Este sitio utiliza cookies, al entrar en él, usted acepta implícitamente su uso.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Psicología de las Redes Sociales. Conferencia pronunciada por Julio Ortega en Cuernavaca octubre 2014

.
Hace un año cuando mis amigos Guadalupe Rocha y Luis Valverde me invitaron a participar en el primer congreso del CEPCIS, desemboqué en el desarrollo de mi conferencia en hablar del Fenómeno de la Realidad virtual que todos estamos presenciando y que me parecía poco abordado por los psicoanalistas, y muy estudiado por sociólogos, humanistas y especialistas en comunicación con diversos enfoques matemáticos, de esquemas de redes y de modelos informáticos, que no toman en cuenta para nada a Freud, lo que para mí constituye no sólo una falta de cultura sino un “error de procesamiento” respecto a los aportes al conocimiento del hombre más fundamentales que se han producido en los últimos dos siglos. Señalaba yo, en el trabajo anterior, cómo se piensa hoy que el cerebro es una computadora, cómo antes desde el siglo XIV se pensaba que el cuerpo y la mente eran un preciso reloj matemático, y el cómo esa asunción daba como resultado el considerar que podríamos extrapolar nuestros conocimientos en cibernética para tratar de entender la mente humana como un simple almacén y procesador de datos
Éstas premisas y el enfoque reduccionista que proponen, alimentan el viejo mito de que la integración de la máquina con el hombre en el siglo XXI es necesariamente una práctica liberadora, que conduce a la resolución de los problemas de salud, hambre y sociales, merced a la aplicación de la tecnología de la información, la robótica y la nanotecnología. El inefable Lewis Mumford, sociólogo, historiador, filósofo de la tecnociencia, filólogo y urbanista estadounidense, fue uno de los más sobresalientes opositores a este pensamiento simplista e ingenuo, cuando nos advirtió sobre la tensión existente desde el neolítico y hasta nuestros días, de una técnica autoritaria y otra democrática. La primera centrada en la eficacia de los sistemas, inmensamente poderosa pero inherentemente inestable y en contra del hombre, y la otra centrada en el hombre, relativamente débil pero más duradera y pletórica de recursos para su desarrollo. También nos advirtió, que nos aproximábamos al final del siglo pasado, a un punto en el que, de no alterar radicalmente nuestro curso hasta la fecha actual, nuestras técnicas democráticas supervivientes serán totalmente suprimidas o suplantadas, de modo que toda autonomía residual quedará eliminada; o bien serán permitidas tan sólo como un dispositivo engañoso de gobierno, como las elecciones nacionales en países como el nuestro.
Kurzweill es un triste ejemplo de los utopistas tecnológicos, que llevado a sus extremos habla de que el futuro sobre la tierra estará en manos de lo que él llama una transhumanidad, que dará paso luego a una posthumanidad, compuesta por máquinas más inteligentes que el hombre que llegarán a substituirle. Así que su ideal es que la ciencia desembocará en la construcción de un mundo habitado por cyborgs como Schwarzenegger en Terminator (1984).
Mencionaba yo en mi trabajo de hace un año que a los fanáticos del avance tecnológico, había que recordarles que la reproducción de las máquinas no es sexual sino tecnológica, y mecánica. A diferencia de ellas, la sexualidad es el medio por el cual el hombre se reproduce, se vincula, y todo lo demás es una consecuencia de esto. La sexualidad en el hombre es lo que marca la discontinuidad del ser, la necesidad del prójimo, con el corolario del fenómeno del placer, que no es necesariamente un aliciente para la reproducción de la especie sino un inefable que marca a los sujetos humanos y les induce a la repetición de lo incomprensible del goce sexual, independientemente de cualquier presión de selección natural o empuje biológico. Justamente Freud concibió la pulsión sexual sin un objeto predeterminado y sin que pudiese extinguirse el deseo al alcanzar la meta, precisamente éste persiste a pesar de las ganancias adquiridas que no hacen más que acentuarlo y empujarlo en dirección a un ideal inalcanzable.
Por otro lado, esa versión en que la mente opera racionalmente según los principios de la lógica y de acuerdo al conocimiento acumulado, es completamente naif. El papel de la  lógica como método para alcanzar la verdad, o el abstracto de la idea, chocan con la manera de pensar cotidiana de los seres humanos y muy probablemente no sea éste el motor final del cómo se está aplicando en internet el pensamiento de los usuarios.
Cómo sabemos, el arte no imita, sino siempre se adelanta o va más allá de la realidad. Nirvana (1997) de Gabriele Salvatore, es una vieja película en dónde el protagonista es programador de un videojuego que ha sido infectado, dando así vida al personaje principal del juego Solo, y tendrá que luchar en el interior y el exterior, contra los intereses de la compañía que quiere liberar el juego que es profundamente adictivo a los usuarios. El filme no extraordinario, pero tiene el mérito de mezclar vida real y ficción al punto de hacerlas difícilmente diferenciables, cosa que está sucediendo hoy en los usuarios más jóvenes del internet. También nos muestra una civilización futurista basada completamente en la informática. El dinero es software, los hackers son los criminales del bajo mundo, y las corporaciones de sistemas son la versión adinerada y estilizada de la mafia. Existen juegos ilegales donde piratas informáticos se ven sometidos a sesiones de hacking contra bancos y otras instituciones de alta seguridad, si logran acceder a la base de datos, ganan las apuestas. Cristopher Lambert es un hacker en desgracia, que debió vender sus ojos para sobrevivir y ahora tiene unos implantes visuales baratos que únicamente le permiten ver en blanco y negro, y está en constante pelea con la computadora central que maneja su casa como una esposa mal encarada. En ese mundo, las discotecas tienen detectores de software en vez de armas; existen robo de identidades electrónicas, así como implantes cerebrales de mini discos duros; y la gente utiliza drogas para ampliar su mente mientras se conecta al ciberespacio.
A partir del año 1999, vino toda una invasión de filmes de science fiction relacionados con la realidad virutal. Está ExistenZ (1999) de David Cronemberg dónde el futuro la gente se volverá tan adicta a los videojuegos que todos tendrán una terminal de comunicaciones instalada en la médula dorsal, con la cual se conectarán a consolas orgánicas que le transmitirán las sensaciones directamente al cerebro. En este futuro, los diseñadores de juegos son celebridades como hoy el Papa, el presidente de los Estados Unidos y en su momento lo fue Steve Jobs.
También El piso 13 (1999) de Josef Rusnak, dónde una máquina de realidad virtual inventada en 1990 permite a sus diseñadores visitar Los Ángeles tal como era en el año 1937. Al entrar en el sistema, una persona de esta realidad alternativa es sustituida por la persona del mundo real, mediante transferencia de conciencia.
