La noticia que ha movido a los medios desde hace tres días es la desaparición de Diego Fernández de Ceballos. Cerca de un rancho de su propiedad, se encontró una camioneta abandonada que él conducía con rastros de sangre, impactos de bala y al parecer unas tijeras ensangrentadas. Luego de haber corrido esta información, se han cerrado las noticias por parte de los voceros oficiales. La PGR, la Secretaría de Seguridad Pública Federal, la Procuraduría General de Justicia del Estado de Querétaro, así como corporaciones policiales tanto estatales como municipales integran el grupo interinstitucional creado durante una reunión de alto nivel sobre la búsqueda del ex candidato presidencial.
El comunicado oficial indica: “Dentro de la indagatoria se ha solicitado la colaboración de todas las Procuradurías Generales de Justicia del país y a través de éstas, de las dependencias de seguridad pública en los estados y municipios, así como de salud, para la búsqueda y localización de la persona hasta ahora desaparecida”.
Cómo ustedes recordarán se había dicho en un principio que Manuel Espino confirmaba la versión de que su cadáver se encontraba en un campo militar, y tanto él como la PGR se apresuraron a desmentir el dicho inicial. Se desmintió categóricamente también la muerte del Jefe Diego aún sin saber dónde está... lo cual es ilógico y extraño. No hay mayores avances en las investigaciones aunque antes una fuente oficial haya manejado las hipótesis de secuestro, hecho delictivo relacionado con el narcotráfico y guerrilla como posibles líneas de investigación.
Se señala hoy sin más detalles que la desaparición pudo haber ocurrido entre las 23.00 horas del viernes 14 y las 7.00 horas del sábado 15 y que tras la inspección del sitio donde se halló el auto del político panista quedó establecido que “alguna persona pudo haber sido agredida físicamente, muy probablemente inmediato al momento de descender de la camioneta que utilizaba el Lic. Fernández de Cevallos, y que se encontraba en la cochera al interior de la finca, recién estacionada”.
Puede especularse que la sangre indica violencia, que las tijeras una agresión física directa (vaya uno a saber si no tenía debajo de su piel un chip GPS) y no sabemos tampoco si se resistió al asalto, lo cual no sería extraño, considerando su carácter bronco. Quizá el motivo no haya sido secuestro por dinero, pues hubiese sido más lógico secuestrar a alguien de su familia, es seguro que lo buscaban a él y que el hecho delictivo fue planeado con precisión por alguien que conoce o ha estudiado sus movimientos.
El secreto y la discreción son ahora absolutos, y quizá nunca sabremos la verdad de este delicado asunto. Lo que sí llama la atención en los comentarios de las noticias en diarios que tienen su espejo en Internet son las opiniones de la gente, entre jocosas, hay expresiones de descontentos por el trato privilegiado a ese ciudadano, e incluso de complacencia franca ante los hechos.
Revelan una crisis social profunda en la que el público, el pueblo, se identifica hoy más con los delincuentes que con quienes gobiernan nuestra Nación. Para muchos su secuestro es visto como una acción lógica en una supuesta ley universal de compensaciones: el que mal anda mal acaba, tenía que tocarle, todo el mal que hagas a los demás en vida lo pagarás, hizo mucho daño y muchos quieren vengarse, se están matando entre ellos, cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar, etc.
El caso es que todo el mundo político y las policías están hoy movilizadas por este incidente y no dejaron pasar las 72 horas que usted y yo, deberíamos esperar para ser atendidos en un caso semejante. Una muestra más de que hay dos Méxicos en este bicentenario de nuestra nación: los que todo lo tienen y pueden (corrijo, no pueden escapar a la muerte); y los otros que son - somos - ciudadanos de segunda.
El comunicado oficial indica: “Dentro de la indagatoria se ha solicitado la colaboración de todas las Procuradurías Generales de Justicia del país y a través de éstas, de las dependencias de seguridad pública en los estados y municipios, así como de salud, para la búsqueda y localización de la persona hasta ahora desaparecida”.
Cómo ustedes recordarán se había dicho en un principio que Manuel Espino confirmaba la versión de que su cadáver se encontraba en un campo militar, y tanto él como la PGR se apresuraron a desmentir el dicho inicial. Se desmintió categóricamente también la muerte del Jefe Diego aún sin saber dónde está... lo cual es ilógico y extraño. No hay mayores avances en las investigaciones aunque antes una fuente oficial haya manejado las hipótesis de secuestro, hecho delictivo relacionado con el narcotráfico y guerrilla como posibles líneas de investigación.
Se señala hoy sin más detalles que la desaparición pudo haber ocurrido entre las 23.00 horas del viernes 14 y las 7.00 horas del sábado 15 y que tras la inspección del sitio donde se halló el auto del político panista quedó establecido que “alguna persona pudo haber sido agredida físicamente, muy probablemente inmediato al momento de descender de la camioneta que utilizaba el Lic. Fernández de Cevallos, y que se encontraba en la cochera al interior de la finca, recién estacionada”.
Puede especularse que la sangre indica violencia, que las tijeras una agresión física directa (vaya uno a saber si no tenía debajo de su piel un chip GPS) y no sabemos tampoco si se resistió al asalto, lo cual no sería extraño, considerando su carácter bronco. Quizá el motivo no haya sido secuestro por dinero, pues hubiese sido más lógico secuestrar a alguien de su familia, es seguro que lo buscaban a él y que el hecho delictivo fue planeado con precisión por alguien que conoce o ha estudiado sus movimientos.
El secreto y la discreción son ahora absolutos, y quizá nunca sabremos la verdad de este delicado asunto. Lo que sí llama la atención en los comentarios de las noticias en diarios que tienen su espejo en Internet son las opiniones de la gente, entre jocosas, hay expresiones de descontentos por el trato privilegiado a ese ciudadano, e incluso de complacencia franca ante los hechos.
Revelan una crisis social profunda en la que el público, el pueblo, se identifica hoy más con los delincuentes que con quienes gobiernan nuestra Nación. Para muchos su secuestro es visto como una acción lógica en una supuesta ley universal de compensaciones: el que mal anda mal acaba, tenía que tocarle, todo el mal que hagas a los demás en vida lo pagarás, hizo mucho daño y muchos quieren vengarse, se están matando entre ellos, cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar, etc.
El caso es que todo el mundo político y las policías están hoy movilizadas por este incidente y no dejaron pasar las 72 horas que usted y yo, deberíamos esperar para ser atendidos en un caso semejante. Una muestra más de que hay dos Méxicos en este bicentenario de nuestra nación: los que todo lo tienen y pueden (corrijo, no pueden escapar a la muerte); y los otros que son - somos - ciudadanos de segunda.
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