Para Alejandro Cerdá.
Estoy en el Superama cerca de casa, comprando las cosas que semanalmente consumimos o se me antojan. Camino por los pasillos y me acerco a las verduras, no sé si llevar duraznos o manzanas, quizá debo tomar algo de papaya, pienso en su contenido nutricio y cómo es que el médico me ha dicho que no consuma alimentos que contengan demasiada azúcar, pues según él, soy prediabético.
Estoy en el Superama cerca de casa, comprando las cosas que semanalmente consumimos o se me antojan. Camino por los pasillos y me acerco a las verduras, no sé si llevar duraznos o manzanas, quizá debo tomar algo de papaya, pienso en su contenido nutricio y cómo es que el médico me ha dicho que no consuma alimentos que contengan demasiada azúcar, pues según él, soy prediabético.
Uno de las desventajas de hacerse viejo, es que cuándo
puedes pagar todo lo que quieres consumir, ya no puedes hacerlo, porque tienes
que pensar en tu nivel de triglicéridos, colesterol, etc. Y las consecuencias
de una comida sabrosa sin que midas tus calorías. Es fatal llegar a mi edad,
pensando que aún eres joven, hasta hace poco tiempo tiempo andaba en moto y a
veces extraño esa sensación de pequeño dios del Olimpo al correr en la
carretera a 150 kms/h.
Afortunadamente no tengo ya úlcera, gastritis o
colitis, porque si no estaría jodido. Tomo aún 4 ó 5 tazas de café al día sin
problema. El remedio fue cambiar mi vida y largarme de la gran ciudad. Hoy
tengo menos problemas de los que tenía hace unos veinte años, gracias
precisamente a un largo psicoanálisis. Eso me ha hecho también de una manera
particular, no soy un hombre ambicioso, mezquino ni fastidioso cómo los
amargados solos, que llegan a mi edad. También renuncié a hablar en lacaniano
para saber que estoy haciendo psicoanálisis, me dirigí más hacia la filosofía y ahora divido mi tiempo entre una cosa y otra. Allí está la
Universidad llena de profesores viejos que nunca escribieron ni escribirán un libro,
que su mayor interés está en perseguir jovencita (o) s y que se burlan
de los sucesos sociales. Que dicen que los normalistas de Ayotzinapa son ayotzinacos y que la verdadera filosofía
no tiene nada que ver con los acontecimientos políticos de nuestro país. Que la filosofía es una cuestión de conceptos, definiciones y problemas. Nuestros estudiantes de la facultad -- en la ciudad dónde vivo -- son los únicos al margen de los acontecimientos nacionales, hasta es lógico que una parte de los egresados y profesores tengan como fuente de trabajo: el congreso del estado.
Son el tipo de gente que escribe discursos y producen ideas como la de que el Estado regale teles a diez millones de familias en tiempos preelectorales, para ganárselas y apendejarlas un poco más . Me parece que se pasan sin problema, por el culo, las tesis sobre Feuerbach de Marx. Bueno, la metáfora es bastante clara ¿O no lo es? Precisamente la tesis XI dice: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. Eso no significa nada para ellos.
Son el tipo de gente que escribe discursos y producen ideas como la de que el Estado regale teles a diez millones de familias en tiempos preelectorales, para ganárselas y apendejarlas un poco más . Me parece que se pasan sin problema, por el culo, las tesis sobre Feuerbach de Marx. Bueno, la metáfora es bastante clara ¿O no lo es? Precisamente la tesis XI dice: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. Eso no significa nada para ellos.
Estoy empujando el carrito de súper por el pasillo, y
un hombre más bajo de estatura se me acerca a paso rápido, cómo si quisiera
alcanzarme y no dejarme escapar. Estoy acostumbrado a todo, veo pacientes todos
los días, y acomodadito en el sillón, he desarrollado atención y sensibilidad
para la escucha. Me sorprende que eso suceda entre los analistas. Aún a pesar la
vejez, son sensibles a las cosas que importan, quizá porque sepan que en el
fondo, todas las historias no son sino de amor.
Me dice en un inglés acelerado: -- ¿Cómo sintió usted esa forma de destrozar a Beethoven? El último
movimiento de esa Novena, tendría que haber sido más rápido, no hubo suficiente
carácter en el coro, la orquesta y el coro no iban en el mismo tiempo, y eso
dio un carácter incierto a la interpretación. Usted sabe que las indicaciones
de tiempo de Mr. Ludwing, fueron puestas muy específicas, incluso con metrónomo
¿No tendría que haber respetado el
director esas puntualizaciones?
Suena mi celular recién cambiado, un Sony Xperia del que me arrepiento, no
quise dar el paso al Iphone y tengo
que pagar las consecuencias. Es la sirvienta que me pregunta cómo debe agregar
el perejil a la salsa de crema y limón para el salmón, qué cantidades debe
usar, también quiere encargarme papas y mantequilla para el puré. Tras de
colgar el teléfono, el hombre me pregunta cómo es que hablo tan bien español.