No voy a seguir con un recuento de filmes sobre el género, pero desde luego, ese año, salió la mejor película del género hasta ahora producida. No puedo dejar el tema sin dejar de mencionar a Matrix (1999) de los Wachowski bros, que redimensionó el cine de ciencia ficción al mostrarnos la posibilidad de que, cómo en el budismo y el brahmanismo, toda la realidad no sea más que una apariencia. Habitualmente olvidamos el comienzo en que Keanu Reeves es un insignificante empleado de una firma de software, que en sus ratos libres resulta ser un hacker conocido como Neo, que intenta contactar a otro hacker conocido como Morpheus, que es objetivo de una intensa búsqueda policial a nivel internacional. Inesperadamente Morpheus hace contacto con Anderson y le advierte de que agentes policiales irán en su búsqueda, y allí a partir de escoger entre la píldora azul o roja, empieza la verdadera acción y dimensión de la trama.
Por supuesto, todas estas versiones y diversiones de la Realidad Virtual se adelantan en sus proyecciones y conclusiones a las investigaciones de Sherry Turkle sobre el tema y la relación entre las máquinas y el hombre apostilladas por primera vez en 1984 en The second Self, pero aunque coinciden en la afirmación, de que esta tecnología estaría generando un nuevo tipo de subjetividad que estaría cambiando la esencia misma del hombre.
Entiendo lo difícil del tema y que los psicoanalistas no nos hayamos comprometido totalmente con el estudio de la virtualidad, o más concretamente con lo real de lo virtual cómo precisa Zizek, pues no se trata de ninguna realidad virtual. Personalmente he estado muy ocupado en el estudio de la metapsicología freudiana durante algún tiempo, y aún me fascinan algunas de las líneas de investigación y conclusiones que nos ofrece en el mismo Entwurf.  Pero no deja de ser gracioso encontrar a un Freud fascinado en la Traumdeutung ante la operación de un taquitoscopio que muestra una imagen subliminal ante los ojos de un sujeto, que sin percibir conscientemente una imagen expuesta al ojo durante 1/3000 de segundo, resultará influido posteriormente en su conducta.
Imaginémoslo hoy observando la cotidianeidad de nuestros jóvenes imbricada con la máquina hasta el punto en que el Smartphone, la computadora y el Videogame, son una parte indispensable de su desempeño habitual y de su nivel de satisfacción vital. Y las previsiones siguientes, hacen imaginar que cada uno de estos aparatos, eventualmente será uno solo, que se resumirá al uso de lentes de contacto, y eventualmente al paso de los años, a un implante físicos y substitutos corporales que potenciarán nuestras capacidades y suplirá las carencias físicas de los antes llamados discapacitados. Los cambios tecnológicos habrán alterado en pocos años, hasta tal punto la convivencia, que los humanos que la harán difícil, si no imposible sin las máquinas.  Las previsiones de los maníacos utopistas tecnológicos, hacen pensar en la utilización próxima de más de 100 ordenadores en la vida cotidiana de cada persona y la derrota de la muerte y la enfermedad.
En lo que respecta a las Redes sociales, operan tal y cómo lo había previsto Freud en Psicología de las masas y análisis del Yo (1921),  el otro juega un papel importante como modelo, objeto, auxiliar e incluso  enemigo, el grupo social conformado por los individuos de una red (una masa psicológica) afecta la vida anímica de un individuo, la altera. En las masas, y aquí sigue a Le Bon, el profesor, las ideas más opuestas pueden coexistir sin estorbarse unas a otras y sin que surja contradicción lógica o conflicto alguno. El grupo social es impulsivo, voluble y excitable, guiado casi siempre por los aspectos inconscientes. Sus impulsos según las circunstancias pueden ser nobles o crueles, eróticos o cobardes. El concepto de lo imposible desaparece para el individuo inmerso en la masa. Se necesita un líder, un conductor  o ideal que agrupe a la masa bajo ciertos parámetros. La masa se encuentra enlazada por el poder de Eros, en base al intercambio de libido, y la prehistoria de los sujetos que conforman el grupo, la seducción y enamoramiento mutuo, esa búsqueda de un ideal que los agrupe, trátese de un sujeto o un objeto empuja al sacrificio de la individualidad por el cumplimiento de la excelencia superyoica. Así en Facebook podemos encontrar grupos que tienen nombres tan característicos como: Estrategia didáctica, RadioAmlo, Intelectuales despuntando la verdad sobre la no violencia, y Por qué yo también odio a Calderón… en radio por internet Zello Walkie Talkie: Inteligentes, bonitas y caprichosas, Monterrey1000, Cero mamonerías, Los Folloneros de España, con la característica última de que en estos grupos, como en muchos otros en la red, puede hacerse contacto por voz y hasta imagen gratis con gente que no se conoce previamente, lo que da lugar a intercambios de muy diferente tipo, que llegan a los extremos conocidos como el de la tragedia de Amanda Todd.
Esa joven canadiense de 15 años conmocionó al mundo con su suicidio, hace dos semanas, tras haber colgado un mes antes un vídeo en Internet en el que contaba su tragedia escrita en pequeñas cartulinas. Era solo una niña de 12 años cuando un extraño le pidió que le mostrara los pechos. Durante los tres siguientes tuvo que soportar las amenazas (cyberbulling), luego cumplidas de su acosador, las burlas y agresiones de sus compañeros de clase y la humillación pública en Internet, incluso de desconocidos. Acosada por su depredador en Facebook, de pronto tuvo que cambiar de vivienda hasta en un par de ocasiones, sin lograr evitar el asedio del perverso que la molestaba y que todas las veces, se hacía de los datos de sus amigos, su lugar de residencia y la escuela a la que acudía, para seguir atormentándola.
A pesar del dramatismo de este caso que llama a un estudio más profundo, los analistas  de la realidad virtual, han preferido pisar un camino que va de lo simplemente descriptivo a lo profundamente estéril, escudándose sobre razones predictiblemente operativas. La teoría de los 6 grados de separación de Karinthy primero y luego de Watts, que sostiene que sólo un pequeño número de enlaces son necesarios para que el conjunto de conocidos se convierta en la población humana entera, es simplemente la corroboración de que las masas operan por afinidades libidinales, y que el mundo es un pañuelo. Que los expertos del Facebook nos vengan a decir que en realidad esos seis grados son ahora 4.75 eslabones, no cambia para nada las cosas y no explica nada del fenómeno virtual.
Les gusta pensar que las redes sociales son simples canales de comunicación. Decirnos que el valor de una red social se basa en la confianza mutua. Y proceden a mostrarnos didácticamente cómo se realizan los contactos mediante la aplicación de la Teoría de Grafos:



Decir que esta teoría permite cuantificar los vínculos entre las personas que pertenecen a una red social y analizar la estructura de dicha red. En base a la teoría de grafos, el análisis de redes sociales define a las personas como nodos, y las relaciones entre éstas como aristas. Dado un conjunto de nodos (autores), V, y un conjunto de aristas (relaciones de co-autorías), E, se considera el grafo G =< V, E >. Sea por tanto G, un grafo conexo, acíclico, sin pesos y no dirigido, nos dicen que esto es lo que representa una red social.
También se afirma que la relación entre las personas es más importante que sus características individuales, derivando su estudio al desarrollo de fórmulas en términos matemáticos abstractos.
Hablan de que la utilidad de la red crece en relación al cuadrado de la cantidad de usuarios conectados (Ley de Metcalfe). Y se asombran de lo obvio, de que la utilidad de una red, en particular las redes sociales, crece en forma exponencial la cantidad de personas que la integran al punto que la llaman Ley de Reed. Y se dedican a clasificar los grupos según sus características: Mensajería instantánea, Web, Twitter, Blogs, Facebook, Comunidades en línea, Imágenes en línea, filtros colaborativos, Redes p2p, etc. Análisis que no rebasan lo superficial y que se quedan en el contenido manifiesto del fenómeno.
Sus diagramas estratégicos y estructurales por complejos que sean, tienen una única utilidad previsible,  que es desarrollar cálculos probabilísticos de la medida de lejanía:

Definida como la suma de las distancias del nodo i al resto de nodos de la red.
Cercanía:


Definida como la proximidad del nodo i al resto de nodos de la red (que es inversa de la lejanía).
Autoridad e importancia del nodo:


Dónde a partir del algoritmo Pagerank, se calcula la autoridad del nodo i en función de la influencia sobre sus vecinos.
Intermediación:

Dónde se obtiene un índice que informa del número de caminos mínimos que pasan por el nodo k.
El grado (degree, di) del nodo i:


Definido como el número de aristas del nodo i.
La densidad:

Definida como la proporción de aristas existentes en relación con las posibles aristas entre el conjunto de vecinos del nodo i.
Y redundancia:

Que mide el grado de cohesión de los vecinos del nodo i.
Luego proceden a hacer esquemas de agregación de nodos internos y externos:



Hasta llegar a esquemas embrollados cómo éste:




Estudios que sólo tienen un fin previsible desde el comienzo, calcular nuestros movimientos en la red y establecer lo que probablemente será la dirección de nuestros contactos a la vez que las rutas de interacción que se formarán hacia el futuro con un fin estratégico comercial y de vigilancia, y obtención de datos. Luego siguen con un trabajo estadístico sobre las palabras usadas, que dará cuenta de los intereses. Decía Mark Twain: existen tres clases de mentiras: la mentira, la maldita mentira, y las estadísticas.
Voy a pisar por otro lado este problema. En una feria en Bélgica recientemente, algunas personas fueron elegidas al azar en las calles de Bruselas e invitadas a conocer a Dave, un experto en la técnica de leer mentes que supuestamente iba a ser el protagonista de un próximo reality show. Con la lógica desconfianza que genera la situación, los  voluntarios accedieron a que el enigmático personaje intentara adivinar cosas sobre ellos.
El mentalista comenzó entonces a aportar información sobre estas personas ante sus caras de asombro. Primero empezó con cosas sencillas como su procedencia o el nombre de sus amigos, para a continuación adivinar datos mucho más personales como los tatuajes que llevaban ocultos, lesiones físicas que han tenido e incluso si tenían una agitada vida amorosa.
Pero la cosa iba a ir a más, hasta el punto de dejar a los voluntarios muy impactados por conocer información de carácter privado a la que nadie debería tener acceso. Dave, empezó a desvelar cuentas corrientes en números rojos, gastos realizados en ropa e incluso pudo decir uno a uno todos los números de la cuenta bancaria de sus acompañantes.


