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lunes, 3 de agosto de 2009

Terminator salvation (2009): Transformators in the Matrix.


En un futuro postapocalíptico las fuerzas norteamericanas sobrevivientes de la campaña de Desert Storm, Afganistán e Irak, muestran su heroísmo frente a las máquinas industriales que intentan dominar al mundo y eliminar a los humanos con estrategias tan diabólicas y complicadas que rivalizan sólo con los planes del Dr. Evil (Austin Powers, 1997). En lugar de envenenar el aire y/o el agua, quizá usar armas biológicas que no les afectarían, prefieren pelear con los humanos cuerpo a cuerpo (perdón, androide) reproduciendo todos los lugares comunes de las películas de ciencia ficción que han existido desde Metrópolis (Fritz Lang, 1927).
Las máquinas estudiaron sus archivos de cine cuidadosamente y no sólo han fabricado una versión masculina de María que se infiltre entre los humanos, sino que amantes del cine clásico, reproducen versiones estéticas modernas de películas como The day the World still stood (1951) o The War of the Worlds (1953).
También fanáticas del cine elaborado, producido o por lo menos inspirado por Spielberg copian lo más fielmente posible Close Encounters of the Third Kind (1977), E.T. The Extra-Terrestrial (1982), Saving Private Ryan (1998), A.I. Artificial Intelligence (2001), War of the worlds (2005), Transformers (2007) , o la televisiva Band of Brothers (2001) y otros filmes comerciales exitosos como Independence Day (Roland Emmerich 1996), Men in Black (Barry Sonnenfeld, 1997) , o el Mars attaks (Tim Burton, 1996).
Llama la atención que durante las tres secuelas anteriores, los argumentistas que ejercitan la franquicia, hayan explicado una y otra vez al espectador que John Connor es el líder de la resistencia. Pero en esta película, no sólo no es el líder, ni siquiera forma parte del grupo de comando y se opone a que se cumplan sus órdenes. Quizá en la siguiente película, que se filmará seguro más adelante, en menos de los 70 días que tomó ésta, logre ocupar su puesto de general.
La película ha sido estudiada como un producto de mercado, día y noche, por los escritores y el director con experiencia en producción, como si fuese un nuevo sabor de goma de mascar. Es la puesta en licuadora de algunos de los más importantes filmes recientes de science fiction: seguro Mad Max y sus secuelas, Matrix y también sus secuelas, con el cine de guerra de inspiración realista producido en los ex - países socialistas, la estética del neorrealismo italiano (Germania anno zero. Roberto Rossellini, 1948), y la visión pasada por la fuente de sodas de un mundo convulsionado por la 2ª guerra mundial, según los ojos de Costa Gavras, Herzog y Polanski, licuado y mezclado todo, con una cascarita de la novedosa visión de guerra contemporánea de Ridley Scott (Black Hawk Down, 2001) y una limadura del extraordinario Apocalypse Now (Ford Coppola, 1979) a fin de proporcionarnos un nuevo clásico del Blockbuster.
Si a tan medido cóctel, se añade que los combatientes son todos y todas, supermodelos de Givenchy o Lancôme con la boca perfectamente arreglada por el ortodoncista, cuerpos voluptuosos y excitantes al espectador, que se harían merecedores de más de una mirada en las innumerables repeticiones que el director - productor McG (así nomás), imagina surgirán del mercado de la televisión, que también las muertes evitan ser demasiado sangrientas o violentas en exceso (nada de gore), para alcanzar una clasificación que permita la entrada a menores; tenemos al final, una película “estéticamente perfecta” (una video rola, un videoclip de 115 minutos), preparada para ser expendida en la taquilla, que resulta ser un discurso completamente vacío y sin ninguna cualidad artística.
Hubo una vez en que el cine épico quería decir algo al espectador (Eisenstein, Pudovkin, Ford, Kurosawa, Houston, Lean), incluso Spielberg o Lucas, filmaron productos que no perdían vinculación con el mito universal: Prometeo, Odiseo, Aquiles, etc.
Sin embargo, ésta película es más artificial que el café descafeinado o la margarina. Lo que espanta es la calidad de los efectos, verosimilitud de los dibujos, acrobacias de stunts, inventiva de los robotitos matones… en fin… lo industrializado de la manufactura del cine comercial para ocasionar una estética tan refinada como fatua, destinada a la simple complacencia del espectador.
Los diálogos y situaciones son los que el público espera. Kyle Reesse que aún está por ser llevado atrás en el tiempo, para iniciarse en la sexualidad (se conforma de pronto con la compañía de una dulce negrita menor de edad), dice cuando debe: Come with me if you want to live. Christian Bale, que debía escoger mejor sus papeles para preservar su prestigio, suelta en el punto exacto: I’ll be back.
El público goza porque reconoce la historia y se siente seguro en el laberinto del tiempo, no hay confusión, incertidumbre o temor, las sorpresas son anunciadas y amenas (Coonor entra a la base enemiga con su Vaio), no hay nada incómodo o inesperado. El vaso de Coca – cola se vuelve a servir y burbujea, su sabor se reconoce, Dios está presente en el epitafio de la humanidad para salvarnos en tiempo y forma.
La science fiction estilo 2001 Odisea del espacio (Kubrick, 1968), Solaris (Tarkowski, 1972), Alien (Ridley Scott, 1979), Blade Runner (Ridley Scott, 1982), ha sido licuada para hacer un producto aglutinado, que simule consistencia cuando no hay más que cartón - papel.
Uno no se explica cómo el T - 800 que supuestamente es el último producto fabricado, sea tecnológicamente más atrasado que Marcus Wright (un Sam Worthington que actúa mejor que Bale) y más parecido en su rígida actuación digital a James Arness (The thing from another World, 1951) que al recio pero pretendido humano: Schwarzeneeger.
Que Skynet después de inventar la máquina del tiempo y mandado tres asesinos a eliminar a Connor, cuando tenga a su futuro padre preso en su factoría, decida no matarlo sin preámbulos, siguiendo la lógica más elemental. O que no hagan estallar a Marcus enseguida que se acerque al supuesto jefe de la resistencia. Las computadoras prefieren el suspense, y la lucha de gladiadores.
Las máquinas están ociosas y quieren jugar con los hombres (¿Skynet no será el pseudónimo de Nintendo?), hacer la guerra y darles una oportunidad de ganar. El público joven está entusiasta entre las palomitas y el refresco, los mensajes SMS entrantes y la exploración de su teléfono GPS con acceso a la red.

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