Yo le había contestado antes en un correcto inglés y le apunto que soy
mexicano.
– But you speak english
perfectly well! I’m surprised!
Le contesto que también hablo francés, un poco el
portugués, y he estado aplicándome al alemán. No veo por qué, tendría qué
sorprenderse del asunto. Le digo que no estuve en el concierto, pero que tomar
cómo modelo las indicaciones de metrónomo de Betthoven, para la última parte de
su obra, no es muy justo. Porque si usó el aparatito de Mäzel es,
principalmente, porque ya se estaba quedando sordo, que hoy día se duda mucho
de la rapidez de esas indicaciones
que no coinciden con el estilo de la época. Además de que era una maquinita, que no sabemos si fuese tan
exacta como los nuevos metrónomos, y en última instancia: - ¿Por qué no podríamos permitir a un director que le diera su propio
carácter a la obra?
Se me queda mirando estupefacto. Me dice: -- But you did’nt were there. The rythem is
very specific! Boom, boom, bomm... Y me dice: I did confussed you. You are not rumanian? You are the vivid image of
somebody else. And it’s very strange, you know a lot of classical music. I
haven’t see you at the concerts of the Philarmonic.
Le digo que sí conozco y disfruto la música clásica,
pero que prefiero el jazz y el rock desde hace tiempo, que un rato que no me
paro en la sala de conciertos. La última vez fui a ver la SinfoníaTurangalila de Olivier Messiaen, y sólo por la curiosidad de oír las ondas Martenot. En general, lo
que escucho y me gusta verdaderamente es la música de ECM, aunque el blues y el
rock siempre tienen un espacio en mi vida.
El fulano me observa estupefacto, parece que ser
mexicano es un sinónimo para él de estupidez, por lo que está muy impresionado
de que no sea un pendejo. Me da su tarjeta, en estos tiempos de secuestros y
amenazas telefónicas, yo dudo un poco, pero le doy también la mía. Se llama
Dante y es norteamericano. Nos despedimos y dejamos hasta ahí este encuentro. Hace
tiempo que no hago nuevos amigos, tal vez debiera abrirme un poco más a mi
entorno.
Es otro día, estoy ahí en el pasillo de mercancías,
escogiendo entre un Blanc de Blancs y
un Zinfandel para la comida. Se me
acerca de nuevo, mi amigo Dante el gringo
y me dice que entró a mi Blog.
Observa que es muy interesante todo, que por fin, encuentra quién coincida con
él en sus ideas. Sobre todo le ha gustado un artículo que me publicaron en Argentina
sobre el género y la construcción de la identidad. Me dice que tenemos que
hablar, que gente cómo nosotros, tiene que estar más cerca. Me presenta a la
mujer, que es bastante guapa, y yo le digo:
– Conocidos del súper…
Ella sonríe con una cara de pocos amigos, cómo
reprochándole a su esposo que coleccione así nomás, a individuos en la calle y platique
con ellos.
Es domingo y me encuentro muy desvelado. Las fiestas
han estado duras, los muchachos han acudido varias veces a casa, y la verdad yo
no estoy cómo para aguantarles el paso a los más jóvenes. Por otro lado, no sé
ni cómo he llegado al fin de año, no ha sido un intervalo de mi vida como
otros, a pesar de la publicación tan exitosa de mi libro, hasta empecé a fumar
después de toda una vida de no hacerlo. Ya espero que Enero sea más cordial
conmigo y logre levantar mi ánimo, conforme pasen los meses siguientes, para
que pueda llevar adelante algunos proyectos pendientes ¿Será que la vida
siempre está hecha de cosas aplazadas y así, hasta que uno se muere?
Además, los desvelos me caen muy mal, más aún porque
me cuesta trabajo seguir durmiendo hasta tarde, parece que estoy programado
para un tipo de vida que implica levantarse temprano y tengo que seguirla sin
descanso hasta la noche sin tomar una siesta a medio día. Me da miedo el
futuro, ser el mismo hasta el final, dejar de cambiar para tratar de mantenerme
duro como piedra, sólo así poder sentirme seguro, convirtiéndome en una estatua
herrumbrosa de la que ningún rastro quedará.
Me siento fatal, realmente jodido, crudo, y suena el
teléfono. Me arrastro hasta él, y no sé ni por qué lo contesto ¿Hay una cosa
cómo el destino? Uta, sí que estoy desvelado.
Es mi amigo, Dante
el gringo, empieza a hablar rápidamente otra vez en inglés. Me dice que
quiere discutir más acerca del género,
que lo que yo he afirmado en esa entrada es muy importante. Le comento el caso
de los hermanos Reimer, que para mí es muy representativo de la problemática y
que posiciones como la de Bersani o Beatriz Preciado siempre me han parecido
demasiado radicales y que no hacen más que desembocar en opiniones extáticas
cómo la de Frank Browning en la que se promueven las relaciones sado / masoquistas como una forma de
actuar pseudo revolucionario, sin
caer en cuenta de que se trata de una estética, simplemente marcada por la
desgracia de determinados acontecimientos infantiles, que tiene mucho de
angustia, dolor y profunda infelicidad en lo más manifiesto.