A continuación el increíble mentalista desveló su secreto, dejando a los voluntarios totalmente de piedra. Una cortina de la habitación cayó al suelo y aparecieron varios supuestos hackers accediendo sin problemas a la información privada de los protagonistas. Junto a ellos había una pantalla donde se podía leer: "Tu vida entera está en Internet y podría ser usada contra ti. Estate atento”, los datos que nosotros proporcionamos voluntariamente a los servidores son una manera de atarnos a los medios de vigilancia del Estado, que ahora la tiene más fácil para controlar nuestros movimientos y ficharnos no sólo a nosotros, sino a nuestros contactos. Es parte de una lógica curiosa que hace que regresemos a tiempos en que la intimidad no era una razón defendible del sujeto y que se realizaba la confesión ante la totalidad de la grey y no ante los sacerdotes.
Evgeny Morozov autor del libro The Net delusion (2011) que hace una crítica hacia los discursos naive que presentan Internet y las Redes sociales como dispositivos o armas, para la liberación de los pueblos oprimidos por gobiernos autoritarios, que se manifiestan en ideas del tipo de “el Internet nos librará de nuestras cadenas” o “haremos la revolución a base de tweets“. Morozov nos presenta múltiples ejemplos de usos de las nuevas tecnologías por parte de estos gobiernos autoritarios para afianzar su poder sobre el pueblo. Es lo que el autor denomina la trinidad del autoritarismo: censura, propaganda y vigilancia.
Tenemos el caso reciente de las elecciones en México, dónde el poder económico, la docilidad y credulidad del pueblo, las despensas y tarjetas de crédito, pudieron más que todas los posts de los revolucionarios del Facebook que se esforzaban por mostrar su descontento ante la situación social y tomaban por acción revolucionaria la pulsación de sus teclados. Saltando de lado de que efectivamente hay una minoría de ciberactivistas muy comprometidos en hacer caer las páginas del PRI, o de Banamex, sin que necesariamente esto se traduzca en un cambio social, creo yo, pues es obvio que las revoluciones no pasan por tomar la computadora como si fuese un fusil, amén de que los jóvenes en el siglo XXI parecen estar cada vez más lejos de la izquierda revolucionaria del siglo XX.
Por otro lado, la red también es el medio para transmitir los mensajes más conservadores, racistas, ultranacionalistas, xenófobos, y fundamentalistas. Hace notar el efecto despolitizante del fenómeno de la diversión -- no sólo a través de la televisión sino de las múltiples posibilidades del internet -- que entretendría a las masas y evitaría el descontento social de los pueblos. Dallas, Star Trek, Juego de Tronos y Walking death, True blood, son maneras de apaciguar a las masas y de mermar su capacidad crítica.
Las Redes sociales ayudan a controlar mejor a la población. Morozov nos habla de lo difícil que era antes para los servicios secretos conseguir agendas y listas de nombres de activistas, cuando hoy en día es suficiente con entrar en Facebook y revisar las listas de amigos. También se refiere del uso en Irán de vídeos de manifestaciones en Youtube, que sirvieron para identificar a manifestantes. En este caso, el gobierno iraní utilizó además algo tan moderno como el crowdsourcing, publicando las fotos y pidiendo a la ciudadanía leal que le pusiera nombre a las caras: varias personas fueron detenidas por este medio. Morozov un ruso que fue apoyado por la CIA en su trabajo de disidencia en la Unión Soviética, confía en los países occidentales y su obligación moral para luchar por la democracia. Me recuerda aquí el dicho: El remedio puede ser peor que la enfermedad.
Sherry Turkle en su libro Life on screen (1995), hace notar que la pantalla de la máquina nos sumerge en una fascinación que hace que dejemos de lado cualquier desconfianza y accedamos a las redes con entusiasmo, amén de que realicemos con más facilidad interacciones que son más difíciles de hacer en el mundo real. En el Facebook puedo tener cientos y hasta miles de amigos, que habitualmente no podría contactar ni tolerar en el mundo cotidiano, y construyo otro yo, ideal, que lima todas las asperezas de mis imperfecciones. También se da oportunidad a la creación de un pensamiento no linealmente lógico sino más bien llevado por la lógica del bricolaje -- estudiada por Lévi – Srauss -- que resulta en una creatividad sin precedentes en el mundo occidental. La idea de que un ordenador es una calculadora cuyas reglas son siempre claras y muy específicas, una simple herramienta, ha sido socavada desde que apareció la primera Macintosh dónde la apariencia reemplazó lo lógica interna y la acción directa sobre el papel simulado situó al usuario en otra dimensión en la que dejó de importarle cómo trabajaba el corazón de la máquina y le posibilitó trabajar a su modo sin demasiado cuidado por las reglas. La gente decide hoy comprar una máquina sin cuestionarse el cómo funciona, eso le lleva a interactuar con otros usuarios, a desarrollar múltiples roles, y a corroborar la teoría freudiana de que el Yo no es unitario sino fragmentario. El yo en el mundo posmoderno está alienado, es descentralizado y múltiple.
Turkle afirma que el internet y la computadora son algo más que instrumentos y que son formas de acción del nuevo sujeto a través de un mundo que está muy relacionado con la simulación, el anonimato, la falta ¾ dice ella ¾ de ideales y la substitución de los vínculos personales por meras emulaciones de nuestra persona, de hecho, la palabra persona ya significa máscara y en el internet nos encontraríamos fascinados con la proyección e intercambio de imágenes. Sus conclusiones en ese libro, no eran sin embargo, pesimistas pues consideraban que el lado amable del Internet podía operar como un laboratorio de creatividad que aunque diese lugar a un baile de disfraces, también promovería una elaboración distinta del mundo real e incluso un escape de la miseria cotidiana, tal y cómo en el viejo filme de Marcel Carné, Juliette o la clé de sognes (1951) dónde Gérard Philiphe escapa a su ahogo de la prisión a través de una puerta que le lleva a un mundo fantástico, pleno de aventuras y de amor.
