Fui a ver el mismo día del estreno en México con mi mujer (a la que le llevo más de 15 años): Indiana Jones IV, el Reino de la Calavera de Cristal. Ella creció en una época en que las aventuras de un Harrison Ford más joven eran preciadas como ningunas otras. Le emociona bastante, ver a ese viejo saltando y luchando contra la maldad del mundo que en esta nueva película aparece representada por los nefastos rusos que no parecen diferenciarse mucho de sus rivales anteriores nazis.
La comprendo muy bien que se emocione con estas imágenes, todavía hoy día cuando veo de pasada en la tele “El Túnel del Tiempo” (¡qué todavía la repiten por un canal de aire!) serie absurda y mal armada dónde Tony y Douglas son viajeros por el tiempo que demuestran que Napoleón, La revolución rusa, el hundimiento del Titanic, etc. fueron producto de los aciertos y fallas de estos bravos norteamericanos… pues yo debo confesar que siento algo de emoción, es absurdo, yo lo sé… pero así funciona el inconsciente, me siento entonces como un niño viendo a sus héroes sempiternos.
La verdad es que resulta emocionante ver los efectos especiales insuperables que nos ofrece el filme (dónde ya no sabes qué es real y qué virtual, y no importa), pero la trama apesta, cómo siempre han olido mal esas películas dónde los norteamericanos son los buenos y nobles que intentan salvar al mundo de conspiraciones, fuerzas misteriosas del más allá, talibanes, orientales viciosos e invasiones extraterrestres.
La historia es la misma de siempre, debemos a ellos que el mundo sea un lugar habitable y sin ellos, estaríamos peor que como ahora estamos. El seguimiento de la historia real es lo que menos importa, nos enteramos de que Indiana Jones aprendió quechua con los “guerrilleros de Pancho Villa” (¿?) y que las pirámides precolombinas no son producto de una civilización propia desarrollada por los indígenas nativos, sino de la limosna cultural de los extraterrestres (seguro porque ellos no serían capaces de ningún tipo de desarrollo).
En esta película se condensan, por otro lado, todos los temas de las revistas que hablan de lo paranormal: la telepatía, los ovnis, el regreso de los muertos, los extraterrestres, etc. y una parte de otros temas que aparecen como simple curiosidad en la historia de Norteamérica: el inicio del rock, la bomba H, el comité de actividades antinorteamericanas, entretelones menores para lo verdaderamente importante que es la lucha contra los comunistas.
La verdad es que resulta emocionante ver los efectos especiales insuperables que nos ofrece el filme (dónde ya no sabes qué es real y qué virtual, y no importa), pero la trama apesta, cómo siempre han olido mal esas películas dónde los norteamericanos son los buenos y nobles que intentan salvar al mundo de conspiraciones, fuerzas misteriosas del más allá, talibanes, orientales viciosos e invasiones extraterrestres.
La historia es la misma de siempre, debemos a ellos que el mundo sea un lugar habitable y sin ellos, estaríamos peor que como ahora estamos. El seguimiento de la historia real es lo que menos importa, nos enteramos de que Indiana Jones aprendió quechua con los “guerrilleros de Pancho Villa” (¿?) y que las pirámides precolombinas no son producto de una civilización propia desarrollada por los indígenas nativos, sino de la limosna cultural de los extraterrestres (seguro porque ellos no serían capaces de ningún tipo de desarrollo).
En esta película se condensan, por otro lado, todos los temas de las revistas que hablan de lo paranormal: la telepatía, los ovnis, el regreso de los muertos, los extraterrestres, etc. y una parte de otros temas que aparecen como simple curiosidad en la historia de Norteamérica: el inicio del rock, la bomba H, el comité de actividades antinorteamericanas, entretelones menores para lo verdaderamente importante que es la lucha contra los comunistas.
No por nada la bella Cate Blanchet es el brazo derecho de Stalin que pretende dotar a los rusos de armas paranormales que serán usadas en su conquista del mundo.
No cabe duda de que la película es divertida. No le ha faltado humor a Ford para aceptar el papel de nuevo, se ha atrevido a saltar y brincar como si la edad no le hubiera alcanzado. Está bien… me gustaría llegar en tan buenas condiciones a ese tiempo. Lo que no sé es qué seguirá: ¿La próxima película de Indiana tendrá como oponentes a los talibanes ó Bin Laden?
No cabe duda de que la película es divertida. No le ha faltado humor a Ford para aceptar el papel de nuevo, se ha atrevido a saltar y brincar como si la edad no le hubiera alcanzado. Está bien… me gustaría llegar en tan buenas condiciones a ese tiempo. Lo que no sé es qué seguirá: ¿La próxima película de Indiana tendrá como oponentes a los talibanes ó Bin Laden?
Una cosa más: si Harrison Ford se atreve a usar sombrero... ¿por qué no lo he de hacer yo? Me pregunto, incluso, si no se verían mejor los sombreros que las cachuchas de beisbolistas que ahora usan los chavos. Son más útiles, más elegantes... En fin...
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