Me dice que tenemos que hablar personalmente. No
conoce el caso Reimer, y no ha leído jamás a Beatriz Preciado, pero dice que
todo lo que le digo, parece muy lógico, la verdad me siento halagado, tan
acostumbrado estoy a la indiferencia o la rivalidad de algunos de mis colegas. Suelta,
que le ha gustado mucho conversar conmigo, pero que tiene algunas ideas que
quiere discutir de manera más cuidadosa en persona.
Quedamos de ir a desayunar pronto. Yo dejo pasar el
tiempo, pero finalmente le llamo. Allí estamos sentados, frente a frente, en un
gabinete de un lindo restaurante. Le
pido me disculpe, pero que he tenido otros pendientes y hasta le llevo como
disculpa una copia de mi libro La biopolítica de
Foucault. Hablamos en inglés y me doy cuenta de que me trabo un poco sobre
la marcha, se me hace extraño.
Empezamos platicando de quiénes somos, él también se
dedica a ver pacientes, además de ser abogado. Practica la psicoterapia y
estudió una maestría de psicología en los Estados Unidos. De hecho, es un
newyorkino, lo que me causa de entrada simpatía. Me digo a mí mismo que siempre
soy muy radical al juzgar a la gente, que si su estilo de trabajo es diferente del mío, pues a lo
mejor es bueno, que debo franquearme más a los cambios de la vida y a las
variaciones que ésta nos presenta. Los psicoanalistas somos muy cerrados e
intolerantes al trabajo de otros psicólogos y psicoterapeutas, quizá debíamos
ser menos dogmáticos o por lo menos, más sociables. En la tierra de Veracruz
dónde yo vivo hay brujos, monjes budistas, chamanes, hueseros, terapeutas florales, guestálticos, y parecen tener
mucha clientela, sin que nadie se asuste por el asunto, y la gente pues busca
lo que piensa que necesita, sin que por ello, debiese uno ser tan inflexible.
Me cuenta que está leyendo The true Beliver de Eric Hoffer, ese escritor y pseudofilósofo
norteamericano que obtuvo la Presidential
Medal of Freedom en 1983 ¡De manos de Ronald Reagan! Sí, ese hombre que a
los 33 años pensaba en suicidarse y que a los 40 quería enlistarse en el
ejército para ir a la Segunda Guerra Mundial, pero no pudo hacerlo porque tenía
una hernia. Un sujeto conservador que pensaba que las ideologías eran
intercambiables y que lo que cuenta es el sentimiento de búsqueda de seguridad
en la masa, que algunos de sus lectores definieron como antifreudiano, pero que
también era antimarxista, y antideología para ser sinceros.
Me muestra su Kindle con cierta petulancia (yo he dejado mi Ipad Air
en el auto, no me he decidido a comprar un Kindle), y se va al baño ¡Efectivamente, está leyendo a Hoffer! En ese
momento ya estoy como qué arrepentido, no es un mal tipo, pero parece que es un
conservador que tiene muy arraigadas sus ideas.
Regresa, seguimos desayunando del buffet, tomando café
y de pronto no sé ni cómo llegamos a un tema espinoso. Me comenta que vino de
NY hace pocos años, que no tiene muchos amigos aún, a pesar de que conoce a
gente que yo también frecuento pero que no trato demasiado (es lo que sucede en
una pequeña ciudad). Vive en una zona muy elegante de por mi pueblo. Observa,
que afortunadamente Xalapa es una región paradisíaca dónde afortunadamente no
hay prácticamente judíos, pero que a veces extraña la gran ciudad con sus
clubes de jazz y sus teatros.
Me dice que cuándo vino por casualidad una vez, le
encantó que aquí hubiera lagos y bosques. Por aquí hizo su vida y no tiene
intenciones de regresar a los Estados Unidos, sigue relatando su biografía y me
cuenta, que fue a la guerra de joven. Estuvo en Vietnam y fueron muchas las
experiencias que sacó de ese período tan difícil, pero tan importante de su
vida. Hago cuentas de su edad, es un poco mayor que yo, aunque su piel cetrina disimula
sus años. No es un sujeto blanco, más bien podría pasar por chicano y empiezo a
pensar, en que es lo que representa lo que me está narrando. Este hombre tuvo
entrenamiento militar de jovencito, debe tener un arma en casa aún hoy día, y
tal vez protagonizó alguna batalla como las que vemos en la impactante Apocalypsis Now de Coppola. Me lo
imagino, en una lancha torpedera, agarrado a la metralleta y vaciando el rollo
de cartuchos – riendo, intoxicado de marihuana – sobre los habitantes al borde
del río: mujeres y niños caen ensangrentados por los múltiples impactos.