No había en ese momento documentados casos, como el del adolescente taiwanés de 18 años que falleció en un cibercafé tras jugar durante 40 horas la versión online de Diablo III o el del hombre de 32 años que murió, tras jugar tres días seguidos al juego de Blizzard. O de chicos que pasan 13 horas o más conectados al internet a través de sus teléfonos, que juegan en línea con sus amigos virtuales, chatean con sus miles de conocidos y que cuando se les apaga el internet se tornan agresivos hasta el grado de la violencia.
En un libro posterior Alone Together (2011), ese optimismo aparece muy menguado. Allí explora en la primera parte la interacción de los humanos con las máquinas, las que en el futuro serán nuestras sirvientas, niñeras, cocineras, cuidadoras, nuestras compañeras y compañeros sexuales, que darán como pecho bueno todo sin esperar nada a cambio. Evidentemente, esta dimensión de la realidad rayana en el filme El hombre Bicentenario (1999) está aún lejana de cumplirse y lo más que se acerca la realidad es el Thermomix, lo que no es despreciable, pero que dista mucho de los sueños maníacos los tecno – utopistas fanáticos.
La segunda parte, desemboca en cuestionar nuestra necesidad de esas máquinas que al parecer pueden resultar más confiables que los humanos, el efecto alienante del internet que lleva a conductas absurdas y locas, a gastos excesivos y a más hambre de experiencias digitales, que no se sacia de ninguna forma.
Es lamentable que en todo el libro no exista ninguna mención a Lewis Mumford, especialmente porque Turkle es norteamericana, y por si fuera poco es uno de los más grandes filósofos de la tecnología con un enfoque profundamente original que tomaba en cuenta al psicoanálisis como herramienta de estudio. Si hubiera estudiado con detenimiento a este autor sabría que la primera máquina fue compuesta de elementos humanos, y esa Megamáquina integraba piezas políticas, burocráticas, militares, que daban lugar a una integración del trabajo humano para la realización de grandes trabajos como la construcción de las pirámides egipcias. Sabría que esta estructura invisible, compuesta de partes vivas, pero rígidas, era aplicada a una tarea específica, a su trabajo. Esa máquina humana presentó desde el principio dos caras: una tiránica y a menudo destructora; otra promovedora de vitalidad y positiva.
Todas las máquinas modernas están concebidas como instrumentos para ahorrarle trabajo al hombre, intentan realizar la mayor cantidad de trabajo con el menor gasto de energías humanas. Esto no ocurría esto en la organización de las máquinas primitivas; al contrario: eran instrumentos de usar trabajo humano y sus inventores se enorgullecían de emplear el mayor número posible de trabajadores, con tal que la tarea misma fuese suficientemente grandiosa.
Mumford enfatiza que dos artificios fueron esenciales para conseguir que la máquina funcionara: la organización segura del conocimiento, tanto del natural como del sobrenatural, y una estructura bien elaborada para dar órdenes, transmitirlas y seguirlas hasta su total ejecución. El primero de esos artificios se llama organización religiosa, y el segundo, burocracia. Tal condición sigue siendo válida en nuestros días, por más que las computadoras que se regulan por si mismas y las grandes fábricas automáticas encubran tanto sus componentes humanos como las ideologías religiosas que laten bajo la actual automatización.
Ningún rey antiguo podía moverse con seguridad ni eficiencia sin el apoyo de especialistas humanos con un "conocimiento superior", como tampoco el Pentágono puede actuar hoy sin consultar a sus científicos especializados, a sus técnicos, y no sólo a sus computadoras, sino también a sus expertos estrategas: nueva jerarquía a la que se supone menos falible que aquellos adivinos que actuaban mediante varitas mágicas o la lectura de entrañas de animales, pero que, a juzgar por sus tremendos errores, no resultan mucho más videntes.
También Mumford afirma que los conocimientos secretos son la clave de todo sistema de control totalitario. Hasta que se inventó la imprenta, la palabra escrita se mantuvo, durante siglos, como el monopolio de una sola clase social; y hoy, el lenguaje de la matemática superior, más las misteriosas claves de las computadoras, están restaurando el secreto y el monopolio de tal saber... con las consiguientes consecuencias totalitarias.
El orden mecánico es una simple copia del orden cósmico, y de las observaciones de las regularidades en las apariciones de los astros y el culto al sol. La división en clases sociales puede rastrearse desde el antiguo Egipto hasta nuestros días, existe una clase que todo lo tiene y disfruta de los bienes, y otra trabajadora limitada en sus recursos y condenada al trabajo sin descanso. La megamáquina en sus extensiones mecánicas no parece tener como finalidad la liberación de esa clase social, sino más bien su eliminación, la máquina del artificio de hierro, es más confiable, más operativa, no se cansa y no reclama nada para su bienestar. Por otro lado, el ciclo de conquista, venganza y exterminio es la condición crónica de todos los Estados "civilizados", con la paradoja de que el conquistador simplemente destruye para volver a reconstruir al enemigo, volviéndose Demonio y Dios una y otra vez, tal y cómo los EUA, lo hicieron con Alemania.
Estas ideas fueron completamente revolucionarias en su tiempo y no han sido debidamente apreciadas hasta nuestros días, aún Zizek habla de que hay en la Modernidad una ruptura con la polis de la tradición, dónde la función del Otro estaba garantizada, y el Eros prevalecía haciendo confluir al individuo con el Estado. Si la sociedad griega funcionaba era porque había esclavos.
No es despreciable el trabajo de Turkle, pero nuevamente se queda en lo superficial. Ignora lo más elemental: la máquina es una prolongación de la dinámica humana de alienación, catástrofe y renacimiento. La máquina no es sino una prolongación de la esencia misma del hombre, no reconocible a través de la cortina, detrás del Mago de Oz omnipotente, se encuentra un ridículo ser humano viejo, e incompleto,  habitado por necesidades simples: comer, cagar y coger, que puede desviar en cualquier momento su poder ¾ merced a la pulsión de muerte ¾ en contra de lo que aparecen como sus logros civilizatorios. Me veo obligado a citar aquí, textualmente, a Mumford en un prólogo escrito en 1963 a su birllantísimo libro Technics and Civilization publicado en 1934:

Aunque los críticos contemporáneos caracterizaron apropiadamente Técnica y Civilización como una obra esperanzadora, me felicito ahora a mí mismo más bien por el hecho de que, incluso entonces, antes de que las salvajes desmoralizaciones y proyecciones irracionales que han acompañado la captación de la energía nuclear amenazaran al mundo, llamé la atención acerca de las posibilidades regresivas de muchos de nuestros más esperanzadores adelantos técnicos: preví el lazo ominoso, como digo más adelante, entre el “autómata” y el “Ello”.


La frase asombrosa remite al trabajo de Freud sobre lo Ominoso, y al autómata del cuento de Hoffman, pero también a la pulsión y su carácter no biológico, a su empuje hacia la repetición como si fuese máquina. El Ello y el inconsciente son una pieza, que busca la descarga sin miramientos por la realidad. Una malla de inscripciones que lleva irremediablemente al acto, dónde desembocará en un nivel que llamamos conciencia, dónde el sonido, la imagen y la representación adquieren una importancia fundamental. Técnica y civilización según Mumford no son sólo el resultado de aspectos concientes involucrados y dirigidos a cumplir una tarea, sino que también se ponen en juego, partes inconscientes, a menudo irracionales que se esconden detrás de la máscara de la objetividad y la ciencia, pero que pueden llevar a aspectos incontrolables de la repetición que operen contra el mismo hombre.
Lo que los especialistas han decidido pasar por alto, es que lo que está en juego es el hacer pasar a la imagen ¾ detrás de la cual habría una escritura¾, por la cosa misma, y la homogeneización del imaginario colectivo por tendencias estéticas, ideológicas y de esquemas mentales por parte de las hegemonías dominantes. Han decidido ignorar que la pulsión escópica irrefrenable sólo acrecienta su apetito cuando estamos al frente de la computadora, que el término usuario referible a los beneficiarios de estos servicios, es también el que se usa en la clínica de las adicciones. Ignoran no sé por qué la dimensión imaginaria que emparentaría al sueño con el cine, con el arte y el delirio, con la imago de las redes sociales. Al igual que en la experiencia con drogas, nos sometemos a una psicosis experimental de la que pretendemos tener el control y de la que pensamos podemos prescindir en el momento que lo deseemos.

