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martes, 4 de noviembre de 2014

La serpiente y el arcoiris. Wes Craven, 1998. Cineclub CPM / CARTAPSI. Comentario de Julio Ortega B.




Para las Almas en pena.

– What do yo want? 
– I want to hear you scream!

Wesley Earl Craven mejor conocido como Wes Craven , es un guionista y director de cine norteamericano, conocido por ser el creador de numerosas películas, entre sus filmes de mayor éxito se cuenta la debatible Pesadilla en Elm Street (1984) y la saga exclusivamente con propósitos monetarios y sin ningún valor artístico de Scream, pero otros trabajos suyos son más valiosos, cómo: La última casa a la izquierda (1972), Las colinas tienen ojos (1977) y La gente detrás de las paredes (1991). Dicen también que se inició en el cine a través de una película porno en la que participó como actor. Forma junto a David Cronenberg y John Carpenter, una tríada esencial para comprender el camino que ha tomado el cine contemporáneo americano de ficción y terror.
En esta película La serpiente y el arcoíris (1998) escoge tomar un tema que hoy está muy de moda en el cine y la literatura (hasta el absurdo de libros atribuidos a un tal Seth Grahame-Smith), que no es otro que el de los zombies y nos fue recientemente ofrecido en la película de Brad Pitt: World War Z (2013), siendo también el tema del juego de video Resident Evil y sus varias secuelas en cine protagonizadas por Milla Jovovich. Pero en ese momento, no era un tópico habitual a pesar de que ya había sucedido el filme de culto Night of the living death (1968) de George A. Romero basada en la magnífica novela Soy leyenda (1954) de Matheson, que no hemos exhibido en nuestro cineclub por considerarla muy conocida, y que no fue la primera película sobre zombies, pues pueden rastrearse por ahí, un par de viejas películas de los 40’s y hasta existe un filme del clásico director Roger Corman; pero la película de Romero, por sus características es sin duda el origen, de muchas películas similares, curiosamente no hizo rico al  director, que perdió los derechos de su obra, esta extraordinaria película casi homemade, que aún hoy sigue siendo terrorífica.
Sin embargo, la película de Craven, toca el tema de una manera muy particular, haciendo hincapié en ciertos aspectos que habitualmente no son tocados por otras películas de terror y que la hacen una curiosidad atractiva y sorprendente.
Voy a leerles completa, la definición del Diccionario de Monstruos de Máximo Izzi[1], pues no tiene desperdicio:

Zombie: (Haití – Vudú) 1. Son las almas de los muertos por muerte violenta, que siguen viviendo en la tierra en forma de fantasmas durante todo el tiempo que habrían vivido en condiciones normales. La misma suerte corren las mujeres que mueren siendo vírgenes. Los brujos hábiles pueden encerrar en botellas a esa almas y venderlas, ya que en ellas se encuentra un notable poder.