Le digo que me parece muy impresionante lo que me
cuenta, que yo admiro mucho al pueblo norteamericano y que uno de mis mejores
amigos es, de hecho, un profesor de Houston. Trato de ser condecendiente y
simpático, le digo que después de todo, ocupan hoy el papel que alguna vez tuvo
el pueblo romano y que Jefferson, Thoreau, Whitman, y Dickinson son extraordinarios
ejemplos de su grandeza.
Eso es inexacto, me dice. Los romanos tuvieron una relación de
sojuzgamiento con los pueblos bárbaros, no llevaron la civilización a otras
tierras, lo único de lo que se ocuparon es de cobrar impuestos. Estados Unidos
es un pueblo inquieto siempre por la democracia, el progreso y el avance de la
cultura. Comento en tono de sorna: – No
tan respetuoso, por cierto, de otras culturas. Por ejemplo, la guerra de Vietnam, aún me pregunto qué tuvieron ustedes
que ir a hacer allá. No se ríe en
absoluto de lo que digo y me explica: – Fuimos
a tratar de imponer un estilo de vida mejor a esa pobre gente, fracasamos en el
asunto. Hay que aceptar que existen:
better ways of understanding life and living.
Ya las cosas no van por el mejor camino, pero yo
intento jugarle todavía alguna broma, me río y bufoneo sobre el asunto de los
judíos que antes mencionó: Es lástima que
no tengamos nuestro propio campo de concentración, le digo. Me dice que que
no tanto cómo eso, pero que él tiene mucha aprehensión hacia ese tipo de raza
que ha mentido sobre la Segunda Guerra
Mundial de una manera que hace daño a la historia. Le pregunto más en
detalle: -- ¿Mintiendo? ¿Cómo? No quiere hablar demasiado sobre el asunto porque se presta siempre a malas
interpretaciones, pero se dicen muchas cosas que no son necesariamente
ciertas, sobre las circunstancias de ese acontecimiento.
– ¿Cómo cuáles?
Le pregunto. No quiere entrar en una polémica, pero existe un
hombre en Alemania, que afirmó que no habían existido jamás cámaras de gases en
los campos de concentración y fue metido en la cárcel hasta que se probó, a
través de un especialista en este tipo de recintos en los Estados Unidos (¿?) que
– efectivamente – no había existido nada por el estilo.
Me río desconcertado, las imágenes del testimonio de
Höss en Nürenberg vienen a mi cabeza. Le digo: Pero si hasta en Whashington y en Houston hay un Museo del Holocausto. Se
ríe, pero noto en él, un cierto desprecio a lo que acabo de decir. Hay nueva información, me dice que me va
a enviar los datos, pero que no es así cómo dicen, no hubo seis o siete
millones de judíos muertos. Pregunto: -- ¿Fueron
más?
– No desde luego que no.
Me dice que yo debería conocer los
documentales sobre el tema, dónde David Cole interroga a Franciszek Piper. Es
un hecho indiscutible que existió, por ejemplo: Auschwitz. Sigo en tono de
guaza, le digo: Pues sería difícil
negarlo, está en Google Maps Street View, con todo y las covachas, retretes,
cercas y casetas de vigilancia. No se trata de eso, me insiste, se habla
mucho sobre La Solución final, pero
quizá todo eso no haya sucedido en realidad.
Hay gente que ha estado investigando muy seriamente
sobre el asunto. Él mismo ha dedicado muchos años para desengañarse de la
opinión común, que su hermana, se dedica a los derechos humanos en Estados
Unidos y lo odia porque ha llegado al fondo de la verdad. Que esas historias de
cámaras de gases, no son otra cosa que una invención que no coincide en nada con
los hechos. Le digo: -- Bueno, no hubo sólo
cámaras de gases, hasta llegaban muertos de asfixiados y apretados que estaban
en los vagones de trenes. Y por si
fuera poco, los llevaban en camiones que metían el CO2 en el depósito trasero
dónde apelotonaban a los pasajeros. Muchas balas no gastaron en los judíos, eso
sí. Creo que la Bayer – famosa por la aspirina – sufrió un poco para volver a adquirir cierto respeto, después de
fabricar por toneladas el gas a base de cianuro Zyclon B.
– This gas was
not to kill them, were simply used with disinfectant purposes…
Un escalofrío me recorre de la nuca a través de la
espalda, hasta llegar a los pies. Francamente no creo lo que estoy oyendo.
Bueno, todavía trato de razonar con él. – Pero
están los testimonios: ¿No lo crees
así? Le digo en español, mi inglés empieza a vacilar todavía más y ni sé
por qué. – Allí están los escritos de
Primo Levi, las novelas de Imre Kèrtesz y bueno, la controvertida Eichmann en Jerusalém de Hanna Arendt. Me dice: – Wow!
