia de suicidios los de France Telecom. Encarna lo que Lacan llamaba la precarización generalizada de cada uno en el momento de la historia humana que conocemos, en la cultura globalizada. Aunque tenemos el progreso de las tecnologías, el desarrollo de la ciencia, el malestar de la cultura persiste. Quizás porque tenemos todo eso, el malestar sigue, no hay liberación. Hay consecuencias también de lo que se llama el progreso, y es por eso que Lacan no se decía progresista y Freud tampoco. Pienso que el malestar está en el corazón del hecho de que estamos condenados a ser humanos.
¿Este momento de crisis general repercute también de modo singular en la consulta al analista?
Es evidente. Creo que fue así en cada época, no hay tantos períodos que hayan separado las épocas de la historia freudiana, pero creo que la Primera Guerra fue un momento importante para la obra de Freud. La Segunda Guerra también fue muy importante y Freud había previsto todo el horror que iba a producirse, en su obra de 1920 La psicología de las masas. Él había hablado de los que sería el fascismo antes de que se produjera.
Se repiten las voces que aseguran que los jóvenes latinoamericanos no pueden avizorar el futuro... ¿El psicoanálisis piensa en el futuro?
En primer lugar no conozco ninguna persona que no esté pensándose a sí misma en el futuro. Ahora, quizás un niño que no sabe cuál será su propio futuro, eso es diferente. Hay una angustia especial. Hoy los jóvenes conocen esta angustia. Quizás ellos no pueden decirla, pero tienen esta angustia. Es importante permitir a cada uno acercarse para ver de qué se trata esa angustia. Pero no podemos decir que ellos no tengan la dimensión del porvenir. Es una paradoja del capitalismo. Hoy, cuando el capitalismo trabaja cada día más sobre el tema de la seguridad, la inseguridad aumenta. Y de una cierta manera la infelicidad del capitalismo es que cuando empieza a trabajar sobre un punto para suprimirlo, lo refuerza. Es así para la exclusión, la segregación, todos los medios que se toma en el cuadro del capitalismo refuerzan la segregación. Y la precariedad aumenta en la medida que aumenta la seguridad, la promesa de seguridad. Pero pensar una vida sin seguridad, es pensar la vida como la muerte. Y, estar muerto para vivir bien es una paradoja también.
Existen terapias como las de las neurociencias que proponen tratamientos acotados. ¿Qué respuesta tiene el psicoanálisis ante el pedido de terapias breves?
Las neurociencias proponen tratamientos más breves, más cortos. Es verdad que el efecto de un análisis no es de normalizar a nadie. Un análisis saca a la luz la singularidad de la persona que ha consultado. Es muy difícil saber quién soy yo. Una experiencia analítica permite ubicar cuál es mi deseo; si quiero lo que deseo. Es decir ubicar la división que cada uno tiene. Eso toma tiempo, es completamente antipático al apuro contemporáneo. Queremos ahora, inmediatamente lo que esperamos y es difícil de no ceder a este apuro. Pero el psicoanálisis no puede ceder a eso. Es una trampa. Cuando se echa el síntoma por la puerta, vuelve a entrar por la ventana. Ese es un principio fundamental del funcionamiento de la repetición.
http://www.clarin.com/diario/2009/11/29/sociedad/s-02051171.htm