2. Más frecuentemente, con la palabra zombie se indica una persona aparentemente (¿o realmente?) muerta, que un brujo hace regresar a una especie de vida vegetal para explotarla como un esclavo. La visión deformada que el cine ha proporcionado de estos seres, pintados como monstruosos muertos vivientes, sedientes de sangre, no podría estar más lejos de la versión original. El zombie auténtico, en efecto, se distingue por su total abulia y su plena sumisión a la voluntad ajena. Ciertamente, bajo el mandato de esta voluntad podría ser inducido a actuar con violencia; pero en general se utiliza exclusivamente como peón o esclavo. La mención más antigua se encuentra en una novela de 1697, de Paul Alexis Blessepois, llamado Pierre Corneille: Le Zombie du Grand – Perou ou la Comtesse de Cocagne; pero la creencia no se populariza sino hasta principios del siglo XX cuándo la HASCO (Haitian american sugar company), con el incremento de la producción de caña de azúcar, pagaba a precio de oro a quien era capaz de proporcionar operarios para la cosecha. Se dice que entonces los brujos vudú empezaron a suministrar este tipo de trabajadores, que no pretendían quedarse siquiera con un pequeño porcentaje de la jugosa paga.
El estado zombie resulta evidente, según afirman presuntos testigos, sobre todo en la mirada: “La cara era inexpresiva y la mirada fija. Los párpados eran blancos, cómo si los hubiera quemado el ácido” (Hurston, 1939); “La cosa más horrible era la mirada, o mejor la ausencia de mirada. Los ojos estaban muertos, como ciegos, carentes de expresión” (Seabrook, 1971). La innata mansedumbre del zombie se puede transformar en ferocidad sólo en el caso de que coma sal, lo cual inmediatamente le da conciencia de su estado y puede llevarle a vengarse cruelmente de su “patrón”.
El nombre zombie todavía no se ha explicado de forma unívoca: podría derivara del congolés nvumbi, cuerpo sin alma, o nsumbi, demonio, o bien de una “revisitación” criolla del francés les ombres; o de un vocablo del área caribeña, zemi, que indica el espíritu de los muertos o los objetos con los que carga dicho espíritu.
En tiempos recientes, ante los numerosos testimonios documentados de occidentales que afirman haber encontrado auténticos zombies, han tomado cuerpo algunas hipótesis para explicar que se trata a menudo, si no siempre, de seres subnormales, que son odiosamente explotados por personas sin escrúpulos. Seabrook piensa en alguna droga capaz de simular el estado de la muerte, que se le suministraría al futuro zombie; luego el brujo que lo ha drogado lo desenterraría y lo utilizaría como esclavo; el escritor recuerda que el Código Penal de Haití, en vigor hasta 1952, todavía prevé penas específicas para un crimen de esta índole.
Hoy en día los experimientos realizados por el norteamericano Davis, parecen dar crédito a ambas hipótesis.
En efecto, la mayor parte de los casos estudiados por Davis resultan personas afectadas por graves deficiencias mentales, alcoholismo y epilepsia. Pero un cierto porcentaje parecería, en cambio, causado por la ingestión de un veneno nervino, la tetrodotsina, contenido en los peces de la familia de los Tetrodontílineos, capaz de provocar un coma profundo, que se puede confundir con la muerte (v. Draugar).