A little slow please… me hace repetirle los nombres, mientras anota en una
servilleta todo. Señalo todavía más:
– Y bueno, no he
visto los documentales que mencionas, pero conozco la Nuit et Brouillard, de Alain Resnais, y el Soha de Lanzmann.
Da vuelta a la servilletita y sigue anotando, me pide
que le deletree todos los nombres. Además – le indico –, están por salir los
documentales que iba a organizar Hitchcock sobre la llegada de los americanos a
Alemania y los países ocupados, o: – ¿Todo
eso no es más que una mentira?
Me dice que no conoce nada de lo que yo le estoy
mencionando. Algo en mi estómago empieza cómo a revolverse y no debía ser así,
mis alumnos de la licenciatura de psicología y hasta de filosofía, son también
ignorantes en su mayoría, de esa historia. Igual el tipo no me parece del todo desagradable y ya
ni sé por qué. Le pregunto que clase de terapia hace puesto que me ha dicho que
también se dedica a lo mismo que yo (la psicoterapia), además de ser abogado.
Me dice que su terapia es racional emotiva y algo de cognitivo conductual. Que ayuda
a la gente a pensar, haciéndole claro lo que tiene que hacer con su vida. Hago
una última broma que no sé ni de dónde me sale: – ¿O sea que eres de los que no han leído a Freud? Saca su cartera y
llama a la mesera, pide la cuenta. Luego canta:
– Tenemos que
hablar un poco más, te prometo leer lo que me has referido y buscar esos
documentales, pero tú también, considera el material que te voy a enviar. Me interesa mucho que tengamos un diálogo.
Salgo de ahí y me voy a la Universidad, subo al auto y
allí me empieza una sensación entre asco y extrañeza, una especie de dejá vù también me cae encima. No tengo
muy claro qué me pasa. Todo es tan irrazonable e ilógico, el tipo es bastante encantador
a pesar de todo. Amable, muy cortés, cordial, y me pregunto cómo es que estuvo
en Vietnam y a cuánta gente habrá matado. También me interrogo cómo puede ser
posible que haga terapia con la gente, sin haber leído en su puta vida a Freud. Desde dónde, y con
qué coraje puede sostenerse frente al paciente pensando que puede arreglarle la
vida, basándose en sus propios valores. Bueno la otra mitad del tiempo se la
pasa defendiendo o acusando a las personas, arreglando argumentos de la manera
más lógica, simplemente para que las cosas parezcan plausibles,
independientemente de si hay razón o no. La verdad no entiendo ni qué pasó,
pero me siento como si me hubieran pegado un ramalazo tratando de cruzar la
calle.
A los tres o cuatro días me escribe un email. Su correo dice:
It looks that
our 2 principle discrepancies are: 1, the complication of relativism, or
the incompetence to rank one thing, action, culture or lifestyle over another
in quality, consequences, or the good vs. the evil.
And 2, the
matter of inductive reasoning, when the observer has, a
positive fascination or preference of one conclusion, over
another. It is not logically scrupulous—maybe logically lazy. The
study of a theme with a preference for one conclusion can lead to the recognition
of some ideological-over-unbiased thesis. These partialities have given us some
pretty dubious “icons”. Margret Mead and her 1926 hoax; Rigoberta
Menchu Theater; Paul Erlich’s “Population Bomb” and the clown of
“documentaries” Michael Moore, et al. They fit a chronicle that only the
logically inept can accept.
Essentially,
one mechanism leads to another. Relativism leads to profoundly flawed criteria
for making an analysis.
I suggest you
to watch carefully a film by David Cole, a jew who began deconstructing some
holocaust history.
Hope we chat
again soon, Dante.
Debo confesar que me sorprendió que me rasgueara unas
letras. Pero leer su mail me causó una sensación más obscura todavía, que
aquella primera impresión que había tenido. Ver cómo los norteamericanos – en
general – piensan que su cultura es mejor que la del resto del mundo y cómo
desdeñan a los otros. Por eso han ido a Corea, Irak, Afganistán, etc. para tomar lo que necesitan
y tratar de imponer sus valores sustentados sobre el consumo de hamburguesas, Kentucky fried chicken’s y cafés del pinche Starbuck’s.
Percibir cómo estaba sorprendido de que tuviera cierta
cultura media sobre música ¡Para ser mexicano! Y luego el cuestionamiento al
trabajo de Mead que no hace otra cosa que debatir la naturalidad de los valores americanos, la calificación de teatro de la actitud de
Rigoberta Menchú. No me importa mucho la inexactitud de las tesis de Erlich,
pero sabemos que sí estamos en un mundo en crisis social y económica, desde
hace varias décadas que está produciendo basura por toneladas y deteriorando el
clima.
En mi propia ciudad, hace 15 años había una lluvia
constante que, hoy simplemente, ha desaparecido por efecto de la deforestación.
