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lunes, 30 de junio de 2008

A day in the xalapeña life

Hoy por la mañana me levanté deprimido por la cantidad de papeles burocráticos que tengo que llenar en la Universidad para justificar mi trabajo y esa sensación se agudizó al ver el nuevo día por la ventana. Yo supongo que todos mis colegas académicos en las universidades públicas de este país tienen el mismo problema: aprender a hablar el lenguaje de los contadores y administradores, probar que somos buenos obreros que producen.
Uno de los informes de autoevaluación de mis clases me requiere contestar si he promovido en mis alumnos el uso de la paquetería Office, del cuerpo y de las manos (¡?), todo bien, pero doy clases de Psicoanálisis y de Filosofía... ¿será bueno que me vaya acostumbrando a bailar la rumba freudiana?
Es un típico día jalapeño: llovizna pertinaz, cielo gris y nublado, aire frío y paisajes impresionistas calcados de una pintura de Corot o Pizarro, en la tela se ven maravillosos y son demostración de la maestría del artista, pero en la realidad, resultan más bien sombríos y tristes.
Xalapa es una urbe pequeña que ha crecido desmesuradamente en los últimos años, es la ciudad que tiene más automóviles por número de habitantes en México y los conductores aquí no tienen el menor respeto por las reglas viales. Especialmente no atienden al peatón que puede estar mucho tiempo en una esquina tratando de atravesar la calle. Acabo de estar hace un mes en Ciudad del Carmen, Campeche para dar un par de conferencias y me sorprendió mucho el respeto que hay hacia el transeúnte. Los autos se detienen y ceden el paso, así sea una sola persona la que vaya a cruzar.
Esto no es un evento que uno presencie aquí a menudo y cuando yo cedo el paso a los peatones, me miran entre agradecidos y extrañados, dudosos de aceptar mi ofrecimiento. Lo habitual es que el auto que viene por la avenida, acelere y hasta haga cambio de luces, para adelantarse a los peatones que piensan pasar la calle ó automóviles que están por incorporarse al flujo vehicular ó cruzar la avenida.
Hay que abrirle el paso a su Majestad el Servicio Urbano, ó el Príncipe Taxi (según una afortunada expresión de una amiga de mi mujer), porque ellos no respetan ninguna regla, parece que lo que les importa es llegar rápido, sea a este lado ó el otro contrario a la vida.

Yo siempre que subo a un taxi, busco y me ajusto el cinturón de seguridad porque sé que la mayoría de las veces mi vida corre peligro. No respetan por lo general los taxistas el límite de velocidad, rebasan por la derecha, cambian de carril sin aviso, se paran dondequiera sin señalizar su Stop. Y cuando hay un accidente, se protegen entre ellos como una mafia. Supongo que uno debiera acostumbrarse a éstos usos, pero precisamente para mí, es importante no hacerlo, saber que está mal que un taxista crea que tiene derecho a ir más rápido que los demás y a no respetar las leyes de tránsito o civiles, que valen para los demás mortales.
Otra cosa que casi no respeta ningún automovilista - incluso los policías en patrullas - en esta ciudad es la distancia de protección... (2 segundos detrás del vehículo que va al frente)... esto no parece importar a nadie, y es frecuente tener un carro a la espalda sin precaución alguna pitando y aventando el auto, como una forma de hostigar y procurar que uno acelere o se haga a un lado. El auto es aquí no sólo un signo de prestigio, sino un arma contra el vecino.
Quizá por eso suceden en esta ciudad accidentes tan aparatosos, especialmente en época de lluvias. Derrapones, choques y volcaduras, ruptura de las bardas de contención.

El paso de vehículos en crucero de uno x uno, que es una medida racional que ha tratado de implantarse por Tránsito de la ciudad, es respetado con dificultad, ganarle el paso al vecino es una muestra de inteligencia en las cabezas de muchos simio-conductores.
Xalapa se ha tragado ya a las pequeñas ciudades pueblito que le rodean Coatepec, Banderilla y Las Trancas. Mucha gente que trabaja en Xalapa viene de esas ciudades y viceversa. Es una ciudad que ha crecido sin un proyecto urbano definido. Acaba de hacerse una glorieta vial en un crucero que no tenía mayores problemas de tráfico y ahora se generan ahí embotellamientos. Las lluvias desde los primeros momentos han inundado la vía subterránea que al parecer no estaba preparada para recibir las tormentas jalapeñas, ahora se drena con frecuencia esa vía… pero quizá debía haberse planeado un sistema más eficiente de desalojo de agua.

Uno se pregunta: ¿Cómo es esto posible? Eso sí, luce a todo dar en esa glorieta, la estatua de Sebastián (artista consentido del Estado) quién señaló que la escultura la hizo pensando en el árbol que identifica a los xalapeños (la araucaria), donde se sobrepone la “X” de Xalapa y la “V” de Veracruz. La base de cimentación del Arbolito (¿Le pondrán foquitos en Navidad?), costó tan sólo 2 millones de pesos, con una mínima fracción de los cuales, podría haberse pavimentado mi calle que está llena de hoyos o terminar el retorno a Xalapa desde la carretera vieja de Las Trancas - Coatepec que lleva más de dos años sin concluir.

Sebastián, amigo de la Primera Dama del Estado, explicó que su obra tiene una altura de casi 32 metros y un peso de 130 toneladas, sin embargo se negó a revelar el costo que tuvo: "A mi no me gusta hablar de costos, yo sólo la hago pero no me gusta hablar de eso", justificó, tras considerar la Araucaria como una de sus mejores obras por la armonía que tiene, por su dimensión y la forma en que fue aceptada por la sociedad (El Universal 29/06/2008).

El problema de esta obra es haber puesto una glorieta que complicó el tráfico dónde no había un real problema. Lo único que se hubiera necesitado es el paso a desnivel inferior, dejando el paso directo, como estaba, de la avenida 20 de Noviembre hacia Araucarias y las laterales. Pero tenía que ponerse la obra de Sebastián, originalmente pensada a partir de recolección de llaves y metales donados por los xalapeños, pero que excedió en toda proporción costos y diseño, se dice en murmullo que la obra llegó a los 25 millones de pesos.
Antes en ese paso, se controlaba el tráfico con cuatro semáforos. Se cerró el retorno sobre la avenida 20 de noviembre, para obligar a los conductores a usar la glorieta. Ahora hay ocho, y no están sincronizados del todo, son cortos los altos, así que el tráfico está siempre bien asegurado, así como el abordaje por parte de los pobres indigentes que limpian vidrios, juegan con pelotas ó piden directamente dinero. Bueno para ellos...

Se ha empezado a construir un nuevo distribuidor vial frente a Plaza Cristal, esperemos que sea planeado con más estudios de por medio y más atención... menos pensando en la imagen política y más en la ciudad.

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