En la película en cuestión encontramos a un jovencísimo Bill Pullman haciendo el papel de un antropólogo aventurero a lo Indiana Jones, que ha sobrevivido al encuentro con un brujo del Amazonas y que es contratado por una compañía que podría ser la Bayer o la Johnson y Johnson, para que vaya en busca de la fórmula que hace zombies con la intención de recrearla en el laboratorio para hacer el bien (sin mirar a quién) y producir medicamentos que salven de la muerte.
Son momentos en que no se habla de biopoder a pesar de que para Foucault,  ya era obvio por sus seminario sobre Defender la sociedad , Genealogía del racismo de 1975 - 1976 y en el mismo año 76, su Historia de la sexualidad: La voluntad de Saber; que el control de los ciudadanos no se ejerce sólo a través de los manicomios y las cárceles, sino mediante la regulación de las investigaciones médicas sobre criterios de economía, rentabilidad de la inversión y aplicación práctica de esos productos médicos a los enfermos, sin importar necesariamente la búsqueda de la salud del paciente. En el biopoder, la medicina, la economía y el control de los cuerpos se mezclan para dar como consecuencia un resultado que no es otro que la docilización de los sujetos  a un orden impuesto, establecido desde fuera e independientemente de su voluntad. Los cuerpos necesitan ser amoldados a las necesidades del nuevo capitalismo que no parece ser protagonizado por una clase dominante en específico, sino que constituye sólo una pirámide absurda de gente infeliz desde la punta a la base en busca de una eficiencia del dispositivo sin importar la suerte de los sujetos.
Pero en nuestro filme, podemos ver a un buen e inocente antropólogo, que no busca otra cosa sino esa substancia mágica, sin cuestionarse los propósitos con que será utilizada. Lo que en realidad va a mostrarnos este filme involuntariamente, es el enfrentamiento del Occidente con otras culturas, en este caso la Haitiana, que ciertamente, sufrió una de las dictaduras familiares más crueles, empezando por Papa Doc, médico y político que gobernó primero en 1957 y luego asumió el trono del poder desde 1964 hasta 1971, y cuándo llegó su muerte dejó el puesto a su hijo Baby Doc quien asumió su cargo a los 19 años convirtiéndose en el dictador más joven de toda la historia, y se mantuvo hasta su derrocamiento en 1986. Todo esto es la melaza mítica, cruel que compone el trasfondo político mágico de Haití, lugar dónde el hambre, la miseria, la esclavitud y la explotación se mezclan cómo si fueran ingredientes lógicos que debieran componer la cultura caribeña (Cuba escapó a ese destino, para buscar otro). Por mi parte, recuerdo a ustedes que es el mismo sitio dónde transcurre una de las mejores novelas de Alejo Carpentier: El reino de este mundo, dónde hace propio de la esencia latinoamericana lo mágico y a la desmesura afroantillana la argamasa de individuos sorprendentes que viven vidas extravagantes atravesadas por el mito, la religión pagana, la magia y los dioses egoístas. El inconsciente  parece estar presente en la superficie sin ser un borde escondido y la realidad es un sueño que a veces se convierte en pesadilla. El erotismo está siempre presente de manera fácil y la sangre abunda caprichosamente, cómo parte de un salvajismo que mezcla la violencia con la lubricidad, sin que medie demasiada distancia entre estos terrenos.
De hecho, el suplicio, el miedo de la víctima, su indefensión, proporciona a los infames esbirros de la dictadura ( los Tontons Macoutes la milicia que aparece en el filme, y que originalmente fue inspirada por los camisas negras fascistas), excitación, un placer inexplicable que no puede ser cambiado por dinero o ningún tipo de favor. Nada más positivamente terrorífico que el sadismo de un salvaje torturador, un perverso sin límites, que busca el sufrimiento del otro. Craven lo ha captado con fineza y los fantasmas del mito se equiparan en estatura con la crueldad humana diurna del sádico. Las escenas son espantosas y nos tocan en lo profundo del corazón, tras de los acontecimientos de Ayotzinapan dónde el gobierno es capaz de matar a sus mejores jóvenes, dónde los policías se convierten en demonios infernales y no hay forma de escapar a sus abusos como no sea por la muerte ¡Qué palabra tan inútil es la crueldad! Otro vocablo roto es: sometimiento.
La violencia de parte de quienes se supone deben cuidarnos es sin duda la más atroz e irracional, pues revela un estado de caos y bestialidad difícil de resistir. Las tumbas aparecen y aparecen, cuerpos y más cuerpos, huesos, restos humanos, que se dice “afortunadamente” no son los de los normalistas… pero entonces: ¿No deberíamos de asustarnos más? ¿De quién son esos cuerpos? La figura del capitán Dargent Peytraud, no es muy diferente de algunos policías cómo los que protagonizaron este incidente de Guerrero, y me recuerda personalmente, al comandante Miguel Nazar Haro, agente de la CIA y cruel torturador que dirigió la guerra sucia contra los movimientos de izquierda que surgieron después del ’68 y que regenteó durante muchos años la Dirección Federal de Seguridad para al jubilarse, comandar una banda de robo y tráfico de autos norteamericanos en México, y volverse asesor de seguridad de regímenes sangrientos como el de Guatemala y el de Honduras, vínculo de negociantes con narcotraficantes, para finalmente fundar con sus hijos empresas de seguridad personal que aún siguen operando, ninguna diferencia entre el agente de justicia y el criminal. Puedo decirles que a pesar de que emergieron muchas pruebas en su contra, nunca fue enjuiciado y él siempre afirmó que estas acusaciones eran producto de una conspiración comunista.