Y para colmo calificar de payasos los
documentales de uno de los directores que más admiro que es Michel Moore (debo hacer
un ciclo de cine, sobre él). Francamente estoy ahora, más a la risa que al
asco. No sé ni por qué me escribió, creo que no le caigo mal y me pregunto cómo
es que dos personas que no tienen nada en común pueden comunicarse tan
amablemente. Lo que más chiflado me parece, es la utilización de la palabra
derridiana deconstrucción con tal
desparpajo. Una prueba del trasmine de ciertos conceptos filosóficos en la
cultura popular, para su uso torpe y naturalizado al decir común y mediocre ¡Carajo!
Pasan otros días y jalo a ver los documentales.
Aparecen mal hechos, cosidos con hilo grueso, delirantes, se trata de un judío
que se volvió loco y defiende a los nazis (¿Puede existir una imagen más
grotesca?). Que dice que hubo albercas en el campo de concentración y hasta
gimnasio, que el sistema de salud fue muy atento para los prisioneros (me
recuerda la industriosidad de Mengele y los escándalos de Igor Caruso en el Hospital Am Spiegelgrund) y que sólo se
trataba de campos de trabajo. Precisamente acababa de descubrir y programar Prisioner in Paradise (2001) de Clarke y Sender hace unos meses -- para el cineclub -- sobre la vida en Theresienstadt, de
Kurt Gerron. Francamente ni termino de verlos, allí si estoy casi a vomitar.
Voy a la biblioteca a buscar Sophie’s Choice de William Styron y la repaso un rato.
Ha, ha, ha! Le contesto al personaje, que ahora se me
imagina – más bien – un soldado del imperio galáctico con el uniforme blanco, y
no sé ni por qué. Le tecleo en la Mac
algo así cómo:
Thank you Dante, it's very strange that you don't know
the essential documentaries of Alain Resnais and Claude Lanzmman about the
Holocaust, and gives credit to this ultra right and dubious pseudo
documentary.
It's a very difficult theme in dead, and I have read a
little about this also. What gives me more sorprise of your attitude is that
you affirm to know very well this history, but you haven’t read enough of this
theme, we discussed. Why don’t you take a breath of your golf and read
some of this books:
American cartoonist Spiegelman interviewed his father about his
experiences as a Holocaust survivor; thus, this graphic novel was
born. One of the boldest choices and most salient features of the book is that
it uses different animals to represent humans: Germans as cats, Jews as mice,
and non-Jewish Poles as pigs. With it, Spiegelman has managed to create an
innovative book without negating the seriousness of the events it depicts.
2. An Underground Life: Memoirs of a Gay Jew in Nazi Berlin by
Gad Beck
To survive the Holocaust at all is an incredible feat; to survive it as
a homosexual teen, however, is nearly unbelievable. Beck’s story is set against
a backdrop of horror yet is filled with infinite amounts of love and hope. His memoir
provides a look at a gay man’s coming of age in Nazi Berlin, showing how the
human spirit can triumph over bigotry and violence.
3. A Scrap of Time and Other Stories by Ida Fink
Fink’s collection of short stories offer an intimate look into the lives
of families during the Holocaust, providing a perspective from survivors,
witnesses and victims in the villages of occupied Poland. Fink is a Polish
Holocaust survivor and a master of the written word, diving head first into the
horrors and tragedies that she and those she loved were forced to face. These
are stories of suffering, hope, resistance and, most of all, remembering.
4. The Journal of Helene Berr by Helene Berr
If you were assigned to read a Holocaust diary in school, it was most
likely Anne Frank’s. Frank provided an undeniably important and touching
account, and it is only complemented by Berr's. The journal begins
on April 7, 1942, when Berr was a 21-year-old student of English literature at
the Sorbonne. She writes about the issues that consume her life: friends,
studies, boys and the growing impact of France’s Nazi occupiers. Berr’s account
is vivid, offering testament to her bravery. She writes honestly about the
first day she had to wear a yellow star on her coat, saying, “I held my head
high and looked people so straight in the eye they turned away. But it’s hard.”
The final entry is so chilling that you’ll find yourself thinking about it for
days to come.
5. The Last Jew of Treblinka: A Memoir by Chil Rajchman
Rajchman was one the of lone survivors of
the Treblinka extermination camp, and he provides a devastating
account of his experience in this memoir. The book was originally written in
Yiddish in 1945, only three years after Rachman was sent to Treblinka at the age
of 28. It details his escape, as well as the brutal attacks he was victim to.
Rajchman’s justifiable rage explodes from each page.
6. This Way for the Gas, Ladies and Gentlemen by
Tadeusz Borowski
This collection of short stories was originally titled Farewell to
Maria, a seemingly strange title for a Holocaust book until you learn
Borowski’s history: His girlfriend, Maria, was captured and sent to a
concentration camp, and his love for her was so extreme that he was arrested in
an attempt to follow her to the same camp; he was, however, sent to Auschwitz
instead. He survived and lived to write This Way for the Gas, Ladies
and Gentlemen, a surprisingly satirical collection of what life is like in
a Nazi concentration camp.