Me parece a mí que el primero en darse cuenta del carácter de apariencia de la representación fue nada menos que el mismo Platón. A través de su obra sostuvo una posición ambigua respecto del arte. Al lado de una concepción del arte como medida, tal como aparece en el Político, o del vínculo entre arte e inspiración, tal como nos lo muestra en Fedro, o el de arte y eros, como aparece en El Banquete; hay también en Platón una interpretación en la cual el arte se entiende bajo el signo de la apariencia, de la ilusión, de la falsedad. Esta interpretación la encontramos, por ejemplo, en la República y el Sofista. Tanto más relevante resulta esta concepción despreciativa del arte cuanto depende de su principal tesis metafísica: la teoría de las ideas. Para Platón la belleza de las cosas, la belleza sensible y particular, sólo es bella por participación en la idea de belleza en sí. Así como la idea de belleza dice relación con la verdad, así el arte lo está con la apariencia: el arte es mera mimesis de las ideas ejemplares. En el Sofista el artista queda relegado, lo mismo que el sofista, a la categoría de una mago o de un prestidigitador. El arte de hacer imágenes (eídolon) es un arte apariencial (téjne fantastiké). Lo que Platón constantemente parece temer y nos advierte para estar en alerta, es la posibilidad de confundir la imagen o la imitación con la verdadera realidad: los originales o paradigmas.
La relación con el arquetipo, constituido por la imagen original y que haría del origen un concepto abstracto, y sus diversas formas que constituirán el ejemplo, parece muy presente en la realidad del internet que no parecería llevar a ningún soporte material. Sin embargo, aquí es necesario no desviarse de la materialidad de la pulsión y del cuerpo. La máquina es una prolongación de la dinámica humana, el autómata es el último escalón de un proceso que empezó con el uso de una u otra parte del cuerpo humano como instrumento y que desemboca en una vertiente distinta del instrumento. El instrumento llama  a la manipulación, la máquina a la acción automática, el computador se sitúa a mitad de estos dos dispositivos, llegando al extremo de promover la despersonalización del usuario, que paradójicamente acaba siendo usado por la máquina.
Turkle se pregunta por qué no podemos despegarnos de la computadora sin proporcionar una repuesta íntegra a su pregunta. La vida en la pantalla, para usar su expresión, no es otra cosa que un espacio transicional y un objeto transicional que están en el camino intermedio hacia el verdadero objeto, tal y cómo Winnicott nos habló de la relación del niño pequeño con su madre. La fuerza adictiva del internet proviene no de sus promesas irreales o de su fuerza simbólica, lo que importa del objeto transicional cómo lo mencionó este psicoanalista inglés, es tanto su valor simbólico como su realidad, es una ilusión pero también algo real.
El apego a niveles adictivos al internet coincide con el afecto al objeto transicional, es un intento de negar la frustración del usuario, sea cual fuese su edad, ante el mundo real y las dificultades que éste impone. Las relaciones con las personas reales imponen tolerancia, exponen al amor pero también al odio, a la destrucción y a la muerte. Tocar y pulsar, el teclado, la pantalla, el video game, y operar en la realidad virtual en que nos sumergimos, con la ilusión de que tenemos el control de la situación, nos pone en una situación alucinatoria que aparece como una especie de psicosis experimental, necesariamente es un mecanismo de defensa que se demuestra a final de cuentas ineficaz. Allá afuera está el mundo que escapa a nuestro control y que nos espera para desilusionarnos, decirnos que somos seres humanos de carne y hueso, que no siempre somos queridos por quien nosotros amamos, que envejecemos, enfermamos y morimos. Pero la ilusión del campo transicional nos arrastra de la realidad, haciendo más importante el campo imaginario, haciéndonos sentir jóvenes cuando somos viejos, mujeres cuando somos hombres y viceversa, importantes cuando somos basura, e inmortales dioses del Olimpo cuando en realidad no se trata sino del Valhala, o mejor aún, El Limbo.
En el internet, en una mixtura confusa de fantasía y realidad, confluye la pintura, el cinematógrafo, el cómic, la música, la radio, el teléfono, la televisión, y la literatura. Se multiplican las posibilidades de cada uno de estos medios que tendrían su específico apoyo pulsional, en una mélage picosa y suculenta, que deriva en volver nuestra relación con la máquina, una dependencia total en la que están comprometidos todos nuestros sentidos. La sobreoferta de estímulos, acaba por arrastrarnos y crear la fantasía de borramiento del sujeto, es importante aquí sostener que lo que paradójicamente sostiene las comunidades es la diversidad, la posibilidad de que nuestro cualsea se identifique con otro cualsea y salgamos de nuestro aislamiento. A contrario de Turkle, pienso que no se trata de que otra vez estemos solos, sino de que ¾ por lo menos en la fantasía ¾ se sostenga la ilusión del grupo, necesaria para sostener nuestra subjetividad. No es tan fácil encontrar un grupo de pedófilos, como entrar en un grupo de Boy scouts (aunque no sé si mi ejemplo es el mejor), en el internet esta dificultad es relativamente salvable. El grupo proporciona fortaleza, exalta, robustece al Yo, al mismo tiempo que drena las pulsiones del Ello, limitando la acción al ejercicio manual, es una manera de ejercitar nuestra locura sin caer  completamente en la esquizofrenia. Muchas gracias.





No hay comentarios:

Christopher Bollas: Mental pain

Conferencia de Christopher Bollas: Mental Pain.