La película no es sólo de terror, sino podría entrar dentro de la categoría de thriller psicológico y nos muestra a este hombre blanco, norteamericano topando con una cultura extraña, siniestra, negra y obscura que está habitada por la magia, no debemos olvidar que Papa Doc era considerado casi un Dios. El panorama no es sólo de terror sino de espanto frente a la violencia salvaje de Estado, pues sabemos que la tortura y la muerte de los enemigos de estos dictadores, era la práctica habitual para combatir a la oposición.
El filme tiene el mérito de introducirnos también, en costumbres y hábitos completamente desconocidos para nosotros que ejercen un efecto fascinante y hasta hipnótico por su fuerza natural y extrañeza. Las escenas de la procesión son auténticas, el arroyo sanador y muchos de los bailes lo son también. Aún vivimos en la magia en muchos sentidos, la ciencia como ideal, es sólo una quimera de los incautos.
La presencia de la Doctora Cathy Tyson (Marielle Duchamp) es uno de los elementos que da más fuerza a la trama, pues su belleza exótica negra, cautiva a causa de  su sensualidad y salvajismo,  singularmente su personaje nos hace saber que también ella a pesar de ser una científica, no puede escapar a la magia que le rodea,  su ser femenino se encuentra atado a la naturaleza de la selva. El ontos animal jaguar de Pullman se une a la serpiente, la madre tierra, bajo el arcoiris del arroyo. El racismo acaba en la cama siempre. 
La muerte por otro lado, es la principal adversaria, ese final del túnel que nos espera a todos nosotros y que no podemos evitar, parece evitable por la nervina, al mismo tiempo nos condena a purgar entre la vida y la muerte, a no ser lo que fuimos, a volvernos esclavos del otro, pareciera que la salvación de la muerte nos conduce siempre a males aún peores. Nuestro ser parece estar condenado a ser para la muerte a reserva de convertirnos en habitantes del infierno.
Curiosamente cómo lo menciona el diccionario, la práctica de crear zombies parece haber estado ligada justo al capitalismo y pareciera recordarnos que todo aquello que toca Occidente con su lógica de explotación da lugar a la perversión de las costumbres locales y la crueldad más despreciable.
Bill Pullman parece triunfar en principio y tras de muchos esfuerzos en los que mide sus fuerzas con los primitivos, obtiene la preciada tetrodotsina de Mozart (en la que ha tenido que participar para su elaboración) sólo a cambio de la fama y un reloj, cómo se sabe, los primitivos de la América Caribeña son simples y estúpidos, fáciles de engañar a cambio de cuentas de vidrio, por los nuevos conquistadores norteamericanos.  
Sin embargo, en una cena de celebración de los negociantes, la esposa del empresario Alan es poseída por Peytraud, haciendo patente la inutilidad de la racionalidad frente a la magia. Pullman vuelve a Haití, dónde es enterrado vivo y finalmente salvado por un exzombie que se apiada de él. Viene el golpe de Estado, la emancipación del pueblo, simultáneamente a su escape de la muerte. La magia negra es vencida por el deseo de libertad y la democracia. Las escenas de la televisión son auténticas (es un acierto el incluirlas) y se combinan con las de la filmación. Sabemos que la película por su tema, no pudo filmarse del todo en Haití y terminó de realizarse en República Dominicana, la pesadilla no estaba muy lejos todavía como para remover las tumbas.
Pullman regresa a la sede de los Tontons Macoutes buscando a Marielle. Ha adquirido poderes tras de sobrevivir a la muerte. El espíritu de su amigo Lucien y su alma de jaguar derrotan a Peytraud, Marielle es salvada por la magia del hombre blanco mezclada con la del hombre primitivo. Todos parecen estar contentos… quien parece beneficiarse más con todo al final no es la feliz pareja, ni siquiera el pueblo, sino la farmacéutica que contrató al antropólogo.



[1] Izzi Massimo. Diccionario ilustrado de los monstruos. Alejandría, Barcelona 2000.

1 comentario:

Vicent Llémena i Jambet dijo...

Interesante reflexión de la que destaco, para mí, una: el racismo siempre acaba en la cama.
Mire, yo, de pequeño admiraba a las mujeres más diferentes, en mi país, de las de mi región, pues bien, acabé casándome con una de ellas, racismo y admiración son casi sinónimos, hoy ya no la admiro, que también, sino que la amo.

Vicent

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