7. Women Heroes of World War II: 26 Stories of Espionage,
Sabotage, Resistance and Rescue by Kathryn J. Atwood
This collection chronicles 26 engaging stories of brave women from
Germany, Poland, the Netherlands, France, Belgium, Denmark, Great Britain and
the United States. Atwood organizes the dense material in a digestible manner,
laying out the contextual history of the war and each nation’s role before
diving into the individual stories of her subjects.
8. Things We Couldn't Say by Diet Eman
It’s rare that “love story” and “Holocaust story” are in the same
sentence, but this book manages to combine the two with the incredible
real-life story of Diet Eman and Hein Sietsma. The two risked their life and
love to rescue Dutch Jews in occupied Holland during World War II. A third-person
account would certainly be powerful, but what make this a must-read is
that it’s told from Eman’s first-person perspective, capturing the events of
her bravery with incredible detail.
9. Boy 30529 by Felix Weinberg
Weinberg was only 12 when he was forced into a concentration camp in
1939, yet he survived five different concentration camps, including Auschwitz
and the Death March from Blechhammer in 1945, reuniting with his father in
Britain only after being liberated at Buchenwald. Weinberg’s memoir is a powerful
story, but it’s also a meditation on memory or how we try to hold on to the
ineffable recollections that slip through our fingertips and fade over time.
10. Rena’s Promise: A Story of Sisters in Auschwitz by
Rena Kornreich Gelissen
This is one of the few Holocaust memoirs that details the lives of women
in concentration camps. It tells the story of Rena Kornreich, who went to great
lengths to keep her promise to her mother that she would protect her sister
Danka. It’s a story of the bonds between family and a reminder of what we can
risk and endure for those we love.
I also recommend you the american web page:
http://www.ushmm.org/es
And:
http://remember.org/
Greetings.
Todo es ahora simple, no tienes más que entrar al
internet y copiar y pegar las cosas.
Yo he leído algunos de esos libros – me encanta Maus, creo que es el que más me gusta, lo cual suena irresponsable
y hasta cómico ¡Bueno, es un cómic! –
pero definitivamente no todos, pero sé que están ahí. No le cité el Diario de Ana Frank porque dicen ahora,
que se ha descubierto que el padre lo mandó escribir con un negro al terminar la guerra. No lo culpo
en absoluto, yo habría hecho lo mismo para dejar un testimonio de esa vida en
un angustiosa madriguera, derivado por la persecusión brutal de los animales
del SS.
Pienso en la película de Spielberg (La lista de Schindler, 1993), que mucho
tiempo me negué a ver, siguiendo la idea de que no debía ser representado ese
drama, así sin más. Confieso que no me acabó de encantar (y tantos premios me
parecieron pura basura en su momento), pero ahora creo que ese tipo de películas son
necesarias, aunque del fondo a la superficie, no puedan plasmar lo
irrepresentable.
Los jóvenes están muy acostumbrados hoy a las
imágenes, y sólo eso les estimula, son consumidores de pornografía comercial y
les cuesta mucho trabajo leer un poquito, ni modo, ese es el caso de México.
Por lo menos de esa manera, pueden tomar contacto con ese horrendo pasado,
aunque eso dé lugar a porquerías cómo: El
niño con el pijama de rayas y la
detestable película de Benigni que ganó el Oscar en 1997, que me hizo salir furioso, de
un cine abarrotado en el que la gente reía a carcajadas cómo no lo había visto
en mucho tiempo. Afortunadamente se hacen películas tan perfectas y duras como El pianista (2002) de Polansky basada en
hechos autobiográficos o la visionaria El
gran dictador (1941) de Charles Chaplin.
Pasan unos días más. Me vuelve a escribir. Dice que
antes de que terminen las clases, quiere discutir conmigo enfrente de un grupo,
ya sea en filosofía o en psicología, sobre el tema que hemos tocado, que me va
a demostrar que las cosas no son cómo yo las pienso. Ya ni le contesto.
Es otro día en el súper, algunas ideas tristes rebotan
en mi cabeza. Veo la mermelada y los pasteles, son cosas que no puedo comer:
¿Cómo es posible que se habitúe uno a tragar las claras de huevo sin la yema y
las considere sabrosas? ¿Será que a todo se acostumbra uno? Me he mantenido
bien con la dieta. Desde el fondo del pasillo oigo un grito:
– Julius!!!
Viene Dante a paso resuelto y aprieto los músculos. No
entiendo por qué se me acerca. Me dice en español:
– Allá anda en otro pasillo el músico con el
que te confundí. Es tu doble, de verdad que es increíble!!! Ha, ha, ha.
Me deja frío, asombrado que me trate con tanta
familiaridad, después de todas las groserías que le hice, pero le digo:
– Bueno, vamos a
conocerlo. Me da curiosidad.
Contesta:
– Ve tú,
enfrenta a tu imagen. Luego, luego, lo vas a reconocer.
Se da la vuelta y se va como fantasma.
Suspiro liberado, no me hubiera gustado continuar la
plática y darle cuenta de por qué, no le respondí. Francamente no quiero
volverlo a tratar, creo que cometí una equivocación al considerar que podría
hacerlo mi amigo. Pero me ha dado la comezón y voy a buscar al músico. Voy por
los pasillos y encuentro un hombre entre las medicinas, escogiendo, si va a
llevar linimiento para las manos, shampoo anticalvicie y de qué marca. Viste sencillo, con pantalón de mezclilla y una
sudadera azul, no está muy cuidado en su presentación.
Es un sujeto de casi 70 años, el poco pelo que tiene
es blanco y es dueño de una barriga prominente, se mueve con lentitud y tiene
una cara de rencor que proyecta desilusión y hasta odio. Levanta ligeramente su
rostro y me echa un vistazo. Nos quedamos mirando, más allá de nuestras narices
puntiagudas. Lo saludo, cumple el saludo. Sigo por el pasillo y me voy de ahí,
riéndome.
¿Acaso me veo tan viejo y decadente? ¿He llegado a
este punto de mi vida sin darme cuenta? ¿Eso soy yo? ¿De verdad tengo tantas
coincidencias con alguien tan conservador – un reganeano, seguidor de Trump supongo – y aborrecible? ¿Cómo
he podido, tomar en serio a un fulano, por hablar inglés y discutir sobre
música clásica?
¡Vaya final del año!
2 comentarios:
La verdad es que no hago yo una vida social muy intensa, pero viendo las caras y los gestos de los normópatas de mi barrio, los normales, vaya, y algunos hombres-yang-yin como yo, pero que destilan un fuerte olor a odio, no me extraña que estemos ante un nuevo formateo de la máquina, que yo desde ya hace más de siete años intento evitar.
Mire, le hablaré de mi visión de la realidad: Tras un arrollador gobierno de la derecha, cosa que también pasa ahora en España, vino la izquierda, cosa que puede, según las encuestas llegar a suceder, vino un arrollador cambio (hablo en primer término de la Guerra Civil española y su analogía con el momento actual) en que la izquierda se polarizó hacia el totalitarismo, se quitó la monarquía, hoy hay partidos que pretenden eliminarla, eso sí, siempre democráticamente, pero sigo, Esquerra Republicana de Catalunya llegaba al poder en Catalunya en el 1933 y se proclamaba la independencia catalana, como ahora las encuestas dicen sobre este partido y las intenciones de los independentistas nos dicen en la calle, hubo una gran crisis de la figura paterna en España, esa vez con el voto de las mujeres, hoy la crisis económico-ética mundial, y vino la Guerra Civil española y después la II Guerra mundial porque España fue el laboratorio de Hitler y del nazismo, hoy está Marie Lepen en Francia, intentando la involución del todo fálico con el mismo problema de antaño, no sé si me dejo alguna coincidencia más, de las grandes, de las pequeñas las hay por doquier, como la profusión de individuos desmemoriados, como el del cuento y, además ilustrados.
¿No es para preocuparse amigo Julio?
Un abrazo y que la paz nos habite, sin formateos totalitaristas.
Vicent
Hola, señor Julio, he releído el cuento que usted ha hecho y publicado y sólo puedo, después de extrañar un poco mi comentario, pese a estar totalmente de acuerdo con él, sólo puedo decirle que al hacernos mayores, y deseo y espero, Dios mediante que usted viva lo que quiera vivir, ya dice Lacan "La mort est du domaine de la foi", y yo viva también de igual modo, pero nos hacemos mayores y "damos" nuestra vida simbólicamente por lo que queremos, no sé si perderé a mi mujer o será una perdida del nudo que me sustenta, pero moriré por la paz en el mundo, quizá, y eso espero, no públicamente ni por una ideología o ideal, el precio del ideal o del instinto de muerte es el último paso en el otro, pero sí por la preciada paz, así lo deseo y le deseo también que la suya, su muerte, que tarde lo que usted quiera, sea sencillamente sin pérdida, como las pilas Kinder, de golpe pero sin trauma, en fin, como usted quiera, pero hemos de aprender, llegamos a un momento en que lo hacemos, aprendemos perder todo lo que hemos tenido hasta el momento, y con la gracia y la fe en un instante final.
Lo que le quiero decir es que la involución de Trump ya está en marcha, y sólo nos queda desde la fuerza del yin, inmensa aunque indemostrable, hemos de controlarla, y controlar al yang mundial, para que esta involución no sea antibiótica, como en la II Gran Guerra sino como una limpia vacuna.
Un abrazo y decirle que rezaré por usted, me une mucho al psicoanálisis, pero no puedo decir que mis métodos sean psicoanalíticos, a pesar de que alguno de ustedes puedan reconocerme como tal. Espero que no, por el bien de la ciencia del psicoanálisis.
Vicent Adsuara i Rollan
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